Hace un mes, Paulina Wendt fue acusada de plagio y perdió el primer lugar del concurso de cuentos de Revista Paula. Hace 18 años el senador Alberto Espina fue acusado de algo más gordo: copiar un libro entero y publicarlo como propio. El denunciante fue el prestigioso jurista Fernando Fueyo Laneri. Espina, sin embargo, tuvo mejor suerte que la Wendt. El plagio no recibió sanción alguna; el libro se publicó y los antecedentes se perdieron en el camino. Hasta que The Clinic los desenterró.
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Por Álvaro Peralta
En 1985 el destacado académico Fernando Fueyo Laneri acusó a Alberto Espina de plagio. Aseguró que un texto publicado por el entonces joven abogado era una copia de un documento hecho cinco años antes, nada menos que por las Naciones Unidas.
Según Fueyo, no había entre ambos textos una vaga semejanza o una similitud excesiva, sino una copia párrafo a párrafo, título a título, comentario a comentario. Hasta el índice era el mismo.
The Clinic revisó ambos escritos y pudo constatar que son como dos espejos enfrentados: una copia total, sin comillas ni notas a pie de página que permitan saber cuál es el texto original. Salvo por un detalle: el de Espina fue hecho 5 años después.
Detrás del documento de la ONU -“Convención de las Naciones Unidas sobre los contratos de compraventa internacional de mercaderías”- hay 20 años de sesiones de trabajo, en las que participaron representantes de casi todo el mundo. Detrás del trabajo de Espina hay mucho menos esfuerzo. Aunque se presenta como un análisis de esa Convención, es apenas una copia textual de sus artículos y de los comentarios que hicieron los representantes de los países que participaron en ella.
Para Fueyo, lo más criticable estaba justamente en la forma de reproducir esos comentarios. Espina los transcribe en su libro sin comillas, sin citas a pie de página, dando la impresión de que se trata de reflexiones suyas sobre el tema. Eso es lo que ocurre en las 220 páginas del libro que finalmente publicó Editorial Jurídica bajo el título de “Compraventa Internacional de Mercaderías: Análisis de la Convención de las Naciones Unidas”.
Para ser justos con el actual senador de Renovación Nacional, él no fue el único autor de este “trabajo”. En realidad, lo escribió junto al abogado Alejandro Quintana, hoy socio del estudio GQM&Cía. Fue la memoria –calificada con nota 7- con la que ambos se titularon en la Universidad de Chile.
Cuando la Editorial Jurídica les ofreció publicarla, contaron con el prólogo de su profesor guía, el prestigioso asesor del grupo Matte y destacado intelectual del Centro de Estudios Públicos, Enrique Barros.
El cabro no anda solo
Fernando Fueyo Laneri fue abogado integrante de la Corte de Apelaciones de San Miguel y de la Corte Suprema. Durante casi 40 años dictó la cátedra de Derecho Civil en la Universidad de Chile y dejó una profunda marca en varias generaciones. Al morir, en 1992, los abogados Agustín Squella y Pablo Rodríguez Grez publicaron sentidas columnas en su honor. Hoy, en la Facultad de Derecho en la universidad Diego Portales, hay una cátedra con su nombre y una Fundación con amplia biblioteca formada a partir de la colección personal de este abogado. Para mala suerte de Espina, Fueyo era miembro del consejo de la Edito-rial Jurídica cuando el polémico texto fue impreso.
Dos cosas quedan claras al conocer el currículum de Fueyo. La primera es que a él, menos que a nadie, se le podía engañar con un plagio. Y la segunda, es que fue una eminencia la que cayó encima de Espina en 1985.
Sin embargo, como se dice en jerga callejera, el cabro no andaba solo. Según recuerdan abogados que conocieron el episodio, terció a favor de Espina su tío Miguel Otero, cabeza de uno de los más importantes bufetes de mediados de los ´80. Lo hizo ante el entonces director de la Editorial Jurídica, William Thayer, (quien luego fue senador designado). Y también ante el decano de la Fa-cultad de Derecho de la Chile, Rafael Eyzaguirre.
En todo caso, Espina tenía buena llegada en el decanato. En los tiempos en que estaba ahí Hugo Rosende, Espina fue designado en el Centro de Alumnos de esa universidad. Era un favorito de Rosende, quien llegó a ser el hombre más poderoso de Pinochet en el ámbito judicial.
Así respaldado, Espina contestó a las acusaciones de Fueyo con mucha soltura. En una carta fechada el 13 de agosto de 1985, el actual senador admitió que su memoria se basaba en la Convención de Naciones Unidas indicada por Fueyo. Sin embargo, rechazó la acusación de copia. El eje de su defensa fue que cuando se sentó a escribir no existía ningún libro de la ONU donde apareciera lo que él y Quintana habían recopilado.
En la carta, Espina cuenta que consultaron en Relaciones Exte-riores y en la sede de la ONU en Santiago “pudiendo comprobar con gran sorpresa que en Chile no existía absolutamente ningún antecedente de la Convención”.
Pero el documento de la ONU sí existía cuando Espina hizo su memoria. En la página 29 del original se lee con claridad: “hecho en Viena el 11 de abril de 1980” con copias en árabe, chino,español, francés, inglés y ruso.
Espina no podía ignorar la existencia de este texto, porque también copió ese párrafo en la página 224 de su libro. Este lapsus se parece al chiste de Juanito, al que la profesora sorprende haciendo trampa porque copió hasta el nombre de su compañero de banco.
En su carta, el senador esgrime otra defensa: que el carácter de resumen estaba claro en la presentación del libro. Allí, los autores explican que los comentarios que incluyen no son propios sino una síntesis “de las observaciones efectuadas en las sesiones plenarias por las comisiones encargadas de redactar la Convención”. Parapetándose en esta advertencia, Espina sostiene que la acusación de plagio “sólo puede ser formulada por quien no ha leído la presentación de nuestro trabajo”. Agrega: “el fin del trabajo era de divulgación y de información, no habiéndose pretendido jamás la realización de una investigación dogmática”.
Pero en la carta Espina no explica por qué titula el libro como “análisis” y no como lo que es: resumen. Peor, aunque los abogados son meros recopiladores no identifica los conceptos ajenos, dando la idea de que se trata de comentarios que salieron de sus cabezas.
Pese a que Fueyo fue muy duro en su crítica, el libro no fue sacado de circulación. A la larga, el olvido cayó sobre el incidente para alivio de todos los implicados. El libro corrió una suerte parecida. La Editorial Jurídica jamás lo reeditó y hace tiempo desapareció de las librerías. Sólo se puede encontrar en algunas bibliotecas de escuelas de derecho, en donde los escuálidos ejemplares juntan polvo. En la Chile hay dos copias, pero se consultan poco. Según la ficha de préstamo, la última vez que algún alumno lo pidió fue en 1994.