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Cultura

29 de Agosto de 2014

El triunfo del yo

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Los personajes de Cosas que nunca te dije pueden estar de paso en Nueva York o escondidos en Limache, nostálgicos de la tierra natal en Roma o en Viña del Mar combatiendo un mal impronunciable; pueden estar en cualquier parte de Chile o del mundo, trabajando en polvorientos institutos de enseñanza inferior o tocando guitarra […]

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Los personajes de Cosas que nunca te dije pueden estar de paso en Nueva York o escondidos en Limache, nostálgicos de la tierra natal en Roma o en Viña del Mar combatiendo un mal impronunciable; pueden estar en cualquier parte de Chile o del mundo, trabajando en polvorientos institutos de enseñanza inferior o tocando guitarra en discotecas de Villa Alemana. Pero para todos ellos, la adultez es una unidad de cuidados intensivos donde agonizan los radiantes sueños de la infancia. Y en el caso de la generación de los ’90, la primera de muchas generaciones chilenas que se vio de espaldas a toda épica, el sueño era más bien sencillo y también imposible: no dejar la juventud; no anclarse en este mundo, o el otro.

Es una generación de muy baja intensidad que necesitó un movimiento planetario (los indignados) para volver a la calle por intereses que no fueran enteramente privados. Pero estaban indignados desde mucho antes, mosqueados casi a nivel existencial por ínclitos discursos que en la medida de lo posible prometían la libertad, el oro y la fraternidad. Y así identificaron su enemigo. Y fue un enemigo curioso: las palabras. Porque desconfiaban de la política desconfiaron de las palabras.

En Cosas que…, su primer libro de cuentos, María José Viera Gallo comparte la propensión de esta época por la elipsis, las atmósferas íntimas y la ausencia de palabrerío. En “Zúrich”, uno de los mejores cuentos del volumen, la lucha contra todo lo que sea épico es una constante que se concentra en una frase: “Es verano, estamos en el norte, y tenemos derecho a eso…”. Defender el derecho a las vacaciones es, qué duda cabe, una afirmación de que lo grande y pesado en la vida puede esperar, que también los héroes necesitan un poco de sol. Otro de los temas constantes en la obra de Viera Gallo, el desarraigo, es modesto, poco tiene que ver con el exilio y mucho con una especie de epifanía negativa: la nacionalidad, Chile, es un albatros. En “Composición”, un hombre regresa a Chile porque no le queda otra, porque para los otros es chileno; en cambio, en “Lee…” una mujer se cuida de fracasar con tal de no regresar nunca más a este país. En “Just María” una menuda muchacha salta de trabajo en trabajo con el único objetivo de convertirse en norteamericana y termina, para su pesar, de vuelta en el país al que se había jurado no volver. En todos los cuentos Chile no es un lugar más sino el escenario, real o imaginado, de algunas felicidades y de todas las desgracias.

El universo femenino de Viera Gallo no es uno de héroes o mujeres suaves. Varias veces surge algo así como la rabia, bajo la forma de la ironía. En “Just María”, la María titular pese a imaginarse como una nueva especie en el caldero norteamericano, la verdad, detesta el sueño americano, se refiere en una ocasión con sorna a los homosexuales, no le gustan los perros y es culpable del pecado de la desatención una y otra vez.

El estilo de prosa es más bien mínimo y elíptico y, salvo en un par de cuentos, funciona muy bien. Una de las pocas críticas que puede hacerle a “Cosas…” es que todavía hay que podar más el lenguaje: de vez en cuando sobran adjetivos y la elección de palabras es desafortunada (“imaginario” en vez de “imaginación”, por dar un ejemplo; “invierno color de ceniza” para referirse a Santiago). La otra es que “Una novelita sentimental”, el último cuento del relato, rompe con el universo y el estilo de prosa y construcción narrativa que venía desarrollándose: si en los anteriores se conseguía algo así como la sinceridad, el último tiene un regusto artificial.

Cosas que nunca te dije es uno de esos raros libros consagrados a la belleza y a la sinceridad, además de una confirmación de que su autora se ha venido convirtiendo en una de las voces más sofisticadas de esa primera generación de jóvenes chilenos maravillados y aburridos por el triunfo desmedido de su yo.

Cosas que nunca te dije
María José Viera Gallo
Tajamar Editores, 2014, 173 páginas

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