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Opinión

30 de Enero de 2009

Morir entre las cajas 30 y 35

Por

Fin de mes, recién pagado y como todos los meses, me dirijo al supermercado de nuestra querida amiga Josefina para hacer mis compras mensuales. Voy llegando al supermercado esperando no encontrarme con las largas colas con las que se caracterizan estos locales y haciéndome el ánimo de tener que perder más de una hora en este local.
Entrando, lo primero que noto es que entre las cajas 30 y 35 están cubiertas con unos paneles de publicidad y a una pareja de carabineros adentro tomando datos y claro, los guardias del local sosteniendo dichos paneles. Seguí de largo y solo pensé que quizás estaban realizando algún procedimiento con lanzas detenidos por el famoso robo hormiga, nada me llamo la atención, todo el mundo caminaba como si nada pasara, el resto de las cajas atendían en forma normal, familias comprando, parejas comprando, personas solas comprando, niños corriendo, cada funcionario del local haciendo su trabajo, la gente solo se detenía a mirar y seguir de largo, cada uno preocupados por sus propios problemas y quizás al igual que yo, esperando no perder tanto tiempo de sus despreocupadas vidas en una cola de una caja.
Ya llevaba un poco más de media hora comprando en el supermercado, abasteciéndome de mis productos para mi casa, cuando vuelvo a pasar entre las cajas 30 y 35, esta vez dentro del supermercado, cuando me doy cuenta que en el suelo hay el cuerpo de una persona cubierta por una manta. Sí…estaba muerta.
Grande fue mi asombro, me saque los audífonos de mis oídos, quede en blanco, helado, no por el hecho de ver un cuerpo, no por que fuese una persona conocida, es más, nunca supe si era un hombre a una mujer, si era viejo o joven, un padre una madre o un abuelo, mi asombro fue ver a su familia llorar, quienes recién habían llegado a reconocer el cuerpo, sin nada que hacer, mientras que el resto de nosotros seguíamos comprando nuestros productos, viendo ofertas ridículas y haciendo fila para esperar por un trozo de carne o un poco de fiambre sin siquiera preocuparnos por lo que sucedía. Ridículamente, todo seguía funcionando de manera normal.
Dos veces tuve que pasar por estas cajas cuando me di cuenta, que yo mismo era parte de estas personas a quienes criticaba, ninguno de nosotros fue capaz de pedir que no entrara mas gente, por lo menos mientras no levantaban el cuerpo, ninguno de nosotros, fue capaz de dejar su carro a un lado, detenerse o quizás retirarse del local, en señal de respeto por la persona envuelta en una manta y su familia. Todos y cada uno de nosotros seguimos preocupados de nuestros propios problemas, comprando dentro del supermercado como si nada pasara.
Esta vez no quiero criticar la acción del supermercado, más que mal, no me sorprende, no es nada raro que eviten perder algunos miles y varias compras por una hora de respeto aunque sea una vez para una persona, no lo hacen por sus trabajadores, menos lo harán por unos desconocidos, solo le dieron una “pequeña ayuda”. Mi crítica, mejor dicho, mi autocrítica es para quienes nos encontrábamos ese día Lunes 26 de Enero a las 19:00 hrs. en el local de Antofagasta, sin respetar, en este caso, la muerte de un individuo.
Siempre en conversaciones de amigos, nos preguntamos, ¿de que forma NO quisieras morir? o ¿cuál es la peor forma de morir? preguntas a las que nunca tuve respuestas ya que siempre he pensado que la muerte nos encontrará de una u otra forma, excepto hasta ahora. Solo espero no morir solo, envuelto en una manta entre las cajas 30 y 35.

Cristián Barraza

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