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9 de Julio de 2023

Ignacio Sánchez, rector de la Universidad Católica, adelanta que no se repostulará: “La posibilidad de que haya una rectora en la UC está muy abierta”

Fotos: Juan Farías

El rector de la UC, Ignacio Sánchez, proyecta su futuro una vez que deje el cargo en 2025. Su deseo es seguir ligado a alguna de las diversas iniciativas culturales que la universidad ha desarrollado en estos años, entre ellas la radio Beethoven. Consciente del papel que esa institución juega en el país, preparó una serie de hitos que promueven la discusión en torno al periodo de la Unidad Popular. Frente a miradas críticas que lo acusan de llevar una agenda por cuenta demasiado propia afirma: “Lo peor en una institución que quiere crecer es no tomar decisiones”.

Por Jimena Villegas

Si hay algo que a una autoridad se le pudiera pedir es que tenga calle, que no pierda contacto, que sepa lo que pasa. Pero pasa que a Ignacio Sánchez Díaz (62) a veces la calle le juega malas pasadas. Mirando hacia la acera por la ventana de su oficina, cuenta que iba saliendo una tarde, la del 27 de noviembre de 2019, en pleno estallido social, cuando un grupo de alumnas de cuarto año de Antropología y Trabajo Social que hacían un cabildo en las afueras de la casa central de la UC lo invitaron a conversar con ellas: “Querían entender qué estaba pasando en este país”, afirma, y a él le pareció interesante. El problema es que ese encuentro, que duró unos 15 minutos e incluyó compartir un vaso de agua, añadió dos cosas fuera de la caja.

Una fue sentarse a dialogar en el suelo de una Alameda semivacía a causa de la protesta, que a esa hora de la tarde se vivía en la Plaza Baquedano. La otra la cuenta él: “Les dije que debía irme, porque tenía que llegar a la casa. Una de ellas me dijo: ‘Pero antes hagamos una foto’. Yo, incluso, pasé mi celular. Después me fui. En el camino iba pensando si mostrarle a mi señora la foto antes o después de comer, porque no quería tener una comida, digamos, tensa. Estaba abriendo la reja, decidido mostrársela después, cuando ella sale con el celular en la mano y me dice: ‘¿Y esto qué es?’”.

Ahí estaba la foto, en el WhatsApp de su señora, la doctora y especialista en Nutrición Pediátrica Salesa Barja: “Se la habían mandado una amiga del colegio, una amiga de la universidad, un par de pacientes, familiares y toda la colonia española, porque ella es española”. Esa tarde-noche, antes de comer, a Ignacio Sánchez Díaz, quien desde el 24 de marzo de 2010 oficia como rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, su mujer no lo regañó, pero sí le advirtió: no iba a ser fácil dar una explicación ni hacerse entender. No por tomarse una inocente selfie con unas alumnas, sino por la oportunidad y por el contexto en que se la hizo. Y así fue.

Entronizada la imagen en las redes sociales, hubo quienes creyeron que él estaba metido en una barricada incitando a la violencia. Los peor pensados incluso asociaron la foto a una campaña de Sánchez para la reelección. Casi cuatro años después del evento, el rector comenta: “Esa fue la primera vez en que percibí cómo se viraliza una imagen. Tuve que escribir una carta al diario para aclararlo”.

-¿Pero usted se sintió bien? ¿Lo volvería a hacer?

-Yo lo volvería a hacer, porque lo hice con toda buena voluntad de comprender. Pero fue como en el juego Flipper, en que la pelota va para todos lados y tú no la puedes controlar. Me llama la atención el juicio que hacen las personas sin tener mayor explicación ni la fotografía completa.

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Rector de la UC Ignacio Sánchez anuncia que no se repostulará: "Tenemos que hablar de que la posibilidad de que haya una rectora en la UC está muy abierta"

Ignacio Sánchez Díaz es médico cirujano, pediatra y especialista en enfermedades respiratorias del niño por la Universidad de Manitoba (Canadá). Lleva toda una vida en la UC, primero como estudiante y después como académico y directivo. Hasta antes del Covid-19, además, atendía todos los martes en la Clínica: “Empecé después de mi formación en Canadá, en enero de 1993. Pero cuando llegó la pandemia, que hubo tantas restricciones, que estuvo cerrado el laboratorio y todo lo demás, no pude. Después, cuando se fue reabriendo la cosa, como que la gente dijo: ‘él parece que no va a volver’, así que nadie más pidió hora conmigo”.

