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Reportajes

31 de Mayo de 2018

Religiosa Eugenia Valdés arriesga la palabra: “Errázuriz maltrató a las víctimas”

María Eugenia Valdés, religiosa del Sagrado Corazón de Jesús, es acompañante de la Pastoral de la Diversidad Sexual, una comunidad constituida por gays y lesbianas católicos que celebran la palabra y viven el evangelio, pese a que la Iglesia si bien los “acepta en su dignidad”, condena sus actos homosexuales. Quena, como le dicen sus cercanos, vive en una población humilde de Reñaca Alto y en su vida pastoral vive con el “cristiano de a pie”, como suele decir. Acá, y siguiendo el ejemplo de la Vírgen María, -a quien considera una figura revolucionaria-, arriesga la palabra para decir unas cuantas verdades sobre los abusos dentro de la Iglesia, la responsabilidad de la jerarquía desde el Papa hacia abajo, el machismo en el clero y la imperiosa necesidad de volver a encontrar el foco perdido.

Por

¿Impotencia, rabia, dolor? ¿Qué ha sentido ante la situación de la Iglesia?
Dolor y rabia… He sentido desafección frente a la jerarquía. Yo, siendo religiosa, -me sé parte de la Iglesia entendida como todo el pueblo de Dios-, me siento muy distante de la manera de proceder de la jerarquía chilena, muy triste por su falta de empatía con las víctimas, frente a la situación de la Iglesia en Osorno y también por la manera de proceder en otros temas, como las intervenciones de don Ricardo Ezzati a propósito de la Ley de Identidad de Género. En fin, es una sumatoria de desatinos y actuaciones que reflejan lejanía de la realidad de la gente, que es con quienes estamos llamados a caminar. Lamentablemente, todavía no veo a la jerarquía actuando con humildad. Ha habido pequeños gestos de algunos obispos, pero nada de parte de toda la Conferencia Episcopal en su conjunto manifestando humildad alguna. Hay más bien soberbia, casi como diciendo “ya no sigamos hablando más del tema”, y eso no corresponde, menos a un pastor que tiene que acercarse todo el tiempo a su rebaño y cuidarlo.

En La Segunda se publicó una carta de Errázuriz en la que manifestaba preocupación porque su buen nombre ha sido maltratado…
Yo leí una carta larga en la que él explicaba los hechos y uno podría incluso concederle que quiso actuar conforme al derecho canónico, pero se es pastor y hay que ir más allá, y lo cierto es que no hizo ningún esfuerzo de acercarse a las víctimas para escucharlas. A él no le pareció verosímil la denuncia contra Karadima. Pero al aparecer otra víctima, ¿por qué, por último, no se abrió a escucharlas? Cuando hablamos de maltrato, yo creo que acá fue él quien maltrató a las víctimas, él las ninguneó. En vez de decir que se equivocó, está preocupado de cuidar su nombre, su identidad de Cardenal, su puesto. Falta, insisto, humildad y caridad, que es lo propio del Evangelio, de un acto de amor. Hasta ahora él no ha dado ningún gesto de humildad, de caridad hacia las víctimas, ni uno.

¿Cómo el perdón se hace carne?
Parte de la reparación pasa por encontrarse con las personas a las que se les hizo daño, escucharlas, acogerlas, acompañarlas y pedirles perdón, me parece que no basta con pedir perdón en una conferencia de prensa, hacerlo ayuda a que lo escuchemos todos, pero quedarse sólo en ello es un gesto al aire, vacío. También, hay que hacer gestos concretos ante el cuestionamiento sobre cómo preparamos a los que ingresan a la vida religiosa, a los seminarios, preguntarnos qué tipo de formación se les da, qué selección hay… No por falta de sacerdotes todos pueden entrar. También parte de encarnar el perdón es la compensación económica.

Muchos católicos sentimos que nos traicionaron…
Claramente la jerarquía de Iglesia se alejó de algo básico que es cuidar y velar por la integridad de todos sus fieles y de todos. Se sembró la desconfianza y es entendible que mucha gente se sienta traicionada y que dude cuando piense en meter a su hijo o hija a en un colegio confesional o en actividades pastorales, y cada día más con todo lo que nos vamos enterando: lo de los maristas y ahora lo de Rancagua… Entiendo que es muy difícil recuperar esa confianza, por lo mismo es urgente cambiar los modos de actuar, tender puentes, escuchar… Ser más transparentes, actuar sin secretismos.

