Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

9 de Septiembre de 2022

La pasión de Peri Rossi

De estilo experimental, Peri Rossi impone una literatura que no le teme a la libertad de escribir lo que quiere acerca del sexo, el amor, el erotismo, la belleza, la poesía, el feminismo, la ironía y la irreverencia -“hui de todas las dictaduras, incluso de las estéticas”-. Qué decir del desarraigo y el deseo. Ha sido clara: “es el motor de la existencia y una de las maneras de estar vivo es ser deseante”.

Montserrat Martorell
Montserrat Martorell
Por

La empecé a leer por La pasión. Por ese poema que dice que salimos del amor como de una catástrofe área. Y ya no la pude soltar. Yo también he perdido cosas en esos derrumbes terribles y violentos que implican el desamor. ¿Pero quién era ella? ¿Quién era esa mujer que venía a hacerme cuestionar mis propias historias a través de una sola pregunta? Escritora, traductora y activista, Cristina Peri Rossi es uruguaya. Sí, sí. Y está viva. Nació en Montevideo el 12 de noviembre de 1941. Tiene 80 años, pero parece que son más. Que ha existido siempre.

El año pasado recibió el Premio Cervantes, máximo reconocimiento a la labor creadora de escritores españoles e hispanoamericanos, por su “ejercicio constante de exploración y crítica, sin rehuir el valor de la palabra como expresión de un compromiso con temas claves de la conversación contemporánea como la condición de la mujer y la sexualidad”. En la ceremonia, a la que no asistió y cuyo discurso fue leído por la actriz argentina Cecilia Roth, recordó que su tío -aquel comunista, soltero y dueño de una biblioteca-, le había dicho que “las mujeres no escribían, y que cuando escribían, se suicidaban, como Safo, Virginia Woolf, Alfonsina Storni, y otras”. Vaya sentencia.

Hija de inmigrantes italianos, Ambrosio el padre y Julieta la madre, dicen que a Peri Rossi la influyó Simone de Beauvoir y Lydia Davis y Hannah Arendt, que estudió música y biología, que fue profesora, amiga de Julio Cortázar -quien le confesó que después de leer su libro tiraría el suyo, Libro de Manuel, por la cantidad de similitudes que había entre ambos-, que vive en Barcelona, que está convencida de que uno debe sentirse incómoda para escribir bien, que es de izquierda radical y que narra desde el erotismo, desde la homosexualidad, desde la pérdida de la infancia. Dicen también que escribía desde pequeña, que a los seis años le dijo a su familia que quería ser escritora, que su madre le creyó. Las mujeres. Siempre las mujeres habitándola. Traducida a más de 20 idiomas, fue perseguida y censurada bajo la dictadura uruguaya. Su obra prohibida. También vivió el exilio y se radicó en Francia y España (“la misión del exiliado es luchar contra el olvido”, diría más tarde). También tradujo a Clarice Lispector y a Monique Wittig y aquellas emociones que se le tejieron al lado del corazón:

“Cuando cayó la dictadura, me di cuenta de que había vivido catorce años con nostalgia de Montevideo –una nostalgia horrorosa– y ahora no tenía ganas de tener nostalgia de Barcelona. Para tener nostalgia, sigo teniendo siempre la misma. Además, uno no se exilia porque quiere, se exilia porque tiene que salvar el pellejo, y creo que, dentro de esa insensata geometría que es la vida, un acto involuntario no tiene que ser respondido con un acto voluntario como es volver. Estrictamente no se puede volver porque es un tiempo que ya no existe”.

Escritora, traductora y activista, Cristina Peri Rossi es uruguaya. Sí, sí. Y está viva. Nació en Montevideo el 12 de noviembre de 1941. Tiene 80 años, pero parece que son más. Que ha existido siempre.

De estilo experimental, Peri Rossi impone una literatura que no le teme a la libertad de escribir lo que quiere acerca del sexo, el amor, el erotismo, la belleza, la poesía, el feminismo, la ironía y la irreverencia -“hui de todas las dictaduras, incluso de las estéticas”-. Qué decir del desarraigo y el deseo. Ha sido clara: “es el motor de la existencia y una de las maneras de estar vivo es ser deseante”.

Cristina Peri Rossi es una voz que no se calla. Con más de 40 libros publicados en narrativa, poesía y ensayo, su obra se abre como se abre aquello que está vivo. Desastres íntimos, recién llegado a Chile bajo el sello de Lumen (publicado originalmente en 1997), es otro de sus regalos. Aquí hay relatos, nueve relatos, que se construyen entre el humor y la desdicha. Acá hay pulsiones, existencias vacías, obsesiones, fetiches -una mujer colecciona fotografías de cuellos masculinos-, poesía -nunca renuncia a ella, nunca la abandona-, mundos internos que toman la fuerza de esos huracanes que son las vidas cotidianas:

“A los hombres les gusta mucho creer, o creer que creen, que estamos locas. Estamos locas simplemente cuando no aceptamos su discurso, o estamos locas cuando no queremos lo mismo que ellos”.

¡Cuánta sabiduría! ¡Cuánto desparpajo! ¡Cuánta sensatez! Cito nuevamente:

“Me parece innecesaria cualquier palabra que no tenga que ver con el deseo, cualquier información accesoria que no agregue nada a nuestros cuerpos y pueda debilitar la concentración del deseo. El deseo es exigente, intolerante, despótico. Al deseo no le interesa saber nada que no tenga que ver con los cuerpos y con los gestos”.

A Peri Rossi no la para nadie. Es profunda, es sabia, es certera, es rápida. Escribe sin miedo, sin vergüenza, con ternura. Corre riesgos porque es valiente, porque es moderna, porque es mordaz:

“Las conversaciones de los hombres me parecen completamente irrelevantes; hablan de negocios, de política o de fútbol como formas de autoafirmación, dedicados, de manera absoluta y agotadora, a reforzar sus egos”. 

Punzante, elocuente, contestaria. Hay que leerla y leer también Los museos abandonados, La nave de los locos, Solitario de amor y Habitaciones privadas y Otra vez Eros y Las musas inquietantes y Estrategias del deseo y tanto y tanto más. A la Peri Rossi hay que saborearla, impregnarse de ese mundo que no se acaba ni se acabará porque como dijo: “mi único éxito es haber escrito lo que quería escribir, sin arrepentirme de una línea, y ser la persona que quería ser, aunque alguna vez, como soy humana, quizás he estado por debajo de mi propio ideal”. Celebro su autenticidad, celebro sus dudas, celebro su pensamiento, celebro su convicción que es fuerza agitadora, que es canto acuático, que es tristeza convertida en movimiento, en palabra exacta, en palabra herida y nunca rota.

Notas relacionadas

Deja tu comentario