Acostumbrado al saber estar que exige la primera posición de un organismo como la UC, Sánchez se nota todo el tiempo muy consciente de su papel institucional. Cuesta sacarlo de ahí. Sabe lo que tiene que decir. Es serio y contenido. Hasta que sonríe -como diría Víctor Jara– con “la sonrisa ancha”. Entonces desaparecen sus profundas y oscuras ojeras y caen al suelo por un momento las solemnidades. Todo alrededor suyo se vuelve más cálido y el rector se vuelve una persona de la calle.

-Desde muy chico ha estado relacionado con el poder. Fue presidente del centro alumnos, decano en Medicina, ahora es rector. ¿A usted el poder le toca la puerta o es usted el que le toca a la puerta el poder?

-Yo no creo que le he tocado la puerta. Nunca he sido candidato en los cargos que he tenido. En la época del centro de alumnos no se hacía campaña. Lo mismo en el caso de Medicina. No tenemos candidatura, sino que hay comités de búsqueda, y cuando salió mi nombre estuve disponible y tuve un gran apoyo. Alcancé a estar un año y medio, y en diciembre de 2009 me informan que estoy en la terna con dos decanos del momento que tenían muchísimo más trayectoria y más edad que yo. El nombramiento mío fue bastante sorpresivo y asumí el desafío. Este es mi tercer periodo, pero es el último.

-¿Porque no puede o porque no quiere?

-No hay límite y yo podría estar disponible. Pero creo que no es bueno para la institución más allá de 15 años, y creo que el ser humano también necesita un cambio de proyecto. Después de 15 años, es bueno tener otros proyectos.

-¿Cuál es su proyecto?

-Lo que estoy pensando es quedarme en la institución. Y, bueno, todo esto depende de un nuevo rector o rectora, porque uno se tiene que poner a disposición de la persona que venga. Pero pienso que la universidad en los últimos ocho años se ha esforzado por construir un patrimonio cultural muy grande al servicio del país, que va desde la Radio Beethoven o el Museo MAVI (de artes visuales) o las colecciones de Violeta Parra. Me encantaría, al dejar la rectoría, tomar alguna de esas funciones. Me gustaría focalizar mi tarea de los próximos 10 años en promocionar la cultura a nivel del país.

-¿No ha pensado entrar en la política?

-No. Algunas veces me han preguntado…

-¿Por qué no? Usted ha movido muy estratégica y políticamente a esta universidad en estos años.

-Bueno, las universidades son centros donde la política universitaria es muy importante, y el rector es un par. Yo soy profesor titular de una facultad, pero en nuestra universidad hay 3.600 profesores y hay 350 profesores titulares. Esto no es una empresa, ni un regimiento. La autoridad universitaria es muy transversal, no es piramidal. Uno tiene que conducir por la fuerza de la razón, del convencimiento, del razonamiento, de que este es el camino, porque eso es lo que tenemos que hacer para el aporte al país.

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Desde su decreto de creación, el 21 de junio de 1888, la Universidad Católica ha tenido once rectores, todos hombres, seis de ellos presbíteros. Un retrato del primero, Joaquín Larraín Gandarillas, preside el descanso de la señorial escalera de mármol que lleva al segundo piso de la Casa Central.

Ignacio Sánchez, el líder número once, está muy consciente de la preminencia masculina en la tradicional UC. Sentado en la frialdad de esos escalones, mientras se somete a una sesión de fotos, se divierte “jugando” al empate: la Universidad de Chile, que lleva la delantera porque en 2022 estrenó a su primera rectora, la bioquímica Rosa Devés Alessandri, es también una institución más antigua que la Católica.

-Usted ha nombrado varias veces aquello de próximo rector o rectora. Ya es tiempo para una mujer, ¿no?

-Perfectamente. Busquemos la mejor persona, esa es mi idea. El próximo año, más o menos en septiembre, se elige un comité de búsqueda. Un comité de búsqueda conversa con 1.500 personas, son 140 reuniones. En la terna ha habido mujeres, y el tema es que sale electo el que tradicionalmente tiene mayor nombramiento de la comunidad. Entonces, la posibilidad cierta de que aquí llegue una mujer es que haya una profesora de la universidad que tenga mucho arrastre, que sea nombrada muchísimas veces y que quiera -porque uno tiene que estar disponible- ser nombrada y tener un proyecto que convenza. Entonces, si eso se da, y perfectamente se puede dar, va a ser una rectora. Yo creo que tiene que ser la mejor persona para el mejor momento.

-Hace poco los rectores chilenos fueron a un encuentro en Valencia (España). En la foto había algo así como un 10% de mujeres. Parece que las mejores personas son hombres.

-No. Y por eso digo, rector o rectora. Yo creo que el lenguaje crea realidad. Entonces, tenemos que hablar de que la posibilidad de que haya una rectora en la UC está muy abierta. Pero se tiene que considerar que es la mejor opción.

