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22 de Marzo de 2024

Paulina García: “Mucha gente en Chile estaría encantada de vivir de nuevo en dictadura”

Fotos: Felipe Figueroa

La actriz de “Gloria” está de regreso en las tablas con “Moscas sobre el mármol” (1958), en el Teatro Municipal de Las Condes, el drama psicológico de Luis Alberto Heiremans que tiene al centro a una acomodada familia en el campo y cuyo retrato de la clase alta chilena –asegura la intérprete de 63 años– no ha variado mayormente hasta hoy. Con una activa agenda y proyectos en cine tanto en Chile como el extranjero, Paulina García repasa hitos inéditos de su destacada carrera de cuatro décadas, como la entrevista que le costó su salida de Canal 13 y de las teleseries, en los 80, y el silencioso gesto que tuvo Sebastián Piñera con ella tras ganar el Oso de Plata en Berlín. Tampoco le hace el quite al complejo momento que atraviesa el gobierno y analiza las críticas al manejo de la Cultura: “Si no fuera por el Fondart, varios de nosotros no existiríamos”.

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Está de regreso en Chile apenas hace unos días y su agenda no le da un respiro. Paulina García estuvo durante poco más de un mes filmando en Bajo California su primera película en México. Un filme que lleva por título “Nora y Ely”, dirigido por Lorena Villarreal y con un elenco casi completamente mexicano. A su arribo a Santiago, la actriz se reincorporó de inmediato a los ensayos de la obra “Moscas sobre el mármol”, que estrena el próximo viernes 5 de abril en el Teatro Municipal de Las Condes.

“Es primera vez que estoy en este teatro y estoy encantada. Yo crecí y fui educada en esta comuna, cuando era otra cosa, eso sí. Eran las casitas del barrio alto, no las casotas del barrio alto que son ahora”, dice la actriz en una oficina subterránea del edificio ubicado en pleno Apoquindo, que tiembla ruidosamente y cada tanto con el correr de los autos y del metro.

La obra que la trae de regreso a los escenarios es uno de los más notables rescates de esta temporada, y de uno de los dramaturgos fundamentales del teatro chileno del siglo XX: Luis Alberto Heiremans. Publicada en 1958 y recién estrenada en Chile en 1994, la historia ahora dirigida por Álvaro Viguera es un adelantado drama existencialista en el que su autor expuso su propia soledad y la complejidad de las relaciones humanas, a través de la historia de una acomodada y tradicional familia chilena de los años 50, en el campo profundo.

El montaje de la productora La Santa se presentará hasta fines de abril y tiene en su elenco a Jorge Arecheta, Antonia Santa María, Nicolás Pavez y Felipe Zepeda, además de la intérprete de “Gloria” en el rol protagónico, como la madre del protagonista. El texto, dice ahora la actriz de 63 años, la ha obligado a cambiar de switch y a ponerse bajo los códigos del realismo psicológico, un estilo que hasta ahora casi no había explorado.

“Yo creo que desde el ‘Tío Vania’ (1994) que no actuaba en una obra que estuviera tan inserta en un problema familiar y de clase, y ésta me puso en un tono actoral distinto a los que me había tenido que enfrentar. Ha sido muy trabajoso y exigente reconocer esa calidad actoral y limpiarla lo más posible para que se encuentren los verdaderos lazos entre los personajes, y se entienda el ambiente de familia de clase alta de los años 50 en Chile, y en el campo, además, que no es cualquier escenario”, advierte.

-¿Cuán vigente es la mirada que tiene esta obra, de Chile y de esa clase en particular?

–Me parece que en general se ha movido todo muy poco. Este país cambió para que siguiera siendo igual, como dijo Lampedusa en El gatopardo. Te diría que lo único que ha cambiado es que la clase alta de esos años hoy día concentra la misma riqueza y es millonaria. Hoy esa clase que fue dueña, patrona de campo, sale de paseo en helicóptero, va de un parque natural a otro parque natural que le pertenece y se mueve sin tener que toparse realmente con la ciudad, a no ser que quiera tomarse una foto alegórica, no sé, ponte tú, en la Plaza Italia.

