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Opinión

12 de Noviembre de 2012

Llluvia en cursiva (Valdivia & la Roña Eleccionaria)

* Supongo que las guarrerías electorales fueron peores en Lo Espejo, Longaví o Renca –cuyo Colegio Escrutador denunció el extravío de más de ocho mil sufragios-, porque pasada la frontera, en este país de Valdivia, de reúma y desesperación tranquila, las “irregularidades” se sucedieron en slow motion, cuadro a cuadro. Y fueron largas, como una […]

Yanko Gonzalez
Yanko Gonzalez
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Supongo que las guarrerías electorales fueron peores en Lo Espejo, Longaví o Renca –cuyo Colegio Escrutador denunció el extravío de más de ocho mil sufragios-, porque pasada la frontera, en este país de Valdivia, de reúma y desesperación tranquila, las “irregularidades” se sucedieron en slow motion, cuadro a cuadro. Y fueron largas, como una infancia. Si el embutido de indolencia, flojera y centralismo no aquejara a los medios, podría usted evitarse algunas de estas líneas apuradas por The Clinic. Sinopsis: Cerca de las 11 de la noche del 28 de octubre, cuando gran parte de Chile sabía quien lideraría sus municipios, el Ministerio del Interior anunciaba como ganador de la alcaldía de Valdivia al becario de la Fundación Jaime Guzmán, Omar Sabat. Sin embargo, su contendor, Carlos Amtmann, celebraba en la plaza junto a partidarios animados por el recuento favorable hecho a boca de urna por sus apoderados. Algazara alentada, además, por la sorpresa: tanto el oficialismo como una encuesta patrañera lo daba perdedor por más de 18 puntos. A la misma hora, en el comando de Sabat -con el candidato ausente y amurrado en casa como niñato sin nintendo-, reconocían la derrota. Poco antes, el gobierno regional había cerrado el chiringuito sin decir ni mu. A primera hora del lunes 29 –al parecer, en la vigilia, San Jaime los libró del puchero y la derrota-, la derecha local se despertó ganando, según ellos, por 19 votos. A medio día y como un favor pedagógico al paleovaldiviano, a ese gentío afligido, confuso y agropecuario del que formo parte, la gobernadora afinó su canto señoruco: faltaban 9 mesas por escrutar.

La incertidumbre y la opacidad crecían. El martes 30 el Colegio Escrutador se encontró con actas en blanco y otras anomalías. Sin embargo, sumó lo sumable y dio como vencedor a Sabat por ya da lo mismo el número de votos. Nuevo bochincheo y chillidos en la plaza. El comando de Amtmann se insistió ganador, anunció impugnación y cuestionó –cómo no- duramente a los responsables del proceso. Sandía calada: el miércoles 31 aparecen en la basura del Instituto Salesiano dos actas y una carpeta con el logo de la UDI y con estampillas electorales en su interior. En suma –o en sinapsis-: una tonada síquica y cansina, una roña mental y electoral que deja, junto a la altísima abstención, un fastidio demográfico, cartográfico y estadístico.

Es que la inteligencia derechona y gubernamental se ha quedado sin ortografía. Con programa, pertinacia e inclusividad, no le fue difícil al candidato de la oposición aventajar en las ideas al marsopa de la UDI y sus antecesores afines, como ése que fumaba para buscar adjetivos: “Valdivia, `la perla´ del sur”. Cerca de 40 años controlando el municipio (con una indistinguible interrupción concertacionista apenas de 6 a principios de los 90’), la derecha y sus ediles designados, impuestos o electos, han dejado a Valdivia rezagada y devastada: planes reguladores abyectos, hechos a medida de la especulación, de la factoría inmunda, la segregación, el mega-mall y el automóvil. Ordenanzas como incendios o tsunamis, que han servido de légamo para la ruina rural y urbana. Barrios, calles y la piel de la otrora ciudad turística y patrimonial, arrasadas, convertidas en eriales y estacionamientos. Dos brevísimas arterias peatonales –¡una ciclo vía cuya longitud es de una cuadra!- y una costanera envejecida desde su reconstrucción en los 60’, son los epítomes del “progreso” después del terremoto y el gran incendio de 1909. Para qué perorar de participación ciudadana, gestión territorial o ambiental, si nunca quieren debatir, o anteponen el ruido a la palabra, el follón a la razón. No creen en la democracia, ni les importa. Confunden el municipio con su quincho parrillero y llevan décadas gobernando con pelotas, camisetas y fuegos de artificio veraniego.

Llueve en cursiva en Valdivia, como en el poema de Blas de Otero, hace mucho tiempo ya. Y se tose y se calla pensando que el “entorno natural” nos salvará. Los gamonales y los cabrones nos han escondido los votos y las palabras y nos han dejado el titubeo, el marasmo o la abstención. Qué olor.
Terminando estas líneas me entero que el Tribunal Electoral Regional desestimó la petición de anular las elecciones. Sólo accedió al escrutinio público –voto a voto- de 30 mesas electorales- de las 59 que presentaban anomalías. Desconozco la acumulación de méritos para repetir una elección. Lo que tengo claro es que de la sumatoria de abstención + lasitud + desprolijidad sólo obtendremos -gane quien gane y so pena del lugar común- una frágil legitimidad y una profunda sospecha de la democracia (burguesa la apellidábamos acertadamente antaño) como no la habíamos tenido hace muchas décadas. Una democracia que busca votos, no convicciones. Por ello, quizás, estas elecciones municipales han dado la estocada final al tiempo en que los partidos se publicitaban con sus nombres, en que la ambición era más republicana que pesetera; y en que el escaño –parlamentario o municipal- podía aún ser llamado curul y los líderes hablaban y no hipaban. Antes de la antropología moderna, Darwin, de visita en estas tierras de agua, escribió: “Si la miseria de nuestros pobres no es causada por las leyes de la naturaleza, sino por nuestras instituciones, cuán grande es nuestro pecado”.

* Poeta y antropólogo, autor de Metales Pesados, Alto Volta y Elabuga.

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