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Nacional

18 de Abril de 2012

Eutanasia: ¿Why not?

El dolor extremo, el desahucio y el deseo de una muerte digna son los motivos principales por los que se pide la eutanasia, prohibida en Chile. Conversamos al respecto con destacados médicos (y no hay acuerdo) y recabamos la opinión de intelectuales como Raúl Zurita y Humberto Maturana, partidarios totales de la legalización de esta práctica.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
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Ilustración: Marcelo Calquín

María, anciana chilena, no quería seguir viviendo. Tenía un diagnóstico lapidario: insuficiencia renal que la obligaba de por vida a dializarse tres veces por semana, diabetes en estado avanzado, ceguera, problemas de audición y una cirugía a la cadera que había salido mal y la tenía postrada. Pero su mente estaba intacta, lúcida. Y no quería aceptar ese destino. Prefería morir dignamente antes que depender de una máquina. Eso significaba vivir menos, pero bien.

Y se negó a dializarse. Sin embargo, sus hijos, con buena intención, durante tres años la obligaron. Tenían que amarrarla para subirla al taxi. Gritaba tanto que ningún auto quería llevarla. En el hospital montaba otro show: se sacaba los catéteres y sangraba a chorros. Tan fuertes eran sus gritos que tenían que dializarla en una pieza especial donde no se escucharan sus lamentos. Pasaron tres años y su salud mental empeoró hasta que enloqueció. Tiempo después su familia se contactó con el hospital para internarla. Querían remediar el daño causado a su madre por mantenerla con vida a costa de un gran sufrimiento. Y pidieron que por favor la dejaran de dializar. Una junta médica discutió el tema. Y decidieron darle la razón a la anciana. Le quitaron la diálisis y a los doce días murió. Durante esos días no hubo gritos ni llanto y María se extinguió en paz.

Este caso, ocurrido hace pocos años, pone en el tapete el controversial tema de la eutanasia, prohibida en Chile. “La intención no fue matarla, sino evitarle más sufrimiento”, dice el geriatra Domingo Castillo, que se desempeña como Jefe de Geriatría del Hospital Clínico de la Universidad de Chile y que estuvo a cargo del final de María.

NO HAY ACUERDO

La palabra eutanasia es tan vieja como el hilo negro. Viene del griego y significa, literalmente, “buena muerte”. En la antigüedad era común que los médicos la practicaran. Una mala vida no era digna de ser vivida y por tanto la eutanasia no suscitaba grandes discusiones. Pero Hipócrates cambió las cosas. Prohibió a los médicos la eutanasia activa y la ayuda para cometer suicidio, condenándola en su juramento: “Jamás daré a nadie una medicina mortal por mucho que me lo soliciten”. En la Edad Media fue vista como un pecado contrario a la voluntad de dios, pero después Francis Bacon abrió la discusión del tema al justificar su aplicación.

Hoy, siglos después, la eutanasia sigue siendo un tema controversial. Para Cecilia Sepúlveda, Decano de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, la eutanasia aparece como una opción de aliviar sufrimientos de una enfermedad que no han podido ser aliviados de otro modo. O sea, cuando el tratamiento médico ha fracasado. Nadie quiere morir sufriendo. O sí. Eso depende de la opción individual. Pero esto último no se toma en cuenta en Chile ni en los países en que está prohibida la eutanasia. La decisión en la mayoría de los casos pasa por el médico, quien suele buscar todas las opciones a su alcance para que el paciente sufra lo menos posible aplicando lo que se llama “tratamientos paliativos”.

Pese a que dijimos que la eutanasia significa un buen morir, no todos los médicos están de acuerdo con los alcances de dicha afirmación, y entregan matices.

Para algunos, como el doctor de la Unidad de Pacientes Críticos del Hospital Clínico UC, Guillermo Bugedo, el término eutanasia puede ser mal entendido. “Si veo que un paciente está en estado crítico irreversible, no voy a intervenir más de la cuenta y dejaré que la naturaleza actúe por sí sola, pero le voy a mantener la respiración y los cuidados básicos. Eso para mí es un buen morir. Y eso no es eutanasia”. Para él la “buena muerte” pasa por darle una muerte digna al paciente crítico, entregándole todos los tratamientos posibles que mitiguen el dolor. “No estoy cambiando el curso de la enfermedad. Estoy dejando que fluya como debiera. Pero que no me pida que le acorte la vida, porque eso no va con mis principios. Eso sí que es eutanasia”. Ese dejar que fluya la enfermedad se aplica en casos en que la suerte está echada y hay muy poco que hacer. No así en los casos crónicos en los que un paciente puede estar años y años en estado vegetal, porque ahí la enfermedad no fluye, es un estanco del que solo un milagro te puede sacar.

