El libro que se vende como pan caliente: La propuesta de nueva Constitución analizada como un bestseller
Un fenómeno único pasa hoy en Chile: un esbozo de una ley está en los rankings de libros más vendidos. Se encuentra en todas partes, en su forma original y pirateada. La propuesta de nueva Constitución, independiente de lo que ocurra el próximo 4 de septiembre, ya es histórica. Al menos en términos editoriales. Aquí, escritores, expertos en Derecho y en lenguaje analizan el texto como un bestseller.
Por Amanda Marton RamaciottiCompartir
La estamos leyendo. En formatos grandes y chicos; en casa, con conocidos y desconocidos. En el metro, vendedores ambulantes gritan que la tienen a menos de cinco lucas. En la cuneta hay algunas versiones pirateadas a tres. Los escaparates de librerías, las redes sociales, donde sea que uno pase en el mundo físico o digital, ahí está. La propuesta de una nueva Constitución para Chile es el libro del momento.
Es el segundo de no ficción más leído de las últimas semanas, de acuerdo con la lista de libros de El Mercurio. Su edición oficial más económica, de LOM Ediciones (3.500 pesos), vendió 1.000 ejemplares el mismo 4 de julio en la tarde, horas después de que la ya disuelta Convención Constituyente presentara la propuesta final de texto en el Congreso.
Luego de eso se hicieron siete reimpresiones: de 2.000; 7.000; 2.000; 7.000; 7.000; 10.000 y 20.000 ejemplares respectivamente. Solo en esa editorial. En las demás que han publicado la propuesta de nueva Constitución, algo similar ha ocurrido”.
“El libro está fechado el 4 de julio de 2022 y esta fecha coincide con la data del texto. Quizá cumpliendo el sueño editorial de cualquier manuscrito, este de inmediato se convierte en libro impreso, como por el arte de una magia de la urgencia y la necesidad extrema: la divulgación de una colección de 11 capítulos, 388 artículos y 57 disposiciones transitorias que de ser aprobada en el plebiscito del 4 de septiembre limitará el ejercicio del poder y consagrará nuestros derechos fundamentales”, dice Bernardita Eltit, Doctora en Literatura de la Universidad de Chile.
Se apruebe o se rechace la propuesta de nueva Constitución, lo cierto es que esta ya se convirtió en un éxito de ventas. Un éxito en el cual participaron 154 “escritores” y cuyo público objetivo son nada menos que las más de 17 millones de personas que viven en Chile (además de todos los aficionados que siguen el proceso desde el extranjero).
“Se trata de un fenómeno que no se daba desde Harry Potter, que se vendió masivamente en librerías formales y en las calles”, dice a The Clinic Juan Cristóbal Peña, escritor, periodista y director del Magíster en Escritura Narrativa de la Universidad Alberto Hurtado.
El autor de títulos como Cecilia. La vida en llamas y Los fusileros incluso escribió un artículo para la Revista Anfibia, de Argentina, que tituló “La Constitución, un best seller para la historia”.
En su opinión, la propuesta de nueva Constitución “se vende como pan caliente, es un objeto de culto para atesorar porque da cuenta del movimiento, la demanda y la discusión de este proceso histórico en el que se encuentra Chile”.
El académico también recuerda que ya hace tres años, en los días posteriores del estallido social, la Constitución que todavía nos rige fue uno de los libros más vendidos. “Eso da cuenta de un fenómeno en el cual, para hacer posible los cambios sociales, entendimos que era necesario estudiar la Carta Magna. Por ende, es perfectamente coherente que el resultado de la Convención sea un texto que genere no solo un interés por su contenido, sino que también tiene un valor simbólico como material, como una suerte de fetiche”.
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Pensada como un libro la nueva Constitución ofrece a sus lectores una experiencia paradigmática de la lectura, plantea Amanda Olivares Valencia, abogada y profesora de Derecho y Literatura en la Universidad de Talca.
Recordando a Julio Cortázar, la académica sostiene que aquello que leemos también lo vivimos y que, en tanto vivencia, “la lectura transforma nuestra relación con el mundo y con los otros. Esta transformación, pensada y vivida a gran escala, colectivamente, es lo que nos ofrece la nueva Constitución”.
Según la experta, el Derecho está al tanto y constantemente haciendo ejercicio de este poder generador y transformador que tiene el lenguaje. “Cada aplicación de una norma pone en juego este poder de transformación. Pero en el caso de un nuevo texto constitucional la novedad que la telaraña de lenguaje ofrece es aún mayor. Se trata no solo de nuevas palabras, que la Constitución que rige actualmente nuestra vida política no contiene y por lo mismo oblitera, sino también de nuevos escritores y lectores que acceden a la lectura de un texto que antes figuraba solo en los anaqueles de los abogados”.
