Opinión
16 de Febrero de 2025

Perfil de Fernando Chomali: Chomali o el milagro de Lázaro

Resucitar a la Iglesia chilena es la difícil meta del nuevo arzobispo de Santiago y noveno cardenal de la curia criolla. Esta semana descargó artillería contra una canción del Festival de Viña que consideró blasfema. ¿La batalla de Chomali pasa por esos temas? La idiosincrasia de un ingeniero con mucha muñeca política.
Compartir
Fernando Natalio Chomali Garib (68 años) pinta, escribió una obra de teatro, anda en moto, es institutano, ingeniero civil con mención en construcción de la Universidad Católica, tiene una maestría en bioética, habla perfecto inglés y francés y es arzobispo de Santiago y el noveno cardenal chileno en la historia.
Chomali intenta ser el megáfono para una iglesia muda por culpa de sus demonios: los abusos, la pedofilia, los silencios cómplices, el desdén por las víctimas, la poca compasión, derechamente la maldad.
Por ello, su relevancia y credibilidad están por los suelos en un Chile en el que, otrora, influía en las altas esferas del poder y también puertas adentro de los millones de hogares de los católicos.
Retrotrayendo esos tiempos, el cardenal se embarcó esta semana, a la usanza de sus antiguos pares, en una polémica terrenal: el Festival de Viña del Mar.
“Infernodaga” se llama la canción que representará a Chile en el certamen. El autor, Dani Ride -o Dama pop- relata el proceso que atraviesan las personas LGBTQ+ al revelar su orientación sexual. El video incluye imágenes que una parte del mundo católico consideró como sacrilegio.
El lunes 10 de febrero, en su cuenta de X, el arzobispo Chomali se hizo eco de la molestia: “Una blasfemia representará a Chile en el Festival de Viña 2025. En nombre de la libertad de expresión y el arte se le pega una gran bofetada a millones de cristianos. Sólo queda poner la otra mejilla y perdonar porque no saben lo que hacen. Y todo por un minuto de fama! Triste!”.
En el mundo católico hay dos opiniones respecto del acto de Chomali: están los que valoran que la Iglesia vuelva a tener voz pública para defender sus valores y otros que consideran que se metió en un lío intrascendente –“le dio amplia visibilidad a una cantante y a una canción que nadie conocía“- y con olor a naftalina.

Inteligente y culto
Entró al seminario cuando tenía 26 años. El cardenal Carlos Oviedo lo ordenó sacerdote el 6 de abril en 1991. En octubre de 2023 fue designado como jefe de la iglesia de Santiago. Entre 2011 y ese año fue arzobispo de Concepción.
Una persona que conoce a la perfección la interna de la iglesia chilena me cuenta que en esa ciudad se le oyó decir que su meta era “ser arzobispo de Santiago y cardenal”. Lo logró.
“Es muy inteligente, muy culto. Por lejos el más preparado de la curia nacional”, me dice un cercano a la iglesia. “Es frío, muy polite, cauteloso, se sabe mover por los pasillos del poder con mucha naturalidad”, agrega. “Sabe perfectamente qué quiere y para dónde va”, me señalan.
“Le sirvió mucho ser diocesano. No pertenece a una congregación, como sus antecesores. Eso lo hace más libre y transversal”, me dice una periodista que ha cubierto temas eclesiales.
Goza de buena reputación intelectual en los círculos de la élite católica, quienes alaban que alguien “con credenciales y carácter” intente recuperar la relevancia extraviada. “Él cree que puede lograrlo. Es bien autosuficiente y confía harto en sus capacidades. No llega a marcar el paso: quiere modificar el rumbo”, opina un creyente que lo conoce.
Tarea titánica. La Encuesta Bicentenario UC del 2006 consignó que el 70% de los chilenos se consideraba católico. Ese número se redujo en 2024 al 42%. Y entre los jóvenes -18 a 24 años- la caída es peor: apenas el 20% se autodefine como católico. En los sectores altos -otrora territorio de la Iglesia- apenas el 35% dice profesar el catolicismo. La Iglesia sobrevive por la adhesión de los sectores bajos: ahí el 47% se considera católico.
La buena noticia para la iglesia es que el 71% de los encuestados dice creer en Dios. La mala es que no creen en la iglesia de Chomali.

