Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Nacional

22 de Junio de 2018

Vivir en medio del Chernóbil chileno

Desde el 2000, en adelante el cáncer provocó la muerte de 13 personas en el condominio conocido como Colectivos Chernóbil, en Antofagasta. Las personas tienen claro que están contaminadas por metales pesados provenientes de sus vecinos, el puerto, y que pronto la muerte los vendrá a buscar. Una historia que lleva alrededor de 15 años entre denuncias, investigaciones y omisiones, cuyas víctimas siguen esperando una solución.

Por


Foto: Bryan Saavedra

Pase el dedo por los vidrios. La yema del dedo le saldrá negra, como después de hacer fuego en una parrilla de carbón. El hollín se adhiere como una telaraña tóxica, en mayor o menor cantidad, en los edificios distribuidos en la costanera de Antofagasta. Puede limpiar a diario, pero el polvo regresará a pegarse en los vértices de los vidrios, en los pliegues de las paredes y en su esófago. Es en el condominio de edificios denominados como Colectivos, en la costanera del centro, donde este polvo oscuro puede extraerse con una cuchara.

A este polvo, que circula por el aire como un polen pirata, se le puede calificar de maldito y simbolizar con una calavera.

María Teresa Fuenzalida, Rosa Martínez, Mireya Zapata, Hernán Astudillo, Elisa García, Pilar García, Zdonka Versalovic, Franka Pavlov, Humberta Ríos, Graciela Núñez, Blanca García, Nelly Bustos y Juanita Mercado. Las nombradas y el nombrado tuvieron en común, fallecer por algún tipo de cáncer, de preferencia al pulmón, desde 2000 a la fecha. Jorge Morales -que pasa los días con una sonda-, Nelson Estay, Teresa Sepúlveda y Esteban Farías, padecen cáncer. Son o fueron vecinos, en los edificios Colectivos, ubicados en la consabida zona más contaminada de Antofagasta, del país y hasta puede decirse, que del continente. No es raro que al sector le denominen el Chernóbil de Antofagasta.

“Moriremos aquí”
Los Colectivos bautizados con los nombres de los países de América del Sur, como: Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela, donde habitan alrededor de 380 personas, conviven para su desgracia con el puerto desde 1956. Son 108 departamentos, a los cuales, si no se les habría realizado nunca aseo durante medio siglo seguro estarían tiznados, y no por efecto de un incendio. El promedio de arriendo varía entre 400 mil pesos y 450 mil pesos -los precios de los arriendos en Antofagasta están totalmente sobrevalorados-, y pesar de todo, siempre hay demanda, cuenta la administradora, Elsa López, en su oficina ubicada en el subterráneo del Colectivo Colombia. “A pesar del polvo, es un buen barrio. No es un sector peligroso. Estamos cerca del centro y del mall. Nuestra ubicación es privilegiada, pero entrega una esperanza de vida para sus habitantes de no más de 65 años”, dice con resignación, ante la mirada de Patricia Bustos, tesorera.

Las mujeres precisan que la mayoría de los habitantes son jubilados y que, a pesar de la contaminación y las enfermedades, ya no se irán. “Moriremos aquí, seguro que de cáncer”, vaticinan. Elsa López bromea que será la excepción, que morirá de cualquier cosa menos de lo que manda el destino en ese lugar. Su amiga la mira con cara de duda. Luego ríen.

Patricia Bustos cuenta que unos vecinos nuevos, al tiempo se marcharon con la marca de haber pasado por ahí. “Una vez, llegó un matrimonio joven con dos niñitas. Al tiempo, se hicieron exámenes porque la más chiquita no se sintió bien. Le detectaron metales pesados al papá y la hija. Emigraron de inmediato de la ciudad”, recuerda.
Elsa López dice que una de sus nietas, que vivió ahí, tiene el Trastorno de Espectro Autista, “efecto de los metales pesados”, dice segura.

En las paredes externas e internas, de estos edificios se apoza el tristemente célebre polvillo negro o “polvo industrial”, como también lo define la prensa local. Patricia Bustos hace la prueba del dedo.

