Tras una larga investigación, el periodista y escritor Carlos Tromben reconstruye en su nuevo libro la trastienda empresarial y política del período 1974-1994, años de adrenalina, bancarrotas y palos al gato durante los cuales se privatizaron interesantes empresas del Estado. Entre los visionarios que “la hicieron” estuvo el joven Sebastián Piñera, quien, desde la gerencia de Citicorp y junto a su pupilo Juan Bilbao, accedió a las grandes ligas del mercado bursátil, cosechando algunos ceros para su patrimonio personal e inéditas multas para la firma que gerenciaba por su escaso apego a las reglas del juego.
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El 20 de septiembre de 1985, en el edificio de la bolsa de comercio de Santiago, en la calle Nueva York, se vivía un día como pocos. Desde comienzos de la década que los operadores del ruedo no mostraban semejante excitación. Ese día, cuando abriera la sesión, Citicorp Corredores de Bolsa comenzaría la colocación de las primeras acciones de nueva emisión de CAP S.A., la matriz de uno de los más importantes holdings industriales del país, en ese entonces bajo el control del Estado. La emisión de estas acciones era el primer paso para la privatización de la empresa.
Desde sus oficinas en Santa María de Manquehue, los periodistas del Cuerpo B de El Mercurio, comandados por Joaquín Lavín, se habían preparado para apoyar el proceso. En una nota breve, publicada ese mismo mes, se lee: “Un informe de la Corfo sobre los efectos de la venta de acciones de empresas estatales concluyó que este proceso no implicará una desnacionalización de éstas, ni tampoco existe riesgo de control por parte de grupos económicos”.
En su oficina, ubicada en el sexto piso del edificio de Moneda 970, el joven Piñera seguía la subasta minuto a minuto. La colocación de las nuevas acciones de CAP significaba un cambio de etapa en su carrera de gestor financiero.
La colocación de CAP era borrón y cuenta nueva: partir de cero, con el acelerador a fondo.
Todo había comenzado en noviembre del año anterior, cuando el directorio de CAP, encabezado por el almirante en retiro Guillermo Aldoney Hansen, aprobó aumentar el capital de la empresa en 82,9 millones de dólares mediante la emisión de 329 millones de acciones nuevas, a un cuarto de dólar cada una. El joven Piñera y su círculo, compuesto por José Cox, Isidoro Palma y Juan Bilbao, sacaban cuentas alegres. Por cada acción suscrita y pagada ellos se llevaban un 0,1% más IVA, el estándar en este tipo de contratos. Unos 80 mil dólares a repartir. Las ganancias y bonos podían traducirse en jugosos cheques para cada uno.
Citicorp no era un recién llegado al ruedo bursátil; si había ganado la licitación para colocar las acciones nuevas de CAP era porque detrás del equipo de Piñera había un coloso de las finanzas mundiales, el grupo Citibank, uno de los principales acreedores del País que Olvidamos, dirigido por el todopoderoso, temido y admirado John S. Reed, el hombre que mejor conocía a América Latina en Wall Street. […]
Ya vendrían nuevas operaciones de aquel tipo, la avanzada de un proceso que marcaría la última mitad de la década: las privatizaciones. En una seguidilla de jugadas audaces comenzaron a salir al mercado acciones de empresas estatales (Soquimich, Entel, Chilectra y Endesa) bajo un “capitalismo popular enchulado”, que involucraba a los propios trabajadores de dichas empresas. Para complementar el pool de pequeños accionistas individuales estaban las propias AFP que invirtieron una parte de los fondos de los cotizantes en acciones y bonos de estas empresas.
La pequeña bolsa de valores comenzó a subir como no lo hacía desde los lejanos días de los esquemas Ponzi. Hasta las acciones de empresas como CCU, cuyos títulos, según el reconocimiento de sus propios ejecutivos, “no valían nada”, comenzaron a mostrar curvas con pendiente positiva.
Pero lo más relevante, para los personajes de esta crónica, es que el joven Piñera compró oportunamente, a través de Inversiones y Asesorías Santa Cecilia, un interesante paquete accionario en CAP y en CCU. Hoy se le llama “información privilegiada”, y lo más plausible es que el joven Piñera haya compartido esta información con su círculo cercano.
OPERANDO AL LÍMITE
En la jerga de Wall Street, cuando el mercado está en expansión se le denomina bull-market. El último trimestre de 1985, la pequeña bolsa del País que Olvidamos vivió su primer bull market en años, y el joven Piñera fue uno de sus protagonistas. Siguiendo la metáfora, era el nuevo Rey de la Plaza, el Gordon Gekko local. Toda una reivindicación para un ejecutivo que tres años antes había estado 24 días prófugo de la justicia, por la quiebra de un banco.
Pero al cabo de un tiempo vino la reacción y el 4 de septiembre de 1985 la Superintendencia de Valores y Seguros le puso al joven Piñera la primera tarjeta amarilla: una sanción de censura a él, como gerente de Citicorp Chile Administradora de Fondos Mutuos, por incurrir “en sobregiros contables que contravienen las disposiciones legales vigentes”.
La segunda amonestación es más críptica que la anterior: una multa por un monto no especificado, por “deficiencias reiteradas en los sistemas de control interno”, cursada el 14 de febrero de 1986.