El Papa habló en su carta de que la Iglesia perdió el foco. ¿Cuándo pasó eso?
En el Apocalipsis se le reclama a una de las Iglesias “cuando perdiste el primer amor” y creo que eso nos pasó: nos alejamos del primer amor, nos dejamos dominar por la cultura de consumismo, del éxito, del poder, del individualismo… Creo se fue concentrando en sí misma en vez de salir hacia el pueblo, de seguir dialogando con la realidad, de seguir dejándose interpelar. Yo entré a la vida religiosa entusiasmada y animada por la Iglesia de los años ochenta, una Iglesia comprometida, jugada por los derechos humanos, por los más pobres, con testimonios audaces. Pero duele también el que hoy tenemos sacerdotes de esa misma época acusados de abusos. La Iglesia en el Concilio Vaticano II decidió dialogar con la realidad, con el mundo, no ser un ente aparte, y de nuevo se volvió a encerrar en sí misma pretendiendo además decidir la forma en la que todos tenemos que vivir.

¿Dónde se puso el foco?
Como dice el papa Francisco en su carta, se concentró en sí misma, reforzando un fuerte clericalismo y, por lo tanto, sintiéndose como única autoridad a la hora de señalar cómo se deben comportar todas las personas. La gente tiene su conciencia para decidir cuál es su comportamiento ético y moral. Obviamente, como creyentes, queremos y necesitamos tener elementos para hacer un buen discernimiento, pero es cada persona la que tiene la facultad de decidir y como Iglesia no tenemos que imponer a la gente una normativa única para todo su proceder. Como Iglesia estamos al debe en temas como la homosexualidad, el control de la natalidad, la vida de pareja, los matrimonios vueltos a casar, entre otros.

JORGE BERGOGLIO

¿Será el Papa una víctima de la “desinformación”?
Claramente, se le omitió información tanto por parte del Nuncio Scapolo y de Errázuriz, que estaba en la comisión del Vaticano y tendría que haberle informado. Es cierto que el Papa no puede estar al tanto de todos los temas de la humanidad porque es demasiado, nadie podría; pero también es cierto que para el Papa, Chile no es un país desconocido, acuérdate que como Jorge Bergoglio estudió en Chile en su formación como jesuita, vivió algunos años acá, además con Argentina somos vecinos… Entonces como Arzobispo de Buenos Aires él tiene que haber sabido del caso Karadima, es como cuando todos nos enteramos de lo que ocurrió en México con Maciel; al ser personas con tanto poder, tanta influencia, los medios no dejaron de hablar de ello y, especialmente, de todas las repercusiones y todo el dolor causado. Por eso digo que no puede no haberse enterado.

¿Qué piensa cuando escucha ese argumento?
Es muy infantil decir que esto se reduce a que lo informaron mal; yo creo que también fue un poco porfiado, lo digo con mucho respeto; él hizo una mirada empecinada en vez de abrir los ojos. Finalmente, la insistencia de personas, como los fieles de Osorno, y la oración de muchos hizo que el Papa se abriera y pasara lo que pasó en Chile y de ahí su giro en la conducción de esta situación… Finalmente el papa Francisco se “dejó tocar” por el dolor de otros y ese es el cambio que debemos hacer como Iglesia, que debe hacer la jerarquía.

¿Qué otro aspecto le llama la atención del caso Karadima?
Cuando hablamos de la situación de Karadima, es de público conocimiento que se codeaba con grandes empresarios y con gente del mundo de la “elite” de la derecha. Y se producía algo que para mí es muy siniestro porque esa gente se sentía respaldada por este hombre, supuestamente hombre de Dios, casi santo. Entonces el hombre de Dios casi santo termina avalando tus conductas de falta de compromiso con la justicia social y tu pensamiento político.

¿Cuál fue su primera reacción cuando escuchó lo de Rancagua?
Uff… no podía creerlo… Primero la existencia de esta cofradía… Yo no voy a decir que hay abusos más graves que otros; todo abuso es gravísimo, pero esta acción mancomunada de 15 sacerdotes involucrados, para mí era de no creer. Además, en una diócesis con un pastor de la envergadura de don Alejandro Goic, un hombre que ha sido un obispo tan comprometido con la gente, con la realidad, es muy, muy doloroso… Obviamente, hay un error grave de parte de él, una negligencia grave y te prometo que me produce una pena enorme lo que ha pasado… Al menos él ha sido muy humilde, ha pedido perdón, se ve que está destrozado.

MUJERES Y ABUSOS

Usted escribió una columna en la que se preguntaba cuándo van a empezar a hablar las mujeres de víctimas mujeres de abusos en la Iglesia…
Esa columna la escribimos con mi amiga por Judith Schönsteiner y nace a la luz de todo esto que estamos viviendo. Al igual que otra gente, yo estoy segura de que debe haber mujeres abusadas y si no lo sabemos, es en parte porque hemos naturalizado el abuso y porque no existe la confianza o el lugar apropiado donde acudir para poder compartir lo que han vivido. Cuando digo mujeres abusadas me refiero a laicas y consagradas. Hay consagradas que se han sentido abusadas por sus superioras pero no se atreven a hablar, por eso es importante crear condiciones para ello.

