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Opinión

18 de Noviembre de 2012

Carlos Peña asegura que candidatura de Andrés Velasco es una pérdida de tiempo, de dinero y una oda al narcisismo

Mal parado es una forma cariñosa para catalogar cómo deja Carlos Peña a Andrés Velasco en su última columna de El Mercurio. Como acusando recibo de las críticas de la derecha que le espetaron el querer destruir a ese sector, Peña se dedica a analizar una candidatura del ex ministro de Hacienda que va directo al despeñadero. En las páginas de Elmer Peña comienza su texto intentando responder una pregunta ¿Por qué alguien haría esfuerzos por competir si sabe que va a perder?

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Mal parado es una forma cariñosa para catalogar cómo deja Carlos Peña a Andrés Velasco en su última columna de El Mercurio.

Como acusando recibo de las críticas de la derecha que le espetaron el querer destruir a ese sector, Peña se dedica a analizar una candidatura del ex ministro de Hacienda que va directo al despeñadero.

En las páginas de Elmer Peña comienza su texto intentando responder una pregunta ¿Por qué alguien haría esfuerzos por competir si sabe que va a perder?

La primera teoría del rector de la Universidad Diego Portales es el narcicismo “ese espejo desgraciado que somete a los seres humanos a distorsionar la realidad, a verse a sí mismos de cierta manera mientras los demás lo ven de otra radicalmente distinta. Esa asimetría entre la autopercepción y la percepción de los demás –en que incurren quienes se miran en el espejo de feria del narcicismo- pueden inducir a alguien a lanzarse a una carrera creyendo que va a ganar cuando todos los que observan la carrera, y la deciden, saben que va a perder”.

Peña desarrolla su idea argumentando que “como todo político, Velasco es narcisista. Después de todo, hay que serlo para creer –aunque todos los demás no lo crean- que en él se aloja el secreto para mejorar la vida colectiva.
Otra alternativa es que Andrés Velasco no esté preso de la ilusión de sí mismo, sino que del grupo que lo rodea”.

El tema aspiracional es el segundo punto que trata el abogado en su espacio dominical: “hay en Chile una generación de personas relativamente jóvenes y relativamente exitosas (no hay nada más relativo que la juventud y que el éxito) que tienen una muy alta conciencia de sí mismos. La mayoría cuenta con posgrados exitosos que, por algún motivo que habría que dilucidar, les hizo creer que poseen un secreto de la vida social que a las demás personas se les escapa. Ellos piensan que si la racionalidad impera en la vida social (si se calcularan bien los costos y beneficios, se dispusiera de datos firmes, y se diseñaran adecuadamente los incentivos), el bienestar estaría a la vuelta de la esquina y muchos de los problemas de la sociedad chilena se resolverían. En su vocabulario abundan las expresiones políticas públicas, incentivos y datos duros. Y el uso de frases como: “hacer bien la pega”, “emparejar la cancha”, y otras semejantes a las que recurren a veces para disimular su falta de imaginación lingüística y otras veces para dar la impresión de llaneza y cercanía”.

Avanzando en las líneas la crítica va hacia el círculo que rodea al ex ministro de Hacienda explicando que quizás este fue el que “haya provisto a Andrés Velasco de la convicción de que lo suyo es posible. De ser así, él estaría incurriendo en una falacia de composición: pensar que la parte con que él se relaciona es representativa del todo”.

Ya dejando un poco la acidez inicial, el académico odiado por algunos círculos conservadores se concentra en la proyección del ex hombre de la billetera del Gobierno de Bachelet.

“Subsiste aún la alternativa de que Andrés Velasco sepa –con certeza absoluta- que no va a ganar ahora, pero crea que puede hacerlo en el futuro, cuando los ideales liberales e igualitarios, esa mezcla rotunda de autonomía y de justicia, se expandan en la ciudadanía. Y es posible que Velasco piense que su esfuerzo en apariencia inútil sea un primer paso para estimular esa conciencia entre los ciudadanos. De ser así, Velasco habría decidido iniciar una gran marcha, como la de Mao, sólo que a favor de la libertad. Pero creer eso equivaldría a incurrir en una falacia, que puede ser llamada la falacia Josefina Errázuriz: pensar que la cultura liberal e igualitaria en una democracia se puede construir sin partidos” explica Peña.

Ya al final de su texto, el columnista del diario de Edwards termina de sepultar al tecnócrata Velasco diciendo que “si la próxima elección presidencial fuera un concurso de talentos, una prueba de inteligencia o una competencia de currículos, de publicaciones indexadas y de libros, no cabe duda de que Andrés Velasco merecería ganar. Pero la política es otra cosa: es más cercana a la inercia de la historia que a la audacia del emprendimiento. Es sobre el poder, acerca de la capacidad de algunas personas para seducir o doblegar la voluntad de los demás, apelando a su memoria o a sus anhelos. Y en esto último –no vale la pena ocultarlo-, vaya que le falta”.

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