El nivel de riqueza aumentó y ese círculo se achicó cada vez más, aunque a ellos les parezca que está enorme. Pero niet (no), creció Chile y ellos no son ni el 1%. Su nivel de vida se conecta con el resto de las riquezas en Sudamérica, que son pornográficas en relación a las realidades económicas que se viven en esos países. Creo también que la diferencia entre esa época y hoy está en que la pobreza de esos años –el inquilino, el peón– pudo acceder a un futuro mejor y creo que ahora tienen un presente muy distinto al que tuvieron, menos dependiente, menos esclavista y con menos derecho a pierna.

-¿Hizo de esa clase más popular más consciente quizás, también?

–No lo sé, creo que las votaciones de los últimos diez años nos hablan bien de lo que está pasando ahí con la clase trabajadora, que no es muy alentador, pero sí es menos dependiente y con menos inclinación a un patronazgo más autoritario, por no decir esclavista, sobre todo en el campo.

Paulina García

El anterior y este año son motivo de doble conmemoración para la intérprete de “Gloria”. Con veintipocos y recién egresada de la Escuela de Teatro de la UC, en 1983 hizo su debut sobre el mismo escenario de la Plaza Ñuñoa, en la obra “Dónde estará la Jeanette”, de Paco Rivano. Ese mismo año recibió el Apes a la Mejor actriz, el primer premio de su carrera. No había sacado la cuenta, reconoce –”¡Ya son 40 años, no me lo creo!”–, y asegura que por distintos motivos nunca cesó el recuerdo de ese primer montaje que protagonizó, bajo la dirección de Raúl Osorio.

-En 40 años, ¿ha cambiado su manera de enfrentarse al escenario?

–Soy la misma cabra, con más pellejo y huesos más artrosos, pero soy la misma. Qué linda la Jeanette, lo pasé muy bien en esa obra. Fui inmensamente feliz haciéndola y estrené en un estado de felicidad total. Por eso digo que soy la misma. Me produce la misma emoción, la misma alegría poder estar en el escenario. Es un privilegio enorme haber conservado esa alegría y la persistencia en el trabajo. Recuerdo que yo entrenaba antes de las funciones de esa obra, y lo he mantenido por 40 años. No recordaba que ya eran 40. Pasaron así, volando, y recuerdo incluso una parte de un monólogo, fíjate. Lo recuerdo siempre.

Paulina García es una de las tantas actrices que fueron formadas y que trabajaron junto a Raúl Osorio en pleno apogeo de su carrera como uno de los grandes directores teatrales de la época. Lo recuerda con cariño y como a uno de sus primeros grandes maestros, pero en los últimos años ha visto su figura tambalear sobre el pedestal en que lo tenía.

En 2018, en una entrevista en la revista Ya, la actriz Loreto Valenzuela denunció al director y exmarido de la actriz Rebeca Ghigliotto por constantes abusos sexuales durante los años 70, mientras montaban la obra “Tres Marías y una rosa” (1979), un clásico del teatro chileno de la época. Tras las acusaciones, Osorio desapareció del mapa y no ha vuelto a estrenar obras en grandes teatros, como solía hacerlo. Esta es la primera vez que la actriz se refiere al tema.

“A pesar de toda la funa que existe alrededor de él, que me parece válida y la comprendo, Raúl fue un gran director y eso es imborrable”, dice.

“Yo no lo viví, pero sí sé lo que vivieron muchas mujeres alrededor de él y eso no quita el gran artista que era, como sí sucede en muchos otros casos. Raúl Osorio es un director que marcó el teatro chileno. Todas sus obras tenían un valor ético y político para el momento en que estábamos viviendo. Raúl fue también mi primer maestro junto con Tito Noguera. Ambos me dejaron expresiones muy distintas de la formación actoral, tremendamente honestas y profundas, y mi primera expresión, que fue la Jeanette, revelaba el nivel de formación que recibimos en esa época, a principios de los 80, cuando hablar de teatro en este país era peligroso. Raúl se la jugó muy en serio, corrió peligro, y yo no me olvido de eso. Reconozco al tremendo formador y al tremendo director y artista que fue, y aún es”.

-¿No está de acuerdo entonces con la cultura de la cancelación?

–Lamento lo que él y otros han recibido en términos de cancelación. Es muy duro, pero ¿hay alguno de ellos que se haga la idea de lo que ha sido para nosotras durante –no voy a decir siglos ni décadas– los últimos diez, quince años? Si a mí se me ocurría llegar borracha a un rodaje, a una grabación de televisión, como muchos compañeros se atrevieron, o si me metía con el director o el productor, como muchos compañeros hicieron con las compañeritas, si yo hacía eso no estaría aquí hablando de mi trayectoria de 40 años, en primer lugar.