Usted en esa columna hablaba de cómo normalizar situaciones como la de hijos de sacerdotes que no reciben pensión alimenticia…
Lo planteé como pregunta, porque sin conocer muchos casos, sí conocí un par hace unos años en el norte, es decir, supe de más de un sacerdote que tuvo hijos y no los reconocieron. Hoy estamos en otro momento… Capaz ahora se denunciaría, en ese momento no, y las mujeres tuvieron que arreglárselas solas con sus hijos… No creo que sea el único par de casos. Alguna vez escuché que alguien decía “para que se metió con el cura”, y frente a eso yo digo que aquí hay dos personas involucradas y sólo una que termina responsabilizándose: la madre. Para mí eso es abuso mientras que para otros eso es “normal”. Por eso digo que se normalizan situaciones y capaz que haya hasta mujeres que han sido abusadas y no le ponen ese nombre.

¿Tiene que ver con la formación?
Claro, ¡todo tiene que ver con eso! la formación debe ser profunda en lo psicológico, lo humano, no solo la teología y filosofía. Profunda y amplia en diálogo con la reflexión que las ciencias sociales también van haciendo. Te comparto algo: hace años, cuando estaba en mis primeros años de formación, coincidí en una parroquia de la zona sur de Santiago con un seminarista con quien hicimos un lindo trabajo pastoral. Fui un par veces al seminario a tomar té y a mí en ese entonces me llamó la atención la rigidez que veía en sus compañeros desde su manera de vestirse, de saludar; él era el único con blue jeans y su formador le llamaba la atención. En fin, quiero resaltar la forma en que se comportaban, todos se paraban y sentaban a la misma vez, nadie podía tener el pelo más largo. Claramente esto no es la formación, pero te da un indicio…

Usted ha dicho que las religiosas deben ser escuchadas dentro de la Iglesia y no ser un mero adorno…
Por supuesto, es que no puede ser de otra manera, no sólo escuchadas, sino invitadas a dialogar a buscar respuestas en conjunto y a tener responsabilidades dentro de la estructura eclesial porque el mundo es mixto y la mujer tiene que ser escuchada.

¿No se siente frustrada?
A veces sí, a veces me siento frustrada… En más de alguna ocasión me he sentido como “casi mendigándole” a algún sacerdote para poder tener eucaristía en mi comunidad de religiosas. Ciertamente no es con todos, conozco muchos curas, algunos muy amigos, que son verdaderos hermanos de camino.

¿Cómo se lucha contra el machismo dentro de la iglesia?
Yo creo que hay que arriesgar la palabra; la mujer tiene que ser capaz de arriesgar su palabra, porque a veces se queda muy callada y naturaliza ese “silencio”. A veces podemos sentir que lo mejor es no hacer conflicto, menos con la situación actual, quedarnos con que lo que dijo el Papa ya es suficiente, pero creo que tenemos que arriesgar más la palabra e insistir. Podemos también ayudar a que otras mujeres más sencillas, que son muchas veces las que sacan adelante sus capillas, a que se animen a dirigir liturgias, a celebrar la palabra.

En el encuentro Mujer-Iglesia, a propósito de la interpelación de Jesús, ustedes reflexionaron preguntándose: “mujer por qué lloras”…
Tiene que ver con lo que late en nuestro corazón de mujer, cuáles son nuestras preocupaciones, nuestros apremios, lo que nos duele, aflige… Se trata de cómo entrar en la sensibilidad de la mujer que es distinta a la del hombre, o sea, cómo escucharla más a ella, así como Jesús le pregunta a María Magdalena. Y compartimos lo que nos hace llorar, lo que vivimos como Iglesia, el dolor de las víctimas de abusos y la falta de escucha y acogida hacia ellos. Hablamos del silencio de la mujer, la soledad de muchos, la miseria de tantos hombres y mujeres de nuestro país, las conductas tan machistas, las posturas clericalistas y de lo mucho que nos duele no reflexionar juntos… Por lo mismo, encuentros como estos ayudan mucho; llegamos más de 100 mujeres de todo Chile y se quiere replicar la instancia para ofrecer estos espacios en otras ciudades. De Mujeres – Iglesia nace otra iniciativa muy bonita: compartir con otros el comentario del evangelio de los días domingos desde una mirada de mujer. Me parece muy importante darles más participación a las mujeres en el ejercicio del poder y del poder como servicio a los demás, no como línea de mando. Mira, esto para mí es casi de sentido común y cuando lo pienso, no me cabe en la cabeza tener que estar “casi peleándolo”, no es que nos estén haciendo un favor, es lo que nuestro mundo, nuestra Iglesia necesita, para que sea más humana, más completa…

Usted ha mencionado el carácter revolucionario de la virgen María, ¿podría explicar por qué?
Vengo de una formación en la cual me hablaron de María como la madre de Jesús que sólo rezaba y guardaba silencio, pero al irla conociendo más personalmente y rezo junto a ella el Magnificat, veo que es más que eso, veo a la mujer que tiene su mirada puesta en la realidad de su pueblo, que tiene la experiencia de un Dios que se ha hecho parte de pobres y sencillos, que ha excluido a los sabios y poderosos. Son palabras fuertes las de ella, es un canto muy revolucionario porque pone un acento diferente al que tenía el “poder religioso de su época”. Y si la seguimos conociendo vemos que ella es capaz de acompañar el dolor de Jesús y permanecer ahí hasta el final, sin hacerle el quite.

