El enamoramiento en la era Tinder, Bumble e Instagram: las personas que rápidamente tratan como pareja a su match antes de una primera cita
Algunas personas se lanzan al amor sin frenos, mostrando su afecto de manera intensa desde los primeros días. Aquí las historias de quienes dicen palabras de amor prematuramente. Acciones, que según los especialistas, muchas veces son impulsadas por el miedo a la soledad o el deseo de llenar vacíos emocionales.
Por Valentina HoyosCompartir
Cuando Alberto Sotelo vio las fotos de Felipe en Tinder, supo que el joven calzaba justo con sus gustos: usaba lentes, tenía una barba negra frondosa y corta, y parecía ser bajo. Así, el joven deslizó su foto hacia la derecha y, en pocos minutos, hicieron match.
Una vez que conectaron, hablaron sobre temas triviales durante la mayor parte del día: Alberto le contó que le gustaban las películas de animé y de terror, mientras que a Felipe le apasionaban las historias románticas.
Así, al final del día, el joven le dio su número de WhatsApp. Si bien Alberto realizó ese gesto para que pudieran hablar más cómodamente por allí y no por Tinder, le dio la impresión de que el chico lo vio con otras intenciones. De repente, la manera en que Felipe le hablaba cambió. Por ejemplo, los primeros mensajes que le envió por allí fueron: “¿Cómo estás, bebé hermoso?”, “¿cómo estuvo tu día?”, “¿comiste algo?”.
A Alberto, quien se reconoce como una persona más fría y paciente a la hora de conocer a otro, le extrañó la intensidad del trato. Sin embargo, pensó que quizá el chico tenía un lenguaje distinto al de él.
Así, le dio el beneficio de la duda y siguieron conversando durante unos días más: hablaban de cómo les había ido durante el trabajo, sobre series y música. Pero el joven pronto se dio cuenta de que Felipe le exigía demasiada atención para lo poco que se conocían. Un día, por ejemplo, Alberto estaba carreteando en la noche y no le contestó en un par de horas. El otro, en cambio, se volvió cortante y le respondía con monosílabos.
“Era imporante que yo le respondiera (…) Yo siento que le puedo responder todo el rato a una persona que tiene un grado alto de importancia en mi vida, pero no a una que conozco hace dos semanas. En dos semanas, para mí eres igual a una persona que he visto dos veces en la calle”, dice Alberto.
Alberto decidió seguir conversando con él, pero manteniendo la distancia. Si bien ya estaba empezando a cansarse de las actitudes del joven, no quiso terminar con los chats para no ser pesado. Tiempo después Felipe le dijo que le interesaba mucho, que lo encontraba muy bonito y que esperaba verlo en persona.
Sin embargo, a Alberto no le convencía: sentía que en esos pocos días, que apenas alcanzaban dos semanas, no conocía realmente al otro joven y solo a través de Tinder y chats. Así, cada vez que Felipe lo invitaba a salir, Alberto le decía que no podía ese día o que planearan la cita después.
Eso mismo provocó que, dos días después, Felipe le dijera que perdió el interés. “Espero lo entiendas”, escribió el joven. Como respuesta, Alberto lo aceptó, y le explicó que no quería juntarse porque era tímido y porque realmente no lo conocía tanto.
“Eso no lo justifica. No dijiste ni a dónde, ni a qué hora. No me dijiste ninguno de tus posibles gustos. Era cosa de tiempo que perdiera el interés”, le escribió.
Así, Felipe no le habló nunca más, e incluso decidió bloquearlo.
“A mí me dio la impresión de que él era ese tipo de personas que buscan el cariño o afecto inmediato en las aplicaciones(…) Yo encuentro que lo me dijo fue un show bastante dramático de su parte, porque apenas nos conocimos en dos semanas”, explica Alberto.
Para el académico del Departamento de Psicología de la Universidad de Chile, Juan Yáñez, la necesidad de tener una pareja es normal. Por un lado, desde un sentido biológico, pues todos necesitan una para poder aparearse. Y por otro lado, porque es una noción instalada en la cultura: todos eligen a una persona, dentro de millones, para que las acompañe en la vida. El problema nace cuando existe una compulsión o ansiedad por tener una pareja. “Uno no puede buscar una pareja para llenar un vacío”, indica Yáñez.
