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Opinión

5 de Octubre de 2013

Cómo llegamos

Llegó el día que tanto se esperaba y que muchos hicieron esfuerzos permanente por adelantar. El miércoles era el plebicisto y el pueblo decidirá si está dispuesto a alcanzar la democracia de acuerdo al camino trazado y ver proyectada en ella la gran obra de este régimen o –si por el contrario- prefiere abandonar este […]

Herman Chadwick
Herman Chadwick
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Llegó el día que tanto se esperaba y que muchos hicieron esfuerzos permanente por adelantar. El miércoles era el plebicisto y el pueblo decidirá si está dispuesto a alcanzar la democracia de acuerdo al camino trazado y ver proyectada en ella la gran obra de este régimen o –si por el contrario- prefiere abandonar este camino, desechar las realizaciones de estos años y revivir lo que fuera el pais antes de 1973.

El gobierno ha cumplido sus compromisos y Pinochet enfrenta el plebiscito en un buen momento. Los índices por los que normalmente se miden a los países son alentadores para Chile, que se ha situado en un lugar de vanguardia en el concierto latinoamericano, logrando una realidad inmensamente mejor que la de todos sus vecinos. Las realizaciones económicas y sociales los electores las aprecian en su diario vivir. La nueva institucionalidad se ha mostrado como la adecuada para estas circunstancias y es la única en la cual será posible que subsista un sistema donde se viva plenamente la libertad económica y la política.

Indudablemente falta mucho por hacer. Hay un compromiso pendiente con la extrema pobreza y hay que urgir al aparato producitvo para que mejore los niveles de remuneraciones de sus trabajadores. Todos saben que la obra está inconclusa y que los países requieren realizaciones diarias para mejorar los niveles de vida de su población. Pero todos saben –también- que el camino que se ha construido es el que permitirá lograr nuevos éxitos.

Tan trascendental ha sido este régimen que los opositores democraticos y medianamente cuerdos debieron modificar sus tradicionales posturas y adecuarse –en buena medida- a nuestra realidad. Muchos han reconocido los logros economicos y solo han criticado algunos aspectos de la institucionalidad politica.

Sin embargo, lo que no pensó la oposición centrista es que en torno a la opción del “no” se unirían, para liderarla, los partidos, movimientos y dirigentes que conformaron la Unidad Popular. Su presencia y su conducción le dieron a esta alternativa una posicion rupturista que solo ha luchado porque su eventual éxito se traduzca en revivir el régimen de Allende e iniciar así lo que ellos han denominado como “la segunda etapa” del gobierno socialista. Este cuardo no solo se ha apreciado en declaraciones de los ex jerarcas marxistas, sino que también en la actitud que ha asumido el líder Ricardo Lagos, el que no ha trepidado en terminar sus discursos con el recordado “venceremos, compañeros”.

El “no” se ha constituido como la alternativa de la izquierda que logró para esta vuelta electoral el apoyo de cúpulas politicas de centro que han debido obedecer a las bases extremistas. Parece inconcebible que después de la experiencia que el país ha vivido, se hayan unido los Teitelboim, Palestro y Vuskovic auqellos que ayer fueron sus más encontrados adversarios.

No es culpa del gobierno que la alternativa legitima del “No” se haya transformado en una solución inútil e inoperante para una futura democracia. Han sido los dirgentes opositores quienes sin entender el profundo sentido de este régimen han colocado al país en una disyuntiva poco viable.

Así, se ha llegado a aque el unico camino para lograr la democracia, la estabilidad, el progreso y el desarrollo solo sea a traves del triunfo del “sí”, única alternativa donde partidarios y opositores podrán jugar un rol constructivo para el futuro de Chile.

Quizas en ella los sectores opositores de pensamiento lejano al marxismo y que hoy estan mal ubicados lograran recuperar el lugar que les corresponde y desempeñar el papel que debe asumir el centro politico en las democracias como la nuestra. Por esto, el país debe reencontrarse con su verdad, apoyando así la nueva democracia donde todos puedan aportar sus ideales y esperanzas.

*Columna publicada en La Segunda el lunes 3 de octubre de 1988

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