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Entrevistas

1 de Julio de 2023

Premio Nacional Manuel Antonio Garretón: “En Chile solo nos juntamos con personas iguales a nosotros”

Foto: Pablo Sanhueza

El sociólogo y profesor de la Universidad de Chile aborda en entrevista con The Clinic las problemáticas que observa en el Chile contemporáneo: “La instalación del neoliberalismo creó una sociedad mucho más desarticulada, menos cohesionada”. Es así como advierte los riesgos que ve de la sociedad actual: “Mucho tiene que ver con los cambios generacionales y en política. Se trata de una restauración conservadora”.

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La casa del Premio Nacional de Humanidades Manuel Antonio Garretón (80) tiene un aroma que mezcla madera y libros. Sus estantes se reparten entre textos de sociología, literatura y ensayos sobre Latinoamérica. Su estudio personal es una réplica en menor escala del resto de su hogar, donde hay libros que parecen haber sido abiertos durante el día y una libreta de apuntes.

La sala de estar tiene una decoración con símbolos culturales de distintas regiones, países y épocas. Desde máscaras de origen africano hasta discos de la Nueva canción chilena son parte del panorama que ofrece el hogar del sociólogo y politólogo. Sin embargo, uno de los paisajes más llamativos los ofrece una esquina en la que se agrupan distintos objetos relacionados a religiones del mundo.

Sobre un baúl de origen chino figuran desde un rosario cristiano hasta el Corán. También hay estatuillas de Krishna, dragones asiáticos e incluso figuras de las religiones locales de México. Sin embargo, Manuel Antonio Garretón es claro: “Ya no creo como antes”.

Hoy está dedicado a su programa online Tras las Líneas: Conversaciones con Manuel Antonio Garretón, emitido por Radio Universidad de Chile. Allí se reúne con figuras públicas como Tomás Moulian, Kathya Araujo o Carlos Ruiz a reflexionar sobre distintas áreas de las sociedad. En conversaciones largas, distendidas y con pausas, ponen bajo lupa temas sociales. Sin embargo, reconoce una preocupación imposible de eludir en la juventud: la soledad.

“La relaciones que se producen entre los jóvenes, como tendencia, siempre han girado en torno a dos asociaciones: con la familia y con quienes estudia. Pero hoy, hay una distancia que marca esta soledad: se ha distanciado del grupo, de la sociedad. Lo que ha tendido a desaparecer, creo yo, es la percepción de que estamos todos dentro de un colectivo, que va más allá de con quienes me junto en casa o dónde me educo”, afirma.

-No pertenecer a un grupo es sinónimo de quedarse fuera.

-Uno conecta en gustos, aspiraciones en la educación secundaria, y después eso se profundiza en la universitaria. Antes, años atrás, había una vinculación de los más jóvenes a través de la educación con la comunidad país. Había estructuras que derivaban de ello, se pertenecía a una sociedad, un país. Hoy, eso se ha debilitado. Eso significa mayor grado de soledad, aislamiento.

-¿Cómo se explica ese cambio?

-Es que hay un factor que es social, que es que el mundo después del colegio es mucho más desorganizado de lo que era antes. Hoy existe una lucha en la selva, en que me las tengo que arreglar por mí mismo. Esto es muy general, varía, pero a diferencia de una sociedad que podía ser fragmentada y estamental, pero que de algún modo era más cohesionado. Hoy la sociedad, en general, está menos cohesionada.

-¿Estamos más separados todos, no solo los jóvenes?

-Hoy se ve de modo más evidente que existen oportunidades para los individuos, por ejemplo. Pero esas oportunidades se perciben como que cada uno se las tiene que arreglar con sus propias uñas. Nadie me ayuda. Es un mercado salvaje.

-¿Qué tanto influye la sociedad moderna en sensaciones como la soledad o conexión con el resto?

-Hay dos cosas sobre esto. Si uno piensa en la sociedad civil, antes Chile era una sociedad mucho más política. Las clases medias -vinculadas al Estado- y los sectores populares estaban vinculados a través de sus preocupaciones políticas. Las clases altas lo necesitaban menos, tenían sus propias universidades -la Universidad Católica- empresas, colegios y estructuras. Pero todo ello se rompió con el modelo del régimen militar. La instalación del neoliberalismo creó una sociedad mucho más desarticulada, menos cohesionada.

