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Poder

5 de Agosto de 2013

Cómo adoctrinaron a los jóvenes de Pinochet

En 1983, cuando era un liceano, el ginecólogo Juan Sepúlveda Duarte fue uno de los más de 700 jóvenes escogidos para participar en los programas de formación del régimen militar. Aquí recuerda las charlas, los consejos de Patricio Melero, el encuentro con Pinochet y Lucía Hiriart y lo que pasó con quienes osaron disentir.

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Juan Sepúlveda fue uno de los miles de estudiantes chilenos escogidos por la dictadura militar para perpetuar el régimen.
-La idea, nos decían, era formar gente para el futuro, para lo que vendría después del gobierno militar. No se hablaba de dictadura, por cierto- cuenta Sepúlveda, hoy ginecólogo radicado en Temuco.

Sepúlveda fue seleccionado para este programa en 1983, cuando vivía con su familia en Coyhaique. “Creo que me llamaron para venir al encuentro en Santiago porque era buen alumno y hacía de locutor en los actos del colegio. También, supongo, porque mi papá era de derecha y trabajaba en Gendarmería”, reflexiona.

En ese entonces Juan Sepúlveda no lo sabía, pero la iniciativa formaba parte de un intento de la dictadura por formar una juventud leal, como atestiguan unos 30.000 archivos secretos del Ministerio de Educación. En este esfuerzo, inserto en el Plan de Guerra del Frente Interno, participaron desde ministros militares hasta líderes civiles.

Entre estos últimos destacaron el actual ministro del Interior, Andrés Chadwick, y el ex presidente de la Cámara Baja, el diputado y presidente de la Unión Demócrata Independiente (UDI) Patricio Melero.
Los documentos indican que sólo en 1983 fueron seleccionados 700 jóvenes de 114 liceos, desde Arica a Punta Arenas. Sepúlveda cree que finalmente llegaron al menos un millar.

-Nos llevaron al Hogar Padre Hurtado y allí nos hicieron las charlas, en grupos pequeños. Había unos jóvenes que dirigían los grupos, que parecían tener más experiencia- cuenta Sepúlveda.

A su juicio todo fue bien planificado. Según Sepúlveda, todo en ese encuentro estaba hecho para adoctrinar. Las charlas duraban hasta tarde y por las noches les ponían películas de terror, como “Poltergeist”. “No sé si será casualidad”, ríe. Y recuerda que Patricio Melero pasaba de mesa en mesa diciéndoles que había que prepararse para después del gobierno militar.

-Se nos hablaba del gremialismo y la importancia de Jaime Guzmán- dice Sepúlveda.
Otro flanco en los debates era la posición de la Iglesia católica, encabezada por el sector cercano al cardenal Raúl Silva Henríquez, quien lideró esos años la lucha por los derechos humanos. Según Sepúlveda, “se nos decía que la Iglesia estaba en un mal camino, que los derechos humanos no eran su labor”.

UN JOVEN EN EL DIEGO PORTALES
Luego de dos días de conversaciones en el Hogar Padre Hurtado, vino el encuentro con Pinochet y su esposa, Lucía Hiriart.

“Cuando nos llevaron al Diego Portales éramos como un millar. Yo allí dije que no había nada más democrático que alguien del pueblo pudiera hablar con el presidente. Me aplaudieron”, recuerda el ginecólogo.

A treinta años de los hechos, Sepúlveda cree que Pinochet parecía y actuaba como un rey. “Hoy creo que parte de esto era para pintarle una bonita película. Todos los que hablaban le tiraban flores”.

O casi todos. La ceremonia, planificada por meses entre el gremialismo, la presidencia y los ministerios de Educación y la Secretaría General de Gobierno, fue sacudida en un minuto por el disenso.

“Recuerdo que un chico gritó algo contra el gobierno y lo sacaron unos guardias en andas por un pasillo. Nos impresionó que alguien pudiera hacer algo así. Nunca más lo vimos”, dice.

Sepúlveda no participó en otros actos del régimen, pues para 1983 estaba por egresar del liceo de Coyhaique, lo que lo obligó a abandonar esa pequeña urbe poblada entonces casi sólo por militares y funcionarios públicos, en su gran mayoría de derecha. Partió a estudiar medicina a la Universidad de la Frontera en Temuco, donde descubrió otro mundo y se metió a las protestas.

El año siguiente al encuentro, en 1984, participó en “El Pinochetazo”, a propósito de la visita de Pinochet a Temuco. Ese día, un policía le disparó en la cabeza a un estudiante de segundo año, Mario Cárdenas Sankán.

-Quedó vivo, pero con daño y debió abandonar la carrera. Fue como un aterrizaje forzoso, me marcó mucho. Era mi vecino, vivía en la pensión que estaba al lado de la mía en Temuco- recuerda Sepúlveda.

Sepúlveda, de la mano de su entonces novia y hoy su esposa, comenzó a conocer el mundo de la oposición, a buscar el término del régimen.

-Con el tiempo participé en la cruzada por la participación ciudadana, para enseñar a votar “NO” a la gente en el plebiscito. Fue un trabajo bien fuerte y organizado- dice.
Sin embargo, Sepúlveda siente que el miedo es algo que todavía no termina.
-El miedo no se pasa, sobre todo cuando veo en la televisión a Chadwick, Melero y Alberto Cardemil, el que daba los resultados para el plebiscito a nombre de la dictadura. Me vuelve esa sensación de miedo, ahora leve, por todo lo que viví esos años. Nunca he hablado esto con mis hijos, tendré que hacerlo ahora- concluye.

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