La desaceleración emocional de los chilenos: en 10 años pasaron de sentir tranquilidad y orgullo a rabia, miedo y preocupación
El último Informe sobre el Desarrollo Humano en Chile del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo revela que las emociones de los chilenos han tenido una tendencia hacia la negatividad durante los últimos 10 años. The Clinic consultó a cuatro especialistas, quienes analizaron las consecuencias detrás de una década de implosiones políticas y sociales. Y sobre cómo salir de este espiral negativo.
Por Camila Ossandon SmithCompartir
EL 14 de agosto pasado se publicó el Informe Sobre Desarrollo Humano en Chile del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Los creadores escogieron el título de “¿Por qué nos cuesta cambiar?”, para nombrar la duodécima versión de un análisis, que no se publicaba hace casi una década. El documento entrega un enfoque reflexivo de las consecuencias de los desafíos sin precedentes que han enfrentado los chilenos desde 2013 hasta 2023. Todos, episodios que según una de las tantas encuestas de opinión pública que incluye, han provocado el aumento de emociones negativas.
El miedo, la rabia y la preocupación figuran en un alza sostenida, mientras que la esperanza, el entusiasmo, el orgullo y la tranquilidad van a la baja. Una vida cada día más difícil de pagar; una crisis de seguridad que involucra formas de crimen que antes no eran comunes; una Constitución que persiste hace 44 años a pesar de una reforma en 2005 y dos plebiscitos fallidos; fuerzas políticas que no llegan a acuerdos para concretar un proyecto común de cambio económico y social, son elementos que explican la crisis emocional.
Al escuchar las cifras, el escritor y columnista Rafael Gumucio pone en jaque el hecho de que alguna vez la esperanza haya estado en la cúspide de los sentimientos en Chile. “Nunca entendí el exceso de esperanza”, opina.
Para Gumucio, el problema de la crisis emocional que se presenta en el país se daría por la frustraciones que acarrean combatir socialmente contra un problema en específico.
“Hemos creado una especie de realismo mágico donde todo se resume en un problema. Por ejemplo, el problema de la educación, o el problema de la AFP. Se cree que de resolverse ese único problema, todo se resolvería. Eso es completamente falso. Solo puede producir frustración. Y la produjo”, comenta.
La línea de tiempo que muestra la encuesta CEP indica que fue en 2014 que la confianza en las instituciones empezó a bajar. Coincide con la aparición de casos de colusión emblemáticos como el Caso Penta y SQM.
Cristóbal Bellolio, filósofo, politólogo y columnista que acaba de publicar su libro titulado “La era del pesimismo”, indica que ese fue el comienzo de un sentimiento de sospecha. “Hubo un caldo de cultivo donde los que pensábamos que eran virtuosos —políticos y empresarios— no lo eran tanto y que en realidad eran una élite que se llevaba la pelota para la casa, que siempre se la llevaba pelada”, dice.
María Jaraquemada, abogada que fue directora ejecutiva de Chile Transparente, dice que hay un jaque entre el acceso a la información y las emociones negativas. Para explicar su punto menciona a Kevin Casas Zamora, exvicepresidente de Costa Rica y actual secretario general de Idea Internacional, quien sostiene una tesis sobre cómo la transparencia y el acceso a la información puede actuar como un arma de doble filo con las emociones.
“Cuando uno pasa de tener estados muy opacos, donde las cosas se hacían muy hacia adentro a tener un boom de las leyes de transparencia y acceso a la información pública, se genera un shock en la sociedad”, apunta Jaraquemada.
“Eso significa que con la transparencia te van a estar viendo a pesar de que no cambies rápidamente. Por un lado, hay más transparencia buena para la democracia. Pero por otro, la gente está viendo cosas que no le gustan”, agrega.
El miedo frente a una nueva forma de crimen
Todos los especialistas están de acuerdo con que la exposición a formas de crimen más violentas no es un fenómeno que suceda solo en Chile. “Tenemos un efecto isla muy grande y pensamos que las cosas que nos pasan son solo a nosotros”, dice Jaraquemada. “Eso aumenta la frustración”.
Para poner un ejemplo sobre cómo era percibida la violencia y el crimen en las calles hace un año, se podría pensar que en ese entonces predominaba un miedo a los robos y lanzazos. De hecho, Cristóbal Belollio dice que “no hay que olvidar que Piñera también prometió que a ‘los delincuentes se le acababa la fiesta’ y después descubrió que eso era imposible”.
Según Belollio, el aumento del miedo se da producto de la entrada de nuevos formatos de violencia que venían desde el extranjero.