“Se trata de un fenómeno que no se daba desde Harry Potter, que se vendió masivamente en librerías formales y en las calles”, dice a The Clinic Juan Cristóbal Peña, escritor, periodista y director del Magíster en Escritura Narrativa de la Universidad Alberto Hurtado.
Aunque los textos legales tienden a tener un público más especializado -basta pensar en las librerías jurídicas y en quienes las visitan- en Chile sí se ha dado la tradición de al menos facilitar ese tipo de contenido a todos. Basta pensar en que tanto la Constitución vigente como el Código Civil y otras normativas son vendidas en los kioskos, al alcance de todos.
Esto pareciera deberse, entre otras cosas, a que cada uno de los procesos políticos de la historia reciente de Chile ha estado mediado por una búsqueda de orden basado en la palabra escrita.
“A menos de dos semanas de concretado el golpe de Estado, se crea la Comisión Ortúzar para elaborar una nueva Constitución que reemplazara la del 25. Una vez redactado el proyecto de texto constitucional este se somete a un plebiscito fraudulento el 11 de septiembre de 1980. Con posterioridad y a fin de poder determinar si Pinochet continuaba en el poder o no, la sociedad chilena fue convocada a votar en el plebiscito del 5 de octubre de 1988 y luego fue nuevamente llamada a pronunciarse acerca de las reformas constitucionales que introdujeron modificaciones a la carta magna de 1980. Y desde hace dos años las palabras plebiscito y texto constitucional han vuelto a circular entre nosotros”, enumera Camilo Arancibia, fundador del Seminario de Arte y Derecho, abogado y académico de Derecho Civil y Derecho y Literatura en la Universidad de Valparaíso.
“Pienso que hay allí una necesidad de legitimar los cambios políticos mediante la publicación de un texto que -incluso de manera fraudulenta como en el 80- busca ser aceptado por la ciudadanía. Como si el origen violento de un proceso no pudiera bastar para legitimarlo, sino que fuera necesario, un texto que le confiriera validez”, comenta. “Es interesante cómo a base de plebiscitos los chilenos conversamos indirectamente sobre el rumbo de la sociedad. Se trata de un diálogo silencioso, pacífico, pero no por ello menos apasionado y profundo. Me parece algo muy rescatable de nuestra democracia y es algo (la necesidad de los textos, la búsqueda de acuerdos, el diálogo pacífico) respecto de lo cual debiéramos sentirnos orgullosos”, añade.
Soledad Chávez Fajardo, académica del Departamento de Lingüística de la Universidad de Chile, y Miembro de Número de la Academia Chilena de la Lengua (electa), apunta en otro sentido.
En su opinión, aunque en Chile existe la costumbre de la validación de lo que está escrito, como apunta Camilo Arancibia, que en una comunidad exista un interés por consumir un texto de carácter legal que todavía no es aprobado, que es una propuesta, un esbozo, es algo prácticamente inédito.
“Un ejemplo así similar en la historia de las textualizaciones, no en Chile sino de lengua española en general, yo solo podría comentar un caso: el esbozo de la gramática de la Lengua Española que publicó la Real Academia de la Lengua Española en 1973”, afirma.
Mientras no se publicaba una gramática, el esbozo era comprado, se consumía, se consultaba, se estudiaba entre los alumnos de Filología, Letras, Lingüística, Pedagogía en Lengua, hasta que llegó la nueva gramática en el año 2009. “Imagínate: 1973-2009 es el único ejemplo que te puedo dar y de alguna manera mostrar como equivalente a lo que está pasando con la propuesta de texto de nueva Constitución. Desde la lógica cultural, desde los movimientos culturales, eso hace este libro relevantísimo”, defiende Soledad Chávez Fajardo.
A lo largo de la historia es difícil encontrar otros textos legales que hayan sido éxito de ventas. Particularmente antes de ser aprobados.
Quizás el ejemplo más cercano a lo que está viviendo hoy Chile sea el Código Civil francés de Napoleón Bonaparte. Su idea, dicen los expertos, es que los franceses lo tuvieran junto con la Biblia en el velador de su pieza.
Dicho libro se vendió y compró, al menos entre quienes sabían leer. Pero, como el índice de alfabetismo era relativamente bajo, aunque haya sido un éxito de ventas, no se compara al caso del libro constitucional chileno.
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El mercado pirata que hay detrás de la propuesta de nueva Constitución probablemente sea la mejor manera de captar oportunamente la demanda que hay por acceder y consumir el texto.
Joaquín Trujillo, experto en Derecho y Literatura e Investigador del Centro de Estudios Públicos (CEP), tiene un ejemplo en sus manos: una edición pirateada comprada en la calle que dice ser el proyecto armonizado, pero que no es real, porque el texto final fue entregado un mes después que él obtuviera el ejemplar.