-¿En su cabeza hay alguna candidata?

-O sea, tengo personas, no sé si candidatos. Seis, ocho, diez personas que yo sé que estarían muy capacitadas para ser elegidas. ¿Algunas mujeres? Sí, claro, dos o tres.

-De todas maneras, su voto cuenta como uno más solamente, ¿no?

-Claro. Y es ahí es donde tiene que haber un cambio cultural. Un cambio para que la profesora se manifieste disponible y también para confiar en que la profesora lo puede hacer.

-A usted, como rector, así como se le celebra su capacidad política, también se le critica porque se arranca con la moto. ¿Qué responde a esa crítica?

-No sé cómo se aterriza esa crítica, porque en general las motos se manejan solas.

-Algo así como que usted tiene agenda propia. A veces le importa más su agenda personal que la institucional.

-Bueno, la crítica siempre es muy válida y si hay gente que piensa eso, pueden tener razones para pensarlo. Pero la verdad que, en estos casi 14 años, creo que siempre he puesto la mirada de lo que creo que la universidad tiene que hacer o mostrar en Chile. Ahora, obviamente que en nuestro país las personas y las instituciones muchas veces se entremezclan, y cuando alguien quiere una opinión se centra mucho en la figura del rector. ¿Quién puede pensar así? Podrían ser que personas que tienen cierto temor a un posicionamiento en algunos temas.

-¿Posicionamiento de la universidad, dice usted?

– Sí, voy a poner ejemplos. Cuando nosotros teníamos la propiedad del Canal 13, me pareció que había que tomar una actitud -voy a decir un término médico- quirúrgica. Teníamos una deuda que era dos tercios de la valorización del canal, era imposible salir solos. Lo que hicimos fue buscar un socio y ver si podíamos, a través de esa sociedad, manejarla. Después de siete años nos dimos cuenta de que no era posible. Entonces se tomó la decisión de vender completamente el canal. Alguien puede decir: ‘tomó una decisión en forma muy independiente’. Lo peor en una institución que quiere crecer es no tomar decisiones. Uno se puede equivocar, por supuesto. Ojalá lo menos posible. Pero la indecisión en la toma de decisiones paraliza a toda la comunidad.

Un segundo ejemplo puede ser el de agosto del 2018. Puse una columna en El Mercurio condenando de forma muy clara y explícita los abusos sexuales al interior de la Iglesia y anunciando que íbamos a hacer una comisión de estudio sobre los abusos. Alguien puede decir: ‘Bueno, pero esa columna no la puso en consideración de todo el Consejo Superior’. No, la firmé yo como rector, y la responsabilidad es completamente mía. Pero encontré que, en una institución como la nuestra, no tener una declaración explícita de condena era inaceptable. Creo que se muestra liderazgo al tomar esa decisión.

Y un tercer hecho. Cuando se aprobó la ley de aborto tres causales, pedí poner la bandera de la universidad a media asta. Esa fue decisión absolutamente mía. Pensé que la institución tenía que manifestar un pesar presente e histórico con esta medida. Si yo lo hubiera sometido a votación interna, los estudiantes hubieran dicho que no. A lo mejor una votación hubiera estado muy balanceada, a lo mejor la comunidad hubiera dicho que no.

-¿Y usted prefirió asumir la responsabilidad solo?

-Yo la asumí. Entonces, este es el punto. No le dije a nadie y, cuando digo a nadie, es a nadie más que al administrador del campus. Y a mi señora, cuando llegué a la casa.

-¿Qué le dijo ella?

-Me preguntó: “¿Está seguro?”. Yo le dije que sí. Creo que fue una decisión bien polémica, incluso entre personas que tienen claridad y que no están a favor del aborto. Pero lo haría de nuevo. Estoy convencido de que era lo que había que hacer. Es lo que la institución, no solamente yo, que dirijo la institución, siente con esa ley. Es Ley de la República, pero uno tiene también el derecho de mostrar el pesar.

-Al menos es consistente. Usted, el año pasado, fue muy claro diciendo que no podía aprobar el proyecto que estaba proponiendo la Convención si se mantenía en él la interrupción del embarazo.

-Era un tema central. En la propuesta se ponía el aborto de forma libre como un derecho constitucional. Después se podía regular, pero nunca las cosas se regulan hacia abajo, sino que para arriba. Yo no llamé a votar rechazo, sino que dije que no podía aprobar un texto de ese tipo.

-Podía interpretarse fácilmente que era llamar a votar Rechazo.