Por mucho menos, hay actrices que hoy no tienen trabajo. Por mucho menos, nos violan en manada. Quiero saber qué manada de mujeres ha violado a un hombre en el mundo. A lo mejor existe, quiero saber cuál es. No hay tal cultura de la cancelación si son solo cinco tipos los que han sido cancelados, y hasta por ahí no más. Por algunos me duele, me duele que una persona, que un compañero de trabajo lo esté pasando mal y que arriesguen incluso cárcel. Me duele de verdad, es terrible, pero algo tenía que cambiar y espero que cambie no para que siga siendo todo igual, porque quiero recordarles que aún somos muy pocas las mujeres las que accedemos a los cargos de poder. Entonces, aún falta mucho.

-Y en su ambiente de trabajo, ¿ha percibido algún cambio?

–Sí, ha cambiado radicalmente, porque las chicas son muy activas y porque hay hombres también que son muy activos y hoy arman sus equipos en cargos técnicos donde antes se veían mujeres nunca, puros hombres corriendo de allá para acá, mirándote, echándote el chiste. Eso se acabó de golpe, se eliminó, y hoy se está fiscalizando constantemente. Creo que no solo aquí, sino en todas partes donde me ha tocado filmar. El medio audiovisual y el teatro han cambiado mucho esa conducta que estaba totalmente naturalizada.

Cuando el feminismo tomó fuerza, algunas decíamos: “Pero bueno, ¿cuál es la novedad?” A nosotras, las de mi generación, nos llegó como: a ver, a ver, a ver, cómo vamos a pensar esto. Para mí ha sido muy interesante, me renovó el feminismo. Para mí no existe el feminismo radical. O eres feminista o no lo eres, y punto, lo demás no existe.

Paulina García

Paulina García acusa

El éxito de “Dónde estará la Jeannete” puso a Paulina García en la primera fila de la generación de recambio de los elencos televisivos, hacia comienzos de 1984. “Los títeres” (Canal 13) fue su primera teleserie y también su primer éxito de audiencia. Participó luego de otras producciones, como “La villa” (1986) y “La invitación” (1987), e incluso llegó a conducir un programa en el bloque familiar.

De un día para otro, sin embargo, la actriz desapareció de pantalla y no regresó sino hasta veinte años después, en la exitosa serie “Cárcel de mujeres” (2007), pionera en el género en Chile y por la que obtuvo nuevamente el Premio Apes y también el Altazor.

–“Fue mi revival”, dice la actriz.

-¿Cómo recuerda hoy su paso por la televisión?

–A ver, vamos por parte, dijo Jack. Era una tele muy distinta, primero que todo. “Los títeres” era un guión de Sergio Vodanovic a partir de “La visita de la vieja dama” de Dürrenmatt, y por supuesto que las escenas tenían como cinco páginas, era prácticamente una obra de teatro. Eso en esa época nos encantaba. Trabajé también con Óscar Rodríguez, un director tremendamente sensible también, entonces me sentí bien recibida a pesar de que mi vínculo con la tele fue bastante esporádico. Yo alcancé a hacer cuatro teleseries y se acabó la teleserie para mí. Me salí del mundo televisivo.

-¿Esto último fue por algún motivo en particular?

–Puede haber sido por una entrevista que di para el Fortín Mapocho, que me hizo Roberto Brodsky. Mi hija mayor estaba chiquita y quería entrar al living donde me estaban entrevistando, así como ahora, y yo le decía así –apuntando con el dedo–: “Sofi, Sofi, anda para allá, que estoy en una entrevista”. Y esa fue la foto –la actriz repite la acción–: con el dedo apuntando, retando a mi hija. El titular era “Paulina García acusa”.

La entrevista me cagó totalmente y estaba desviada hacia mi desencuentro con las teleseries. Estaba haciendo “La invitación” en ese minuto, recuerdo, donde estaba Alejandro Castillo, Rebeca Ghigliotto, y en paralelo estaba haciendo el programa infantil “Oreja, pestaña y ceja”. Y bueno, el Fortín Mapocho llegó a las manos del productor general de las teleseries y quien había fundado el Área Dramática del canal, que era Ricardo Miranda, y me citó a una reunión. Entré, vi la página de la entrevista sobre su escritorio y me dice: “Me llegó esto, y lo lamento tanto”. Desde ese momento, no pude volver a entrar a Canal 13.

