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Opinión

16 de Diciembre de 2023

Columna de Isabel Plant: Aviones sin guaguas y buses con mascotas

Viajar con guaguas en avión Foto: AgenciaUno

La columnista Isabel Plant escribe sobre la decisión de la línea de buses EME y la aerolínea turca-holandesa Corendon Airlines sobre los espacios dedicados para viajar con guaguas y animales. "Quizás no necesitaríamos espacios exclusivos entre los distintos grupos si la responsabilidad individual reinara", plantea. "¿Por qué el tener hijos nos vuelve automáticamente mejores personas que los que no los tienen? ¿Es liderazgo moral viajar con los hijos frente a los que son padres y deciden una escapada en solitario?", se pregunta, abriendo el debate.

Por Isabel Plant

A principios de noviembre, la aerolínea turca-holandesa Corendon Airlines lanzó su primer vuelo con zona “libre de niños”. Por solo unos 40 euros extra, los pasajeros que van de Ámsterdam a la isla de Curazao (destino de playa paradisíaca y tragos con sombrilla), pueden optar por uno de los 90 asientos en la parte delantera del avión que son solo para mayores de 16 años. “Para pasajeros buscando algo más de paz”, dijo uno de los dueños de la aerolínea, y agregó que así quienes viajan con niños también pueden relajarse cuando estos hagan ruido. Los asientos para mayores van separados del resto por una cortina.

Al mismo tiempo, acá en Chile, la empresa EME de buses anunció que permitirá a los pasajeros viajar junto a sus mascotas. El tutor del animal debe ser mayor de edad, cumplir con una serie de requisitos, incluyendo que por el momento se trata de criaturas de tamaño pequeño y mediano, en un contenedor y “solo” pueden ser perros, gatos, tortugas y conejos.

¿Sensatez o el fin de los tiempos? ¿Cómo convive hoy la cultura niño céntrica con las mascotas-hijos y los adultos “child-free”?

Hace siete años, publiqué un chiste fome en Twitter. “Es hora de sincerar esta cuestión y comenzar a discriminar a la gente con guagua en aviones”, escribí, en un tiempo donde aún pensaba que había algo de humor en esa red social (incluso antes de que se tornara en la poza de fango y locura que es hoy). Ardió mi pantalla: recibí desde insultos a maldiciones. También hubo quienes llevaron el chiste más lejos con harta gracia, y mejor aún, los que empezaron una sana discusión sobre cómo es mejor viajar con guaguas en aviones. Hice una columna al respecto -titulada Guagua-gate- y lo olvidé, excepto por una vez al año en que una tuitera insistente continúa acusándome de ser un pésimo ser humano odia-recién nacidos.

Durante mis años de adultez en un hogar DINK, como dicen los gringos -Doble ingreso sin niños-, varias veces recibí el clásico: “Es que sin hijos no puedes opinar”. Esto iba desde temas como guaguas y aviones, o el cansancio (“de qué, si no tienes hijos”) o incluso en la pandemia, mi encierro debía ser menos terrible.

Bueno, después de cinco años como cuidadora de una mascota excesivamente querida y fotografiada, este año me convertí en madre primeriza con casi 40. Y debo decir que la idea de un avión sin niños me parece genial, lo mismo que un sector exclusivamente para padres con infantes (donde desde ahora pertenezco, naturalmente). Me encanta además que las mascotas puedan viajar con sus dueños y no en la bodega (la mía yo creo que supera el tamaño requerido, pero qué suerte los que sí lo lograrán).

Aunque las redes sociales sean un terreno para enfrentar posiciones, todos estos estilos y tipos de vida pueden coexistir. El problema es la falta de empatía que nos rodea, y la facilidad para ofenderse que nos aqueja. Todo es personal.

Cuando se anunció el primer vuelo de Corendon nuevamente se armó el debate en redes. Entre quienes lo encuentran una idea genial se repite un argumento: el de los padres que son incapaces de controlar a los hijos. Cuando ya no hablamos de guaguas indefensas ante el dolor de oídos, sino de niños que patean asientos o desordenan o se comportan como pequeños humanos en espacios cerrados pero sin mediación del adulto que está a cargo, estamos frente a la cultura niño céntrica donde todo vale, y donde el ser padres es suficiente para estar arriba de un pedestal moral por encima del resto de quienes nos rodean. A mi Instagram me tiene bombardeada por el algoritmo de expertos e influencers de distintos tipos de crianza, donde a veces la llamada respetuosa se confunde con la ausencia completa de reglas o autoridad.

Y entre quienes creen que “discriminar” a los niños y guaguas es sinónimo de maldad en este mundo anti infantes -hay que decir que aerolíneas de Asia llevan implementando el modelo hace tiempo-, se repite la palabra “amargado”. Yo, que no me atrevo a ni ir a un restaurante a veces por si la guagua llora (soy muy amateur aún), supongo que si existen los hoteles Todo Incluido sin niños, pueden existir más espacios vacacionales, incluyendo el transporte, sin ellos. ¿Por qué el tener hijos nos vuelve automáticamente mejores personas que los que no los tienen? ¿Es liderazgo moral viajar con los hijos frente a los que son padres y deciden una escapada en solitario?

En cuanto al mundo de las mascotas-hijos, la falta de empatía es a veces no entender que un perro o un gato puede ser el más grande compañero y amigo de su humano. Acá, la galga que habita mi casa la convirtió en un hogar y una familia, antes de que llegara la mini humana (a pesar de haber destruido todo a su paso en un principio). Ahora, es cierto que los dueños de mascotas a veces se olvidan de las normas mínimas -la manía de querer pasear sin correa-, dándole un mal nombre a toda la legión de pet lovers.

En fin, quizás no necesitaríamos espacios exclusivos entre los distintos grupos si la responsabilidad individual reinara. O quizás sí. El mundo moderno ofrece opciones, y disgustarse al respecto es solo aferrarse a un estilo de vida único y anterior, que a nadie parecía agradarle (generaciones en divorcios y terapias creo que lo afirman). Vivan los aviones sin guaguas, las casas repletas de hijos y los buses con mascotas; es solo el siglo XXI.

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#guaguas#mascotas

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