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Opinión

23 de Abril de 2014

Tributos, retroexcavadoras y el séptimo mandamiento

La escena transcurre en un restorán de la zona oriente de Santiago. En la mesa uno, ubicada casi en la entrada del recinto, un grupo de dirigentes de la Nueva Mayoría, más un par de asesores festejan, por adelantado, la próxima aprobación de la reforma tributaria. Cruzando el local, en una mesa amplia, distante, ubicada casi al fondo, un público menos festivo, los rostros duros, también discuten sobre política.

Don Iñigo
Don Iñigo
Por

Mesa Uno
El que hace de jefe, con su carita redonda y unos cachetes rosados que le quitan edad, se explaya: Será una victoria abracadabrante. Tenemos los votos y se tendrán que tragar el sapo.

El mejor trajeado del grupo se echa para atrás y asiente: Conozco el mundo empresarial y sé que han asumido la derrota. Son gente pragmática-. Varios asienten y el bien trajeado sigue en su perorata que es también una venta de humo …el otro día estuve con varios jefes de los principales grupos económicos… Entendieron… Y me permití bromear diciéndoles que no había nada que hacer salvo la vieja recomendación a seguir en caso de violación: “Relax and enjoy”. Celebran la broma y el bien trajeado continúa: creo que están tomando cursos de relajación. Son gente pragmática.

Todos asienten y el más joven repite como en una letanía: Son gente pragmática.

Mesa del Fondo
En la cabecera preside uno que no obstante no superar la cincuentena es un “fat cat”, envuelto en un terno gris a rayas al que cruza por encima del chaleco una cadena de oro que sostiene un reloj de bolsillo: ¿Qué celebran los de la entrada?

¡La reforma tributaria! Cuando crucé frente a ellos les escuché decir que le estaban encargando un paper al Guatón Correa y otro a Tironi…

-Y nosotros ¿qué vamos a hacer?, dice uno que en sus modales expresa su naturaleza de gran ejecutivo, acostumbrado a mandar y contratar.

No desde luego “peipercitos”, que es lo que hacen ellos -dice el “fat cat”- si no estudios en profundidad, elaborados por una legión de abogados y economistas que, por lo demás, ya hemos contactado.
¿A quiénes y a qué precio?, interrumpe el ejecutivo.

Ocho consultoras y a un precio promedio de 9,75 UF la hora profesional- contesta el “fat cat”.
Algo más de un sueldo vital la hora -comenta el ejecutivo y agrega, está bien.

El “fat cat” continúa: 1.200 horas para analizar la reforma al impuesto de primera categoría y una suma similar para la reforma de la segunda categoría que lo hará XConsult; 4.500 horas a cargo de “A&C Consulting Group” para analizar el fin del FUT; 2.000 a “Trust Energy” para fundar la oposición a la derogación del D.L 600 y sigue en un largo listado que suma otras decenas de miles de “horas consultores” .

¡Felicitaciones! -dice un parlamentario que es miembro de la Comisión de Hacienda de la Cámara-. Es una gran contribución y resuelta en tiempo record, como debe ser…Una suma simple me indica que hay estudios comprometidos por a lo menos unas 35.000 UF.

Y si es necesario vendrán muchos más- dice el ejecutivo

Pero ¿quién los va a pagar?, interrumpe temeroso un flacucho con cara de dirigente de PYME.
¡Obviamente Arenas, el ministerio de Hacienda!, dice el ejecutivo, casi sin mirarlo. Son consultorías imputables a gastos de las empresas, deducibles de impuestos…

Las empresas pueden hacerlo -remarca el parlamentario.

Preocupado por el curso que amenaza tomar la discusión el “fat cat” interviene, autoritario, alzando la voz: Pague o no Arenas, este no es un tema de platas, es un asunto (y recalca las sílabas) de “prin-ci-pios”. Los impuestos son un “ro-bo”.

Del otro lado de la mesa, mientras lucha contra un confit de canard del que se escurre una gota de grasa, redonda y rubia que, finalmente, rueda por la solapa de su chaqueta, el provincial de los Legionarios de Cristo arguye: -En la vida moderna las alzas desmedidas de impuestos es la forma como los Estados violan el séptimo mandamiento: ¡no robarás!. Dirigiéndose al “fat cat”, continúa: Hace bien usted en decir que esta no es una lucha por unos pesos más. Es una lucha moral. Una lucha contra la envidia, porque la envidia y no la justicia es la que inspira esta reforma tributaria.

Una lucha moral, pero que vamos a perder -comenta el ejecutivo.

No -contesta el “Legionario”, esta es una lucha sin fin, que no tiene Patria sino todas las Patrias y casi declamando- que no tiene época pues es de todas las épocas. Al día siguiente que aprueben su reforma denunciaremos el despilfarro fiscal y estaremos de nuevo, como el Tea Party y la derecha en todas partes del mundo, imponiendo rebajas de impuestos. ¡Qué calaña de centroderecha seríamos…serían ustedes -se rectifica- si no lucharan por rebajas de impuestos!

Mesa Uno
Se hace un breve silencio mientras ven pasar a los contertulios de la mesa del fondo. Algunos intercambian saludos y los miran irse. Cuando está seguro que no podrían escucharlo, el que hace de jefe de la mesa uno dice en tono pausado: La tributaria será la más fácil de las reformas. El bien trajeado se suma al carro y reitera: No hay de qué preocuparse, ya la han internalizado… son gente pragmática. Entonces el de la carita redonda y regordeta agrega: Con una retroexcavadora en la raja hasta el más pintado se hace pragmático. Feliz de su ocurrencia sonríe y pide la cuenta mientras todos se levantan seguros de estar empezando a degustar una victoria que se les acerca.

El mozo pregunta: -¿Boleta o factura?

El de la cara redonda mira para el lado y seguro que no lo escuchan, dice: ¡Factura!

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