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Cultura

17 de Noviembre de 2014

El bizarro concierto de Jorge González en Nueva York

El jueves 6 de noviembre, Jorge González estrenó en Nueva York su disco Naked Tunes, compuesto íntegramente en inglés. En realidad, quien se presentó no fue González sino Leonino, el alter ego anglófono, íntimo y casi místico del exlíder de Los Prisioneros. Aquí la crónica de un concierto que resultó inolvidable para algunos y desconcertante para otros.

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jorge
Leonino presentaba Naked Tunes, su primer disco. Alrededor de 100 personas, en su mayoría latinos curiosos por conocer la nueva identidad de González, se juntaron en el teatro del Museo del Barrio, emplazado en el East Harlem de Manhattan. La previa, citada con una hora de antelación al concierto, sirvió para lo que sirven en general estos eventos en el extranjero: estrechar vínculos, construir redes, rememorar el país. Pura buena onda. Iván Navarro, el men de Hueso Records que edita el disco en EEUU, conversaba animadamente con Pancho Molina (exbaterista de Los Tres), haciendo de anfitrión en un ambiente que pintaba para la intimidad, lejos de cualquier indicio de carrete rockero. Las expectativas eran altas, porque Jorge González estaba a minutos de aparecer, e inciertas, porque en realidad, quien se presentaría en ese pequeño escenario sería Leonino (fusión de los nombres de sus hijos Leonardo y Antonino).

>Fue entre los años 1995 y 1997, luego del primer quiebre con Los Prisioneros, cuando González se alejó de Chile y se instaló en Manhattan para entregarse a una intensa exploración musical. Entró a estudiar Sonido en el Institute of Audio Research y se acercó de modo más radical a la música electrónica y la naciente movida house, “antes que esa música fuera tomada por las modelos y los tontos musculosos”. Diecisiete años después, reinventado en Leonino, saca su primer disco en inglés, con canciones que reflejan un deseo de búsqueda íntima, casi mística, concebido a base a la huella que la música popular estadounidense dejó en el artista. Pero tratándose de Jorge González, más vale conocer el centro para disfrutar de la superficie.

Con el anfiteatro medio lleno y unos minutos de retraso, se abre el telón. Leonino entra, se disculpa por el retraso y comienza. Acompañado por su guitarra, su Mac y por el pianista Sergio Valenzuela, la apertura del concierto entrega pistas del camino por el que Jorge/Leonino atraviesa. Es un cover de “The power of Love” –del grupo Frankie goes to Hollywood–, que reza en su estribillo: Let the love be your goal. Deja que el amor sea tu meta.

En su primer diálogo con el público, a propósito de la canción que seguiría –“My time is gonna come”–, Leonino confirmó lo que ya se intuía. Habló de espiritualidad como respuesta a la locura y a la angustia, y de la conexión que a través de las oraciones y de la meditación ha logrado establecer con sus ancestros. “Yo rezo”, confesó. Y contó cómo se ha estado adscribiendo a estas costumbres que extrajo de enseñanzas japonesas, convirtiendo su hogar en un templo. Leonino, en un calmado inglés, relató cómo el mundo responde a tus plegarias. Tal como ocurrió a él aquella hermosa mañana nevada, regalo y respuesta de los dioses, en que escribió “My time is gonna come”.

Un escenario íntimo y oscuro le sirve a Leonino para diferenciarse de Jorge González o cualquiera de sus anteriores proyectos musicales. Ya no está el sentido del humor, ni la acidez, ni las arengas desde Chile o Latinoamérica que lo caracterizaban. “Leonino me lo inventé porque Jorge González me pesa”, dijo en una de sus recientes autoentrevistas colgadas en Youtube. “O sea, soy un ser de carne y hueso, pero se me define por eso, por mi nombre. Pero cómo vas a saber quién soy, si ni yo sé quién soy. No tengo ganas de definirme”. El concierto de Naked Tunes se enmarca dentro de esta búsqueda. Lo minimalista de la puesta en escena, la atmósfera espiritual, el uso del inglés, los múltiples guiños a clásicos del soul y el góspel, pero también hablar del tercer mundo, de África, completan su autonegación identitaria, su esfuerzo por desprenderse del Jorge González chileno y la libre creación de otro ser mediante el idioma.

“Ojalá que cante alguna de Los Prisioneros”, se oyó decir más de una vez en la previa. Leonino es un afán por desprenderse de eso. “Naked Tunes es para un público que no me conoce. Mi intención es que esté dirigido al mercado gringo, no quiero que se conozca en Chile”. Los escasos diálogos con el público, que así como las canciones fueron siempre en inglés, le sirven para eso. Leonino es un tipo tímido, poco hablador, que intenta que su obra prevalezca sobre la controversia. Me imagino que González algún repaso le habría hecho a Narea cuando cantó “I think we should be friends”. Pero Leonino sólo miró las programaciones secuenciales, su Mac y cantó.
A pesar del alejamiento que pretende de sí mismo, de su país, de sus trabajos anteriores, de cualquier etiqueta, o de la negativa de dar entrevistas directas a medios sudamericanos para esta presentación, a pesar de todo eso, en su segunda salida al escenario Leonino canta “Tren al sur” y luego “El baile de los que sobran”, tocando esta vez el piano. El artista sabe que se debe al público y que no puede desconocerse totalmente. O, quizás, para Jorge González reinventarse como Leonino y sacar un disco en inglés no es desconocerse, sino una aceptación de sí mismo y una invitación al otro. Una apertura, desnuda y sin pudor, a una parte íntima y algo desconocida de su mundo individual. Y también durante el recital, bajo la aparente calma, la intensidad de González se desborda entre los ritmos fusionados y negros de Leonino.

Luego de la segunda salida ya no hubo más. En poco más de una hora todo terminó como empezó, con silencio y ansiedad. La gente salió medio desconcertada, por lo corto del show y porque no esperaban ver lo que vieron. Nadie se quejó por la calidad de la propuesta o por la ruta que estaba tomando el artista, solo que la nostalgia y la huella dejada por la banda sanmiguelina es muy profunda en el público. Es imaginable el karma que debe sentir González al respecto, aunque Leonino se retiró tan tranquilo y concentrado como llegó.

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