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Nacional

20 de Abril de 2016

Carlos Peña asegura que Aylwin tuvo la mayor virtud de un hombre público: “la ventaja total de saber sus límites”

"Aylwin, producto seguramente de un genuino espíritu evangélico y de una sencillez a toda prueba, poseyó la más importante de todas las virtudes del hombre público: fue más consciente de sus limitaciones que de sus talentos, y por eso fue capaz de liderar la reconstrucción de la democracia y devolver a la esfera pública chilena la virtud que había perdido", escribe Peña.

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El rector de la UDP y habitual columnista de El Mercurio, Carlos Peña, destaca en su escrito de este miércoles las condiciones de hombre público que poseía el expresidente Patricio Aylwin.

“Las circunstancias que le tocó vivir, como grandes vendavales que amenazaban con llevarlo para allá y para acá, se encontraron con una sonrisa que era también una forma de tristeza o de resignación o de escepticismo, y que en cualquier caso escondía una voluntad férrea y firme, como es siempre la del político de excepción”, afirma Peña.

Dice que Aylwin Azócar “perteneció a una generación que combinó, como pocas veces ocurre en la historia, logros múltiples y un fracaso inolvidable (fue también la de Almeyda, la de Altamirano, la de García Garcena, la de Bulnes); pero, llegada la oportunidad, fue capaz de vengar ese fracaso de una manera notable, que lo situará, con el paso del tiempo, entre los grandes políticos de la historia de Chile”.

“Su fracaso fue la pérdida de la democracia a la que él mismo, como lo recordó tantas veces, contribuyó por no haber estado suficientemente alerta a los vientos que entonces soplaron. Vengó ese fracaso al liderar la transición y recuperar la democracia, en tiempos en que la vida pública solo podía ser descrita como un campo minado”, agrega.

Afirma Peña que “a diferencia de otros de su mismo partido (v.gr. Gabriel Valdés, Radomiro Tomic), careció de presunciones excesivas o demasiado notorias y poseyó, en cambio, la ventaja total de saber sus límites”.

De esa manera, subraya Peña, “Aylwin, producto seguramente de un genuino espíritu evangélico y de una sencillez a toda prueba, poseyó la más importante de todas las virtudes del hombre público: fue más consciente de sus limitaciones que de sus talentos, y por eso fue capaz de liderar la reconstrucción de la democracia y devolver a la esfera pública chilena la virtud que había perdido”.

 

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