Déjà vu Iron Maiden
Seis meses después de que ordenó sacerdote a Chomali, el cardenal Oviedo remeció la agenda nacional con una carta pastoral que tituló “Moral, juventud y sociedad permisiva”.
Escribía Oviedo sobre “un clima de creciente inmoralidad, en el que destaca: el erotismo malsano, la deshonestidad en la administración de los negocios, la práctica de la usura, el comercio de droga, el consumismo exagerado y ostentoso, la creciente desigualdad económica y social, el aumento de la delincuencia y el uso de la violencia”.
El texto provocó una larga polémica. La “crisis moral” fue tema en la prensa, en La Moneda y en el parlamento. Corrían los albores de la democracia y muchos advertían espantados sobre un posible “destape chileno”, aludiendo a los agitados años posfranquismo en España.
¿Podría Chomali agitar así las aguas hoy?
“No. Sí puede poner temas en la agenda porque tiene peso por sí solo. Y sabe de comunicaciones. Pero, una cosa es cuánto pesa él dentro de la jerarquía y otra cuánto pesa en la opinión pública”, dice un católico observante.
En los 90, la iglesia lograba lo impensable para hoy: por ejemplo, impedir que bandas de rock actuaran. En 1992, Iron Maiden ni siquiera logró aterrizar en Santiago.
La historia de este episodio es inverosímil.
Belisario Velasco, en ese entonces subsecretario de Interior del gobierno de Aylwin, recibió un llamado del sacerdote -aún no era cardenal- Jorge Medina.
Le pedía -o lo conminaba- a impedir desde La Moneda que la banda aterrizara en Chile.
“Me dijo que las letras de las canciones hablaban en contra de los valores cristianos, de la Virgen, de Jesús, que eso era inaceptable. Que no deberían exhibirse en Chile”, detalló Velasco en una entrevista años después del impasse.
“Le dije que el Gobierno de Chile no era confesional”, relató. “Entonces Medina me empezó a recitar las letras en inglés y luego me las traducía. Me preguntó si es que conocía a Iron Maiden. Yo le dije que no me sabía las letras de las canciones, que si alguna vez los escuché en la radio no alcanzaba a traducir lo que decían, porque cantaban muy agudo y rápido”.
Por esos días, se instaló la idea de que el Gobierno había capitulado. Según Velasco, no fue así: “El cura tomó contacto con las personas que arrendaban el local, con el municipio, e influyó también con los dueños del local, por lo que supe después. Yo no podía meterme a decirles a los dueños del local que se lo arrienden a Iron Maiden. No estaba dentro de mis facultades eso”.
Así fue también con spots de prevención del Sida y películas como La última tentación de Cristo de Martín Scorsese, que fue prohibida, con el gentil auspicio de la curia, entre 1988 y 1999.
“Hoy ni a Chomali ni a ninguna autoridad de la iglesia se le ocurriría presionar a Carlos Heller para que Mega elimine la canción aludida de la competencia del Festival. Creo… y espero”, opina alguien que trabajó en la curia.
Díganme Fernando
Cuando se acordó legislar sobre el aborto en 2015, Chomali sentenció: “La violencia del Estado entró al mismo útero de la mujer”.
En otra ocasión le preguntaron por las relaciones homosexuales. “Yo no juzgo que se amen y quieran vivir juntos. Si me preguntan, les aconsejaría que vivieran como hermanos. Vivir como hermanos es que se abstengan de vínculos sexuales. Una persona que tenga una tendencia homosexual no tiene necesariamente por qué tener actos sexuales. Como tampoco un soltero”.
En todo caso, es una persona dialogante, me dicen. No como Ezatti. Por ejemplo, me cuentan que pese a que la presidenta Bachelet legisló sobre el aborto en tres causales, él siempre tuvo una relación “de respeto e incluso de afecto”.
Tiene, me comentan, mucho manejo político. En Concepción fue el gestor de un documental -‘Miércoles 15.30, memorias de una ausencia– con las mujeres de los detenidos desaparecidos. Trabajó con personas con Síndrome de Down -gestó una cafetería- y también con los presos.
Ese es su cable a tierra. Dirigir con las manos en la masa y no desde el boato, dicen.
Un periodista español le preguntó:
-¿Ahora usted es excelentísimo, es reverendísimo? ¿Cómo debemos dirigirnos a usted?
-No, a mí me queda muy bien Fernando. El Papa nos dijo algo muy interesante: que seamos menos eminencia y más servidores-, respondió.

El cura X
Una católica con muchas redes dentro de la iglesia dice que entrar hoy en estas polémicas “valóricas” no tiene sentido porque la iglesia tiene “un gran tejado de vidrio” en lo que respecta a la moral.
“No tenemos cara para dictar cátedra sobre las conductas sexuales de las personas. Con toda razón no nos creen”, argumenta.
La batalla, asegura, pasa por marcar posiciones en los temas relevantes para los chilenos: pensiones, migración, seguridad. “Ahí Chomali debería desplegarse”, dice. “Me extraña, por ejemplo, que no presida la Conferencia Episcopal (es René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena) y desde ahí se manifieste con claridad y fuerza la opinión de la Iglesia sobre la contingencia. La CECH tiene nada o muy poca relevancia hoy. No es como antes; los obispos eran líderes de opinión, figuraban en los medios, eran voces autorizadas en sus regiones”, agrega.
Si bien Chomali sabe de comunicación, esta persona me dice que él confía mucho –“demasiado”- en sus capacidades para estar presente en los medios.
Es un consumado tuitero. El mismo contó cómo supo de su nombramiento como cardenal: “Me llamó un periodista español muy temprano. De hecho, dije: ‘Qué raro una llamada un domingo a las 7.32’. Me dijo: ‘Enhorabuena, ha aparecido tu nombre’ y entonces mandé inmediatamente un tweet diciendo que el Papa me había nombrado candidato y que yo esperaba poder servir a la Iglesia, poder servir a la sociedad y también poder ayudar lo que más pueda a los pobres”.
“Recién, hace poco, llamaron a concurso para ser director de comunicaciones. Ese departamento, que es clave para una iglesia en crisis, fue desmantelado por el cardenal Ezzati. Chomali ha sido muy lento en reorganizarlo”, dice una periodista ligada a la Iglesia.
Cónclave
Es altamente probable que a Chomali participe en la elección del próximo Papa. Bergoglio está mal de salud. El sueño de cualquier sacerdote encumbrado es ser parte de ese ritual.
“Te lo doy firmado: Chomali llegará a Roma. No sé en qué cargo, pero llegará”, me apuesta una católica muy cercana a la curia.