Nacional
1 de Octubre de 2014El debate que abre la primera plantación de marihuana medicinal en Chile
80 kilos de marihuana se van a cosechar el próximo año para producir un aceite cannábico que promete aliviar el dolor de 200 enfermos de cáncer. La aprobación del proyecto, patrocinado por la fundación Daya, es solo un aspecto de lo que hoy se discute en las mesas de diálogo del Senda y el ISP, donde el grupo más purista se inclina por restringir el uso de marihuana terapéutica a remedios envasados, abriendo el camino a las farmacéuticas. Mientras, miles de enfermos acuden al tráfico y a indoors para preparar su propia medicina. Esta es la discusión que se viene en el mundo del cannabis medicinal.
Compartir
“El aceite de cannabis alivia el dolor de cientos de enfermos”, se lee en la cartulina rosada que sostiene una anciana en medio de un tumulto de coloridos lienzos que adornan el patio del Servicio Agrícola Ganadero (SAG). Es pasado el mediodía del lunes 8 de septiembre y se acaba de informar en una conferencia de prensa algo que hasta hace poco parecía impensado: la aprobación de la primera plantación de marihuana para uso terapéutico en Chile.
Los periodistas se abalanzan sobre los invitados y el público -la mayoría personas enfermas de cáncer- aplaude y grita. Todos confían en que el proyecto, el primero en implementarse en Latinoamérica, podría mejorar de manera considerable su calidad de vida.
En poco menos de un mes 600 semillas de cannabis feminizadas y 250 autoflorecientes, importadas desde Holanda, serán sembradas en un terreno de 300 metros cuadrados cedido por el municipio de La Florida a la Fundación Daya. Los requisitos de seguridad de la plantación serán estrictos: debe tener doble cerco, guardias de seguridad las 24 horas del día y rondas de vigilancia permanente por parte de Carabineros. Cada etapa del proceso va a ser fiscalizada por el SAG y todo lo que no se ocupe para la producción de la medicina deberá ser incinerado.
Luego de las cosechas, en enero y abril del próximo año, comenzará la fabricación del fitofármaco de marihuana a partir de las 425 mejores matas. Las máquinas reducirán los 80 kilos de cogollo recolectados a solo 8 litros de aceite cannábico que será sometido a estudios para indicar su concentración de THC y CBD, los dos principales componentes de la planta. El producto final, que contiene 4 variedades de cannabis, será repartido en dosis mensuales de 3 mL por paciente durante un año. Pese a que al proyecto ya se le dio el vamos, aún no se tiene claridad sobre quién costeará el tratamiento de los 200 pacientes -100 de La Florida y 100 de la Fundación Daya- que serán beneficiados con el aceite.
Lo que sí se tiene claro es que quienes se inscriban en el proyecto deberán pasar por análisis médicos para comprobar que tienen cáncer, están con tratamiento paliativo y sufren dolor desde el punto 4 hacia arriba en la escala EVA de valoración del dolor. Además, cada paciente deberá firmar un consentimiento para participar de un estudio clínico que va a realizar Daya con la participación de la Universidad de Valparaíso y la Fundación Arturo López Pérez.
El nivel de rigurosidad de este estudio, a pesar de ser aprobado por el SAG y el Instituto de Salud Pública (ISP), no cumpliría con los estándares exigidos a nivel internacional para probar la eficacia de un remedio. Para que esto sea efectivo se requiere que sea “doble ciego”, o sea, que exista un grupo de control que en vez de recibir la medicina reciba un medicamento placebo. Esto permitiría comparar los avances de ambos grupos y sacar conclusiones médicas. Pablo Meléndez, de la Fundación Daya, dice que descartaron la opción “doble ciego” por razones éticas: “no estamos dispuestos, al saber que una medicina funciona, a que a algunos pacientes se les someta a placebo”.
Pese a los beneficios que otorgaría la marihuana medicinal en pacientes crónicos y al reciente visto bueno de las autoridades, en las mesas de diálogo constituidas por el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda) y el ISP hay voces que critican la iniciativa por considerarla “tremendamente preocupante”.
-Lo que acaba de suceder es imprudente y poco recomendable porque no obedece a una política de salud clara al respecto. Podría ser la punta de lanza para abrir el consumo recreativo- dice María Luisa Jouanne, esposa del senador UDI Jaime Orpis, representante de Corporación La Esperanza en la mesa de diálogo del Senda.
Para Jouanne la solución pasa por otro lado. “El uso terapéutico de la marihuana debiese ser en formato farmacológico, con receta retenida y un protocolo que indique para qué patologías se puede utilizar”, añade.
