La Premio Nobel de Literatura 2015, la bielorrusa Svetlana Alexiévich, siente con esta distinción la responsabilidad de continuar luchando por la democracia y los Derechos Humanos en su país, una "dictadura aterciopelada" dirigida por el presidente Alexandr Lukashenko.
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La Premio Nobel de Literatura 2015, la bielorrusa Svetlana Alexiévich, siente con esta distinción la responsabilidad de continuar luchando por la democracia y los Derechos Humanos en su país, una “dictadura aterciopelada” dirigida por el presidente Alexandr Lukashenko.
En una comparecencia ante la prensa en Berlín, Alexiévich, de 67 años, explicó que muchos ciudadanos de a pie salieron de sus casas para felicitarla y abrazarla por el premio, porque la gente en Bielorrusia “necesita una especie de símbolo”.
Para la autora, escribir novelas sobre las historias reales de la gente es una exigencia, “es el intento de captar el tiempo, de retenerlo, de extraer algo del caos en el que vivimos”.
Aunque recopila información como una periodista, insistió en que ese material “lo procesa de forma literaria”.
Su estancia de diez años fuera de Bielorrusia, que abandonó como consecuencia de las duras condiciones, le hicieron “crecer como escritora”, afirmó.
No obstante, regresó a su país porque entendió que Lukashenko y el presidente ruso, Vladímir Putin, seguirían donde están por mucho tiempo, y también porque sus padres murieron cuando ella estaba lejos y sus nietos estaban creciendo sin ella, explicó.
Vivir en el extranjero le permitió ampliar su visión, pero también comprendió que “la democracia no se puede sencillamente importar como el chocolate suizo”, como se pensaba en los años noventa.
Según Alexiévich, “lo que pasa en Rusia y Bielorrusia todavía durará mucho” porque “para la libertad hace falta gente libre y esa todavía no existe”.
Se mostró convencida de que en los comicios mañana en Bielorrusia “no habrá sorpresas” y volverá a ganar Lukashenko, al tiempo que advirtió a Europa de que en él no se puede apostar ni confiar
Reconoció que “fue raro” recibir la felicitación del presidente bielorruso, pero señaló que se trata “de un juego” por parte de Lukashenko, para hacer creer a Occidente que la oposición en Bielorrusia no está reprimida.
Expresó sus escepticismo ante un posible levantamiento de las sanciones contra su país y recordó que “cuando las relaciones con Rusia están mal”, como ahora, que Minsk no recibe dinero de Moscú, (Lukashenko) se vira más hacia Europa”.
En ese sentido, pronosticó que “tan pronto como Rusia le dé dinero, volverá a distanciarse de Europa”.
“Cuando flirtea con Europa, se trata de un juego”, agregó Alexiévich, quien recordó que Lukashenko “es un hombre soviético, que no va a cambiar”.
La flamante premio nobel calificó de “sorprendente” que la oposición en Bielorrusia, de la que dijo ha mostrado ser “muy débil”, no apoye a un candidato conjunto, aunque lo atribuyó a que las personas que la integran “están peleadas entre ellas y se acusan mutuamente de ser agentes del KGB”.
“Las personas que se hacen llamar oposición no se dan cuenta de la responsabilidad que tienen” y “sólo les preocupa su propia vanidad”, criticó.
Esa es una de las razones, según la autora, por las cuales no se siente parte de la oposición.
También aludió a la opositora bielorrusa Tatiana Korotkévich, la primera candidata a la presidencia en la historia de Bielorrusia, que calificó de “mujer muy interesante” y de la que dijo que si hubiera comenzado antes a hacer campaña, posiblemente podría haber logrado más apoyos.
A nadie le cabe duda de que mañana el presidente desde 1994 de Bielorrusia volverá a alzarse con la victoria pues, según decía el dictador soviético Iosif Stalin, lo que importa no es quién vota, sino quién hace el escrutinio, recordó.
Habló de una “dictadura aterciopelada” al referirse al régimen de Lukashenko, pero señaló que las dictaduras también “mutan”.
“Yo no diría que sólo la variante dictatorial de Stalin puede llamarse dictadura. Hoy en día hay muchos tipos de dictadura”, precisó.
En Rusia ya nadie sale a manifestarse, agrega, porque “la gente ha borrado de sus vidas la parte política” y “encuentra siempre para sí misma una justificación”.
“También nosotros callamos hoy, vivimos en una especie de acuerdo con el poder, en este dilema”, señaló la escritora, y agregó, al referirse al presidente ruso, que como ya dijo una vez “nos enfrentamos a un Putin colectivo”.