Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

26 de Octubre de 2013

Un arma de la revolución: historia de la televisión cubana

Vía Revistareplicante.com   Cuando Robertico Carcassés —director del grupo Interactivo, fenómeno de la fusión musical cubana actual—, en pleno acto político transmitido en vivo para toda la nación improvisó guapachosamente una serie de demandas ciudadanas como “Yo quiero elegir al presidente por voto directo y no por otra vía”, “ni militantes, ni disidentes, cubanos todos con los […]

The Clinic Online
The Clinic Online
Por

Vía Revistareplicante.com

 

Cuando Robertico Carcassés —director del grupo Interactivo, fenómeno de la fusión musical cubana actual—, en pleno acto político transmitido en vivo para toda la nación improvisó guapachosamente una serie de demandas ciudadanas como “Yo quiero elegir al presidente por voto directo y no por otra vía”, “ni militantes, ni disidentes, cubanos todos con los mismos derechos”, la televisión cubana sufrió un insólito agujero en el dique comunicacional que construyó desde hace más de medio siglo.

Las consecuencias internas, no obstante, estaban destinadas a no desbordarse demasiado. El dique aún está en pie.

La televisión cubana fue pionera en el área, y una de las primeras en el mundo. Nacida en 1950, ya para el triunfo de los barbudos contaba con una década de experiencia reconocida internacionalmente, con aportes tan significativos como la telenovela, ese controvertido género descendiente de las radionovelas estilo folletín que también se había inventado en Cuba.

Tanto la propia televisión como la prensa en general, al describir el megacursi espectáculo ofrecido en honor a los “cinco héroes” —un grupo de espías atrapados en Estados Unidos con las manos en la masa y que en los últimos quince años han servido al castrismo como campaña ideológica global— no sólo borró las demandas cantadas de Carcassés, sino que lo borró a él mismo del recuento, como si Interactivo nunca hubiese participado del evento. Ésa es la tónica general de la televisión cubana: filtrar información y darla ya masticadita a una población que, casi en exclusiva, habrá de consumirla.

La televisión cubana fue pionera en el área, y una de las primeras en el mundo. Nacida en 1950, ya para el triunfo de los barbudos contaba con una década de experiencia reconocida internacionalmente, con aportes tan significativos como la telenovela, ese controvertido género descendiente de las radionovelas estilo folletín que también se había inventado en Cuba (La serpiente roja, 1937), y un sistema privado de transmisiones abiertas de corte comercial, similar al que todavía funciona en casi todo el mundo.

La llegada de Fidel Castro al poder tardó pocos años en desactivar el concepto y convertir a la televisión nacional en “un arma de la revolución”. Nacionalizada el 6 de agosto de 1960, los tres canales existentes (CMQ, Unión Radio y Telemundo) pasaron a formar parte del Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR), posteriormente renombrado Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), transmitiendo durante unos cuarenta años por sólo dos canales (6 y 2, más tarde bautizados Cubavisión y Tele Rebelde, respectivamente), apenas unas horas diarias (un par de horas al mediodía, y luego entre las seis y las doce de la noche), una programación que buscaba apuntalar los pilares de la ideología comunista mediante espacios que, de una u otra manera, eran regulados por una dirección partidista estricta e inquisidora.

La “autonomía” informativa

Para los años noventa ya el ICRT había sido amoldado como luce en la actualidad. Un “organismo central”, situado en el viejo edificio de CMQ, en la esquina capitalina de 23 y M, comandaba la producción y las transmisiones de toda la red comunicacional televisiva, incluyendo los telecentros provinciales (especie de corresponsalías menores con programación reducida de tema local), y decidía, mediante divisiones (o redacciones) que se supeditaban a la dirección central, todo cuanto debía o no aparecer en las pantallas. La excepción era el cuarto piso, el de las oficinas y estudios del Sistema Informativo.

Un “organismo central” comandaba la producción y las transmisiones de toda la red comunicacional televisiva, incluyendo los telecentros provinciales, y decidía, mediante divisiones (o redacciones) que se supeditaban a la dirección central, todo cuanto debía o no aparecer en las pantallas.

El presidente del ICRT controla la producción y transmisión de divisiones como la de dramatizados, programas musicales, habituales o infantiles, pero sin la menor jurisdicción sobre los espacios informativos. Este bloque, aun formando parte del edificio central y pertenecer sus trabajadores a la nómina de la televisión, funciona bajo la expresa dirección del Consejo de Estado.

 

Los actores Alejandro Socorro y Rachel Cruz en la telenovela cubana Juventud rebelde.Los actores Alejandro Socorro y Rachel Cruz en la telenovela cubana Juventud rebelde.

Aun cuando el aparato general actúa cautelosamente en tanto no se hace posible, en programas de entretenimiento, dejar pasar críticas abiertas al régimen, el gobierno siempre tuvo el cuidado de mantener mucho más corta la cadena al cuello de los espacios informativos. Lo que cada día se informa por los noticieros y boletines pasa antes por un filtro minucioso en el que los acontecimientos nacionales e internacionales se decantan según el patrón ideológico del gobierno. Es común que las emisiones del noticiero lleven a la audiencia los horrores del mundo exterior y al mismo tiempo sean siempre complacientes y triunfalistas para mostrar la realidad interna. El mundo siempre está muy mal y nosotros los cubanos vivimos en un oasis de justicia que, si bien puede haber tenido sus, por así decirlo, errorcillos, sigue siendo un modelo de equilibrio social que la humanidad debería imitar. Los Estados Unidos son una jungla tenebrosa, la culpa de la debacle económica siempre la tendrá el bloqueo imperialista y la cosecha de la papa siempre tendrá números amigables que vaticinen su rotundo éxito. Así de simple.

Los valores socialistas

En épocas en que las películas estadounidenses eran llevadas a su mínima expresión, que no conocíamos la existencia de muchas series clásicas de la televisión en inglés y la parrilla se alimentaba con películas y animados soviéticos, todavía se transmitía al mediodía un espacio llamado Cine del Ayer, con producciones mexicanas, argentinas o españolas de los años cuarenta y cincuenta, por el canal 2. Los jubilados podían sentarse un rato a revivir sus buenos tiempos, reírse con Cantinflas o llorar con Sarita Montiel… hasta que algún funcionario determinó que los años de oro del cine mexicano eran perjudiciales para el hombre nuevo, que los valores que transmitía aquella cinematografía no eran compatibles con la moral revolucionaria. Las abuelitas perdieron sus viejas películas del mediodía y por largos años tuvieron que conformarse con las radionovelas de Radio Progreso para entretener sus tardes.

 

Siga leyendo aquí

Notas relacionadas