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Opinión

12 de Marzo de 2022

Columna de Rodrigo Mayorga: Carta abierta al Presidente de la República

Columna de Rodrigo Mayorga: Carta abierta al Presidente de la República AGENCIA UNO

"Convóquenos a construir conjuntamente esos caminos nuevos por los que podamos transitar todas y todos, a recobrar la política y a hacerla cada vez más propia, a dejar de ser este país fragmentado pero no para volvernos una unidad homogénea y uniforme, sino una comunidad, diversa y entrelazada".

Rodrigo Mayorga
Rodrigo Mayorga
Por

Estimado Presidente de la República

Gabriel Boric Font:

Mi nombre es Rodrigo y por ahora eso basta como presentación, porque le escribo como ciudadano y, en esa condición, no debiese importar ni mi apellido, ni mis credenciales ni si prefiero a Squirtle, Charmander o Bulbasaur (pero Charmander, lo siento). Sé que enviar esta carta en su primer día de mandato solo refleja mi personalidad ansiosa y que lo que tengo para decir seguro usted ya lo sabe, pero después me imagino que a lo mejor no y que en el futuro me arrepentiré de haberme quedado callado cuando tuve la oportunidad, lo que me deja sin más opción que escribir (ya le dije: personalidad ansiosa).

Inicia su mandato en un país muy fragmentado, presidente. La polarización que tantos pregonaban es más falsa que la llegada a Chile de usted-sabe-quien para la primera vuelta. De hecho, es cosa de ver los resultados de esa primera vuelta para probar lo que le digo: ningún candidato con más del 30% y cinco con más del 10%. Tenemos prácticamente la misma edad, así que usted también lo recuerda: cuando chicos, el Centella costaba 100 pesos, el invierno duraba tres meses y las elecciones tenían siempre a dos candidatos que se repartían casi todos los votos. Nada de eso es ya así. Tampoco es que sea tan raro: Chile efectivamente despertó hace un par de años, pero se nos olvida que, después de abrir los ojos, siempre hay un lapso de tiempo en que estamos medio perdidos, un poco adormilados, aún dudando entre empezar el día o volver a la cama. A usted le ha tocado ser presidente cuando Chile aún no termina siquiera de sacudirse las lagañas y enfrentar este escenario no va a hacer una tarea fácil. Cómo ya me tomé la libertad de escribirle, me voy a permitir la patudez de darle tres consejos que tal vez le puedan ser de ayuda.

Primero: hay que seguir escuchando mucho más que hablando, presidente. La gente está cansada de que les digan lo que será mejor para ellos, sin siquiera preguntarles primero qué piensan, qué sienten o dónde es que les aprieta el zapato. Se notó que usted lo hizo entre primera y segunda vuelta (hay gente que le dice a eso volteretas; yo le digo aprender y cambiar el rumbo), pero imagino que es más fácil cuando se está recorriendo el país que desde La Moneda, porque requiere moverse para oírlos a todos y a la vez detenerse, para poder hacerlo bien. Gobernar, ante todo, es escuchar, presidente.

Lo segundo, es nunca perder la capacidad de autocrítica. Espero que no sean muchas las razones que lo lleven a hacerlo, pero cuando las haya –y las habrán, de eso no hay duda–, siga reconociéndolas y pidiendo perdón. Yo se lo he aplaudido cada vez que lo ha hecho y espero seguir haciéndolo, porque, seamos honestos, en política la gente cree que pedir perdón es reconocer la derrota. No lo olvide: todos cometemos errores, pero desde ahora los suyos nos afectarán a todos, y un error que no se reconoce es un error imposible de reparar.

Finalmente, convoque. Convoque como lo hizo para la segunda vuelta, como ha estado haciendo en estos meses previos a su asunción, convóquenos a todos los que creemos en la democracia y los derechos humanos, que al final somos la única verdadera “inmensa mayoría”. Convóquenos a construir conjuntamente esos caminos nuevos por los que podamos transitar todas y todos, a recobrar la política y a hacerla cada vez más propia, a dejar de ser este país fragmentado pero no para volvernos una unidad homogénea y uniforme, sino una comunidad, diversa y entrelazada. La palabra “presidir” significa ir al frente pero también asistir a aquellos con quienes se camina y ello requiere dosis iguales de valentía y humildad. No necesitamos triunfadores ni iluminados sino líderes líderes valientes y humildes, presidente, y confío en que usted podrá ser uno de esos.

No me extiendo más porque ya he abusado mucho de su tiempo. Se vienen cuatro años intensos y llenos de posibilidades y espero perdonará la patudez de creer que estas líneas en algo aportarán a un desafío tan grande como el que hoy comienza a enfrentar. Aunque tan patudo tampoco he sido: se habrá dado cuenta de que no lo he tuteado ni una sola vez en todo este texto. Es que como usted, yo tampoco soy muy fan de la corbata y la formalidad, pero la República es y será siempre la República.

Con mis mejores deseos para usted y el país que compartimos.

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