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Opinión

12 de Noviembre de 2014

Los burócratas de la cultura

La novela presenta verdaderos arquetipos de las artes y humanidades, partiendo por el propio Fontana y el desbalance que se aprecia al comparar su vida pública con la privada, la primera impecable y la otra rodeada de escándalos causados por una sexualidad alejada de la norma.

José Bodhi-Shavuot
José Bodhi-Shavuot
Por

colil
Los criterios de las editoriales transnacionales, tantas veces criticados, son relativamente comprensibles debido a que en ellos se hace primar el valor comercial antes que el valor literario, por ser empresas donde tiene preeminencia la rentabilidad económica antes que la cultural. Esto no sería problemático si ambos atributos –comerciabilidad y calidad literaria– coincidieran a menudo; la obstinada realidad, empero, se empeña en mostrarnos lo contrario. La novela “Tsunami”, de Juan Ignacio Colil (1966), es una de aquellas raras excepciones, y quizás podría haber engrosado el catálogo de una editorial extranjera pues, además de ser una apuesta literaria contundente, es una obra entretenida, rápida, legible.

La entrega de Colil se encuentra próxima a la novela policiaca, tal vez podríamos incluso apuntar que polemiza con el género, existiendo un enigma como eje de la narración que solo se resuelve a modo de desenlace. La anécdota trata sobre la conmemoración de la muerte de Fontana, un escritor que pasó sus últimos años en un pueblo de provincia, donde se desarrolla la historia. De pronto, la desaparición de uno de los invitados a las ceremonias inicia un relato que mantendrá al protagonista ocupado en diversas peripecias detectivescas. A eso se suma la cada vez más deteriorada imagen del poeta celebrado, que con el transcurrir de las páginas va pasando de héroe a pavoroso victimario.

La novela presenta verdaderos arquetipos de las artes y humanidades, partiendo por el propio Fontana y el desbalance que se aprecia al comparar su vida pública con la privada, la primera impecable y la otra rodeada de escándalos causados por una sexualidad alejada de la norma. Los invitados a la conmemoración serán tres veteranos de las letras nacionales, con todos los prejuicios, anacronismos e ingenuidades que este tipo de personajes ostenta (Briones, Guerra y Fredes); un escritor rebelde y problemático (Fernando); la poeta espiritual y profunda (Julieta); y el protagonista, un cuentista de segunda fila que posee más derrotas que triunfos a su haber (Juan).

Los organizadores del evento que moviliza la trama son, asimismo, ejemplos claros de ciertos ciudadanos de nuestro país; hablamos de la típica burocracia ignorante que hace su negocio con la cultura en regiones. En este sentido, la novela se emparenta con la obra de Marcelo Mellado, quien ha elaborado un verdadero manual para entender a los funcionarios de provincias vinculados a la difusión de las artes. De este modo, tanto los burdos guardias municipales, el alcalde –envuelto en líos con una mujer mucho menor y alocada– o Recaredo, un gris y mediocre administrativo, dan cuenta de la vulgaridad que todo acto cultural organizado por el gobierno –central o local– nos ofrece. A esto debe sumársele la presencia de la falsa Shakira que viene a coronar el escenario más lamentable que puede prodigarnos la celebración de un escritor por parte de las conspicuas autoridades comunales.

En este contexto se nos devela la identidad del protagonista, que nos hace comprender que estamos ante una autoficción. Sin duda, se le toma cariño al Juan Colil del libro, se percibe la honestidad de su derrota y su fracaso, se aplaude su humor corrosivo y la falta de indulgencia con los señores del poder provincial, se agradece el cinismo que cualquier actor cultural de experiencia debe tener, un cinismo que al final intenta redimirse por un proceder ético y de principios, pero que no lo consigue del todo.

La novela crece cuando, en el último cuarto de la obra, acaba la linealidad argumental y se pasa al fragmento y comienzan los juegos estructurales. Las secciones “Apariciones” (sobre el “malogrado escritor” que origina los festejos), “Consideraciones” (que pone en entredicho la participación del narrador/protagonista en los hechos criminales), “Noticias” (respecto a eventos importantes en la vida de Fontana), y “Mirando desde la otra vereda” (la particular participación de una banda de música aficionada en las ceremonias), son una muestra clara que el libro pretende ser algo más que una ficción que se sostiene únicamente en la historia. Los formalismos son atingentes, lo mismo que los cambios de puntos de vista, que vienen a re-construir una fabulación que ya dábamos por cerrada.

En suma, si obviamos algunos deslices marginales (la cansadora repetición de palabras, el abuso de muletillas como “esto”, “todo esto”, “aquello”, además de la utilización de un porfiado “de que”, en vez del simple “que”), tenemos un texto valioso que, junto con aplicar técnicas en boga –como la metaliteratura, tema central en la novela–, jamás se olvida de mantener interesado al lector.

“Tsunami”
Juan Ignacio Colil.
Das Kapital, 2014, 246 páginas

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