-¿La soledad se puede rastrear en el modelo de país?

-Con ello la individualización adquiere una forma -aunque suene raro- mucho más individualista. Hay dos modos de entender la soledad y este individualismo. Está el individuo que se constituye en su relación con los otros, pero también está el que se constituye de modo más ego centrado y ahí se arma en su aislamiento.

-Como si cada uno estuviera por su lado.

-Ese aislamiento es la idea de que solo el que está cercano a mí, el que es igual a mí, puede estar cerca. Esto tiene el nombre de homofilia. En Chile solo nos juntamos con personas iguales a nosotros. La cohesión es de grupos más pequeños: mientras más cohesión de grupo haya, mientras más fuerte sea esa unión, más distantes estamos con el resto de la sociedad. Entonces, construyo mi destino, aspiraciones en relación a mi grupo cerrado, me separo de la comunidad.

La distancia con los otros y la génesis de la soledad en la juventud

Los ensayos y libros de investigación Manuel Antonio Garretón no solo hablan de Chile, sino de los cambios que han transformado el siglo XX y XXI. Ha dedicado su carrera a especializarse en el área. Con libros como Neoliberalismo corregido y progresismo limitado: los gobiernos de la Concertación en Chile (2012) o Del post-pinochetismo a la sociedad democrática: globalización y política en el bicentenario (2007), tiene un foco en las consecuencias que tuvo la Dictadura Militar en la sociedad chilena.

Hasta 1973 fue director y decano del Centro de Estudios de la Realidad Nacional además de la Revista Cuadernos de la Realidad Nacional de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Más tarde, tras el fin de la Dictadura, ejerció como decano de Sociología de la Universidad de Academia de Humanismo Cristiano, además de ser asesor del Ministerio de Educación entre 1990 y 1994.

Especializado en las consecuencias de la Dictadura militar en la sociedad chilena, ha escrito y tiene presente la relación directa del régimen en la vida de los jóvenes, que interpreta como una realidad histórica producto de los eventos derivados del Golpe de Estado de 1973.

“Lo que podría ser un síntoma de la soledad no puede no entenderse con el modelo de sociedad que se instauró con la Dictadura”, afirma. Según cifras del Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales de la Universidad Católica, 1 de cada 5 personas mayores de 18 años en Chile afirma tener problemas de soledad. La concentración se da en la población entre 35 a 44 años, llegando a un 28,1% de los encuestados.

-¿Qué diferencia a Chile de otros países en este tópico?

-Hay varios factores, y son generales. Pero, a la larga, hay una mercantilización de todos los servicios sociales, de todas las formas de vida. El pensamiento es: el éxito lo debo conseguir yo, no cuento con los otros salvo que me sean útiles. Antes de la Dictadura Militar, las luchas de las personas eran colectivas. Mi vida cambiaba en medida de que cambiara la sociedad. Hoy es exactamente al revés. No puedo cambiar el mundo, entonces cambio mi vida. Cambia mi estilo de vida, mi percepción de ella.

-¿Es una búsqueda por ser aceptado?

-Diría que es un cambio cultural muy radical. Los grandes temas políticos de la actualidad está en pensiones, en salud o temas que tienen que ver menos la construcción de sociedad, y por lo tanto con la idea que tengo yo de qué país quiero o qué proyecto debemos solucionar en conjunto. La idea es: la vida se me hizo mucho más compleja, porque además de los problemas del mercado, debo enfrentarlo del modo que pueda.

-Hay más preocupación por mí mismo, cómo soluciono yo mis problemas.

-Este es el punto: entre más aumenta la cohesión de grupos cercanos, más aumenta la distancia con otros. Aumenta la desconfianza y rechazo al resto de la sociedad. Por lo tanto, la distancia de cómo resolver esto de manera política. Si las personas entran a política, es básicamente para ver la oportunidad de resolver problemas individuales. Me quedo en mi comunidad, con mis ritos, ceremonias. Ahí están mis iguales, y termino rechazando a los otros, desconfiando de ellos. El problema es cómo reconstruir esos lazos sociales más allá del que es igual a uno. Antes, eso era posible.