¿Qué relato le gusta de ella del evangelio?
Hay algunos relatos en el evangelio, que son poquitos, pero que si los lees con detención te darás cuenta de que la actitud de María no es para nada la de mujer orante, sumisa, calladita, no, por el contrario, es una mujer que arriesga la palabra, que tiene personalidad, que se compromete. En las Bodas de Caná, donde está con Jesús también, María se le acerca y dice que les falta vino, o sea, ella es la que provoca el primer milagro de Jesús. Ella miró la realidad y se hizo cargo de manera concreta: si no tienen vino este matrimonio se les va a las pailas. María ciertamente es también la mujer contemplativa, es esa adoración encarnada que necesitamos expresar más hoy como Iglesia.

En el evangelio las mujeres salimos para atrás: la mujer de Lot cuando mira atrás y se convierte en una estatua de sal, Dalila en la historia de Sansón, Betsabé con la cabeza de Juan Bautista y ni mencionar a Eva…
Tienes que recordar que la cultura machista no es reciente y los libros sagrados fueron escritos fundamentalmente por hombres. Yo no soy experta en biblia, pero es interesante eso, sospechar un poquito de algunos textos, no quedarnos solamente con lo que dice ahí y preguntarnos qué querrá decir y traducirlo en posibilidades concretas para lo cotidiano de la gente que celebra la palabra.

PASTORAL DE LA DIVERSIDAD SEXUAL

La postura de la Iglesia habla de aceptación de los homosexuales, siempre y cuando sean célibes. Usted también trabaja en la Pastoral de la Diversidad Sexual (PADIS). ¿Cuál es su postura?
La pastoral se creó en 2010 y parte con la iniciativa de un par de chiquillos gay que participaba en las Comunidades de Vida Cristiana (CVX). Se acercan al asesor eclesiástico de la época y parten con un grupo que se reúne semanalmente a rezar y compartir la vida y a los tres meses me invitaron a que me uniera. PADIS es una pastoral donde acogemos a todas las personas homosexuales, -algunos solos y otros en pareja- y no estamos ahí para cuestionar su vida afectiva o sexual; sino para acompañar, acoger, escuchar y caminar juntos, así como también acompañaría a una pareja heterosexual, o sea, desde los valores de la fidelidad, el compromiso con el otro y la verdad.

¿Cómo se ejerce esa disidencia de la postura del Vaticano?
Yo creo que muchos en la Iglesia católica se han dado cuenta que lo que dice el catecismo es como un “zapato chino”, porque por un lado dice que deben ser acogidos con “respeto, delicadeza y compasión” y que son hijos de Dios como los somos todos, pero al mismo tiempo dice que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Es decir, te acepto y te acojo… pero no te permito ser y esto no se sostiene, no puedo imponerle que alguien viva de una manera para la cual no ha recibido la vocación; ya para nosotros los consagrados no es algo siempre fácil de vivir a fondo y en verdad, ¿por qué como Iglesia se lo imponemos a quienes no lo han elegido? Si alguien desea vivirlo que lo haga, pero no podemos imponerlo. Por eso digo que disiento y creo no ser la única. Me parece que como Iglesia debemos avanzar en la reflexión, así como las ciencias lo han hecho.

¿Cómo trabaja con los homosexuales, cómo les dice que la Iglesia no los odia y que no viven en pecado?
Nosotros jamás hablamos de pecado. Muchos están pololeando y otros ya tienen un tiempo de convivencia, de hecho, yo he estado en alguna celebración de Acuerdo de Unión Civil y me ha tocado hacer alguna liturgia, oración donde juntos hemos rezado y pedido la bendición de Dios para uniones de parejas gais y lesbianas. Y ha sido precioso… Ya no puedes estar juzgando; ellos han hecho una opción de vivir su sexualidad sanamente, han sido personas honestas, valientes en reconocerse y acogerse desde su identidad más honda y yo doy gracias a Dios y a ellos por permitirme ser parte de sus caminos y acompañarlos y tratar de vivir el modo de Jesús que acoge, libera e invita a amar. No podemos seguir siendo la Iglesia que enjuicia y condena; tenemos que abrir puertas, no cerrarlas.

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