-Sí, pero lo que dije era que teníamos que mirar. Ese es el gran problema de las constituciones que tienen tantos aspectos específicos. Las personas tienen todo el derecho de decir: ‘No con estos tres o cuatro aspectos específicos yo no puedo’, a pesar de que sí pueda aceptar los otros 200”.

-Hablando de la Convención, usted hizo el año pasado un reconocimiento a Elisa Loncon. ¿Se arrepiente?

-No, porque fue un reconocimiento a la labor de Elisa Loncon y no a la Convención Constitucional. Tuvo dos motivos. Primero, porque ella es profesora de esta universidad. Es una mujer, además perteneciente a un pueblo originario, y fue electa presidenta. Era un hecho que tenía que alegrar a todo el país. Por otra parte, estábamos promocionando el programa Interculturalidad. En nuestra universidad tenemos cerca de 1.800 personas de las 40.000 que son miembros de pueblo originario. Lo volvería a hacer.

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Ignacio Sánchez al frente de la Casa Central de la Universidad Católica.

Este año, cuando se cumplen cinco decenios desde el golpe militar, la Universidad Católica inauguró en el campus San Joaquín un memorial para los detenidos desaparecidos. Es uno de los momentos que han venido desarrollándose y que, al decir de Sánchez, muestran una planificación de casi dos años: “Es un reconocimiento a nuestras víctimas, que son 31, y es importante tenerlo para futuras generaciones, fundamentalmente para no repetir estos hechos que son tan abominables”.

En la agenda están además encuentros organizados por el Centro de Diálogo y Paz, que dirige el historiador Patricio Bernedo. Sánchez explica: “Para mí, como rector, lo más importante era evitar la improvisación. Creo que es muy importante hacer la discusión del periodo de la Unidad Popular, del golpe de Estado propiamente tal y del periodo de la dictadura, con los aspectos más graves que fueron la violación de los derechos humanos y particularmente el tema de los detenidos aparecidos, que es algo que está muy presente”.

-Usted fue estudiante de esta universidad durante la dictadura. ¿Cómo recuerda esa época?

-Yo entré a estudiar Medicina en 1979, en plena restricción. Era una universidad intervenida, sin centro de estudiantes electos. Eran, más que nada, federaciones de estudiantes a las que se les entregaban los cargos. El año ’82, durante mi cuarto año, fui presidente del centro de alumnos, en una elección interna de los delegados de curso. Recuerdo la época con bastante agitación política, con bastante protesta.

-Usted era opositor al régimen.

-Yo lo era. Participé en muchas protestas estudiantiles, pero más que nada el lugar nuestro, con otros estudiantes de Medicina, estaba en los servicios de salud. Íbamos a Lo Hermida. Teníamos un policlínico instalado y atendíamos ahí. Alojábamos en una parroquia, porque teníamos contacto con un sacerdote. Recuerdo que el día de protesta era el jueves. Yo estaba en el internado, entonces ya teníamos cierta mayor autonomía en el manejo con pacientes. Atendíamos muchas heridas. Generalmente heridas de piedra y alguna herida de bala, que tuvimos que derivar. Nunca falleció alguien. Era un acto que hacíamos con mucha convicción.

-Y con susto, ¿no?

-Sí, pero con menos susto, porque nosotros estábamos en el lugar en donde nos llegaban heridos.

-¿Y al interior de la universidad?

-Había mucha restricción, para analizar temas políticos, para atraer artistas o cantantes de protesta. Hoy día es difícil de entender la intervención del gobierno en las universidades.

-¿Cómo evalúa el desempeño de Jorge Swett, el rector delegado de esa época?

-Él era un ex marino. Creo que la dictadura tuvo una consideración diferente con esta universidad en términos de su rector delegado. De partida, fue el único rector delegado de esta institución. Duró 12 años, entre el ‘73 y el ‘85. Él era católico. Creo que tuvo el mérito de delegar. No estuvo ejerciendo roles académicos, porque reconocía que no tenía esa formación. Ahora, tomó medidas duras con las cuales uno no puede estar de acuerdo, como exonerar más de 110 profesores. Hubo estudiantes que fueron detenidos al interior del campus universitario. Eso hoy día uno no lo consideraría posible.

-Hay una petición de la actual FEUC para quitarle el Honoris Causa.

-Sí, la hizo la presidenta. El doctorado Honoris Causa en esta universidad tiene todo un trayecto. Es propuesto por facultades, es evaluado por el Consejo Superior, es aprobado por el Gran Canciller. El rector debe someter a votación del Consejo Superior una propuesta así, así que yo le expresé a la presidenta que personalmente no encontraba ninguna razón para retirárselo. No es una persona que tenga un juicio pendiente ni es una persona a la que se le haya demostrado una violación de derechos humanos. 

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