-¿Por qué antes y hoy no?

-Por ejemplo, los sistemas de trabajo son distintos, entonces es difícil crear comunidad. Antes existía la sindicalización de ramas, entonces usted estaba obligado a pensar más allá de su empresa, debía pensar en el conjunto de los trabajadores. Se rompieron lazos entre los distintos. Durante el siglo XIX la religión era el cemento que articulaba grupos sociales y en el siglo XX eso era la política. Hoy tenemos una sociedad desarticulada donde es difícil encontrar un debate de grandes proyectos colectivos. Hay propuestas para resolver clivajes particulares.

-¿Antes no habían discusiones particulares?

-Es que la política daba el cemento cultural de la sociedad chilena. No es que no existiera división, pero de alguna manera se luchaba sobre un punto. Había una disputa en torno a metas que se veían distintas, pero discutíamos sobre lo mismo. Por ejemplo, la vía chilena al socialismo. La sociedad se definía si estaba a favor o en contra, discutíamos el mismo tema. Hoy tenemos múltiples problemas, cada uno de los cuales genera sus propios clivajes, debates y posiciones.

Le pongo un gran ejemplo: la Unidad Popular. Tenía un gran objetivo, con medidas concretas acompañadas de medidas urgentes, con una meta común. No sé si en la sociedad actual, con el paso del mundo industrial al digital, existe un cemento como fue la religión o después la política. Las sociedades ya no viven procesos de discusión de metas comunes. Por ejemplo, en los 60 estuvo la disputa por la Reforma Agraria y después la vía chilena la socialismo. En los 90 fue el proceso de democratización, que se agotó en los 2000. Hoy, se elige un gobierno e inmediatamente a la otra elección la ciudadanía vota en su contra. Las sociedades ya no viven procesos como antes.

El modelo político, la búsqueda por el orden y el deseo de tener control

-¿Cómo cree que ha impactado este cambio social a la política y el surgimiento de nuevos movimientos?

-A mediados de 2000, el modelo político-económico de la llamada transición, que denominado el proceso de democratización, no transforma el modelo de sociedad. Algo que hay que aceptar hoy es que la Dictadura Militar transformó la organización de la sociedad no solo en lo político, sino que transformó cómo se organizaban las personas.

-¿Qué rol tienen los años de la Concertación en este panorama?

-La Concertación logra que no se pudo en la década de los 60 y 70: unir al centro y la izquierda. Por eso tiene tanto éxito electoral y dura tanto. Son 20 años, hasta la victoria de Sebastián Piñera. Ganan mucha selecciones, y el éxito daba la apariencia de que se mantenía un vínculo entre lo político y lo social. No se tomaba en cuenta que, precisamente, la incapacidad para superar enteramente el modelo económico social significaba mucho para la vida cotidiana el paso a los problemas contemporáneos: el endeudamiento, la percepción de desigualdad.

-El Chile que es el que tiene las estadísticas de soledad y esta generación de jóvenes que conversábamos.

-Los primeros años de la Concertación eran los años de esperanza, de alejarse de la Dictadura. Eso se acaba en un punto y la gente se enfrenta a la vida cotidiana, con problemas que no se resuelven. Hay una frase que se usa y es mañosa: la alegría no vino. La alegría después del NO llegó, pero luego vinieron los problemas de la vida cotidiana. Ya no está la represión, la Dictadura brutal. Con el paso del tiempo la vida se pone cuesta arriba y la gente no entiende por qué. No hay Dictadura, pero hay desconfianza con las elites.

Se produce un distanciamiento que se hace presente en las movilizaciones estudiantiles de 2011, con múltiples malestares. Algo que después vemos en 2019 con el Estallido social, que es un malestar sin propuesta concreta. Son muchas cosas, el problema es cómo sigue esto, cómo se relaciona con la posibilidad de tener cambios reales en la vida de las personas.

-¿Se relaciona con el triunfo del Rechazo en 2022?

-Curiosamente, las movilizaciones del Estallido fueron muy apoyadas por la sociedad. Eso cambia muy rápidamente, porque hay una percepción de que se puede hacer el cambio, pero hay temor e incertidumbre respecto a cómo sigue. La política le da una salida institucional; entonces, se mantiene la lógica del Estallido en el proceso constitucional, y eso genera temor.

