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11 de Febrero de 2023

Lo que el fuego se llevó: tres relatos de los peores minutos del incendio forestal en Santa Juana

3 historias del incendio en Santa Juana

Santa Juana es una de las comunas más afectadas por el megaincendio que afecta a las regiones de Ñuble, Biobío y La Araucanía. Aquí, contamos tres historias de familias que tuvieron que, de forma imprevista, enfrentarse a recomenzar y perder mucho más que sus casas.

Por Joaquín Abud y Pedro Astaburuaga

“Corrieron hacia el cerro y quedaron atrapados”

Casi 17 kilómetros al sur de Santa Juana, por la Ruta de la Madera, está el cruce con el Camino La Generala, donde se ubica la Escuela Chacay, que hoy está convertido en un centro de acopio. Oriunda de San Pedro, Roxana González (31) se había instalado en octubre de 2019 en ese sector, siguiendo a su pareja, Óscar Roca. Los padres de ambos tienen terrenos en Chacay, localidad de la región del Biobío -a 53 kilómetros de Concepción- rodeada de plantaciones forestales, y ahí cada uno se hizo sus viviendas.

Según cuenta Roxana, el fuego empezó el jueves 2 de febrero en la noche y ella no estaba en Chacay. Volvieron el viernes en la mañana con su pareja, alertados por sus vecinos. Se dividieron, y cada uno de dirigió a sus casas para intentar salvarlas. “Alcancé a sacar un jeep, y estuve 20 minutos mojando todo, pero no alcancé a hacer nada”, relata. Antes del mediodía, su casa y la de sus padres estaban completamente destruidas.

La de los padres de Óscar y la de él se salvaron. Roxana fue a buscar a su pareja -a unos 800 metros de distancia- pero no pudo pasar por las llamas. Solo se reencontraron cuando el hombre logró rodear el fuego andando en una moto. En eso, a las 12.20, llamó al primo de Óscar, Osvaldo (47), quien con su pareja, Lorena Peralta (43), y su hijo de 10 años estaban en el campo que se habían comprado en noviembre del año pasado, en un lugar más aislado. Los contactó y les dijo que fueran hasta el Estero Chacay.

“Cuando me contestó, la Lorena gritaba. Le dije que se calmara y que se metieran al río, porque había un pozón, y que no corrieran hacia el cerro. Ella, en su desesperación, quiso correr y correr hacia el cerro. El fuego venía por el otro lado del cerro y quedaron atrapados”, cuenta Roxana.

Lorena murió. Su esposo quedó con el 40% de su cuerpo quemado, y su hijo continúa en coma en el Hospital Regional de Bío-Bío, en Concepción. Intenta recuperarse de severas lesiones: le reventaron los oídos y se le quemaron las vías respiratorias. Aún no sabe de la muerte de su madre.

Roxana dice que fue su padre quién encontró sus cuerpos apenas pudo ingresar al sector, entre las 1 y las 2 de la tarde. Aunque en la localidad no fueron los únicos fallecidos. Flor Fernández, presidenta de la Junta de Vecinos de San Jerónimo El Sauce y alrededores de Chacay, dice que en el territorio murieron cerca de 10 personas calcinadas.

En los días siguientes, Roxana y su familia con suerte han podido dormir. Cuenta que van todos los días a la Posta de Chacay para que les den calmantes y pastillas. “Nos han traído comida, pero no comemos. Tomamos pura agua para la sed, pero no hay hambre, nada. Mucha pena, no más”, dice.

“En sólo 12 minutos mi casa ya estaba consumida entera”

A las 2 de la tarde del viernes 3 de febrero, Lisper Valencia estaba recién llegando a su casa cuando vio las llamas a apenas 50 metros de su hogar. Había ido al sector de Chacay, Santa Juana, a ver si podía ayudar a los vecinos de ese sector, que estaba siendo acechado por el incendio en la Región del Biobío.

Cuando salió, aproximadamente una hora antes, el fuego aún estaba a 10 kilómetros del sector San Jerónimo, donde vive, y el viento iba en la dirección opuesta. Sin embargo, antes de que pudiera notarlo, el viento cambió de dirección hacia el sur. Fue entonces que recibió el llamado desesperado de sus hermanas, quienes le advirtieron que volviera.

Lisper cuenta que “el fuego era impresionante. Un infierno. Avanzaba tan fuerte que no sabía si el viento empujaba al fuego o el fuego empujaba al viento. Era tan fuerte el viento que aquí hay árboles que no se quemaron, pero que se quebraron. Una veía la copa de los árboles casi tocando el piso y, cuando llegaba el fuego, los envolvía y quemaba entero en unos minutos”.

