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Opinión

4 de Febrero de 2016

Columna: Caval, un año después

El caso Caval sigue su curso en los tribunales, como corresponde, nadie está por sobre la ley, lo ha dicho la Presidenta hasta el cansancio y así será. La Presidenta sabe de dolores profundos en su vida y cada uno de ellos los ha superado. No será este la excepción ni tampoco será el arma que la doblegue para seguir avanzando en el proceso de reformas que hará de nuestro país un pueblo menos desigual.

Erika Silva
Erika Silva
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Sebastian Davalos renuncio a su cargo

“Los chilenos demandan, merecen, igualdad de oportunidades y derechos, y eso también incluye igualdad ante la ley”. Esas palabras pronunciadas por la Presidenta Michelle Bachelet dan cuenta de lo que ella siempre ha manifestado respecto a lo que para nuestro país anhela y de seguro están presentes en más de alguno de los cientos de discursos que ha tenido que leer, sin embargo, sus palabras tienen una tónica especial pues son puestas en escena el mismo día que su nuera era notificada sobre las medidas cautelares en su contra por el caso Caval.

Las palabras en este contexto adquieren una dimensión distinta, pues la interpelan a ella misma en su calidad de Mandataria y eso le da un sentido mayor a cada una de las frases dolorosamente pronunciadas. Hace un año el gobierno gozaba de buena salud, la aprobación de la Presidenta era alta, la ciudadanía presentaba en general mayores índices de confianza con la clase política. Sin embargo, en febrero del 2015, todo parece conspirar cuando el caso Caval es publicado por la revista Qué Pasa.

La Presidenta está en Caburgua con comunicaciones intermitentes y su hijo Sebastián y su nuera están con ella igualmente aislados. El ministro Peñailillo, por aquel entonces el mejor evaluado, la subroga, mientras el ministro Gómez subroga por su parte al ministro Elizalde que está en Israel de vacaciones. Ana Lya Uriarte se encuentra en México y Haydee Rojas, encargada de Comunicaciones, en India. No está Paula Walker, ni Paula Narváez. Predomina la presencia de los segundos de a bordo.

El caso Caval no tarda en esparcirse en la prensa y en las redes sociales, en cosa de horas es tema obligado en todos los lugares que uno visita. Yo recibo la noticia en la mañana desde la Dirección Sociocultural de la Presidencia, estoy en Castro y antes de volver a Santiago voy a un restaurante a almorzar y la televisión muestra repetidamente los ribetes del caso. En las redes sociales hasta la comunidad bacheletista critica los hechos. Bastaron horas para ver cómo se quemaba la reputación de una Presidenta hasta ahora incombustible.

Resulta incomprensible la lentitud con que el gobierno reaccionó ante una catástrofe mediática inminente. Los hechos que presentaba el caso Caval ya eran acciones consumadas y era obvio dilucidar que la justicia debería investigar. En lo personal, siendo jefa de gabinete de la Dirección Sociocultural no me correspondía emitir juicios con la escasa información que se tenía en ese momento, pero lo que sí me correspondía a mí y a todos las demás autoridades, era buscar una estrategia que permitiera reaccionar rápido para dar respuestas a una ciudadanía que veía fracturada su confianza con un gobierno que le prometió disminuir la desigualdad.

Ha sido el año más duro de la Presidenta, ella misma lo ha señalado. Todo lo que debía salir bien para protegerla y fortalecer su liderazgo para enfrentar el difícil proceso de reformas, falló. Pasaron pocos meses cuando en la entrevista con Don Francisco en horario estelar, por primera vez dice que estando en Caburgua no recibió toda la información sobre cómo se estaba desarrollando mediáticamente el caso. Por primera vez el ministro Peñaillillo es puesto en tela de juicio y ante los ojos de todo un país. Es en el mismo programa donde señala que le pidió la renuncia a todos los ministros y que será ella la que decide quién continúa y quién no en su puesto. Las redes sociales se consternan, parte de la gente cree su versión y otra duda respecto a que la información que recibía no daba cuenta de la magnitud de los hechos.

Yo ya no era jefa de gabinete en la Dirección Sociocultural y había presentado mi renuncia, la que no fue aceptada, por lo tanto seguía ejerciendo funciones en el gabinete. Fue así que decidí, siendo la única testigo presencial de los hechos y asumiendo los costos que aquello me traería, publicar en Twitter que lo que decía la Presidenta era cierto, pues yo sabía que el ministro Peñailillo no había transmitido en su justa dimensión la tormenta mediática que se estaba viviendo después de la publicación del caso Caval. Una vez publicada la información en Twitter, presento mi renuncia, la cual es aceptada.

La Presidenta Bachelet tiene una frase que usa recurrentemente: “Hay que hacer lo que hay que hacer”. Yo pienso del mismo modo, aun cuando eso implique pagar altos costos personales, pues mientras se ocupa un cargo público uno debe garantizar que se tiene un compromiso con la verdad. Siendo yo la única testigo directa de los hechos, nadie más que yo podía avalar que el ministro Peñailillo había sido negligente. No eran pocos los personeros políticos del PPD e incluso del PS que sin tener evidencia alguna, respaldaban su gestión en esos días, con una irresponsabilidad tremenda al emitir declaraciones que no tenían asidero alguno.

El caso Caval sigue su curso en los tribunales, como corresponde, nadie está por sobre la ley, lo ha dicho la Presidenta hasta el cansancio y así será. La Presidenta sabe de dolores profundos en su vida y cada uno de ellos los ha superado. No será este la excepción ni tampoco será el arma que la doblegue para seguir avanzando en el proceso de reformas que hará de nuestro país un pueblo menos desigual.

*Exjefa de gabinete de Sebastián Dávalos.

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