El polvo negro, según una investigación realizada por un equipo multidisciplinario de científicos de la Universidad de Antofagasta y divulgada hace un mes, contiene metales que se originan en el Puerto de Antofagasta. Es decir, es un producto de la actividad económica del hombre.

Lucha contra gigantes
La pelea contra el polvo negro partió hace 16 años. Puede compararse a una serie, donde siempre gana el poder del dinero, aunque hay excepciones. Vicente Zapata es el presidente de los vecinos. Es un hombre curtido en el tema. Mantiene toda la bibliografía desde el 2002 sobre el caso. Nos muestra un casete de VHS que contiene una grabación realizada por él, desde un edificio frente al puerto, sobre lo que califica como deficiente manejo de los acopios mineros. Dice, con la certeza del peleador que no se da por vencido, que ellos luchan contra el grupo económico más importante e influyente del país, los Luksic. Pero ellos ya fueron condenados y derrotados, dice con el rostro más relajado. “El señor Luksic salió multado en Santiago, por contaminar acá, con un millón de dólares”. En lo concreto, la empresa portuaria Antofagasta Terminal Internacional, ATI, del conglomerado Luksic, fue multada por alrededor de 800 mil dólares tras incumplimientos ambientales detectados en el funcionamiento del Terminal de Embarque de Graneles Minerales y del galpón Sistema de Almacenamiento de Concentrados, en fiscalizaciones realizadas en 2014 y 2015, por la Superintendencia del Medio Ambiente.

La desilusión de Zapata y su gente es que el dinero de Luksic se quedó en Santiago. “No ayudó en nada a la gente de aquí, que ha sufrido con la contaminación. Somos las víctimas. Lo mismo que los partes del Servicio de Salud, multas que quedan para ellos, y nunca alcanzan para suplir los gastos de quienes vivimos el problema. El puerto y el Servicio de Salud, por sus omisiones históricas, son los responsables que el polvo negro se acumule en ventanas, balcones, paredes y lo que es peor, dentro del cuerpo y traiga la consecuencia del cáncer”, dice con vehemencia.
Y agrega: “Queremos que nos compense alguna vez, después de habernos cagado tanto tiempo, pues hay gente que se lo merece; gente que no puede costear sus tratamientos contra cáncer. Nos estamos muriendo. Por ejemplo, si quiero hacerme un análisis de sangre me cuesta como 80 mil pesos. Queremos que los dineros de las multas sean ocupados en los tratamientos para la salud y que de una vez, por el futuro de sus familias y gente de Antofagasta, el puerto se vaya de la ciudad”.

El hombre de plomo
Desde 2002 que Vicente Zapata ha escuchado a muchos cuentacuentos. Fue testigo de “vueltas de chaqueta”. Vio como “san polvo” fue una eficiente garrocha para que desconocidos se elevaran en la política. Una vez, recuerda, lo trataron de coimear por su silencio, cuando un ejecutivo de una minera le ofreció un contrato. “Siempre he tenido ideales y no me venderé por plata. A veces, me cabreo de esta pelea, porque en todos lados hay arreglos”, afirma con la vista sobre una ventana de su casa. Al frente está el mall. Antes, en ese mismo lugar del mall, había un patio donde se concentraba cobre de la minera Mantos Blancos.

Zapata sigue en la pelea como púgil maltratado, a pesar de que está consciente que en algún momento el cáncer golpeará su puerta con una hoz.

Zapata, quien en broma reconoce que una pesa romana la hundiría por el plomo acumulado en su cuerpo, llevó a cabo estudios por su cuenta. Una conclusión de todos estos años de pelea es que hay una gran conspiración, que puede resumirse en un complot entre los gobiernos de turno y empresarios, para que nunca, la verdad de la profunda contaminación costera de Antofagasta y Mejillones, brote con todo su oscuro y laxo tallo. “Hay muchos intereses económicos y dinero para comprar el silencio”, agrega Elsa López, quien escucha la conversación.