-¿En que se decanta ese temor?

-Quienes apoyaron las movilizaciones y el proceso constituyente se dan vuelta. Si en el mundo de lo social aparece solo la política, la gente se va a ir de la política. Si aparece solo la gente, hay un temor al otro, ese que no conocemos. ¿Qué hubiera pasado si en la elección de constituyente solo hubiera habido partidos? No hubiera tenido la legitimidad de representación de la gente que estuvo en las calles, entonces hubieran seguido en las calles. No había otra forma legítima de resolver el conflicto. La ciudadanía entró a decidirlo todo y eso legitimó el proceso, pero con ello, se pasa a ser una nueva clase política distanciada del pueblo.

Al pueblo que no es parte del proceso constituyente le asusta. Esos son los famosos cinco millones de personas que la política no le interesa. No fueron incorporados en los procesos de democratización. No votaban entonces, y cuando fue obligatorio, votaron. Y, me temo, eso generó una visión revanchista en los sectores ganadores del último plebiscito.

-¿Qué sectores?

-La derecha chilena, quienes, viéndolo a raíz de los 50 años del golpe de Estado, ha demostrado que puede ser un 44%. La derecha, cuando hay procesos de transformación, busca la salida más extrema, que es lo que se denomina como el ‘derrocamiento’. Lo hicieron con Salvador Allende, con la idea de impedir, desde el comienzo, que no asumiera. Pero el centro político no estaba con eso. Lo mismo ocurre con el plebiscito. Su búsqueda era rechazar todo desde el 20%, y terminaron con un 61%. La derecha tiene una capacidad de construir hegemonía en torno al proyecto más extremo, que es este derrocamiento.

El pueblo no está por la solución más extrema, sin embargo, es subsumida en esa estrategia de la derecha, que tiene un componente revanchista y un componente restaurador: volver a que las cosas sean como antes. Antes del Estallido, claro. Eso significa profundizar en la falta de cohesión como sociedad, reproducir la división del 44% contra el 55% que estuvo en la elección de Gabriel Boric y el Plebiscito de 1988. La distinción entre el mundo que heredó la Dictadura y la democracia. La división que creó el bombardeo a La Moneda, y que se extiende por 50 años.

-En el último tiempo se ha hablado del aumento de la justificación del Golpe de Estado en encuestas como el Barómetro de la Política CERC MORI.

-Es algo interesante. Cada diez años han habido temas que se hacen presente por la conmemoración del golpe de Estado. En una época se habló de derechos humanos, y en otra, de cómo recuperar la democracia. En 2013, con los 40 años, hubo una discusión en la derecha de muchos que planteaban -condenando de base la violación a los DDHH.- que la violencia nunca puede resolver los problemas de la democracia, por más crítica que fuera la situación. Lo segundo fue lo que planteó el propio Sebastián Piñera, al hablar de los “cómplices pasivos” de la Dictadura. Eso fue brutal.

Pensé, en ese entonces, que había un punto de inflexión. Estaba la posibilidad de condenar colectivamente y llegar a un consenso de que nunca más ocurriera eso. Mi impresión es que hay un retroceso. Mucho tiene que ver con lo que hemos hablado, los cambios generacionales y cambios en política. Se trata de una restauración conservadora. Es posible que haya un revanchismo, pero eso abre un camino para generalizar y aumentar la percepción de que el Golpe de Estado era necesario. Hay un retroceso en esta discusión. Es la base de un proyecto de restauración conservadora.

-¿Se relaciona con los temores que tiene la gente?

-Lo que se siente es una incertidumbre general dada por los problemas del lenguaje con el que habla una generación post-Estallido Social. Un lenguaje que lo hace sentir amenazado. Se crea la base para el temor. Entonces, lo que se oponga a eso es a lo que me adhiero. Puede ser circunstancial, pero el tema del orden es el fundamental. Es crear la incertidumbre sobre si voy a poder seguir viviendo así, aún cuando esté viviendo pésimo. Esa es la tecla que toca la derecha en estos casos: el orden de la vida.

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