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Opinión

8 de Mayo de 2023

Columna de Hugo Herrera | Boric y los Republicanos

Hugo Herrera dice que la derecha dura no tiene viabilidad como sector político en el largo plazo.

"Si el Gobierno debe dejar atrás el moralismo de la primera vuelta y la Convención, Republicanos deberá dominar sus impulsos de oposición tajante", escribe Hugo Herrera.

Por Hugo Herrera

El domingo las izquierdas recibieron la segunda peor derrota democrática en toda su historia. La peor fue el 4 de septiembre -ambas bajo el gobierno de Gabriel Boric-. Es el costo de haber asumido un discurso moralizante según el cual el mal o “mundo de Caín” coincide con el mercado, mientras el bien es la situación comunista y el camino político consiste en reeducar a las personas, convirtiéndolas en seres estrictamente generosos. “Posición inaceptable” es declarada la de quien duda en la deliberación política. Es la izquierda de Jackson y su maestro, la de los estándares morales superiores. En virtud de ese discurso estreñido, es posible dividir, consecuentemente, el mundo en malos o alienados y buenos o generosos. Esa fue una motivación de fondo en la actitud de la izquierda en la Convención, en la cual se marginó simplemente a un entero sector político del país. El moralismo de la izquierda está en la base de aquella exclusión discriminante, lo mismo que tras las derrotas del 4 de septiembre y de este domingo. Republicanos y la derecha tradicional quedaron con un 56,5 por ciento de las preferencias, incluso por sobre el 54,6 por ciento que obtuvo Piñera en la segunda vuelta contra Alejandro Guillier.

Ahora le toca al Gobierno de Gabriel Boric y a Republicanos protagonizar un entendimiento del cual depende la viabilidad del proceso constituyente. Sin el apoyo al menos de la parte más dialogante de la izquierda, es difícil que el país apruebe una nueva Constitución. Y una nueva Constitución parece ser condición de la producción de un símbolo compartido, que defina el marco de las relaciones políticas de las décadas que vienen.

Ese entendimiento es improbable, difícil. Exige de las partes abrirse a quienes piensan muy distinto. Si el Gobierno debe dejar atrás el moralismo de la primera vuelta y la Convención, Republicanos deberá dominar sus impulsos de oposición tajante. El peso del proceso recae en parte fundamental en ellos. Sin sus votos no se aprobará un proyecto de nueva carta.

Difícil, pero no imposible. Republicanos no es el populismo radical, la especie de monstruo neofascista que pintan cabezas más toscas. Parte fundamental de sus dirigencias proviene de la UDI: Squella, Kast, Frontaura, por mencionar tres de los más importantes, vienen de ese mundo. Son, antes que meros populistas, dirigentes con consciencia política, que muy probablemente tienen plena lucidez de la responsabilidad que recae sobre ellos. Si algunos asumen un liberalismo económico eventualmente extremo, al menos igualmente fuerte en ellos es un compromiso con lo que entienden como bien común nacional. Es, en último trámite, la manera de pensar que movió en el minuto de otra crisis severa, a Longueira a apoyar a Lagos.

Del otro lado, en el Gobierno de Boric, aunque hay todavía moralizantes del tipo Jackson, y cometieron allí el error garrafal de haber apoyado a la Convención sin asumir la responsabilidad que les cabía de diseñar escenarios futuros y fomentar grandes entendimientos en el tiempo de la crisis, hay también, sin embargo, una tendencia hacia el realismo. Se plasmó en la incorporación de cuadros de la denostada Concertación al Gobierno, y, especialmente, en el discurso del Presidente el mismo domingo, admitiendo la discriminación excluyente en la que cayó la Convención, e interpelando directamente a Republicanos, reconociéndolos como contraparte legítima.

Ese reconocimiento como contraparte legítima es el que debe venir de ambas partes. De cuánta fuerza tenga la consciencia nacional y republicana de ellas dependerá que el país no sólo produzca una nueva Constitución, sino que comience a superar la crisis política y social que lo aqueja desde hace ya demasiado tiempo.

*Hugo Herrera, académico de derecho UDP

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