Este hombre, que lleva medio siglo en el sector acumulando plomo en sus tejidos orgánicos, conserva todos los recortes de diarios locales. Aclara que El Mercurio de Antofagasta no los apoyó al principio. Tuvieron que denunciar a El Mercurio de Santiago. Una vez que la noticia de la contaminación por metales pesados apareció en Santiago, la prensa local se acopló y “nos dieron bola. En ese tiempo era luchar contra gigantes”.

El primer recorte de prensa local data del 24 de octubre de 2002. En la foto principal del papel diario, aparece Vicente Zapata mostrando su ventana con rastros del material oscuro. Desde la ventana, se aprecia un patio del puerto y al fondo una zona (cubierta) con malla rachel, que cubre un depósito de concentrado de cobre. No era difícil que el viento trasladara el veneno a los departamentos cercanos, escuelas, comercio y panaderías.

El dirigente acusaba en la ocasión que los edificios pintados hacía sólo un mes, presentaban rastros de concentrado de cobre procedente de maniobras portuarias. El Mercurio de Santiago va más al grano el 30 de octubre de 2002, y dice: “a elevadas concentraciones de plomo, hasta 20 veces por sobre la norma, están expuestas unas 200 familias que viven junto al puerto”.

El martes 12 de noviembre de 2002, el Servicio de Salud de Antofagasta, a través de la directora de la época y hoy diputada, Marcela Hernando, reconoce que una muestra tomada por los pobladores había arrojado índices elevados tanto de plomo como cobre. Sin embargo, precisa en la nota, que mediciones de dos aparatos puestos en el sector, que aspiraron el aire en un radio de dos kilómetros a la redonda, evacuaron como resultado que el grado de polución ambiental en ese lugar era bajo, inclusive bajo la norma. “A la doctora Hernando le dejé de creer”, dice Zapata, quien se ofusca al recordar una serie de episodios que sucedieron en esos años.

En otro recorte, del viernes 15 de noviembre de 2002, Zapata aparece en la Corte de Apelaciones presentando un recurso de protección contra la minera Mantos Blancos, con el fin de exigir la remoción del concentrado en el puerto. En enero de 2003, el entonces diputado Girardi, dice a la prensa local que por la contaminación, el riesgo de hacer un cáncer pulmonar y de vejiga en la Región de Antofagasta era un dos mil por ciento más que la de una en el sur, donde no había estos niveles de contaminación.

Vicente aparece pequeño en un papel de diario en medio de gerentes del puerto. El título de la nota habla de millonarias inversiones en el puerto. Aquello fue en octubre de 2002.

-¿De qué se trata esa foto?
-Me empezaron a invitar del puerto. En esa foto, salimos con cóctel y todo. Querían que no gritáramos más.

¿Y fue efectiva la campaña “Este Polvo Te Mata”, de un par de años atrás?
Zapata guarda silencio, y luego dice que Ricardo Díaz -líder de “Este Polvo Te Mata”- ahora está calladito, porque tiene un puesto en el Core.

-¿Y cómo está su salud?
-Soy hipertenso y tengo los huesos deformados. Eso es efecto de la contaminación. Mi hija nació con lupus, también por la contaminación.

Investigación propia
La inquietud de Vicente lo motivó a tomar muestras por su cuenta y analizarlas en Estados Unidos. La historia partió cuando conoció, dice, a un gringo chileno que trabajaba en Minera Escondida en control de calidad. “Le dije: no confío en los informes del Servicio de Salud. Me contestó que le sacara una cantidad de polvo para llevarla a Texas, y ser revisada en la universidad. El gringo trabajaba tres meses en Chile, y descansaba algo así como un mes en Estados Unidos. Le sorprendió en las condiciones de contaminación en que vivíamos. Cuando me trajo los resultados me quedé callado. El Servicio de Salud nos dijo que la contaminación estaba dentro de lo normal, en una reunión en la intendencia. Los espeté que me retiraría ante tal mentira. Salió un gallo detrás de mío y me preguntó con prepotencia dónde trabajaba. Le contesté que no iba a lograr que me echaran, porque era particular. En adelante, me convencí en hacer la guerra, y no creer”.