En caso de pacientes que no puedan acceder a los medicamentos, Jouanne propone incluso una subvensión estatal con tal de que las personas no tengan contacto directo con la planta.
Es precisamente esta disyuntiva la que genera el debate que está en ciernes: ¿Despenalizar el autocultivo o permitir el ingreso de las farmacéuticas?
La medicina de la controversia
Si bien son escasos los estudios que cumplen con los estándares internacionales para probar de manera científica la eficacia de la marihuana como medicina, los extractos de la planta han mostrado resultados favorables en personas con distintos tipos de enfermedades como cáncer, epilepsia, esclerosis múltiple y fiobromialgia alrededor del mundo. De ahí que en países como Israel, España, Francia, Canadá y 22 estados de EE.UU. hoy permitan su uso.
Las modalidades, sin embargo, son distintas. Al menos tres mecanismos para producir medicina a partir del cannabis son los que funcionan hoy en el mundo: la artesanal, la intermedia-colectiva y la industrial. El proyecto de la fundación Daya encarna la opción intermedia. Pero no es la única.
La vía artesanal es una fórmula que hoy practica un grupo de padres para regular la epilepsia de 40 niños en Chile y que no estarían contemplados en el cultivo medicinal que se implementará en La Florida. Un vació que esta incipiente política pública aún no resuelve. Es por esta razón que los padres, tal como contamos en tres ediciones atrás, recurren al tráfico y otros al autocultivo para preparar la medicina de sus hijos. Una de ellas es Paulina, su hija tiene 7 años y desde que le administra aceite de cannabis dejó de sufrir las 10 convulsiones diarias que padecía. Con una regadera de colores, la niña riega las dos matitas de marihuana que hay en el patio de su casa y tiene muy claro que es su mamá quien prepara su medicina. Gracias a talleres prácticos y tutoriales de youtube (ver recuadro), Paulina, al igual que el resto de los padres, ha aprendido a cocinar aceite de marihuana. Con una olla arrocera, a baño María, calienta los cogollos durante diez horas para luego pasarlos por tres filtros, un proceso arriesgado que terminó una vez con su olla en llamas. El resultado de la receta casera, en la que gasta 60 mil pesos al mes, es una pasta verde oscura que guarda en un frasquito de vidrio. Su hija, que toma dos gotitas al día, lo apunta y dice “eso es aceite”.
Este proceso, pese a reducir los episodios epilépticos drásticamente en niños, es duramente criticado por un sector, en general ligado a sociedades médicas, debido al poco conocimiento que tienen los padres respecto a la administración del medicamento en sus hijos. Carlos Ibáñez, psiquiatra experto en adicciones de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurociencia (Sonepsyn), habla en representación de su organización y el Colegio Médico -ambas integrantes de la mesa de salud pública del Senda. “Las decisiones de salud no se pueden tomar con casos individuales, sino con una base científica sólida. Si no, es muy difícil asegurar que lo que se está entregando sirve y es seguro. En este momento, de acuerdo a la evidencia que hay, no se justifica recetarlo. Además hay riesgos de sedación, alucinación, crisis de pánico, accidentes de tránsito”, asegura. Luego agrega que,
de las tres formas de producción de medicamentos a partir de cannabis, el único seguro es el formato del remedio tradicional, en manos de los laboratorios farmacéuticos.
Autocultivo v/s farmacéuticas
En Chile no existen datos específicos, pero Claudio Venegas, psicólogo y asesor de la organización Movimental, que participa de la mesa del Senda, cruzó los datos del último estudio del Senda sobre drogas y el informe de la situación mundial del cannabis de la ONU de 2006. La cifra final sería de 31 mil usuarios de marihuana con fines medicinales en Chile.
Atendiendo a este punto, la cobertura de la plantación de La Florida es claramente insuficiente. El doctor Sergio Sánchez, quien participa en el proyecto, asegura que “es un problema para el Estado porque ya existen personas utilizando estas sustancias, entonces es necesario darles un marco regulatorio apropiado”. Este marco regulatorio puede ir desde la despenalización del autocultivo hasta la legalización de la venta de remedios hechos de cannabis, lo que en rigor abriría la puerta a un negocio que mueve millones de dólares al año en otros países del mundo.