“Ese proyecto falso diciendo que es armonizado lo estaban vendiendo desde hace dos meses. No sé si lo harán con mala intención o no, pero es la demostración de que el libro de propuesta de nueva Constitución es parte de un fenómeno de súper ventas. Como todo fenómeno editorial, hay de todo: hay gente que vende lo real, hay gente que vende algo falso, o una edición anterior, es una mezcla”, afirma.
A lo largo de la historia es difícil encontrar otros textos legales que hayan sido éxito de ventas. Particularmente antes de ser aprobados.
Eso ha ocurrido pese a que la Convención tomó sus precauciones. Como relata Juan Cristóbal Peña, en la edición definitiva de la propuesta de nueva Constitución se usó una tipografía única, diseñada especialmente por encargo de la Comisión de Comunicaciones y que buscaba tener un sello propio y personalidad única, que impidiera ser copiada o suplantada. Dicha letra fue bautizada Convención FJ, en alusión a su creador, el diseñador Franco Jonás.
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Como todo contenido que más de una persona consume, claro que este libro es altamente discutido. En foros, conversatorios, redes sociales, en familia, con amigos, en los medios.
Hay muchos argumentos entre los que les gusta y los que no. Más allá de su contenido, los expertos comentan acerca del lenguaje y la existencia de algunas palabras.
“Hay gente que se enoja porque dentro de la propuesta de nueva Constitución hay conceptos no jurídicos, pero la Constitución es el lugar para que estén los conceptos no jurídicos. No tiene nada de malo eso, porque la Constitución es lo más parecido a un establecimiento poético de una sociedad”, plantea Joaquín Trujillo.
El académico explica que en la historia de la humanidad se han hecho constituciones poéticas, como la Carta Magna italiana hecha por el escritor Gabriele D’Annunzio en los años 1920. De forma similar, la Constitución estadounidense ha sido estudiada como una obra poética. ¿Por qué? “Porque, dentro de los textos legales, la Constitución es el texto más político, más filosófico, más religioso -en cierto sentido-, el más romántico de todos. En resumen: tiene todos los conceptos que están en la frontera del Derecho y, por lo tanto, tiende a acumular conceptos que no son propiamente jurídicos”.
Por otra parte, dada la pulsión que existe por reivindicar ciertos derechos, Camilo Arancibia plantea que difícilmente este libro tendría pocas palabras o sería corto.
“Uno de los argumentos para defender la propuesta es que dice tal cosa o enuncia tal derecho que la Constitución vigente no regularía, como si por el solo hecho que no lo diga la Constitución no existiera tal derecho protegido hoy (por ejemplo, regulado en otro texto de menor jerarquía). Eso es muestra de una fuerte cultura legalista en Latinoamérica que afirma que para que algo valga debe estar señalado en una ley”, sostiene.
Como bien decía el escritor y abogado mexicano Carlos Fuentes, “la tradición legalista romana es uno de los componentes más sólidos de la cultura latinoamericana. De Cortés a Zapata, sólo creemos en lo que está escrito y codificado”.
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Si todos los libros cumplen un rol en nuestro imaginario como sociedad, con la propuesta de nueva Constitución no es distinto.
“Creo que la buena literatura logra, entre otras cosas, apresar algo del tiempo que vivimos y nos lo pone frente a frente para que, autónomamente decidamos si ello se corresponde con lo que fuimos, somos o queremos llegar a ser. Nos pone frente a nosotros una imagen que, si es acertada, se incorporará a nuestro imaginario social, a esa forma de acercarnos al mundo y de vivir con otros. En el caso de los textos legales, estos cumplen una función similar, que busca dilucidar hoy qué norma puede adaptarse de mejor manera a los tiempos que vivimos”, dice Camilo Arancibia.
“Hay gente que se enoja porque dentro de la propuesta de nueva Constitución hay conceptos no jurídicos, pero la Constitución es el lugar para que estén los conceptos no jurídicos. No tiene nada de malo eso, porque la Constitución es lo más parecido a un establecimiento poético de una sociedad”, plantea Joaquín Trujillo.
Bernardita Eltit coincide: “Toda ley es un artefacto literario, en tanto palabra y en tanto verdad. El libro que por estos días nos traemos entre manos, el libro en el cual posamos la mirada y a veces el lápiz, que comentamos con familiares, amistades y feroces detractores, del que escuchamos fragmentos reales o inventados en programas televisivos, noticieros y pódcast carga el poder de la literatura en cada una de sus letras, el poder radical y eventualmente revolucionario de proponer un cambio de ruta, un derrotero nuevo construido a fuerza de millones de pasos estampados en cada marcha, en cada manifestación. Un otro mundo posible, como en la mejor literatura”.
Lo interesante es que, aunque este libro en particular ya sea un bestseller, un libro de culto, un pan caliente, un fetiche, un nuevo Harry Potter, sus autores no tienen la última palabra. La tendremos todos sus lectores.