Así quedó la casa de Lisper Valencia.

Fue tan fuerte el avance del fuego que, asegura, “en sólo 12 minutos mi casa ya estaba consumida entera”.

En ese momento, Lisper cuenta que asumió que lo perdería todo. Sólo reaccionó para entrar al inmueble y sacar la escritura de su casa, una chaqueta, plata en efectivo y unos aros. Todo lo había dejado la noche anterior sobre la mesa, pero dice que nunca pensó que el fuego alcanzaría su casa.

Una vez que sacó sus bienes de la casa, abrió su furgón e intentó meter a sus tres perros y dos gatos en él. A pesar de que lo logró, y por una distracción en el momento, sus gatos salieron del auto y, hasta el día de hoy, no tienen noticia de ellos.

Lisper es la mayor de cuatro hermanas. Cada una de ellas construyó una casa en un terreno heredado a sus padres. Sin embargo, tras el megaincendio, perdieron 3 de 4 de las viviendas y, actualmente, se encuentran todas viviendo en la casa que no fue alcanzada por el fuego, que no tiene más de dos piezas, por lo que una de las hermanas se está quedando en una carpa.

“El fuego se llevó todo”

El jueves 2 de febrero, Osvaldo Martínez (36) estaba cosechando los productos de sus invernaderos que vendía por delivery y en un mall de Concepción con su emprendimiento “El Huertito de Chacay”. En el sector de Chacay viven alrededor de 100 personas, organizadas en la Junta de Vecinos que preside Martínez. Como a las 4 de la tarde, le avisaron que a kilómetros había empezado un incendio con 22 focos distintos. 

Se mantuvo en vigilia, y las llamas avanzaron durante toda la noche. A las 5 de la mañana, el fuego llegó donde una vecina de Chacay. El atinó a avisar a sus vecinos, dejó a su hija y su mamá en Santa Juana, y con su suegro se pusieron bombas fumigadoras a presión para defenderse del fuego y salvar lo que más pudieran cortando árboles cercanos a su vivienda.

Sin embargo, las llamas llegaron antes a la casa de su suegro, donde había dejado a su esposa, así que tuvieron que dividirse. Osvaldo se quedó solo desviando el curso del fuego. Sacó una frazada y la tiró a la piscina. Cerca del mediodía del viernes comenzó a quemarse su casa.

“Lo logré apagar una vez, pero se prendió el cerco de neumáticos que tenía en el jardín y agarró con más potencia. Me puse la frazada encima para poder respirar, y se me paró la bomba, así que escapé hacia mis invernaderos. Tampoco pude salir porque estaban quemándose. Estaba dándome por vencido, porque estaba encerrado en el fuego. Hasta que yendo a un estanque de agua -que finalmente estaba vacío- logré ver un poco más allá una parte del camino sin fuego. Me devolví, me mojé entero en la piscina, y me tiré por el fuego no más”, relata Osvaldo. 

Horas después pudo acercarse a ver su casa, de la que no quedaba prácticamente nada. En la entrada, tenía una estatua de dos metros con dos granjeros, que simbolizaban a él y su señora. “Estaba todo quemado, y ahí reventé a llorar”, dice. Exactamente a las 14.00 horas alcanzó a publicar en Facebook que estaba bien. 

Más tarde, logró contactarse con Jessica, su esposa, y supo que estaba bien. Horas después logró tomar agua por primera vez. No pudo comer en dos días, y aún continúa “con una tos terrible”. 

El mismo viernes, Osvaldo junto a vecinos recorrieron Chacay e hicieron un acopio en la escuela, donde hasta hoy trabaja remunerado por la Municipalidad para generar recursos de alguna forma, ya que su fuente de trabajo y la mercadería desaparecieron.

Un vecino le prestó una casa para dormir, y aún no empieza a reconstruir la suya, porque estos días ha estado ayudando a su comunidad repartiéndose productos de necesidad básica. Su hija está en Penco, y recién ayer vio de nuevo a su mamá. 

Hace siete años que Osvaldo había ocupado todos sus ahorros de para crear “El Huertito de Chacay”, aunque hace tres que era su única actividad. Ahora, él y su familia no tienen nada. “Teníamos una cartera importante de clientes, pero ahora no podemos entregar nada porque se quemó todo. Es duro haberse explotado los zapatos para crecer en esto, todo ese sacrificio, y ahora el fuego se llevó todo”, reflexiona al teléfono. 

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