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Opinión

15 de Enero de 2014

El clasismo de base en la UDI y el triste consuelo de ganar en la cota mil

Pensar que la derrota de la centroderecha en general, y de la UDI en específico, pasa únicamente por un tema generacional, sólo me reafirma en que hay gente de nuestro sector que no ha entrado desde hace mucho tiempo a las poblaciones más vulnerables de nuestro país y se ha dedicado a hablarle únicamente a la cota 1.000, donde seguimos arrasando... triste consuelo aquel. La UDI no necesita de cambios generacionales vacíos, como si la juventud fuera un valor en sí mismo: requiere de un cambio de discurso

Mario Contreras
Mario Contreras
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En el mes de abril de 2013, planteé ante mi partido las razones que, desde mi punto de vista, nos conducían a una debacle en noviembre, creyendo que aún estábamos a tiempo de corregir el rumbo de colisión que llevábamos. Lamentablemente, no fue así.

Soy de aquellos que tuvo la inmensa suerte de trabajar en el Primer Gobierno de la Alianza, casi desde el comienzo. Lamentablemente, no pudo ser desde el inicio de nuestra administración, ya que también me tocó enfrentar en un primer momento la sospecha de ser un político sin MBA. Aún así, siempre estaré inmensamente agradecido de haber participado de un muy buen gobierno, aunque también cargaré con la enorme frustración de no haber podido hacer algo más para reponernos del grave error inicial de dejar de lado a nuestra gente en la conformación de los cuadros del Gobierno, un tema que para mí es el núcleo constitutivo del fracaso electoral de la Alianza.

Milito en la UDI desde muy joven. Trabajé en Santiago Poniente por el triunfo de nuestro líder, Jaime Guzmán, y nunca se me ha borrado la frase que acompañaba sus afiches de campaña: “UDI, una nueva forma de hacer política”. Si queremos ser consecuentes con el testimonio de aquél que murió asesinado por sus ideales, debemos retomar esa bandera, volver a trabajar por un país que tanto espera de todos nosotros y no en beneficio de intereses personales mezquinos, o de amigos y camarillas varias.

Pero ¿cómo llegamos a esta derrota, después de que hace sólo cuatro años estábamos celebrando nuestra primera victoria en cinco décadas? Vuelvo al punto inicial. El fracaso está dado por la pérdida del respeto, reconocimiento y consideración a la gente que a costa de su propio sacrificio, ayudó a construir la UDI Popular que fue clave en el triunfo de la Alianza.

Hoy no debemos sorprendernos por haber perdido la mitad de la votación en las zonas populares. A nuestras estructuras de base les dijimos por años que trabajaríamos juntos para cambiar Chile y que de ese proceso, el triunfo en las elecciones era solo la primera parte, ya que conquistar la Presidencia era un medio para construir un nuevo Chile que crece con justicia social. Dos meses después del triunfo, sin embargo, se impuso el concepto de la excelencia y muchas de las personas que trabajaron con ilusión por este proyecto, quedaron fuera, sin nunca recibir una explicación. ¿Se sintieron utilizados? Por supuesto. ¿Le dimos la razón a todos aquellos que por años decían que los “pobres” no deben ser de derecha? Totalmente. ¿Traicionamos a Jaime Guzmán al permitir este clasismo de base en la construcción de nuestro Gobierno? Sin lugar a dudas. ¿Podemos quejarnos de que nos hayan dado vuelta la espalda y no hayan defendido la obra del Gobierno? No tenemos derecho a ello.

Abandonamos nuestra estructura poblacional y a quienes durante años cargaron el peso del trabajo en las comunas más vulnerables, fuente del crecimiento y dinamismo de la UDI, y no les dimos la posibilidad de transformarse en autoridades. Esa mezcla de factores fue letal, junto con el hecho de que muchos de los que ocuparon los cargos que en estricto rigor les correspondían a otros, jamás entendieron que el trabajo político es estar con la gente y no comunicarse con ellos a través de twitter, la televisión, la radio o los diarios.

El clasismo de base se expresó también en “los hijos de…” que recibieron la posibilidad de ser candidatos de nuestro partido, aún cuando algunos de ellos decían con todo desparpajo que no compartían los valores de la UDI. Fueron estos, también, quienes se quedaron con las oportunidades que a otros, con más merecimientos, se les negaron por la sencilla razón de que contaban con el dinero para autofinanciar una campaña. Esta forma de definir cupos contra la meritocracia, siempre ha sido pan para hoy y hambre mañana, como lo demuestran los últimos resultados electorales, porque alimentó una perversa división de clases al interior del partido, la cual contribuyó a destruir el trabajo poblacional que implementó Jaime Guzmán.

Pensar que la derrota de la centroderecha en general, y de la UDI en específico, pasa únicamente por un tema generacional, sólo me reafirma en que hay gente de nuestro sector que no ha entrado desde hace mucho tiempo a las poblaciones más vulnerables de nuestro país y se ha dedicado a hablarle únicamente a la cota 1.000, donde seguimos arrasando… triste consuelo aquel. La UDI no necesita de cambios generacionales vacíos, como si la juventud fuera un valor en sí mismo: requiere de un cambio de discurso de acuerdo a las nuevas necesidades de las personas y para construirlo, es indispensable volver a estar de verdad con la gente.

Pero, a pesar de todo, la UDI está mejor perfilada dentro de la Alianza. De partida, hemos dado inicio a un debate honesto, del cual sé que vamos a salir fortalecidos. No estoy de acuerdo con el discurso de los nuevos movimientos integrados justamente por aquellos que nunca han puesto un pie en las poblaciones y que mantienen el perfil elitista que tanto daño le hizo al Gobierno. Es por esta razón que quienes quieren salir ahora a conquistar a los jóvenes y piden que se les abra la cancha como los próceres que recuperarán el apoyo que ayudaron a perder en sólo cuatro años, les digo: en 2011, cuando entre los estudiantes se escuchaba un discurso único respecto temas sensibles, habría sido tremendamente positivo que se hubieran dado vuelta por la calle para llevar su mensaje. No necesitaban fundar un nuevo movimiento para hacer el más básico de los trabajos en política.

No vamos a volver a ganar una elección presidencial, si como sector no damos verdaderas garantías de que se puede hacer una vida de servicio público en la centroderecha, sin importar el lugar en el cual nacimos y la plata de nuestra familia. Si volvemos a abrazar nuestra historia, recuperaremos la confianza que tanto tiempo nos costó construir junto a nuestra gente.

A pocos días del Consejo de la UDI, no puedo dejar de señalar que la autoproclamación de presidenciables del partido a través de los medios de comunicación, constituye una nueva falta de respeto para nuestras bases y es por eso que me siento con todo el derecho a responderles por la misma vía. Estas postulaciones, sin ninguna propuesta y, lo más importante, sin el apoyo de los consejeros nacionales que definirán a nuestras autoridades, constituye una pésima señal.

Tal como lo solicitó el senador Hernán Larraín en su intervención en el Consejo Directivo ampliado realizado el último fin de semana, es necesario llevar a cabo un Ampliado en el mes de marzo antes del Consejo General, al cual asista la mayor cantidad de dirigentes de nuestro partido, para tener la oportunidad de formar comisiones y escuchar y analizar las propuestas de los distintos postulantes a presidir la Unión Demócrata Independiente.

* Ex Concejal de Llanquihue y San Joaquín, ex Presidente Regional y actual Consejero Nacional de la UDI.

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