Secciones

The Clinic
Buscar
Entender es todo
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

2 de Marzo de 2025

El festival de cosas que no importan, pero que necesitamos saber

Año tras año de críticas negativas y pocos shows realmente buenos, en una TV abierta que cada vez es menos vista. Tenemos acceso a innumerables espectáculos de calidad durante el año pero, invariablemente, cada febrero el país gira en torno al Festival de Viña. Esta versión que terminó cierra con un alto rating, miles de comentarios en redes sociales y una agenda copada por el evento. ¿Qué tiene el Festival que lo seguimos viendo, pase lo que pase y esté quien esté? El columnista Rodrigo Munizaga teoriza sobre ello.

Compartir

¿Por qué George Harris se peleó con el público de la Quinta Vergara? Antes que eso, ¿quién es George Harris? ¿Cómo fueron esos 28 minutos de Myriam Hernández esperando la Gaviota de Platino, mientras la alcaldesa Ripamonti simulaba un sketch de La oficina? ¿Qué dijo Incubus y Brandon Boyd cuando le entregaron los premios y por qué llevaba una polera de Snoopy? ¿Cómo lo hizo Karen Doggenweiler en su primera vez en el Festival? ¿Por qué Paola Volpato parecía “ida” al coanimar? ¿Quién de la organización le dijo a Pam Pam que su rutina era buena? ¿Por qué Kid Vodoo hizo un cover de “Ángel para un final”? ¿Por qué ya no se pueden ver gratis en YouTube los shows de Viña?

¿Nos importa todo eso? No. Absolutamente no. Pero necesitamos saber.

La más reciente edición del Festival de Viña del Mar, que ha conseguido un altísimo rating en una era en que la TV abierta tiene escasa sintonía, vine a recordarnos que no hay otro evento televisivo que logre tanto interés. Ni siquiera los partidos de la selección chilena de fútbol, ni siquiera la Teletón, consiguen ese grado de atractivo que despierta lo que pasa durante seis noches, en una semana al año donde el país completo se relaja y se sumerge en la frivolidad de preocuparnos sobre lo que, en cualquier otro evento o circunstancia, nos daría lo mismo saber.

A excepción de los sólidos shows de Myriam Hernández e Incubus, esta versión del Festival será olvidable en calidad artística. Y no es una sorpresa: cuando se anunció quiénes estarían, quedó claro que el primer festival de Mega -en su segunda era- tenía a un puñado de nombres débiles o repetidos junto a un par que sí valían la pena. ¿Nos importó? A juzgar por la enorme cobertura de los medios, por los millones de comentarios en redes sociales y por el alto rating, superior a años pasados, no. No nos importó. Lo vimos igual, nos enteramos igual, nuestros amigos, familiares o compañeros de trabajo nos hablaron igual sobre él. Aunque fuera para criticarlo. Especialmente para criticarlo.

En estricto rigor, el Festival de Viña nunca ha sido un portento de parrilla artística año tras año. Hay excepciones siempre, un par cada año. Podemos recordar perfectamente que estuvo Sting con una orquesta filarmónica y se escuchaba asombroso. Que descubrimos a Faith no More y nos encariñamos ahí con Mike Patton. Que aún no podemos creer que hayan estado Franz Ferdinand o Morrissey. Que es increíble que haya estado Elton John, seguramente el artista más grande que haya pisado la Quinta Vergara. Que el show de 31 minutos aún es imborrable y emocionante. Que las rutinas de Natalia Valdebenito, Fabrizio Copano y Stefan Kramer las vimos en vivo en el festival y a estas alturas las sabemos de memoria. Pero son la excepción de un montón de humoristas con malas rutinas, de shows mediocres de artistas, de una camionada de cosas que dan verguenza ajena. Especialmente eso último.

Si el Festival de Viña sigue siendo imbatible no es por su parrilla de artistas, realmente. Si dependiera de eso, habría naufragado hace rato. Solo este año, si se le compara con los que estarán en un par de semanas más en Lollapalooza (Alanis Morissette, Tool, Justin Timberlake, Mon Laferte, Los Tres), quedaría penosamente superado. Lo que lo hace imbatible es que es único, no hay otro espectáculo que colectivamente conecte tanto. No importa quién se presente, ni quien lo conduzca ni si sabemos el nombre del comediante de la noche. Tampoco importa el canal que lo transmite, ni quién está en el jurado ni menos quién gana las competencias. Lo vamos a ver igual porque necesitamos saber y entrar en la conversación al día siguiente. Como una experencia colectiva que heredamos de nuestros padres, cuando lo veíamos con ellos en un Chile distinto al de hoy.

Cuando uno revisa los ratings de este año, un dato comprueba lo anterior. Incubus es una banda sólida en vivo, que tiene una fanaticada acá y que hizo una presentación elogiada. Pero fue la única noche del Festival 2025 que no agotó sus entradas, prueba de que es una banda de culto, no masiva. ¿El rating? 22,5 puntos promedio. Altísimo. El doble de lo que marca la teleserie “Los Casablanca“, lo más visto de la TV abierta en los últimos meses.

¿Cuántos sabían quiénes era Incubus y habrán escuchado al menos un par de discos suyos? Posiblemente una minoría de quienes sintonizaron la tele esa noche. La mayoría lo vio no porque fuera Incubus, sino porque es el Festival de Viña. Si Incubus se presentara en un programa de TV chilena durante el año, no marcaría ni 5 puntos. Y si alguien transmitiera el concierto completo que dará en los próximos días, aún menos. No estamos hablando de calidad -que quede claro-, sino de esa enorme cantidad de gente que los vio -y que quizás ahora empezarán a escucharlos- exclusivamente porque eran parte del Festival.

Podremos ni asomarnos a la televisión abierta durante el año y preferir las plataformas de streaming, Netflix o Max. Podremos no ir a muchos espectáculos de humor o a conciertos. Podremos apenas haber visto a Karen Doggenweiler en el matinal durante 2024. Podremos no haber ni sabido hace algunos meses quién era George Harris. Pero durante toda esta semana opinamos que no fue xenofobia lo de él, solo que era pésimo. Que Karen Doggenweiler lo hizo muy, muy bien en su debut como animadora en el festival. Que la canción chilena no era un ataque a la Iglesia, como dijo Chomalí. Revisamos una y otra vez los momentos de Paola Volpato como coanimadora, teorizando qué le pasó. Quisimos saber por qué Rodrigo Sepúlveda no coanimó la noche del jueves. Debatimos si las voces de Marc Anthony y Carlos Vives están desgastadas o no tanto.

¿Nos importa? No. Pero necesitamos saber, para luego comentar.

Comentarios

Notas relacionadas