-¿Intentó volver?

–Sí, por supuesto, no tenía trabajo y mi trabajo era ser actriz. Se me abrió otro mundo que me interesaba muchísimo, como era la dirección y la pedagogía, la formación, y me fui por ese lado y empecé a trabajar ahí, y siempre intenté un poquito pero no estaba conectada con el mundo actoral de la tele y lo fui dejando ir hasta que apareció “Cárcel de mujeres” y ahí cambió todo de nuevo.

-Sí lo sintió entonces como un revival.

–Sí, fue mi revival, también fue un ajuste de cuentas (ríe). Ahí empecé a trabajar con Nicolás Acuña. Hice películas para tele con él, otra con Joaquín Eyzaguirre (“Tres noches de un sábado”), y empecé a dar pequeños saltos en distintas cosas. Luego vino “Cárcel de mujeres”, los premios correspondientes, vino “Los archivos del Cardenal” (2011), los premios respectivos, y Lelio ya venía persiguiéndome para hacer “Los títeres” en película, que fue el primer proyecto suyo en el que me embarqué. Después terminamos haciendo algo completamente distinto, que fue “Gloria”, y bueno, hemos aquí, con Lelio nuevamente, que está haciendo ahora mismo una película grande sobre el movimiento feminista, “La ola”.

Durante su tiempo fuera de la televisión, Paulina García se refugió en el escenario y volcó su carrera hacia la dirección teatral. “El continente negro” de Marco Antonio de la Parra, su primera obra, la montó con recursos del recién creado Fondo Nacional de las Artes (Fondart).

–“Aquí viene la pregunta de rigor”, se adelanta irónicamente la actriz entre risas.

“Si no fuera por el Fondart, varios de nosotros no existiríamos en este medio. No se puede desconocer de la noche a la mañana el empuje que esa política pública le dio a festivales como Santiago a Mil y a otros independientes, además de los directores, productores y salas de teatro que tenían por ese entonces un enfoque más volcado hacia la investigación y experimentación, como La Troppa, La Memoria, Fin de Siglo e incluso El Gran Circo Teatro. Sin todo ese apoyo, habría sido otra la historia de las artes escénicas postdictadura. Insisto: no existiríamos o quizás estaríamos todos aún en la movida under”, opina.

“El Fondart permitió que todas esas expresiones buscaran conectarse con el público de otra manera y llegar a más lugares. Eso es invaluable e innegable. Dicho eso, sí hubo un momento en que el Fondart tenía inclinación a darle plata a gente que podía hacer un teatro novedoso y que buscara otras expresiones nuevas, y eso no impidió que existiera el teatro comercial o de mercado, como se llama en realidad. Al contrario, gracias a que esto creció, es que este teatro también corrigió su calidad de producción y calidad artística”, expone Pali García.

Hoy se puede hablar de un teatro de mercado de bastante más nivel que el que hubo hasta un momento, porque hubo años en que aquí se estrenaron obras que tenían cero impacto y que no significan nada en el tiempo, con títulos como ‘Cuántos no sé qué o no sé cuánto hay en un cajón’. O sea, algo cambió y eso fue gracias al Fondart, le guste a quien le guste”, destaca.

-¿No cree que haya que reformular el Fondart entonces? Esto último era incluso una promesa del actual gobierno.

–Es que el Fondart no puede ni debe ser todo, ese es el problema. Lo que necesitamos son políticas públicas que estimulen la trenza entre artistas, privados y salas. Esa trenza tiene que ser más fuerte no solo en el área nuestra, la escénica, sino también en la música, en las artes visuales, en el cine. En los últimos años, en Chile las políticas públicas en cultura han sido frágiles, por no decir débiles o inexistentes, en realidad. La Ley Valdés no es muy famosa, en el sentido de que se acude poco a ella para avanzar hacia otras cosas. No creo que falte creatividad para buscar nuevas alternativas, sino voluntades, y son voluntades políticas.

“Cuando entran los últimos tres gobiernos, se encuentran con una traba y en esto incluyo al gobierno de Piñera. Supongo que Piñera no puede haber sido tan corto de vista como para decir: ‘No le demos nada a Cultura’. Él sabía perfectamente lo que era mostrar Chile constantemente desde la cultura”, sostiene la actriz, y revela una desconocida y personal anécdota junto al recientemente fallecido exmandatario de Renovación Nacional.

