Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Nacional

9 de Abril de 2012

Pancho Malo, perfil del líder de la Garra Blanca

Francisco Muñoz, alias Pancho Malo, sufrió un atentado en 2007. Lo balearon cerca de su casa en Providencia pero un rati lo defendió. En ese tiempo, The Clinic relató su historia, su cercanía con Pinochet y cómo en la fundación del ex dictador -en los tiempos en que Pinochet estaba en detenido en Londres- conoció al Mono Ale y al Cabezón Beto de Los de Abajo, todos fervientes seguidores de la dictadura. Hoy, en medio de la crisis de Colo Colo, es el principal rostro de las amenazas que ha recibido el plantel por el mal rendimiento futbolístico.

Por Javiera Prieto

Francisco Muñoz Carrasco, Pancho Malo, se para en la puerta de su edificio, en el pacífico barrio de los obispos de Providencia. Hace menos de 48 horas dos encapuchados trataron de matarlo allí a balazos, y un detective -amigo, vecino y también colocolino- repelió el ataque. Aunque está en la mira desde entonces, Muñoz, líder de la Garra Blanca por estos días, parece no tomarse muy en serio el atentado. Este jueves Colo Colo juega contra Millonario, de Colombia, y él debe ir a organizar a la hinchada al Monumental.

Muñoz a sus 28 años se escapa a las convenciones que existen sobre los garreros. Habla bien, sin garabatos. Vive en Providencia con sus padres y congeló en el quinto semestre de Ingeniería Mecánica. Hace cuatro años dejó de tomar y fumar; practica artes marciales y le gusta cocinar fetuchinis; es de carretes piolas en bares de Providencia y escucha cumbia villera.

Delgado, de pelo claro corto, ojos almendrados y algo rasgados, lo que menos tiene es cara de malo; más parece un niño inquieto. Pero el 2000 se pasó seis meses preso por un homicidio, y su nombre se repite en cada uno de los hechos más violentos que han remecido a la Garra Blanca. Como responsable o como víctima.

Aunque alguien lo quiere muerto, Pancho Malo mantiene su liderazgo entre los albos y sólidas relaciones con hinchas de las barras bravas de la U y de la UC, a quienes conoció en la Fundación Pinochet, cuando el ex dictador estaba preso en Londres.

Pancho Mentira

Pese al atentado de la semana pasada, Muñoz anda solo. Rechazó la protección que le ofreció la policía y la única medida de seguridad que se ve es que, pese al calor, no baja los vidrios polarizados de su auto.

-Son ellos, los encapuchados, los que tienen miedo y no se atreven a venir y dar cara -dice.

El ataque levantó las especulaciones entre los colocolinos. A la hora de decir quién podría estar detrás de los balazos, la lista es larga.

-El Pancho Malo le debe plata a mucha gente, y ese día le fueron a cobrar -dice un integrante de la barra.

El atentado a Muñoz es uno de varios que han terminado con barristas heridos. Desde noviembre pasado, dos dirigentes han sufrido atentados que los han dejado incapacitados. Los hinchas lo atribuyen a disputas internas.

En 1992, cuando Muñoz llegó a la Garra Blanca, las peleas eran con hinchas de otros equipos. Pancho Malo era un adolescente de 15 años entonces. Su primer acercamiento fue a Los Holocaustos, uno de los piños que formaban la barra. Los piños en el mundo de las barras son como las células: pequeñas agrupaciones por barrio o comuna que alientan a sus equipos. A él lo apadrinaron dos hermanas conocidas como Las Gemelas. Ellas lo defendían cada vez que lo molestaban otros garreros.

-Al principio le decían ‘Pancho Mentira’ porque llegaba contando todos los días que había matado un chuncho o quemado una micro. De ahí pasó a Pancho Malo, porque se creía malo y todos hueveaban mucho -cuenta un garrero que lo conoció entonces. Pese a que era el menor de la banda, Muñoz no se sentía menos. Y ya empezaba a perfilarse como líder.

Pancho Facho

Hoy Pancho Malo habla mucho de Augusto Pinochet. Lo cita. Especialmente desde el atentado de la semana pasada. Si Cristo fue crucificado, el Imperio Romano cayó y Lenin, Stalin y Pinochet también se opacaron, dice, es imposible que a una persona como él no vaya a pasarle nada.

