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Poder

12 de Diciembre de 2013

Obama despide 2013 acorralado por polarización, espionaje y fiasco sanitario

El presidente de EE.UU., Barack Obama, despide con una baja popularidad un año lleno de tropiezos marcado por varios escándalos, un cierre parcial de la Administración, la amenaza de suspender pagos y el fiasco de su reforma de salud, en medio de una polarización política sin precedentes. Esa polarización imposibilitó a comienzos de año que […]

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El presidente de EE.UU., Barack Obama, despide con una baja popularidad un año lleno de tropiezos marcado por varios escándalos, un cierre parcial de la Administración, la amenaza de suspender pagos y el fiasco de su reforma de salud, en medio de una polarización política sin precedentes.

Esa polarización imposibilitó a comienzos de año que salieran adelante en el Congreso medidas para reforzar el control de las armas, como pretendía Obama, y también ha impedido que en este 2013 se apruebe la reforma migratoria, otra de las prioridades del presidente demócrata para sus últimos cuatro años en la Casa Blanca.

Pero, más allá del empeño de la oposición en bloquear casi todas sus iniciativas, Obama también ha acumulado fracasos de cosecha propia como la desastrosa aplicación de su reforma sanitaria, promulgada en 2010, y un sonado escándalo, el del espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), con graves repercusiones en su reputación en el exterior.

El actual grado de polarización entre republicanos y demócratas “es el más extremo” en más de medio siglo, declaró a Efe Francine Kiefer, editora del Christian Science Monitor y quien coordina un ciclo de artículos políticos en ese diario para crear conciencia sobre el problema.

A juicio de Kiefer, son varias las razones que explican esa polarización, entre ellas que ambos partidos están “en modo campaña” durante todo el año y el hecho de que los congresistas solo “legislan” en la práctica durante tres días, de martes a jueves, y eso les da “menos tiempo para trabajar juntos y socializar”.

La consecuencia más grave de esta situación se vivió a finales de septiembre cuando los congresistas fueron incapaces de ponerse de acuerdo para aprobar el presupuesto federal para el nuevo año fiscal, sobre todo por el empeño del movimiento derechista Tea Party de dejar sin fondos a la reforma sanitaria.

A raíz de ello la Administración estuvo cerrada parcialmente durante 16 días y EE.UU. estuvo al borde de la suspensión de pagos hasta que se logró un acuerdo casi en el último minuto para elevar el tope del endeudamiento público hasta el próximo 7 de febrero.

Con ese acuerdo se evitó una crisis de consecuencias desastrosas a nivel global, pero el daño causado quedó reflejado en pérdidas millonarias para la economía estadounidense y sobre todo en la caída de la confianza y respeto en su sistema político.

Por otro lado, 2013 ha sido el año en el que Obama ha perdido parte de la popularidad que tenía en el exterior, sobre todo por el escándalo del espionaje masivo realizado por la NSA y que, según las revelaciones del exanalista de esa agencia Edward Snowden, afectó a líderes y gobiernos amigos.

La Casa Blanca, por instrucción de Obama, ha ordenado una revisión de los programas de la NSA que tiene por objeto garantizar que EE.UU. espía no porque “puede” sino porque “debe”.

Y también ha dejado claro que Obama no sabía del espionaje a aliados como la canciller alemana, Angela Merkel, hasta que ordenó esa revisión a raíz de las filtraciones sobre las operaciones de la NSA realizadas por Snowden.

Si su imagen de líder merecedor de confianza se ha ido desvaneciendo en el exterior, en casa lo que ha hecho mella en Obama hasta dejar su imagen en el nivel más bajo desde que llegó a la Casa Blanca en 2009 ha sido la nefasta aplicación de la reforma sanitaria, el mayor logro de su primer mandato.

La web www.HealthCare.gov, donde se pueden obtener los nuevos seguros médicos previstos en la reforma, registró numerosos fallos y problemas técnicos durante varias semanas tras su lanzamiento.

Pero lo que realmente ha minado la credibilidad de Obama incluso entre los propios demócratas fue su promesa, mantenida desde 2010 y que resultó ser inexacta, de que los ciudadanos satisfechos con su cobertura sanitaria no tendrían que cambiarla para cumplir con los nuevos estándares de la reforma.

Además, para un presidente que siempre ha presumido de tener el Gobierno más transparente de la historia, cayeron como un jarro de agua fría en mayo los escándalos de la vigilancia encubierta del Servicio de Impuestos Internos (IRS) a grupos conservadores y del espionaje a la agencia de noticias AP.

Casi la única fuente de buenas noticias para Obama durante este año ha sido la política exterior, gracias al acuerdo en colaboración con Rusia para desmantelar el arsenal químico sirio al que se llegó tras la amenaza de una inminente intervención militar de Washington contra el régimen de Bachar al Asad.

Más recientemente Obama se anotó otro tanto con el acuerdo entre las potencias occidentales e Irán para suspender temporalmente el programa nuclear de Teherán, aunque ese pacto le ha valido el enfado de aliados como Israel y Arabia Saudí, y su resultado final todavía es una incógnita.

Ver también: El coqueto “selfie presidencial” que dejó con la cara de tres metros a Michelle Obama

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