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Opinión

7 de Julio de 2023

Columna de Guillermo Holzmann: El corto camino a la ingobernabilidad

Presidente Boric y Giorgio Jackson

Ante la compleja situación que vive el gobierno por el Caso Convenio, el analista político plantea que "la fórmula no pasa por formar comisiones de alto nivel que, sin duda, son necesarias pero insuficientes. Es necesario avanzar en un acuerdo político efectivo, eficaz y creíble".

Por Guillermo Holzmann

Desde el conocimiento público de los actos de corrupción respecto a Democracia Viva, el escenario político ha empezado a girar en torno a una idea de crisis política alrededor de factores éticos, morales e ideológicos en un ambiente marcado por una detenida agenda legislativa, la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado y una Comisión Constituyente en pleno proceso participativo.

Es ya un lugar común señalar que la corrupción constituye el cáncer de las democracias, lo cual se agrava cuando sus protagonistas se habían erigido como los adalides de una superioridad moral y ética que hoy queda sumida en el cuestionamiento, la sospecha y la desconfianza, basados en actos, dichos y acciones que resultan irrefutables. El hecho de que los actos de corrupción afecten hoy día al Gobierno en su médula es el resultado de inacciones y falta de prevención por una parte y, por otra, de una liviandad en el liderazgo político para prevenir, de manera efectiva, hechos y procedimientos, ya presentes, con distintas expresiones hace, al menos, dos décadas.

Es prudente establecer el hecho de la persistencia de una crisis institucional derivada del denominado estallido social del 2019 donde fracasó la posibilidad de un alineamiento institucional de los poderes del Estado y sus principales instituciones, a través del COSENA, dando paso al proceso constitucional (Acuerdo político del 15/11) para poder gestionar dicha crisis y dar oxígeno al gobierno de Piñera. Dada la derrota y fracaso del primer intento constituyente, hoy estamos en un segundo, cuyo resultado es aún incierto, mientras se mantienen las líneas argumentales de la refundación y la transformación. Con todo, la actual crisis, gatillada por los actos de corrupción, se yuxtapone a la institucional, aun no resuelta.

Parte de este ambiente, donde explota la corrupción en el corazón de la coalición de Gobierno, se amplia con la propuesta de polarización expresada en la exigencia del Partido Comunista para exigir la salida de Patricio Fernández, quien finalmente da un paso al costado. Mas allá de las argumentaciones esgrimidas, el resultado es la instalación de un ambiente y/o estrategia de polarización que no pasará desapercibida en todo este proceso de intentos de superación de lo iniciado con Democracia Viva y Revolución Democrática.

Ya establecido que no se trata de hechos aislados, sino que más bien de un mecanismo asentado sobre los procedimientos de asignación de recursos cuantiosos en niveles intermedios del Estado, utilizando la modalidad de trato directo para favorecer a fundaciones, ONG’s de reciente creación y sin tener, necesariamente, el expertise para realizar trabajos específicos  y de difícil evaluación en sus resultados concretos, el escalamiento de la crisis ronda la figura presidencial y compromete, una vez más, la credibilidad y confianza en el liderazgo del Presidente y su capacidad de avanzar hacia una fórmula que le permita sortear esta nueva crisis, estando aún vigente al anterior.

Cuando el tema ya no se refiere al Bien Común de la sociedad, sino que a la forma en que se aprovechan las herramientas del Estado para lograr beneficios monetarios a costa de las necesidades de la población, diseñando políticas públicas como si fuesen trajes a la medida, se precisa mucho más que establecer las fallas y delitos administrativos o responsabilidades penales. Se necesita una solución política que pasa por blindar al presidente el tiempo suficiente para llegar a esa fórmula.

La cuestión, entonces, es que la fórmula no pasa por formar comisiones de alto nivel que, sin duda, son necesarias pero insuficientes. Es necesario avanzar en un acuerdo político efectivo, eficaz y creíble y, para ello, se requiere el soporte de los partidos con representación parlamentaria que aseguren una batería de leyes y acciones concretas para frenar este tsunami de corrupción.

En este proceso, por ejemplo, se encuentran ahora los ministros Jackson y Montes, quienes se han convertido, en la práctica, en los escuderos y, a la vez, fusibles, de esta crisis. La estrategia comunicacional no solo ha sido errática y poco clara, sino que se ha enredado en sus propias afirmaciones y negaciones, con lo cual, ambos ministros están frente al desafío de aclararse respecto a la defensa de sus propios capitales políticos y, saber identificar, el momento de dar un paso al frente. Todo ello, no es posible sin una estrategia presidencial clara y creíble frente al país y su propia coalición, debiendo contar con un apoyo, por efímero que pueda ser, de parte de la oposición, en un ambiente fragmentado y marcado por los hechos de contexto ya señalados. 

Guillermo Holzmann, Analista Político

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