Muñoz admira al ex dictador. Tanto, que eso llegó a costarle su salida de la barra durante unos años.

Ocurrió en 1998, cuando Pinochet era juzgado en Londres. Muñoz, por intermedio de un amigo, se convirtió en visitante asiduo de la Fundación en que los partidarios del general se reunían a rogar por su suerte, entre los que destacaba uno de los escoltas del atentado.

No era el único barrista en la Fundación. Allí conoció al Spiry, de Los Cruzados; al Mono Ale y al Cabezón Beto, de Los de Abajo. A los tres los unía el pinochetismo. Eso no gustó en Colo Colo.

-Lo viraron del piño y de la barra. En esa época estaban Los Incansables -comenta un ex integrante de Los Holocaustos.

Los dirigentes de la barra -el Barti, Huinca, Rata, Rodilla, Jc, Viper y Androide- en ese tiempo eran mayoritariamente de izquierda. Además, no toleraban las amistades con miembros de barras de otros equipos.

Hoy Pancho Malo no sólo tiene amigos de otros equipos. También en su círculo, dice, se ubican frentistas o gente de izquierda. “Yo soy respetuoso”, dice.

La familia

El 2003 Pancho Malo volvió al estadio. Lo hizo con La Familia, como se llamó a un nuevo grupo que gobernó la Garra a través de una directiva que integró a dos miembros de los tres piños más importantes: Felipe Alboroto y Checho, por Los Alborotos; Pancho Malo y Eric, de Los Holocaustos; y Jonathan y Barco, de Barrio Albo, un grupo de la San Gregorio.

En la directiva, pronto Felipe y Pancho Malo empezaron a destacar. Pero el orden de La Familia duró apenas un año.

-Pancho Malo siempre había querido figurar. Felipe en cambio era muy acabronado. Ahí empezaron los roces -comenta un ex integrante de La Familia.

El quiebre definitivo entre los dos ocurrió en Buenos Aires, en marzo del 2004. La barra había viajado a Argentina acompañando a Colo Colo, que debía enfrentar a Boca Juniors. Eran unos 800 garreros, además de hinchas normales.

Los problemas surgieron cuando Felipe Alboroto, un día antes del partido, anunció en el diario deportivo Olé que al estadio de Boca los acompañarían los miembros de la barra brava de Chacarita, Los Funebreros, tradicionales y violentos rivales de los locales. Alboroto dijo que iban dispuestos a pelear.

Los dirigentes de Boca tardaron poco en reaccionar, y decidieron subir el precio de las entradas, lo que dejó a muchos de los colocolinos fuera del estadio. En la puerta de La Bombonera, Pancho Malo decidió quedarse afuera también, acompañando a los hinchas que no podían pagar. Felipe Alboroto, el gestor del condoro para muchos, entró a ver el encuentro.

Desde ese día, su rival se fue a pique y la popularidad de Muñoz creció. Al poco tiempo, Alboroto dio un paso al lado.

Por ese tiempo Muñoz se alió con los de la San Gregorio, que por entonces marcaban supremacía dentro de la barra. En ellos basó su poder para ascender, opinan algunos garreros. Sus rivales los conocían despectivamente como los Cumas.

Hoy, una de las cosas que más le molestan a Muñoz son precisamente los Cumas, y que la Garra Blanca sea estigmatizada por ellos. De hecho, algunos de sus partidarios dicen que en su gestión se ha “limpiado” la barra.

Pero para muchos de sus detractores, el poder de Muñoz está precisamente en ellos, que además lo protegen.
-Él es cuiquito, vive en Providencia pero trata de ser flaite y a los flaites es re fácil ganárselos. Los deja entrar gratis a los partidos, les habla fuerte y listo –comenta un hincha.

Cárcel

El año 2000 Muñoz estuvo preso por homicidio. En una riña en un carrete en Vitacura, mató a otro joven. Algunos dicen que se trató de un crimen pasional, que Pancho Malo apuñaló al otro porque salía con una ex. La versión de Muñoz, en cambio, habla de legítima defensa.

