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Opinión

31 de Enero de 2013

Milicovacaciones

Entre más crecía, más pelúo se volvió elegir si me iba de vacaciones con mi familia o no. El instinto siempre me decía: “no, ni cagando”, pero después empezaba a sacar cuentas y me daba cuenta que mi trabajo de estudiante explotada no me alcanzaba ni para un asado en el Parque O’Higgins. El tema […]

Candelaria Dominguez
Candelaria Dominguez
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Entre más crecía, más pelúo se volvió elegir si me iba de vacaciones con mi familia o no. El instinto siempre me decía: “no, ni cagando”, pero después empezaba a sacar cuentas y me daba cuenta que mi trabajo de estudiante explotada no me alcanzaba ni para un asado en el Parque O’Higgins. El tema es que todos los años me digo que estas serán las últimas vacaciones que paso con mi familia, y todos los años me dejo seducir por el alojamiento y comida gratis.

La primera señal de unas vacaciones insoportables de una familia con patriarca militar, es que mi viejo siempre quería salir a las 0900 y obviamente eso nunca pasaba. Aunque yo sospecho que eso también pasa en otras familias, con padres neuróticos, o milicos frustrados. Entonces, el nivel de enchuchamiento de mi papi comenzaba a subir mientras se acercaba la hora límite, porque ibamos a pillarnos el taco, porque iba a subir el precio del peaje, o porque simplemente -oh, dios- no íbamos a salir a la hora fijada.

A las 0900 mi papi se subía al auto y cuando estábamos todos listos teníamos que pasar la primera media hora de viaje escuchando los gritos argumentativos de por qué era absolutamente terrible salir media hora después de lo planificado. Una vez me acuerdo que le grité a mi papá: “oye, por cuánto tiempo vamos a la playa?” Y se puso a gritar como loco: “puta que eres hueona, no veí que alguien te puede escuchar y cachar que la casa va a estar vacía!?!?!” Con mi hermana nos meamos hicimos pipicito de la risa.

Después empezaban los gritos de por qué era obligación divertirse durante las vacaciones y de por qué eso sólo era posible levantándose todos los días a las 0900 para “disfrutar el día”. Desayuno! Ducharse! Hacer las camas! Almorzar! Playa! Pasarlo bien! No los veo sonriendo, soldados!! TODOS DEBEN pasarlo bien!! AHOOOORAAAA!!!!

Los destinos vacacionales eran variados por las destinaciones de mi papi-milico y por los familiares repartidos por Chile y también, en gran parte, por los “centros recreacionales” que tienen los milicos. Cuando chica, me daba igual adonde fuéramos, me entretenía con una tele y una piscina. Pero más grande empecé a cachar que los lugares se iban repitiendo un poco. Unas veces Iquique, otras el litorals y a veces cerca de Rancagua. A mí me daba lo mismo porque a caballo regaláo…

Eso fue hasta que conocí al Tomás, que le decíamos Tommy. Todo el año nos juntábamos en el colegio con puros hijos de milicos, y después nos volvíamos a encontrar en los mismos centros recreacionales. El Tommy era hijo de un sargento primero y lo conocí en el colegio. Éramos bien amiguitos.

Me acuerdo que por ese entonces yo empecé a cachar el clasismo notancamuflado de mi mamá y el silencio arribista cómplice de mi papá, porque mi mami decía que no le gustaba que el Tommy fuera para la casa. Entonces, un diciembre, le pregunté al Tommy que si acaso se iba para la playa en vacaciones. Y me dice que sí. “¿Pa las cabañas o el hotel?”, le pregunto, pensando que iba para donde iban todos los demás amiguitos, para Pichidangui. Y me dice que no, que él va al camping. Y ahí me doy cuenta que al Tommy nunca lo había visto en los lugares donde veía a los demás. “Y por qué no vái a las cabañas?”, le pregunté. “Porque yo no puedo po”, me dijo.

Ese fue mi primer encuentro con el clasismo institucionalizado de los milicos. El Tommy no podía ir adonde yo iba porque en los milicos hay lugares para oficiales y lugares para suboficiales. El Tommy podía ir al camping de Quilimarí, a las cabañas de El Tabo, al hotel del Quisco y a Quintay. El Tommy no podía ir a Pitsidangui, ni a Punta Vaarde ni al Club de Lo Curro.

Entonces, un verano en que pasaba a tercero medio, creo, el Tommy me invitó con su familia al Quisco. Le pedí permiso como una semana antes a mi mamá, la hinché todos los días hasta que aceptó a regañadientes. Más bien, terminó por decirme: “has lo que querái” y lo que yo quería era irme al Quisco con el Tommy y sus papis y sus hermanos. Al final, cuando me iba yendo, mi mami me dice: llama todos los días, lo que yo me tomé más como una sugerencia que como una regla inquebrantable.

Gran error.

Mi celular estaba medio malo, entonces de repente se le soltaba la batería y se apagaba. En una de esas, lo agarró el hermano chico del Tommy porque quería jugar. Lo prendió y como no se sabía el PIN, apretó cualquier botón. El teléfono le pidió el PUK, y apretó más botones y el celular se fue a la mierda. Apagado y bloqueado. “Filo, cuando llegue a Santiago llamo a la compañia”, pensé.

Segundo error.

No llamé a mi casa como en un día y medio. Pero lo que yo no sabía, es que misteriosamente el señor Jesucristo puso en la cabeza de mi mamá que yo estaba violada, asesinada, descuartizada y violada de nuevo en una zanja. No sé qué chucha soñó, pero se puso a gritarle como loca a mi papá que hiciera algo, lo que nunca había sucedido en viajes vacacionales con mis amigas más rubiecitas. Mi papá hizo uso de toda su buena onda con los Carabineros de la Comisaría de el Quisco. “Es que no hemos sabido de ella en dos días”.

Entonces, figuraba yo en cabaña de Tommy, con papás de Tommy, hermanos de Tommy, amigos de Tommy, amigos de hermanos de Tommy. Peluseando, compartiendo una cerveza. En eso llegan: pacos. Patrulla estacionada frente a la cabaña. Con baliza encendida. Vecinos de las otras cabañas asomándose.

Papá de Tommy abre la puerta entendiendo nada. Paco Uno, acompañado de otros dos pacos, pregunta “¿está aquí Candelaria Domínguez?”. Presentes me miran. “Sí, soy yo”, dije muy bajito como si eso fuese a hacer que nadie se diera cuenta de lo que estaba pasando. Después de un momento de tensión, que estoy segura que el paco de mierda hizo a propósito para aumentar el suspenso y la consecuente burla, me dice: “Llame a su papá”.

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#milicos#pacos#vacaciones

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