Por su parte, Josefina Araos, subdirectora de investigación del IES, opina que el aumento en preocupación, decepción y miedo sí se asocia directamente con la crisis de migración. Pero a la vez sostiene que el problema, en concreto, viene desde la gestión política “Esta crisis encuentra a la política en un momento en el que no es capaz de reaccionar, porque está en el suelo. Necesitamos una política dispuesta a encarnar aquello que falta, aunque eso signifique asumir costos”, dice.
Uno de los ítems del informe PNUD que revisa la opinión pública sobre las debilidades de la clase política para conducir a los cambios que el país pueda necesitar, muestra que “la falta de voluntad de llegar a acuerdos” es una de las razones, con un 14%. A la vez, el 19% cree que los políticos “ponen por delante las ideologías a las que pertenecen”. Y un 23% “sus intereses personales”.
“Nadie quiere perder el pequeño ganchito con la ciudadanía, aunque sea por un segundo. Todos están preocupados de ganar por el ratito que puedan”, agrega Araos.
Adversarios a toda costa
Existe un concepto que se llama “la política de la adversidad”. Cristóbal Bellolio lo utiliza para dar una hipótesis sobre el origen de las emociones negativas, las que se vinculan directamente con cómo las personas perciben a los políticos.
Bellolio describe la polarización afectiva de los últimos dos procesos constitucionales y la pelea entre la derecha y la izquierda para explicarlo. “No me estoy alejando de mi adversario en términos ideológicos, pero cada día lo detesto más. Y lo detesto más, porque siento que es alguien que no tiene nada que ver conmigo ni con los míos”, dice.
Esa narrativa del enemigo, según Bellolio, también inunda a la ciudadanía con negativismo. “Pasa cualquier cosa en Chile, por ejemplo, asaltan a una señora en la esquina. Y lo que renta para que la tribu tenga las credenciales de que perteneces a ella, y así ver quién se indigna más rápido”.
Se refiere a la ciudadanía escogiendo uno de los polos, derecha o izquierda, en un momento de polarización extrema a nivel nacional e internacional. “Es una carrera de indignaciones impostadas. Entonces todos empiezan a poner en las redes sociales ‘que se acabe Chile’; ‘cierren por fuera'”.
“Esa indignación impostada de ambos lados —izquierda y derecha— es la que genera esta especie de clima de que estamos en guerra. En un clima como ese, ¿cómo diablos vamos a estar optimistas?”, agrega.
¿Más violencia en la vida cotidiana?
La decepción y languidez ante el cambio que nunca llega se ve también en la vida cotidiana de la gente. Que también se vuelve más violenta. El ministro de Justicia, Luis Cordero, mencionó en una entrevista a The Clinic lo negativo que eran las disputas cotidianas entre apoderados en los colegios, y que hoy no se resuelven con conversaciones y acuerdos, sino con amenazas de demandas. A esto lo llama “la judicialización de la sociedad”.
“La escuela, el espacio de la convivencia democrática más tradicional del sistema republicano, se ha ido transformando en un pequeño espacio de controversia jurídica. En un espacio donde el derecho no entraba, porque no tenía que entrar, porque era un espacio donde teníamos que aprender a convivir”, dijo.
Es una vida cotidiana, con más violencia cotidiana. “A pesar de que nosotros mismos estamos llenos de pecados, aún así andamos por el mundo con los bolsillos llenos de piedras, esperando que el adversario se pegue un resbalón para lapidarlo”, dice Bellolio.
Un plano perfecto para las emociones negativas. “Eso genera una carrera armamentista”, agrega el filósofo. “Si tú me hiciste algo a mí, estoy esperando a que te caigas para darte como caja en el suelo. Y cuando yo cometa un mínimo error, tú vas a activar todas tus redes para patrullar mis pecados como si fuesen mortales”.
Rafael Gumucio añade una mirada sobre la “desesperación” que el modelo ha generado entre las emociones diarias. “El sistema capitalista-individualista y de mercado produce esta desesperación negativa, porque busca estándares de éxito que son imposibles e improbables”, dice el escritor. “Las personas viven por debajo de su sueldo, sin poder alcanzar nunca el nivel de vida que se espera de ellos”, añade.
Sobre la misma idea, Gumucio agrega una mirada puntillosa sobre el comportamiento violento de la gente en general. “La gente siente que estar un poco más rabioso, un poco más exigente, un poco más enojado, es más cool, más cuico. Una idea completamente falsa, porque los países desarrollados son más confiados y menos rabiosos”, remata.