-Estábamos en un carrete y llegó este loco con un cuchillo gigante, de cocina, para atacar a mi amigo. Yo lo defendí, le di un par de puñaladas, pero no quería matarlo.

Muñoz se pasó seis meses preso en la Ex Penitenciaría de Santiago. Allí, dice, nunca tuvo miedo.

-Los presos son igual que uno, de carne y hueso, no importa que hablen más mal. Si había que pelear, peleaba.

Su militancia en la Garra Blanca le ayudó. En la ex Peni no eran pocos los colocolinos presos.

Algunos de sus amigos nunca se enteraron que estaba preso. A uno de ellos cada vez que llamaba por teléfono a su casa sus padres le respondían que estaba fuera de Chile. Irónicamente, quienes lo visitaban en ese tiempo solían ser sus amigos de Los de Abajo, sus rivales en teoría.

Su madre le llevaba grandes cantidades de comida, que se repartían en la sección en que su hijo estaba detenido, como forma de protegerlo.

El sistema

En la puerta del Monumental, Muñoz baja un poco la ventana del auto para saludar a los guardias de los controles de seguridad. Ellos lo llaman Panchito, le sonríen.

Cuando se baja del auto, saluda a todos los que andan por ahí. Un hombre terneado se le acerca y lo abraza, efusivo. Le dice que le contagie con los súper poderes que le permitieron zafar de los sicarios. Luego, le pasa las llaves de una camioneta para que vaya a buscar el bombo de la barra, que arreglan en una casa cerca al estadio.

En la camioneta, Muñoz se pone a pensar en voz alta en su salvada. Aunque tiene algunas sospechas de quiénes podrían ser los responsables, dice, no piensa cobrar venganza. No es lo suyo.

-Tal vez ese día tenía que haber muerto, pero habrá sido de Dios que no pasara. Hay que ser bien poco inteligente para hacer lo que hicieron ellos, porque cuando uno planea un homicidio, lo hace bien. Se apuraron mucho, tenían que esperar que estuviera solo. Obvio -dice.

En la Garra son varias las hipótesis que se barajan sobre los autores de los balazos. Nadie aventura mucho y nadie, menos, quiere ser identificado. Le tienen miedo a Muñoz. A él y a todo lo que lo rodea.

El último tiempo ha habido una seguidilla de balaceras que han afectado a hinchas albos. En noviembre del año pasado, Juan Arancibia, El Pirata, quedó en silla de ruedas luego que lo balearan en Cerro Navia. Los familiares de Arancibia acusaron a Muñoz de ser el responsable, por una pelea en que se habían enfrentado los piños de ambos días antes.

Otros, más truculentos, insinúan que el atentado a Muñoz podría no tener que ver con la Garra y apuntan a que Pancho Malo andaba metido en negocios que nada tenían que ver con la barra.

En la Garra, dicen, hacen cola para pasarle cuentas a Muñoz. Por la violencia, por su forma de ser. Por todo. Y especialmente por la relación que le atribuyen con la sociedad que controla a Colo Colo, Blanco y Negro, y con su presidente, Gabriel Ruiz-Tagle. Ambos, dicen, están ligados a la UDI.

Hace unas semanas, el periodista Juan Cristóbal Guarello escribió sobre la relación entre ByN y la barra brava, en una columna llamada Gángster, que publicó en el blog de deportes de Emol. “No he escuchado ni leído opinión o repudio alguno de parte de los dirigentes de Colo Colo ante tan grave suceso –escribió, refiriéndose a las presiones de los garreros a los jugadores del club- (…) tal vez estén más ocupados todavía planificando con el ‘brazo armado’ de la ‘Garra Blanca’ nuevas acciones de amedrentamiento en contra de los integrantes del plantel (…)”.

Acusaciones que Jorge Aguilar, director y abogado de ByN, niega. Ellos, dice, ni financian a la Garra ni la usan como “brazo armado”.
-La relación que tenemos con ellos es la misma que con cualquier socio -dice.

Pancho Malo cree que si lo hubieran matado la semana pasada todo habría sido peor, y hubiera terminado en vendettas internas. Se hubiera roto un equilibrio, un sistema.

El suyo.

Notas relacionadas

Deja tu comentario