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Opinión

23 de Junio de 2022

Las mujeres en la ingeniería chilena

La imagen muestra a la autora de la columna frente a mujeres ingenieras

Sin desconocer los avances que ha tenido una ingeniería desarrollada primordialmente por hombres, cabe preguntarnos ¿cuánto mejor podrían ser nuestras sociedades hoy, si hubiéramos aprovechado de mejor forma los talentos femeninos de generaciones anteriores? 

Silvana Cominetti
Silvana Cominetti
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En una nueva conmemoración del Día internacional de la Mujer en la Ingeniería es necesario mirar la situación nacional a este respecto. En 2016, la participación de las mujeres ingenieras en Chile (civiles, de ejecución y comerciales) era de un 18% respecto de todos los y las ingenieros. A la fecha esto no ha cambiado de manera relevante.

Sí ha existido un persistente, pero leve, aumento de la matrícula de mujeres en carreras de ingeniería civil, con lo que se ha llegado a un 26% de mujeres cursando estas carreras. En este dato global, hay grandes diferencias: las carreras de Ingeniería del área biológica y medio ambiental concentran más del 50% de matrícula de mujeres; en tanto, en el otro extremo, las carreras de ingeniería civil informática, computación y similares tienen matrícula de mujeres entre un 9,4% y 11,3%. Estos últimos números son bajísimos, toda vez que si miramos los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Asamblea General de las Naciones Unidas (AG-ONU), la gran mayoría de ellos están relacionados con las tecnologías, y su logro se obtendrá solo si se cuenta con todos los talentos existentes, dentro de los cuales al menos el 50% son mujeres.

Estas cifras nos entregan algunas pistas respecto de la participación femenina en las diferentes áreas, pero el origen de la problemática -y por lo tanto, su solución- es muy anterior a la Universidad: es en el hogar de cada una donde se dan las mejores condiciones para que, con el apoyo adecuado de la educación, se les potencie con sueños e ideas que finalmente transformen a quienes hoy son niñas en motores de la sociedad. ¿Dónde, con qué profesión u oficio?, es una pregunta que cada una de ellas tiene que descubrir en función de esos gustos, ojalá pasiones, que van aflorando gradualmente.

El ideal es que en todas las escuelas y en todos los tipos de hogares que existen hoy – monoparentales, la mujer jefa de hogar o sólo el padre, los hijos con los abuelos o tantos otros – las hijas e hijos reciban aquellos estímulos que les permitan soñar. Es necesario eliminar las diferencias de género en la educación primaria y en la secundaria y brindar oportunidades igualitarias para que cada una de ellas y ellos puedan elegir si querrán alcanzar sus sueños a través de la ingeniería, el estilismo, la vida militar, la producción de alimentos, la arquitectura o cualquier otra profesión u oficio existente o aún por crear.

En 2016, la participación de las mujeres ingenieras en Chile (civiles, de ejecución y comerciales) era de un 18% respecto de todos los y las ingenieros. A la fecha esto no ha cambiado de manera relevante.

Los seres humanos, sin distinción de edad, sexo, estirpe o condición, nacemos con ciertos talentos que nos son propios y que, en definitiva, nos inclinan a seguir determinados caminos profesionales o técnicos. Para aprovechar esos talentos, es necesario identificarlos y encausarlos adecuadamente, como dijimos, sin distinción del sexo. Por eso es fundamental la igualdad de oportunidades y no discriminación hacia la mujer. En cambio, hoy ellas enfrentan obstáculos estructurales por su género; solo para nombrar un par, la crianza y cuidado de los hijos (tarea que debería ser asumida por ambos padres, socialmente percibida y económicamente regulada como tal) y una inaceptable diferencia de remuneraciones, incluso en algunas de las sociedades más evolucionadas.

Son abundantes los ejemplos de las mujeres con desempeños brillantes en las áreas de ciencias, física y matemáticas en la historia de la humanidad. Pese a ello, persiste en algunos sectores preguntas como: ¿sólo los hombres pueden hacer ingeniería? ¿Sólo los hombres deben hacer ingeniería? ¿Nos da más seguridad la ingeniería desarrollada por hombres ingenieros? Tanto la historia como la realidad actual del mundo demuestran que todas las respuestas a estas preguntas deben ser negativas. Y no sólo en el área de las ingenierías; también en las artes, las letras, el derecho, la política, y tantas otras, donde las mujeres han sido un aporte invaluable.

La ingeniería es una profesión con propósito, que impacta de manera relevante en la sociedad y en el desarrollo del bienestar y la seguridad de las personas, generando soluciones a problemáticas de la vida diaria en infraestructura, energía, vivienda, sistemas de comunicación, transporte, regulación económica u otras. Al igual que el hombre, la mujer tiene el derecho y deber de participar de esta construcción de sociedad. Incorporar a las mujeres es, por una parte, incorporar una siempre necesaria diversidad a los procesos creativos y de desarrollo para hacerlos más resolutivos, eficaces y creativos y llegar a mejores soluciones; pero también es simplemente hacer un uso efectivo de los talentos disponibles en la sociedad, aprovechando el talento con independencia del género.

Sin desconocer los avances que ha tenido una ingeniería desarrollada primordialmente por hombres, cabe preguntarnos ¿cuánto mejor podrían ser nuestras sociedades hoy, si hubiéramos aprovechado de mejor forma los talentos femeninos de generaciones anteriores?  No cabe duda de que nuestra sociedad habría progresado de manera más rápida, eficaz y eficiente si esos talentos hubieran sido utilizados. Por eso, al construir el mundo del futuro, es necesario también incrementar la participación de las ingenieras en directorios de empresas y en cargos ejecutivos en gobierno y en sector privado. Todos tenemos responsabilidad en generar el cambio necesario para que se desarrollen y aprovechen todos los talentos, sin sesgo de género.

Persiste en algunos sectores preguntas como: ¿sólo los hombres pueden hacer ingeniería?

Así, el llamado involucra a toda la sociedad: a las familias y los colegios, para que incentiven a las niñas a explorar el mundo de la ciencia y tecnología; a las universidades, para que desarrollen programas para aumentar la proporción de mujeres profesoras y estudiantes en las carreras de ingeniería; y a las empresas, para que incorporen estrategias para aumentar la participación de mujeres en el ejercicio profesional y en posiciones de liderazgo.

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