Por qué algunas personas viven con la ansiedad por tener una pareja
Después de la Segunda Guerra Mundial, el psicoanalista John Bowlby recibió la misión de la ONU: debía explicar las carencias que vivieron los miles de niños que quedaron huérfanos tras los enfrentamientos militares y las eventuales consecuencias en sus vidas. El especialista entregó un folleto en 1951 en el que planteó por primera vez la teoría del apego.
Para Bowlby y quienes continuaron estudiando su hipótesis, el apego –el vínculo afectivo que hay entre dos sujetos –, que cada uno tenga con sus padres o con su principal cuidador, determinaría cómo las personas se vincularán de manera amorosa en el futuro.
Así, explicó que hay dos apegos posibles: el seguro y el inseguro. En el caso del primero, este ocurre cuando la persona es bebé y percibe que sus necesidades están satisfechas por sus padres. Por ejemplo, que cada vez que llore, sus padres vengan a calmarlo.
Sin embargo, el segundo sucede cuando al niño no se le satisfacen sus necesidades. Usando el ejemplo anterior, este tipo de apego ocurriría cuando los padres no vienen a calmar a la guagua al momento de llorar. Así, si las personas crecen con este tipo de apego, aprenderán que la persona que aman no siempre estará disponible, lo que finalmente crea inseguridad.
Según la psicóloga y terapeuta de parejas del Espacio Convivir, Fabiola Valenzuela Andrighi, las personas reflejan este estilo de apego en sus relaciones amorosas. Si una persona tuvo un padre que no siempre estuvo disponible, creerá que sus vínculos románticos también serán así. Esto, precisamente, es lo que les sucede a las personas que viven con ansiedad por tener una pareja.
“Muchas veces la gente con este tipo de apego, caminan por la vida asegurándose de que el otro los quiera. De que el otro los cuide, que el otro esté (…) Se van a vincular desde la inseguridad, desde esa necesidad de buscar esa satisfacción inmediata. La gente que tiene estos apegos más inseguros, tienen una necesidad de ser reconocidos constantemente. Finalmente, porque ellos no confían en sí mismos”, explica Valenzuela Andrighi.
Desde que Rocío Peña (24) descargó Tinder en 2019, ha visto pasar una marcha de hombres frente a ella que, por distintas razones, nunca la lograron convencer. Entre ellos está un joven que conoció a mediados del año pasado, con quien hizo match porque en su descripción contaba que era fan del videojuego Valorant. Si bien no le atrajo físicamente y la conversación duró por unas horas, terminaron siguiéndose por Instagram para ver si podían jugar juntos cuando estuvieran libres.
A pesar de que se concretó un par de veces y Rocío no demostró interés más allá de una amistad, el joven le respondía las historias que subía todos los días. En la mayoría de ellas, él le escribía: “qué linda eres”, “ay, qué eres hermosa”.
Todas las veces que él le pedía salir, Rocío lo rechazaba: le decía que estaba ocupada con la universidad, que debía hacer la tesis. Pero cuando cayó el final del semestre, se quedó sin excusas. Así, la última vez que él la invitó a una cita, ella le dijo que no tenía dinero. Pero el joven le insistió, pues le propuso que él iba a pagar. Rocío, para no ser pesada, finalmente accedió.
Un par de días después, se juntaron en un restobar en el centro de Concepción. El joven la dirigió a una mesa pequeña en un rincón, y le pidió que se sentara junto a él. Ella, temiendo que podía ser incómodo, le dijo que estaría frente a él para poder conversar. La cita, finalmente resultó un fracaso. El joven que la había tratado como una novia previo a la primera cita, tomó una actitud arrogante que a Rocío le desagradó.
Según la psicóloga Valenzuela Andrighi, las personas que sienten ansiedad por tener una pareja lidian con pobres ideas de sí mismos, en las que dudan de su valor. “Tienen un bajo nivel de autoconocimiento y de autoestima. El autoconcepto (que tiene que ver con las ideas que yo creo de mí mismo) es más negativo. O tienen la sensación de que yo no soy suficiente, nunca nadie me va a querer como soy, o no soy lo suficientemente atractivos”, ejemplifica la terapeuta.