El informe del gringo reveló que había contaminación por metales pesados. “El pabellón Venezuela tenía, por ponerle una cifra, 8 mil en contaminación según el informe de Estados Unidos; mientras Salud le puso mil y tanto; y así sucesivamente. Había intención de bajar el perfil a la contaminación”.

Otro informe más reciente que cita Zapata es uno realizado por la PDI en un peritaje submarino y que según él, se mantendría bajo siete llaves. Vicente pudo acceder a éste, dice, de manera informal. La investigación, afirma Vicente, abarcó todo el borde costero de Antofagasta y Mejillones. “La zona es una catástrofe. Todo el pescado y marisco, que se saca en los alrededores, está contaminado. Está la cagada. El informe fue del año pasado y se hizo en el marco de la denuncia, si era o no, el puerto de Antofagasta que contaminaba. No entiendo por qué razón ese informe no se ha hecho público”, agrega.

Récord mundial
El polvo negro visible en las calles, casas y edificios como los Colectivos fue motivo del estudio de la Universidad de Antofagasta, cuyos resultados fueron expuestos hace alrededor de un mes en la revista PeerJ, que es de carácter internacional.

El equipo fue dirigido por la Dra. en Ciencias mención Geología y académica de la Universidad Austral, Joseline Tapia y participaron los doctores Cristina Dorador, Jorge Valdés, Rodrigo Orrego y Chris Harrod de la Universidad de Antofagasta, además de los profesionales Aliro Bolados y Andrei Tchernitchin del Colegio Médico.
La investigación tuvo como origen la base geológica de la ciudad y las muestras de polvo negro que fueron analizadas por distintas entidades (Colegio Médico e ISP), y un ensayo de biodisponibilidad.

Respecto a la presencia de los elementos en el polvo, tales como bario, cobalto, cromo, manganeso, níquel y vanadio, su origen podría relacionarse a rocas intrusivas, volcánicas, metamórficas, diques o suelos presentes en la ciudad, es decir, su concentración en polvo se puede explicar por la geología de la ciudad de Antofagasta.
Sin embargo, las concentraciones de arsénico, cadmio, cobre, molibdeno, plomo y zinc “no se producen en dichos afloramientos de rocas, por lo tanto, son considerados contaminantes antropogénicos (producto de la actividad humana”.

Según la investigación las concentraciones de arsénico, cobre y zinc son las más altas registradas hasta el momento en polvo de ciudad en el mundo (239, 10,821, y 11,869 mg∙kg-1, respectivamente). Mientras que al arsénico, plomo y cobre muestran alta bio-disponibilidad. “Los índices de peligrosidad preliminares muestran que As y Cu contribuyen a un riesgo elevado en niños y adultos expuestos de forma crónica al polvo de Antofagasta, en tanto, Pb se considera peligroso en cualquier concentración”, indica el estudio.

Por otra parte, el estudio consideró aspectos geológicos de la ciudad y sus alrededores, para descartar que la presencia de los elementos considerados contaminantes sea de origen natural. Junto a eso, los científicos plantean que debido a las características de los elementos (arsénico, cadmio, cobre, molibdeno, plomo y zinc) estos se relacionan con los minerales que existen tanto en depósitos de tipo pórfido cuprífero chilenos como en los concentrados de plomo de Bolivia.

Uno de los aportes más significativos del trabajo de los científicos, es que antes de su investigación, sólo había cifras de las mediciones hechas por el Instituto de Salud Pública y el Colegio Médico, sin embargo, ahora existe una contextualización y un índice de riesgo a la salud de las personas.

Los científicos señalaron que esta investigación no contó con ningún tipo de financiamiento externo a la Universidad de Antofagasta y las otras instituciones participantes.

Carta de Antofagasta Terminal Internacional por reportaje “Vivir en medio del Chernóbil chileno” – The Clinic Online

El artículo ignora así los históricos pasivos ambientales con que carga la ciudad. Por décadas en el puerto público se acopiaron minerales al aire libre, sin ninguna protección. Cuando Antofagasta Terminal Internacional (ATI) asumió la concesión comenzó un intenso trabajo para elevar los estándares de operación, que hace que hoy el terminal opere con tecnología de vanguardia y al nivel de puertos internacionales.

Notas relacionadas