“Cuando gané el Oso de Plata en Berlín, la primera persona que me envió un mensaje fue Piñera. El ministro de Cultura de la época, ministro actor, además, me suspendió tres veces la recepción y al final nunca me recibió, pero Piñera sí”, cuenta la actriz.

“Piñera me llamó personalmente y me envió además una carta firmada por él que guardé, por supuesto. Es un gesto que tuvo un Presidente conmigo y yo soy una persona republicana, y lo aclaro: republicana no de derecha, sino de Estado. Entonces, por supuesto que valoré su gesto y lo cuento porque hay que reconocérselo también. La democracia es lo único que tenemos y que debemos cuidar ahora que la vemos resquebrajarse. Personalmente, yo no creo en la cosa asambleísta, no creo que funcione. No en este mundo actual, tan interconectado y con el nivel criminal y de inseguridad en que vivimos”.

-Después de los 50 años del Golpe, esa es quizás la reflexión más atendible hoy. ¿Cómo es y cómo se ha ejercido la democracia en Chile? ¿Cómo lo ve usted?

–Yo creo que la democracia en Chile es sólida y que resiste cayendo, sin caer nunca. Hay quienes les interesa que la democracia caiga nuevamente. Estoy segura de que mucha gente en Chile estaría encantada de vivir de nuevo en dictadura, y hay también algunos irresponsables de la izquierda progresista que invitan a que los milicos nos inviten a todas partes, a toda hora. Esa irresponsabilidad es difícil de sobrellevar en un momento así.

Sí hay que enfrentar el tema de la inseguridad en serio y quizás las Fuerzas Armadas puedan colaborar a nivel de inteligencia. Yo no soy experta, no es mi tema, pero como ciudadana tengo memoria y sé cómo se comportan cuando les toca llamar al orden. Ya lo vivimos en dictadura y lo revivimos para el estallido social, ¡por Dios! ¡Por Dios! Ahí se cometieron horrores y no quiero olvidar tampoco lo que pasó ahí.

Paulina García

“Aún no me repongo del chancacazo de los dos Rechazo”

Su cercanía con el recién electo Presidente Gabriel Boric desde su época como diputado, convirtió a Pali García en la maestra de ceremonias en la presentación de su primer gabinete, el 21 de enero de 2022. La expectación bordeaba el delirio por esos días, y la actriz evaluó lo que implicaba asumir esa nueva visibilidad. Sigue igual de convencida de haberlo hecho, dice ahora.

Dos años después de su inédita participación en el mismo acto oficial en el Parque Quinta Normal, la intérprete evalúa la gestión del actual gobierno, y en particular del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, que durante el mismo periodo ha visto pasar a tres titulares por la cartera, incluida la actual ministra y también actriz, Carolina Arredondo.

-¿Ha cumplido con sus expectativas el gobierno hasta ahora?

–Qué difícil contestar esa pregunta. Creo que está todo aún muy golpeado por la pérdida de la Constitución. Nos costó, nos cuesta caro. Yo aún no me repongo del chancacazo de los dos Rechazo, y seguir con la Constitución de Pinochet bajo un gobierno que pretendía no seguir con esa Constitución, es algo que me deja insatisfecha a toda hora, de la mañana a la noche. Sin embargo, después de la pandemia y con el alza del mundo narco, de toda su cultura, su expresión de fuego y el alcance que tiene en la juventud con pocos medios económicos, es muy preocupante y contaminante pensar si este gobierno me satisface o no. Si lograran controlar algo de eso, tal vez podamos hablar más de algún punto de satisfacción.

-¿Qué opina de las críticas que han hecho colegas suyos? ¿Las comparte?

–Hablar es gratis y a nosotros los actores nos encanta hablar un montón, como puedes ver en este ratito que llevamos conversando. A veces nuestras opiniones no tienen límites, creo yo, y esa falta de fronteras arrasa con realidades. Yo ahí comparto lo que dijo Aline Kuppenheim: no se puede responsabilizar a este gobierno por la falta de políticas culturales en Chile. Es un problema tan largo y que se arrastra hace tanto tiempo, que hoy es un fierro caliente que nadie quiere tomar. Pero también en un país donde la educación es una crisis, la salud es otra crisis y la previsión también es otra crisis, es difícil poder verlo distinto. Y no es curioso ni casual que la derecha no haya querido dar su brazo a torcer con ninguna.

