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Sandro Baeza / The Clinic

Tendencias

28 de Noviembre de 2024

Por qué tras una ruptura amorosa se puede subir o bajar abruptamente de peso: psicóloga explica la relación entre el apetito y la tristeza

Mientras a algunas personas se les hace un nudo en la garganta y se les "aprieta" el estómago, impidiéndoles comer, otras ven en la comida un refugio que otorga consuelo. Todo esto depende del individuo y cómo actúa su sistema nervioso.

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Las emociones y el cuerpo están conectados e interrelacionados. Por eso, al sentir una emoción intensa, esto no solo influye en el estado de ánimo, sino que también en cómo se va a comportar el sistema biológico. Una de estas aristas es el apetito.

“Algunos factores que pueden incidir en el apetito, pueden ser efectos hormonales, una conexión emocional con la comida, una respuesta del sistema nervioso y también puede haber una respuesta en el sistema de recompensa que tiene el cerebro”, explica la académica de la Escuela de Psicología de la Universidad de los Andes, Isidora López.

Una de la gatillantes para comer en demasía o, al contrario, en escasez, puede ser, por ejemplo, el quiebre de una relación amorosa, pues “hay una respuesta de estrés muy importante, ya sea por la pérdida o por la tristeza que nos da el término de un proyecto, etcétera”.

“Se liberan muchas hormonas que son conocidas normalmente por las hormonas del estrés, que es, por ejemplo, la noradrenalina, el cortisol, y también se reducen los niveles como de serotonina y dopamina, las hormonas conocidas como las sensaciones más placenteras”, agrega López.

La recompensa de comer para algunas personas

Pero no todas las personas son iguales. Mientras algunas personas pueden sentir más ganas de comer, a otras se les “apreta la guata” y no pueden ni tragar. “En general, el apetito, o sea la comida, nos genera una sensación de bienestar y de placer que es momentánea, que dura poquito, pero efectivamente cuando yo como me puedo sentir mejor. Se puede aliviar esa sensación de malestar temporalmente”, dice. De ahí ese esa imagen que tenemos de comer helado cuantiosamente cuando se tiene pena.

Al contrario, “como hay una respuesta obviamente del sistema nervioso, esto afecta la digestión, porque como que el cuerpo está en alerta, porque hay una emoción intensa, entonces, eso causa muchas sensaciones físicas, como por ejemplo lo que conocemos como el nudo en la garganta, o que no me cabe la comida”.

La psicóloga menciona que la saciedad o el hambre son reales, y no son solo aspectos mentales en estos casos. Para que se pasen o se regule nuevamente el apetito, sostiene que todo tiene que ver en cómo la persona gestiona sus emociones. Las cosas se complican si el individuo establece una conexión emocional con la comida y puede ver los alimentos como un consuelo. O, al revés, una apatía. Esto último puede suceder si la persona desea cumplir ciertos estándares de belleza y cree que no comiendo va a estar más delgado o delgada.

“Si la persona baja de peso puede sentirse más cómoda con ese peso, ya que tiene feedback positivo del resto. Hay hartas variables sociales, emocionales, que pueden hacer que la persona efectivamente pueda volver a regular su peso o haya cambios un poco más significativos”, concluye la académica.

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