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Opinión

5 de Agosto de 2022

Pelosi, Taiwán y la Segunda Guerra Fría

Cuenta oficial de Nancy Pelosi

Muchos se preguntan por qué la visita de una señora de 82 años puede causar tanta alarma en una superpotencia como China. ¿Cuán frágil puede ser la posición del gobierno de la República Popular China ( RPC ) que llegó hasta a calificar la realización de la visita como una “traición “ por parte de EE.UU.?

Jorge Heine
Jorge Heine
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Al final, la sangre no llegó al río. Después de 24 horas en Taipei, la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, partió de Taiwán sin novedad, y sin que su presencia en la isla generase una crisis internacional. Pero de que estuvo cerca de hacerlo, estuvo.

Muchos se preguntan por qué la visita de una señora de 82 años puede causar tanta alarma en una superpotencia como China. ¿Cuán frágil puede ser la posición del gobierno de la República Popular China (RPC) que llegó hasta a calificar la realización de la visita como una “traición “ por parte de EE.UU.?

La razón es sencilla. Las relaciones internacionales se basan en ciertos compromisos. Desde la normalización de los lazos entre EE.UU. y China, comenzando en 1972, y culminando en el establecimiento formal de relaciones diplomáticas en 1979, ellos se han basado en que EE.UU. reconozca el principio de “una sola China”.

¿Qué significa eso?

Significa que Washington sólo tendrá relaciones diplomáticas con la RPC. Sólo hay embajada de Estados Unidos en Beijing y no en Taipei. El acuerdo incluye también el compromiso que no habrá visitas de alto nivel entre Estados Unidos y Taiwán. La señora Pelosi es la tercera autoridad de los EE.UU., y desde 1997 (en lo que era un contexto muy distinto) que una visita de ese nivel no tenía lugar. Y por mucho que en los EE.UU. exista separación de poderes, el que Pelosi pertenezca al mismo partido del Presidente Biden agrava las cosas. Es difícil entender que pese a las reservas que tenía el Presidente sobre la visita, no la haya querido, o podido, evitar.

Las relaciones internacionales se basan en ciertos compromisos. Desde la normalización de los lazos entre EE.UU. y China, comenzando en 1972, y culminando en el establecimiento formal de relaciones diplomáticas en 1979, ellos se han basado en que EE.UU. reconozca el principio de “una sola China”.

Para el Presidente Xi Jinping, a su vez, el tema de Taiwán es sensible. Para él , la reunificación del país, con la incorporación plena de la isla a China continental , es un proyecto-país. Su postura nacionalista, y el hecho que el XX Congreso del PCCH, a realizarse antes de fin de año, decidirá su eventual reelección por un tercer quinquenio presidencial, lo pone en una situación delicada.

A ello cabe sumar que la retórica anti-China y pro-Taiwán ha ido escalando en Washington. Otro de los pilares de esa política ha sido hasta ahora la de “ambigüedad estratégica”. Ello implica que EE.UU. no tiene una obligación formal de defender a Taiwán en caso de que éste sea atacado. De otra forma, amparado en la protección estadounidense, el gobierno taiwanés podría proclamar la independencia en forma unilateral, sabiendo que Washington saldría en su defensa. EE.UU. no apoya tal independencia. Sin embargo, en al menos tres ocasiones, el Presidente Biden ha señalado que EE.UU. sí tiene la obligación de defender a Taiwán a como dé lugar. Y aunque ello ha sido desmentido después por la Casa Blanca, la duda queda.

La realidad es que tanto en EE.UU. como en China es la política interna, más que los imperativos de la política exterior, la que está llevando a posturas cada vez más belicistas. En China, la relentización de la economía, el reventón de la burbuja inmobiliaria, y las dificultades en erradicar el Covid-19, le están causando dificultades al gobierno. En EE.UU., el electorado está polarizado entre Gobierno y oposición, demócratas y republicanos, con diferencias cada vez mayores. De los pocos temas que suscita consenso es el de una política cada vez más dura hacia China. Ésta, a su vez, pasa por realzar el papel de Taiwán en todo lo posible. En una dinámica así, nadie quiere aparecer como un “blandengue” ante Beijing, menos aún antes de las elecciones legislativas de noviembre próximo.

Sin ir más lejos, otro demócrata, el senador Robert Menéndez, que preside la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de los EE.UU., y quien también visitó Taiwán hace unos meses, está impulsando legislación (el “Taiwan Policy Act”). Este cambiaría numerosos aspectos de la relación con la isla, para tratarla como algo más cercano a un país independiente. Ello incluiría darle carácter de aliado de la OTAN, y exigir aprobación del Senado para jefe del Instituto Americano en Taiwán, la oficina que representa los intereses de Washington en Taipei (que, aunque no tiene carácter de embajada, con su imponente edificio, un costo de construcción de 255 millones de dólares en 2018, y más de 1.000 empleados, opaca todas las magras 13 embajadas que van quedando en la capital de la isla).

En EE.UU., el electorado está polarizado entre Gobierno y oposición, demócratas y republicanos, con diferencias cada vez mayores. De los pocos temas que suscita consenso es el de una política cada vez más dura hacia China”.

La cuasi-crisis provocada por la visita de Nancy Pelosi a Taiwán nos recuerda crisis internacionales anteriores surgidas en torno a la isla en los momentos más álgidos de la Guerra Fría. Es el caso del conflicto en torno a las islas de Quemoy y Matsu en 1954-1955, situadas en el estrecho de Taiwán, entre la isla y China continental, y que llevó al secretario de estado John Foster Dulles a amenazar con el uso de armas nucleares.

Dos años atrás, con mis colegas Carlos Fortin y Carlos Ominami escribimos que el mundo estaba entrando en una Segunda Guerra Fría, por lo que era clave que América Latina  siguiese una política de No Alineamiento Activo. Varios señalaron que era prematuro hablar de una Segunda Guerra Fría entre EE.UU. y China, diferendo, se decía, que era comercial y tecnológico, y no ideológico y militar. En momentos en que Nancy Pelosi visita Taiwán para proclamar que el principal clivaje en el mundo de hoy es entre democracia y autoritarismo, y las fuerzas del Ejército Popular de Liberación chino rodean la isla con ejercicios navales y aéreos destinados a bloquearla, al menos por unos días, es cada vez mas difícil sostener que las diferencias entre Washington y Beijing son sólo sobre comprar y vender. Estamos en plena Segunda Guerra Fría.

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