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Opinión

20 de Noviembre de 2010

En el fútbol no se finge

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POR FRANCISCO JAVIER DÍAZ
En el fútbol no se finge, y eso es lo que debió haber entendido el Presidente Piñera. Por eso la preocupación cunde hoy en La Moneda y amenazan vía querella la libertad de expresión: el Presidente héroe, el celebrity mundial a propósito de los mineros, vuelve a revivir el fantasma de la baja credibilidad y el conflicto de interés.
El fútbol se vive o no se vive, se disfruta o no se disfruta. ¿Quién no ha gritado un gol como si fuera la final del mundial en un campeonato de baby? Y nada de eso es fingido. Porque a la larga, el fútbol es una emoción, de la cual se puede derivar un negocio, es cierto, pero no es un negocio al cual se le pueda comprar pasión.

Piñera comenzó a fingir con el fútbol hace mucho tiempo. A partir del momento que compró Colo Colo, toda la credibilidad deportiva en el Presidente se fue por el suelo. Nadie, absolutamente nadie, puede cambiarse de equipo a los 55 años. El que lo hace está fingiendo y Piñera lo hizo, con el más bastardo de los propósitos: ganarse la simpatía del hincha popular que sigue con esfuerzo al Cacique. Llegó a declarar que la Católica era su amor de juventud y Colo Colo, el amor de su vida. Pamplinas. Ni él mismo cree semejante declaración y eso el hincha lo sabe y lo siente. Porque, además, las acciones de Blanco y Negro han terminado siendo un jugoso negocio y si se le suma lo que puede entrar por Canal del Fútbol, más jugo aún.

Política y dinero han sido las razones del Presidente para fingir con el fútbol. Recuerdo una vez que me lo encontré en el estadio para un clásico del Colo Colo con la U. de Chile. Ingresó Piñera al palco e hizo un gesto emocionado con su mano mostrando el codo norte del Nacional, como significando que él era parte de aquel pueblo colocolino. Los fotógrafos se perdieron la imagen y le gritaron, “Sebastián, para la foto”. ¿Y qué hizo? Salió del palco, ingresó de nuevo e hizo el mismo gesto de emoción. Total y completamente fingido.
Jorge Alessandri no fingía con el fútbol. Le correspondió organizar ni más ni menos que el Campeonato Mundial y fue con desgano solo a dos partidos. Con Frei Montalva y Salvador Allende la Guerra Fría consumía gran parte de las pasiones y sólo el Colo Colo ´73 logró algo de tribuna política. Con Pinochet se cayó en la instrumentalización casi completa, como bien documenta el periodista Daniel Matamala en su libro. El oscurantismo pinochetista encontró en el fútbol una manera de desviar la atención del pueblo en aquella época aciaga.

En democracia hubo de todo, pero nadie fingía. Aylwin tuvo que pedirle al futbolero Enrique Krauss que le presentara a Zamorano cuando el Real Madrid visitó La Moneda en 1993. A Frei Ruiz-Tagle, en cambio, era frecuente verlo como un hincha más en los partidos de la Universidad de Chile, sin aviso previo ni pauta de prensa alguna. Y para el Mundial de 1998, sobria despedida y a jugar se ha dicho. Lagos, por su parte, siguió con la prescindencia de Aylwin, aparte que le tocó gobernar durante la época decadente del fútbol nacional (aquella de la que nos libró Mayne-Nicholls).

Bachelet fue futbolera respetuosa. Se comprometió sin exigencia alguna con el proceso de Mayne-Nicholls, materializó la más grande inversión deportiva en décadas y promulgó el Estatuto Laboral del Futbolista. Que todo aquello le puede haber acarreado un rédito político, es probable –sobre todo después del “zapato volador”. Pero nadie duda de su autenticidad y de su compromiso –y de que el zapato efectivamente le quedaba suelto. ¿Sabe alguien de la recepción privada que se hizo en La Moneda con las chicas de la Rojita? ¿Se hizo aspaviento de la cena con Blatter y Beckenbauer –saludo en alemán incluido—para afirmar el mundial femenino? ¿Sabe la gente que la Presidenta le pidió permiso a Humberto Cruz para decirle “Chita”? No se supo todo eso porque la idea no era fingir, sino apoyar el fútbol nacional.

Eso es lo que está pagando ahora Piñera. Su eterno y evidente ánimo de fingir emoción y hacerse el simpático, cuando todos sabemos que hay intereses políticos y monetarios de por medio. Por eso la mayoría cree que estuvo metido en la salida de Mayne-Nicholls y Bielsa. Por eso la mayoría cree que anunciar estadios en Viña, Valparaíso o La Calera (dicho sea de paso, adalides de Segovia en la elección) no obedece a un ánimo de apoyo al deporte, sino que ánimo de intervención en la elección de la ANFP.

La Concertación equivoca al pensar que Bielsa la puede salvar de la clandestinidad en que ha estado sumida después del episodio de los mineros. Pero sucesos como el de la ANFP sí pueden mellar la credibilidad del Presidente, lo que es su principal punto débil. Porque se puede finir en los negocios para vender caro lo que se compró barato. Pero en el fútbol no. En el fútbol, como en el amor, no se finge, porque el corazón se da cuenta.

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