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Opinión

13 de Junio de 2014

Macaya: el desconocido delfín de Chadwick que ha chasconeado a la UDI

Macaya es colchagüino, niño de colegio marista y no tan ABC1 como el resto de los UDI. A los 18 años entró a estudiar leyes en la UC y, aunque no se involucró en política, las clases de derecho constitucional de Andrés Chadwick lo acercaron al gremialismo. Es uno de los progresistas del partido y Chadwick y Longueira creen a pie juntillas que es el elegido para renovar la UDI.

Ivonne Toro Agurto
Ivonne Toro Agurto
Por

macaya
Si hay un culpable de que Javier Macaya esté en el parlamento es el ex ministro de Interior, Andrés Chadwick.

Él, y el vino “litreado”, que el bisabuelo del secretario general de la UDI produjo desde 1914 en la Región de O’Higgins -y que aún se vende en la zona-, fueron claves en que el abogado compitiera en 2009 por el cupo que dejó Juan Masferrer y venciera al ahijado político de Carlos Larraín, Rodrigo Montt Swett.

Macaya jugó de local: Su familia paterna está aún radicada en San Fernando y cada vez que en la provincia se celebra algo, hay un vino Macaya sobre la mesa, porque la botella más cara cuesta cuatro lucas y es, ha comentado el parlamentario “no muy fino, pero bien bueno”. Debe ser cierto, porque Macaya de la industria vitivinícola, sabe. Su tesis fue sobre las denominaciones de origen en el área y en 2003 cursó un Diplomado en Vino Chileno, Producción, Elaboración y Degustación.

En rigor, el debutante vocero de la UDI, que tuvo una campaña bien regada y con harta empanada en 2009, fue en su primera elección la segunda mayoría en el distrito 34 (Chimbarongo, Las Cabras, Peumo, Pichidegua, San Fernando y San Vicente de Taguatagua), pero su 18% casi ni brilló al lado del despampanante votación de Alejandra Sepúlveda que sacó el 45%. En cuatro años, sin embargo, Macaya creció hasta llegar al 26,52% en 2013. Sus bonos políticos también se cotizaron al alza en ese periodo: este año asumió como el segundo abordo de la mesa directiva gremialista.

EL PROVINCIANO

Macaya es colchagüino, niño de colegio marista y no tan ABC1 como el resto de los UDI.

A los 18 años entró a estudiar leyes en la UC y, aunque no se involucró en política, las clases de derecho constitucional de Andrés Chadwick lo acercaron al gremialismo. En su familia, nadie es militante, pero su mamá es prima de Cristián Larroulet y las ideas políticas siempre apuntaron hacia la derecha.

Pero como era de provincia, Macaya no se juntó de inmediato con los Verbo Divino de la Católica y mientras algunos de sus pares se deslumbraron con lecturas sobre Jaime Guzmán, él se dedicó a viajar los fines de semana a su hogar y a carretear. A carretear mucho. Un par de compañeros lo recuerdan así: “Bien fiestero y pololo. Buen alumno también”.

En medio de la vida universitaria de fines de los ’90, tuvo un gesto clave con Chadwick. El primo del ex Presidente estaba en campaña para ser electo senador y Macaya le dio los contactos de sus familiares en la zona para que lo ayudaran.

El 2009, Chadwick le devolvió la mano. Tras egresar de la UC- y luego de un breve paso por Inglaterra, donde fue a perfeccionar su inglés-, fundó un bufete de abogados, se casó con Constanza Farías y a través de la Fundación Jaime Guzmán llegó a trabajar con Virginia Reginatto en la Municipalidad de Viña del Mar. A ella la acompañó en un reelección y le gustó el trabajo en terreno. Por eso cuando se enteró de que Masferrer había decidido jubilar, fue a hablar con su antiguo profesor y le pidió ser el sucesor.

Chadwick se la jugó por alguien sin historia partidaria por considerarlo su delfín dentro del partido por su perfil “liberal”: Macaya no tartamudea al hablar de dictadura, despenalización de la marihuana o acuerdo de vida en pareja. Y eso, en una colectividad caracterizada por su conservadurismo, destaca y trae problemas.

Hace unas semanas, por ejemplo, Gonzalo Rojas le dedicó una columna en su blog donde advertía que la UDI estaba al borde del precipicio porque Macaya había decidido entablar conversaciones con el Movilh e Iguales para hablar sobre los derechos de las minorías sexuales.

Pero Macaya tiene bastante crédito para pararse sin tantos complejos en la derecha. Tiene 35 años, no arrastra ninguna mancha dictatorial, se metió en cuanto fue electo en comisiones cabezonas como Hacienda y Salud y se impuso, pese a las presiones, como la mano derecha de Ernesto Silva.

EL MAPITA
Los diputados de la colectividad le tienen cariño y cuentan que su obsesión es demostrar que si la derecha se sacude lo cartucha puede gobernar. “Tiene un mapita de cómo la centro derecha está gobernando en casi toda Europa”, comenta un parlamentario.

En privado, ha dicho que la UDI está en riesgo de volver a quedarse sola en el tema de las minorías sexuales, como lo hizo en el debate del divorcio y la despenalización de la homosexualidad. También es partidario del anticonceptivo de emergencia, pero en el aborto se le sale el UDI típico: por ningún motivo.

Con todo, es uno de los progresistas y Chadwick y Longueira creen a pie juntillas que es el elegido para renovar la UDI.

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