En los demás casos en que la suerte está echada, dice Bugedo, se le pregunta al paciente qué camino quiere seguir. “Le digo a ellos ‘usted tiene un cáncer diseminado, con una expectativa de vida de tres a seis meses, pero hay alternativas de prolongar su vida a ocho meses o un año, ¿lo toma?’. ‘No, no quiero eso’, me han dicho. ‘Ok’, les respondo. ‘Entonces, va a estar con dolor, pero tenemos medicamentos para que no sienta dolor’. Eso se llama proporcionalidad terapéutica, es decir, no estoy acelerando la muerte, sino que simplemente no intervengo”.

Para algunos este tipo de procedimientos podría caber en lo que se llama eutanasia indirecta, una práctica habitual en hospitales y clínicas chilenas, según cuenta el doctor Castillo: “Todos los días los médicos dejamos de hacer cosas que pueden derivar en la muerte de una persona. Pero eso no se reconoce ni se plantea. Por ejemplo, cuando tienes una persona que sabes que morirá, si le das morfina, la morfina le quita el dolor, pero baja la presión provocando efectos secundarios que aceleran la muerte biológica. Entonces, vas a vivir menos tiempo, pero ese menos tiempo lo vivirás mejor. Eso uno puede interpretarlo como eutanasia, pero nadie se opone a eso, nadie se opone a que se mitigue el sufrimiento”.

Y para Cecilia Sepúlveda también habría que diferenciar eutanasia de suicidio asistido. Para ella, ambos conceptos no significan lo mismo: “el suicidio asistido consiste en la participación del médico en facilitar activamente la muerte a solicitud del paciente. El problema es que la ley y la moral proscriben el suicidio y también penalizan al que lo asiste. Para la ética médica es inaceptable el suicidio asistido, y no es considerado un tema médico, a diferencia de la eutanasia, la que en todo caso sólo puede ser discutida y contemplada en el ámbito de la medicina. La eutanasia para mí es una muerte digna, una buena muerte, pero no significa matar ni acelerar la muerte de alguien”.

EUTANASIA A SECAS

La eutanasia a secas es esa en la que se acelera la muerte con ayuda de una inyección letal o una sobredosis de medicamentos a solicitud de pacientes que quieren morirse rápido. Para algunos esta eutanasia es condenable y para otros una opción válida. Bugedo, por ejemplo, por principios es contrario a la eutanasia. “Cuando hablan de ella en un paciente sufriente, todo el mundo está de acuerdo como si ésta fuera la única opción. Y no es así. Hay otras maneras. Pero no me pidan que le acorte la vida a alguien”.

¿Y en caso que alguien no quiera cuidados paliativos y prefiera morir?
-¿Qué le pegue un tiro o darle un analgésico? No, que se busque otro médico. Yo no lo haré jamás.

Al contrario de Bugedo, el doctor Castillo está a favor de la eutanasia. Su postura es personal y no refleja el pensamiento de la institución en la que trabaja, aclara: “Lo pensaría mucho, pero si una persona me dice que está sufriendo, y ya no da más, merece morir. La esencia de esta actitud, o la intención del acto, es la calidad del remanente de vida y no la cantidad, lo cual importa a quien está sufriendo”. Y agrega: “El problema es que se medicaliza algo tan natural como es la muerte. ‘No te puedes morir, no puedes perder la guerra, así que tráiganme el ventilador. Y si se muere me siento derrotado’, así piensan muchos los doctores. Pero la cosa debiera psar porque la persona decida o deje estipulado en un testamento vital qué tratamiento quiere usar o no en caso de una enfermedad terminal”.

En la misma línea de Castillo está el coordinador de la Unidad de Bioética y Pensamiento Médico de la U. Diego Portales, Miguel Kottow, férreo defensor de la eutanasia: “En una cultura tardomoderna que enfatiza la autonomía de las personas, resulta un contrasentido negarle la decisión autónoma de solicitar eutanasia, cuando la situación médica lo justifique, que no necesariamente es cuando la muerte es de todos modos inminente, sino en situaciones médicas de sufrimiento y clausura vital que la medicina no puede solucionar ni paliar”.

LA AUTONOMÍA
Hace unos años en este pasquín, el premio Nacional de Literatura Raúl Zurita se mostró a favor de legalizar la eutanasia. Han pasado los años y su postura se mantiene intacta. Cree firmemente en la libertad de elección individual y en que nadie puede decidir por uno. Para él, el derecho a la muerte es una elección absolutamente legítima. “Nadie puede entrar en ese lugar. El suicidio asistido debería ser parte básica de los derechos humanos, como es el derecho a la vida.

Es mucho peor morirse de la angustia de saber que no puedes más sin poder poner fin a ese tormento. También legalizaría el suicidio. O sea, a un tipo que tiene un dolor enorme y no quiere seguir viviendo, un dolor moral, un dolor sicológico que puede ser mucho más arrasador que el más violento de los cánceres, por qué no dejarlo y ayudarlo en su decisión”.