Para el académico y psicólogo Juan Yáñez, además, las personas que viven con la ansiedad por tener una pareja suelen ser egocéntricas. Están tan ensimismadas en la satisfacción de estar con alguien, que se olvidan del otro. “Ellos no pueden salir de su propia necesidad, de su propia carencia. Están pensando siempre en sí mismos. Y no por egoísmo, sino porque no pueden hacerlo de otra manera. Por eso es que requieren revisar un poco su estilo personal de apego, para tratarlo con algún especialista que corresponda”, indica el académico.
Aguantar todo con tal de no estar solo: cuando una relación con declaraciones de amor prematura se consolida
Silvia Guajardo (33) recuerda que, durante su infancia, sus padres siempre le exigieron ser la mejor en todo: en el colegio, en la universidad y en el trabajo. Así, siempre llegaba a todas sus metas con máxima distinción, pero nunca recibía el cariño o la apreciación de quienes se lo exigían.
Por ejemplo, recuerda el día en el que ella y su vecina llegaron a sus respectivas casas con un logro: Silvia se había sacado un siete en el colegio, y la otra había ganado un medalla. Cuando los padres de esta última la vieron, su vecina fue recibida con besos y abrazos. Mientras tanto, cuando ella mostró su calificación, sus papás no le dijeron nada.
La sensación de sentirse poco valorada por quienes amaba, dice, la acompañó desde pequeña y trató de encontrar ese cariño en potenciales parejas. “Siempre como que traté de llenar ese hueco que sentí que me dejaron”, explica Silvia.
Por lo mismo, dice la joven, ha tenido un historial de cerca de diez relaciones: todas fallidas. Algunas fracasaron porque ella se ilusionó y el otro quería algo casual, mientras que en otras le fueron infiel. Aún así, Silvia todavía siente esa ansiedad por tener una pareja, una que le prometa un amor estable y sano.
Con esa idea en la cabeza encontró a Andrés, su actual relación amorosa, en Facebook Parejas. Su historia de amor fue rápida: una de las primeras conversaciones se trató sobre que cada uno quería casarse, una casa, tener hijos y viajar por el mundo. A las dos semanas, ella lo empezó a tratar de “corazón”, “bebé” y “cariño”. A las tres semanas, ella fue desde Santa Cruz a Santiago en bus para tener una cita, en la que se dieron su primer beso. Y al mes del match ella se mudó con él y su familia.
La convivencia duró poco, para agosto de este año, Silvia tuvo que mudarse devuelta a su ciudad natal porque la echaron de su trabajo en Santiago. Eso, además de convivir con los parientes de Andrés -a quienes había visto pocas veces-.
La falta de la privacidad entre los dos, según ella, provocó que la relación se fuera desgastando. Así, antes de irse a Santa Cruz, su pareja le pidió un poco de espacio y ella se lo concedió. Silvia hoy lidia con dolores de estómago y náuseas, pensando si la distancia quebrará su relación. A medida que pasan los días, no deja de pensar que nuevamente está sola: uno de sus mayores miedos.
De acuerdo con el académico Juan Yáñez, las personas que viven con ansiedad por tener una pareja usualmente suelen ser dependientes emocionalmente.
Según Yáñez, la manera de tratar esta ansiedad es a través de terapia. En su caso, la guía que usaría para lidiar con este problema es fortaleciendo la posición personal del paciente frente a su mundo. Empoderándolo en su trabajo, con sus pasatiempos, con sus otras relaciones. “Hay que empezar a conectarlo con su propio goce, con su propio placer, con su propio deseo de vivir”, indica Yáñez.
La psicóloga Fabiola Valenzuela sugiere lo mismo en tiempos de apps de citas como Tinder. “Es saber quién soy, qué es lo que me gusta, qué es lo que disfruto, a poner mis límites, a que no me de miedo decir lo que pienso, decir lo que siento”, ejemplifica la terapeuta.
Mientras tanto, Silvia está pensando en retomar ir al psicólogo, que dejó cuando se fue a vivir con su pareja en Santiago. Pero ahora que volvió a Santa Cruz y se está enfrentando a la soledad, quiere trabajar en ello para dejar de sentir ansiedad. “No quiero andar todo el día sobrepensando, con ese dolor de guata, no poder estar haciendo las cosas tranquila. Quiero hacer las cosas por mí y ganas de hacer las cosas. No solamente porque quiero conseguir volver a Santiago y estar con mi pareja, sino que también porque quiero hacer las cosas por mi bienestar”, concluye.