Para vender un medicamento de marihuana, este debe tener aprobación científica, o sea contar con una investigación -con “doble ciego” y otras características- que acredite su efectividad. Según Mauricio Huberman, presidente del Colegio Químico Farmacéutico, un estudio así puede llegar a costar hasta cerca de 400 millones de pesos. Por lo mismo, lo más probable es que si en Chile se elige la vía del fármaco tradicional, los laboratorios opten por traer remedios ya probados y convertirse en su representante en Chile. Un camino que también pueden tomar las farmacias en caso de que llegue un paciente con receta en mano.
Hace dos meses Cecilia Heyder, quien sufre de lupus y cáncer, se convirtió en la primera y única persona en Chile en recibir el permiso del ISP para importar un remedio de cannabis: Sativex, un fármaco que cuenta con la validación internacional de la Food and Drug Administration (FDA) e indica la concentración exacta de THC y CBD. Con este sistema Cecilia sabe perfectamente la dosis que debe ingerir para tratar su enfermedad. El tratamiento de tres meses cuesta más de 3 millones de pesos y debe ser cancelado al contado por el paciente. Pese a que es la primera mujer en recibir la autorización del ISP, no está conforme con la medida. “Nadie puede pagar esta millonada en Chile, el autocultivo es la única solución”, dice Cecilia, quien, antes del permiso que le otorgaron, consumía, asustada de que la pillaran, los alimentos de marihuana que ella misma preparaba. Como Cecilia, muchos enfermos que se han hecho expertos en indoor y preparan su medicina de forma clandestina exigen que Chile legalice el cultivo personal con fines terapéuticos.
Ana María Gazmuri, fundadora de fundación Daya, asegura que los pacientes deberían poder elegir el camino que más les acomode, ya sea tener un cultivo personal, afiliarse a un programa comunitario como el de Daya o comprar un remedio tradicional. “Lo importante es que esté al alcance de toda la gente que lo necesite y ninguno, por razones económicas, se vea privado de contar con eso. No queremos que la inequidad estructural del país se reproduzca también en este ámbito y que sea un producto de lujo como hoy es Sativex”, afirma la actriz. Por eso la fundación ha propuesto la creación de un cultivo nacional de marihuana que garantice un precio accesible. Claudio Venegas sigue la misma línea: “Nos parece un sinsentido que se gaste esa brutalidad de plata, ya sea el Estado o el paciente, pudiendo contar con otras alternativas”, dice.
Las alternativas al formato farmacológico, si bien no tienen el mismo nivel de estandarización, tienen efectos clínicos muy similares, según el doctor Sánchez, quien participa en la discusión de la mesa del ISP. El problema de fondo, asegura el facultativo, es la cultura médica paternalista. “Quiere controlar la conducta del paciente, protegerlo del peligro que significa entrar en contacto con el cogollo… no vaya a ser que sea desobediente y quiera fumárselo”, dice.
– Les preocupa que los pacientes anden volados…
Es una utopía de ciertas personas más puristas producir medicina de marihuana evitando el efecto psicotrópico. Es un juicio moral decir que volarse es malo, además hay fármacos que producen efectos mucho peores.
El rockstar del aceite cannábico
Un zumbido constante en los dos oídos hacía insoportable la vida del canadiense Rick Simpson. Era uno de los síntomas de la lesión craneal y el síndrome de conmoción cerebral que sufría en 1997 y que ninguno de los medicamentos que le prescribieron pudo mejorar. Hasta que un día vio un programa de televisión que hablaba del cannabis medicinal. Decidió fumarse un pito y sintió un alivio que ningún remedio antes le había producido, pero su doctor le negó la receta de manera tajante.
Empecinado con la idea, cultivó plantas de marihuana y comenzó a experimentar con las flores hasta que obtuvo un concentrado de cannabinoides. El aceite lo usó para su enfermedad y también para tratar el cáncer a la piel que lo aquejó más tarde. Según él, semanas después de aplicarse la resina sobre la piel, el cáncer se esfumó completamente.
Desde entonces ha entregado su aceite de forma gratuita a más de 5 mil pacientes de variadas patologías. Esta fue una de las razones que lo llevaron a la cárcel y luego a pedir asilo político en Europa, donde continuó investigando y dando charlas sobre el tema.
Hoy la receta que inventó está a disposición en internet y afirma que el 70% de los pacientes que siguen sus pasos logran combatir el cáncer. El tutorial original de youtube se ha transformado en la receta magistral más popular entre los enfermos para preparar medicina de cannabis y es el mismo en el que se basará el proceso de producción de la fundación Daya.
En noviembre de este año Rick Simpson visitará Chile como invitado especial de Expoweed 2014.