Uno de los argumentos para condenar la eutanasia es que no se estaría protegiendo la vida. O sea, puedes estar en estado vegetal, con el mínimo de actividad cerebral, pero necesitas dar la pelea por tu vida y no morir. “Nos tocó la cultura del Cristo sangrante, que agoniza hasta botar la última gota de sangre. Y eso tiene un peso enorme en el inconsciente nuestro. Y uno tiene que luchar hasta el final. Pero nadie sabe cuál es la medida de sufrimiento que cada uno tiene”, dice Zurita. La dramaturga Isidora Aguirre, poco antes de morir, defendió también en este pasquín la libertad individual de morir con dignidad.

Ella contó esa vez que tuvo familiares en estado vegetal durante 15 años y pidieron a los médicos que no les dieran más medicamentos para que no siguieran sufriendo. Pero, su quejaba Aguirre, entremedio están metidos los preceptos católicos que terminan decidiendo por la sociedad laica. Y eso para ella estaba muy mal.

Una idea similar es la de Humberto Maturana, quien años atrás y también en este pasquín apuntó a la libre elección y a no dejar la muerte al curso natural. “Estamos viviendo en una sociedad donde no se nos trata como ciudadanos responsables. Si yo decido morir ahora, es mi decisión… No hay un conflicto entre la ciencia y la persona. Y nada debiera limitar la voluntad humana”.

SITUACIÓN LEGAL

Salvo en algunos casos como Holanda y Bélgica, que cumplieron este mes diez años aplicando la eutanasia, la mayoría de los países la prohíbe y además le tiene miedo a discutir tema. En Holanda, eso sí, no tienen legalizado el suicidio asistido, el que se castiga con penas de hasta 12 años de cárcel. En ese país cada año se practica la eutanasia a más de 4 mil pacientes, principalmente en casos de cáncer y enfermos de Alzheimer en estado avanzado.

Es conocido el caso del español Ramón Sampedro, que inspiró la película “Mar adentro”. Tetrapléjico y condenado de por vida a mirar el techo tras un accidente en el mar, exigió a las autoridades españolas que lo ayudaran a morir mediante suicidio asistido. No lo pescaron y finalmente una amiga terminó facilitándole cianuro poniéndole fin a años de sufrimiento. Casos menos conocidos ha habido en Sudamérica. Uno muy reciente es el de una joven argentina, el cual abre una luz de esperanza. El año pasado Melina González, de 18 años, la solicitó a gritos. Pedía ser sedada paliativamente para no seguir sufriendo los calvarios de una enfermedad degenerativa del sistema nervioso que se conjugó con un tumor en su espalda, que la mantenía pesando sólo 18 kilos y con su cuerpo casi totalmente paralizado. Clamaba por una muerte digna. Al principio los médicos se negaron. Según ellos, Melina no estaba en estado terminal. Pese a eso y luego de un gran debate político y médico, su caso fue revisado y su petición fue aceptada. A los días la sedaron y murió en paz.

Acá en Chile la cosa ha andado lenta. Como dijo el abogado Agustín Squella en este pasquín hace un par de años: “Acá tratamos estos temas tal como jugamos al fútbol: lento, mal, con abundancia de pases laterales y no pocas devoluciones al arquero. Pasarán 50 años antes de que en Chile se legisle sobre eutanasia”. Y tiene razón. Hace diez años que duerme en el Congreso un proyecto de ley que tiene entre sus objetivos regular el derecho de los pacientes con enfermedades terminales a decidir si se someten o no a determinados tratamientos que tengan por objeto prolongar artificialmente su vida.

Si se aprueba sería un pequeño avance “porque al menos se estaría tomando en cuenta la opinión del paciente que no quiere someterse a ningún tratamiento”, dice el doctor Castillo. Sectores conservadores varias veces han pateado esta ley. Porque supuestamente se prestaría para una eutanasia encubierta.

Hasta el cierre de esta edición, el ministerio de Salud no respondió a nuestra solicitud de la postura oficial al respecto.
Zurita nunca se ha puesto a pensar qué haría si el día de mañana quedara en estado vegetal como Cerati. “Otra cosa es con guitarra. Es difícil pensar en abstracto, porque ahora estoy absolutamente vivo. Quizás con sufrimientos preferiría seguir vivo. No lo sé. Pero me parece impresionante lo de Hawking, un tipo que está mandando señales con su mejilla, pero sigue creativo. Si pudiera crear como él, tal vez haría lo mismo.

Pero sea lo que sea, la decisión debiera pasar por mí”. En todo caso, el poeta no pierde las esperanzas de que algún día se legalice esta práctica. “Si ocurre, no van a haber tipos haciendo cola para matarse, no. Sólo será posible algo que antes era doblemente tortuoso: matarse”.

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