Opinión
7 de Marzo de 2025

Mickey 17, el estreno de la nueva película de Bong Joon-Ho: No es país para sátiras

Bong Joon-Ho ganó el Oscar por "Parásitos" y seis años después llega a las salas chilenas con esta cinta protagonizada por Robert Pattinson. El columnista de cine de The Clinic, Cristián Briones, señala que el protagonista está "extraordinario", pero que el negrísimo humor y la sátira del filme es una mirada que no funciona del todo. "Queda en el aire la pregunta de si la sátira política tiene todavía un espacio en este momento del cine hollywoodense y de su expositores externos tienen una perspectiva para poder exprimirla", señala.
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Mucho podremos decir del último año de cine hollywoodense, pero algo nos dejó claro el domingo del Oscar pasado: estamos en un instante de valoración sobre las obras y los autores que tienen algo que decir. Y más todavía si existe el talento para narrarlo. Con su estatuilla, Anora coincide con otra de las cuatro ganadoras de la Palma De Oro en Cannes y Oscar a Mejor Película, no sólo en conseguir ambos prestigios sino también en la tesis tratada: una perspectiva emocional y desde el punto de vista de la clase trabajadora a las ilusiones con las que se enfrenta al conflicto de clases. Parásitos es la obra maestra de Bong Joon-Ho, que al igual que Sean Baker, es un autor a quien ciertas materias parecen perseguirlo, o al menos lo suficiente para que su nueva película también corteje las mismas.
Mickey 17 es el tercer esfuerzo hollywoodense de Joon-Ho, y las similitudes tanto temáticas como estéticas con las anteriores son bastantes evidentes: todas tienen la avaricia corporativa como pie de inicio, la destrucción ecológica como fondo y la explotación de los recursos como punto de conflicto.
Mickey 17 es la historia de Mickey Barnes, un simplemente extraordinario Robert Pattinson, quien busca huir de la Tierra firmando un contrato en el cual le entrega su cuerpo y alma a una expedición especial liderada por un excéntrico político caído en desgracia (Mark Ruffalo en plan Trump) y su esposa, la siempre magnífica Toni Collette. Su cuerpo y su memoria son almacenados en una máquina que le permitirá ser reimpreso cada vez que muera. Gracias a esto se vuelve un recurso desechable a disposición de científicos y exploradores en esta misión a colonizar un planeta lejano. Nuestro protagonista es el número 17 de estas reimpresiones.
Basada en la novela de Edward Ashton, la aproximación del cineasta coreano es bastante desconcertante. No en sus temáticas, que son muy apreciables, si no en su tono. El director y primera vez guionista en solitario, decide tomarse con un negrísimo humor todo el asunto. Y es cuando el ritmo de la película funciona mejor, hay que decirlo. El problema es que muchas veces esas cuotas de humor son demasiado parecidas a algo de lo que ya no estamos tan dispuestos a reírnos.
No es que le neguemos a Joon-Ho el derecho a usar las formas retóricas que se le antojen, el sci-fi existe tiene sus mayores fortalezas en eso sin ir más lejos. Es que la sátira en estos días ya no es elegante para nadie. Menos todavía cuando es así de explícita. Ruffalo imitando al actual presidente de los EE.UU. pudo ser un detalle alentador, ¿pero gorras rojas con consignas? No es que esté mal repasar lo que el culto a la personalidad nos está haciendo perder como sociedad, es que la misma tecla no va a dar otra nota por más que se le machaque. Ese es el postulado que no le funciona a la película.
Lo cierto es que vivimos en una era tan absurda, que estos hechos ya son sólo parte del paisaje. La sátira no cuaja porque no es más que una descripción de nuestras pantallas de fondo. Una con la cual al menos la mitad de la sociedad está completamente de acuerdo. Entonces la pregunta más amplia, el qué nos define como sociedad, se encuentra cada vez más extraviada. Pero el qué nos define como seres humanos, aunque parezca menor en comparación, es una materia incluso más enjundiosa. Y la lectura más interesante de Mickey 17.

¿Quién es Mickey Barnes? No es una persona especialmente brillante, para empezar. Está en la situación que está porque creyó ciegamente en un amigo que se aprovecha de él cada vez que puede: Timo (Steven Yeun), y por firmar un contrato a ciegas. Y sin embargo, el encanto en su simpleza le permite conocer y formar un vínculo con Nasha (Naomi Ackie, a quien definitivamente hay que prestar atención futura) e incluso en su cualidad de “desechable”, lograr sacar adelante una vida. Hasta que por error, aparece un Mickey 18 y la trama se complica. Porque 18 es un aspecto de Mickey también. Y verse enfrentado a una parte de sí mismo, obliga a 17 a cuestionarse qué y quién es. Es acá en donde la perspectiva humana en la explotación laboral toma otro tinte, y que es lejos la mejor conversación posterior:
¿Qué nos define como humanos? ¿Nuestro lugar en la sociedad? Mickey no es un guerrero o un revolucionario. Es un hombre común y corriente intentando sobrevivir (una y otra vez) a un sistema completo, en el que es en el mejor de los casos, útil; y en el peor, dispensable. No está ahí para cambiar el rumbo de la humanidad en un lejano planeta, o derrocar a un tirano. Quiere comer mejor y estar más tiempo con su mujer. Y no morir. Al menos no 17. 18 tiene otras ideas y otras motivaciones. La confrontación de esos dos personajes es bastante exquisita, por lo demás. No importa lo que lean o escuchen de los fallos de esta película, la sola interpretación y el rango demostrado por Pattinson la hace valiosa. Porque ese es un conflicto individual intrigante: ¿Cuál es la parte de nosotros que decidimos convertir en nuestra personalidad? ¿Cuándo y por qué dejamos que esa parte aflore por encima del resto? ¿Cuánto nos define en la sociedad esa decisión que tomamos sobre nosotros mismos y viceversa?
Qué somos y cuál es nuestro lugar en el mundo, son interrogantes que terminan siendo lugares más interesantes en una narración por lo demás bastante errática. Que todo deba ser explicado y a la vez no profundizado agota rápidamente, pero tanto las actuaciones como el humor negro que tiene Mickey 17 consiguen que sea una película disfrutable.
Queda en el aire la pregunta de si la sátira política tiene todavía un espacio en este momento del cine hollywoodense y de si expositores externos tienen una perspectiva para poder poder exprimirla. Por ahora, Bong Joon-Ho y todo el reparto parecen haberla pasado muy bien haciendo esta película, es de esperar que las audiencias puedan aferrarse a esa parte y llevarse una buena experiencia. O queda esperar a que el director vuelva a hacer dramas y salir de la ciencia ficción. Cualquiera de las dos cosas vale.