-¿El 1% para Cultura traería una solución real?

–Absolutamente. Es probable que no deje a todos contentos por igual, pero sí cambiaría diametralmente todo. ¿Imaginas lo que sería para un centro cultural en Arica recibir fondos para armar una programación que sea atractiva para su gente? O destinar esos fondos al hermoso museo arqueológico que tienen. Todo al final se trata del acceso, y el acceso se paga. El 1% para Cultura corregiría un montón de perversiones como esa, sin duda.

Cuando eligen a un ministro que uno no ve que no milita, que no tiene un partido detrás, que no lo van a apoyar para que saque adelante un propósito, también porque ningún partido ofrece un candidato lo suficientemente contundente, me pregunto yo. A lo mejor sí y yo no lo sé, no tengo idea, pero esa persona hasta ahora ha aparecido, y sin política esto no se resuelve.

-Y en su opinión, ¿son buenos candidatos para ese cargo los artistas?

–Yo tengo total admiración por todas las personas que han decidido ser ministros de Cultura. Es una montaña en la que estás todo el tiempo subiendo y llevando la piedra hacia arriba, como Sísifo. Mi total admiración a lo que pudo haber intentado hacer la ministra Brodsky y lo que hace hoy la ministra Arredondo, y a todas las personas que trabajan ahí porque sé que nadie está tratando de cagarse a nadie ni de llevarse la plata para la casa o de ayudar solo sus amiguis. Sé que todos están allá tratando de resolver el problema con lo que tienen, y lo que tienen es poco.

El problema es más grande que solo lo que ocurre al interior del Ministerio de las Culturas. Todo lo que ha sucedido en democracia ha sido en respuesta a un sistema que nos permite avanzar de esta manera, muy poco. Lo único que permite es incentivar una economía que a ratos es depredadora. O sea, el estallido social no fue una revuelta que se le ocurrió a unos loquitos ni un horror que se puede olvidar. Eso es mentira, y quiero gritarlo a los cuatro vientos. El estallido fue producto de una mala distribución de los ingresos, de que el chancho está mal pelado y de que la gente está súper cansada. Y si algunos creen que no va a ocurrir un estallido de nuevo, están equivocados, el caldero social en Chile está de nuevo hirviendo.

Paulina García

“Espero vivir 96 años”

La actriz parte en pocos días a Argentina, para la preproducción y luego el rodaje de una cinta que lleva por título “Las flores de Julia”, tercer largometraje del director trasandino Cristian Tapia Marchiori. Es la historia de una mujer trans que recibe la noticia de la muerte de su hermano y parte al reencuentro con su madre, a quien no ve desde hace 15 años. La actriz chilena interpreta precisamente a esta última, y tras finalizar la temporada de “Moscas sobre el mármol” estará viviendo momentáneamente entre Santiago y Mendoza.

Tiene también en carpeta varios otros proyectos en fase de working progress en el prestigioso Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse, Francia. Paulina García nombra una producción panameña llamada “Querido trópico”, dirigida por la reconocida documentalista Ana Endara, quien debuta en la ficción. Y también otra cinta que grabó el año pasado en Colombia, dirigida por César Acevedo, ganador de la Cámara de Oro en Cannes con “Tierra y sombra” (2015). El nuevo filme se llama “Horizonte”.

En el mismo certamen francés debuta por estos días y en competencia oficial la película “Aullido de invierno”, de Matías Rojas, un filme que deambula entre el documental y la ficción a partir de la historia real de dos colonos que huyeron de Colonia Dignidad tras la salida de Paul Schaeffer. “Arrancan de los jerarcas que quedan para vivir su amor lejos, y viven en Coyhaique, apenas con la ayuda que reciben del Estado”, cuenta la actriz.

Tras el despegue de su carrera en el extranjero con “Gloria”, hace ya más de una década, Paulina García aún percibe ese mágico efecto que tuvo el premiado filme de Sebastián Lelio en cada paso internacional que ha dado desde entonces. Ha formado parte de los elencos de grandes producciones, como la serie “Narcos” de Netflix, y cintas como “La Cordillera” (2017) del cineasta argentino Santiago Mitre, donde compartió la pantalla grande junto a Ricardo Darín, y “La novia del desierto” (2017). Este último fue estrenado en Cannes y volvió a ponerla en el mapa de los grandes festivales europeos.

