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Opinión

8 de Junio de 2011

Erupciones

“Las erupciones volcánicas no obedecen a ninguna ley de periodicidad, y no ha sido posible descubrir un método para preverlas, aunque a veces vienen precedidas por sacudidas sísmicas y por la emisión de fumarolas. Su violencia está en relación con la acidez de las lavas y con el contenido de éstas en gases oclusos. Éstos […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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“Las erupciones volcánicas no obedecen a ninguna ley de periodicidad, y no ha sido posible descubrir un método para preverlas, aunque a veces vienen precedidas por sacudidas sísmicas y por la emisión de fumarolas. Su violencia está en relación con la acidez de las lavas y con el contenido de éstas en gases oclusos. Éstos alcanzan así altas presiones y, cuando llegan a vencer la resistencia que encuentran, escapan violentamente, dando lugar a una erupción explosiva. Por el contrario, una lava básica es mucho más fluida y opone escasa resistencia al desprendimiento de sus gases: las erupciones son entonces menos violentas y pueden revestir un carácter permanente”.

Así define Wikipedia el vocablo “erupción”. Por el volcán Chaitén, y ahora por el Puyehue y su Cordón Caulle, una fuerza, hasta ayer ignorada, se hartó del encierro y el anonimato. Los vientos arrastraron sus cenizas hasta varias ciudades del sur argentino, como Villa La Angostura y Bariloche, donde llegaron volando incluso piedras porosas. Las lavas del Cordón Caulle estaban envenenadamente ácidas, quizás tanto como las del joven Pitronello.

Si en lugar de contener las lavas, estás hubieran corrido encontrando su espacio de participación, la furia quizás se hubiera diluido a lo largo del camino. En la sociedad chilena, hay sentimientos que llevan un buen rato cocinándose, y convengamos que a las finales, casi todos nos movemos por sentimientos. Los que piden más razones de la cuenta para aceptar lo que acontece, son los que no alcanzan a percibir que ningún razonamiento basta para explicarlo todo.

Como sea, hay un magma gorgoreando por estos días. Todavía, salvo excepciones impredecibles, como la del anarquista que se reventó las manos queriendo refundar el mundo, no se perciben erupciones violentas.

La Udi está incómoda y el gobierno debilitado. En la pelea pequeña -no por despreciable, sino por sus alcances- de la cosa parlamentaria y politiquera, la ‘nueva formar de gobernar’ se ha mostrado torpe. Tienen el revoltijo en casa y la Concertación sabe que a río revuelto, ganancia de pescadores. La vieja coalición ahora opositora sabe también, sin embargo, que no es su alma actual la que congrega el descontento. Es de suponer que por eso prefieren mantener a Bachelet lejos del debate que comienza a imponerse, y que no sólo les cuesta entender, sino que además cuando lo logran, les divide.

Prácticamente todos los días un grupo más o menos numeroso de ciudadanos se reúne para protestar por algo. La mayoría lo hacen por un motivo vinculado a la educación o la generación de energía, que a estas alturas es mucho más que un asunto de ambientalistas. Se trata, mal que mal, de dos pilares importantísimos a la hora de discutir el país que se pretende.

Hasta aquí, los estudiantes han marchado en calma. La bravata que le hicieron al ministro Lavín a la salida del GAM, no alcanza para desatar alharacas, aunque sí para acusar recibo de que la temperatura no es baja. Late un descontento que no da para hablar de “indignados”, como en España, pero sí de “disconformes” para nada dispuestos a seguir tragándose las ganas. La ilusión del consenso tan propia de los años 90, termina de desvanecerse. Es lo natural en una democracia, así como también está en su naturaleza exigir a medida que madura mayores niveles de igualdad y de distribución del poder.

En la calle es eso lo que reclaman los manifestantes. Ya no son las deudas acumuladas por la dictadura las que están abriendo cráteres, sino las del período que la sucedió. No únicamente los volcanes están haciendo erupción. Tras el zamarreo, Lavín declaró: “Estuve a punto de ser agredido, pero esto no me amedrentará”. Por el bien de todos, ojalá los ánimos que se han ido encendiendo encuentren cauce, en lugar de represas que los combustionen.

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