Su presencia en el cine chileno también ha sido relevante en los últimos años, en destacadas producciones como “Aquí no ha pasado nada” (2016) de Alejandro Fernández Almendras, y “Mis hermanos sueñan despiertos”, de Claudia Huaiquimilla.

-¿Cuánto se ha alargado el efecto positivo de “Gloria” en su carrera?

–Se ha alargado hasta acá, hasta ahora mismo (ríe). Sin duda, “Gloria” ha marcado una luminosidad en el camino inesperado para mí, y todavía sigue siendo sorprendente. Me sorprende que se interesen en trabajar conmigo. Ya no soy joven y también agradezco que me sigan dando buenos personajes cuando no protagónicos. Eso es muy emocionante, y volver a trabajar acá también lo es. Días atrás salieron los Fondos Audiovisuales y tengo tres proyectos muy bonitos, más uno que quedó en posproducción y que ya está filmada.

Llevar una carrera así no ha sido cuestión de suerte, es harto trabajo mío y de mis representantes también, que se la juegan harto, y es también mucho trabajo mantener un mundo relacional y artístico que implica estar insistiendo en que puedo hacerlo y que puedo hacerlo aún mejor. La vara siempre es muy alta, partiendo por una.

-¿Tiene costos personales tener una vida de actriz internacional?

–Es difícil a veces, sí. Estoy sola tres meses en un lugar donde no conozco a nadie, lejos de casa, en fin… Es el lado b y busco que sea lo mejor posible. A veces toca enfrentar sola ciertos desencuentros que se producen con los equipos de trabajo, como cuando llegas a otro país después de trabajar durante harto tiempo por videollamadas, y las biologías no son compatibles o no logran dialogar. Así son las químicas, a veces resultan y en otras son un desastre, y hay que trabajar el doble.

Hace ocho años que la actriz vota como miembro de la Academia de Cine en los Oscar. No le sorprendió que triunfara el documental “20 días en Mariúpol”, de Mstylav Chernobyl, el desgarrador relato en primera persona de los primeros días de la invasión rusa en Ucrania, en 2022. “Yo obviamente voté por ‘La memoria infinita’”, asegura.

“Maite Alberdi estuvo en una selección de películas extraordinarias en la que era muy difícil superar el riesgo y la urgencia de ‘20 días en Mariúpol’, porque se trata de la guerra. En este momento, en que estamos nuevamente sintiendo que la olla está resistiendo la presión, era muy difícil que no ganara un documental que tomara el tema, y que lo hiciera de esa manera, formidable, dolorosa. Obedece sin duda a un contexto, y todas las películas que competían eran políticas. Tal vez la menos peligrosa, en ese sentido, era ‘La memoria’. Le tocó competir con películas de una envergadura alucinante, y creo que eso es un honor”.

-Dijo ya no sentirse tan joven y que le sorprende que aún le lleguen buenos personajes. ¿Se ha vuelto menos interesante el abanico de los roles que le ofrecen?

–Mis personajes se han muerto en las últimas tres películas, y ahora voy a morir a otra (ríe). Son personajes interesantes a pesar de su muerte, pero es algo que sin duda se repite y me llama la atención: las mujeres de 60 parece que están siempre enfermas y mueren. Gloria, al contrario, sale victoriosa, pero eso me ha tocado muy pocas veces.

La mayoría de los directores y guionistas se están renovando, y yo podría ser su madre o su abuela. Lo que creo es que precisamente no saben muy bien qué hacer con ellas. Piensan que no tienen sexo, que no toman desafíos, que son conservadoras y que se les limita el pensamiento. Lo más lógico es que envejecer es igual a estar enfermo, y eso no es así. Las personas de 60 años aún estamos haciendo cosas, a ratos a un ritmo bien frenético, la verdad, y a algunas nos gusta que así sea.

Su madre, cuenta la actriz, tiene 96 años y goza de una buena salud, a diferencia de sus hermanas y amigas de la misma edad. La longevidad es definitivamente un rasgo genético que le gustaría heredar, asegura: “Yo espero vivir 96 años. Y también espero tener trabajo, porque no se llega así no más”.

“Mi generación y todas las que siguen, dado que somos hijos de la ciencia y de los antibióticos y del fitness y del wellness y del skin care, lo más probable es que vivamos muy tranquilamente hasta los 90 años y es mejor que nos preparemos y que tengamos que trabajar mucho rato. Sobre todo en un país como este. Ya sabemos cómo se nos viene la mano”.

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