Para entonces los inspectores de la Superintendencia eran parte del inventario de las oficinas de Moneda. El 21 de marzo de vino el golpe: una doble multa por 4.000 UF. La primera fue por vender valores de propiedad de sus fondos mutuos a precios “inferiores a los del mercado”. Pero es la segunda multa la que describe de un modo más concreto el accionar de Citicorp durante la gestión del joven Piñera y de su apadrinado en la gerencia general del fondo mutuo, Juan Bilbao:
“– No llevar libro de operaciones actualizado.
– Mantener vigentes operaciones de compromiso de compraventa con instrumentos no permitidos
– Efectuar una operación a precio fuera del prevaleciente en el mercado.
– No informar de todas sus operaciones
– Anticipar operaciones de compromiso de compraventa sin previa información a los clientes.
– Errores en la actualización de documentos y registro de operaciones que originaron enajenaciones de títulos en custodia con compromisos de retrocompra aún pendientes.”
Debajo de la jerigonza administrativa, la SVS acusaba a Piñera de operar al límite, a menudo sobrepasándolo con recursos pertenecientes a los aportantes del fondo mutuo. Operaciones no informadas, a precios por encima o por debajo del mercado, con compromisos pendientes o anticipados, pero sin informar a sus clientes. ¿En qué se había metido el joven Piñera? ¿Qué malabarismos estaba haciendo con los recursos del fondo mutuo, dirigido entonces por su alumno Juan Bilbao?
Las multas, de un monto sin precedentes en la época, provocaron un pequeño remezón interno en el grupo de empresas Citicorp.
El 26 de febrero de 1986, poco después de la segunda amonestación de la SVS, la corredora de bolsa de Citicorp cambió de razón social a Capital Investments Corporation (Cicorp). Le siguieron varios cambios en los estatutos y en el reglamento interno de los fondos mutuos. El 6 de agosto de 1986, el fondo mutuo Citicorp eliminó la posibilidad de invertir en acciones.
Pero para entonces el joven Piñera ya había hecho sus grandes jugadas por otro lado. Su cuadro de mando tenía un mapa perfecto del aparato productivo, del sector inmobiliario y del comercio, de los activos y pasivos de todo el país. Sabía hacer circular el dinero y había aprendido de sus errores en el Banco de Talca. Contaba con un equipo fiel y que no solo lo admiraba, sino que además soportaba su lado odioso, antiempático y trabajólico.
Con esas cartas su mano comenzó a amasar una pequeña fortuna, y lo hizo utilizando una multiplicidad de pequeñas sociedades de inversión con nombres santos, que fundaba con parientes y amigos, para luego cerrarlas, transformarlas, fusionarlas y reorganizarlas de manera tal de quedarse siempre con un excedente. La más conocida de todas llevó el nombre de pila de su mujer, Cecilia, la Santa romana martirizada por los paganos, la patrona de la música, los poetas y los ciegos.
SALTARSE LAS REGLAS
Santa Cecilia apareció en la notaría de Eduardo Avello el 4 de junio de 1985. La representaban el joven Piñera y su hermana Magdalena; el objeto social de la empresa: “inversión en valores mobiliarios e inmobiliarios, acciones, bonos, debentures, efectos de comercio, instrumentos financieros”. El capital suscrito fue de 10 millones de pesos, de los cuales el 99,9% lo puso el joven Piñera, aunque solo un millón en efectivo. El resto llegaría sin plazo especificado “a medida de las necesidades de la empresa, en efectivo o en canje de utilidades”.
Durante los siguientes dos años y medio, Inversiones y Asesorías Santa Cecilia hizo una serie de acciones propias de su giro.
A través de Santa Cecilia, la patrona de la música, el joven Piñera invirtió 2,6 millones de pesos en crear una empresa llamada Inversiones Las Condes, alias Postal Market. Luego compró una empresa de impresión y distribución de catálogos, Sociedad General de Catálogos, y adquirió su propia participación personal en Inversiones Santiago, otra empresa de papel. Estaba haciendo circular aquellos pocos millones utilizando todo su conocimiento del mercado financiero.
El método era el siguiente: cuando comenzó el rock latino, Santa Cecilia compró acciones de varias empresas: 682.503 acciones de Copec, la compañía de distribución de combustible que el joven Piñera asesoraba a través de Citicorp; y compró 208.000 acciones de CAP, la compañía estatal cuyo proceso de privatización condujo inicialmente el joven Piñera, también a través de Citicorp (que compró a su vez 281.090 acciones). Acciones que vendió con una atractiva plusvalía meses más tarde.
La multa de la SVS permite suponer que, al no tener suficiente capital, el joven Piñera no dudó en usar los fondos de Citicorp para tomar posiciones estratégicas en el mercado bursátil, justo cuando este despegaba tras años de estancamiento. Volvamos sobre la multa de la SVS, cursada en febrero de 1986:
“– Mantener vigentes operaciones de compromiso de compraventa con instrumentos no permitidos.
– Efectuar una operación a precio fuera del prevaleciente en el mercado.
– Anticipar operaciones de compromiso de compraventa sin previa información a los clientes.
– Errores en la actualización de documentos y registro de operaciones que originaron enajenaciones de títulos en custodia con compromisos de retrocompra aún pendientes.”
[…] De la multa cursada a Citicorp se desprenden varios puntos. El primero es que el joven Piñera, como intermediario financiero, no estaba respetando las reglas del juego: anticipa compromisos de compraventa sin avisarle a sus clientes, utiliza en estas operaciones instrumentos no permitidos, vende títulos que le han sido entregados en custodia, con el compromiso de volver a comprarlos, y realiza operaciones con precios que no son los del mercado. En casi todas estas operaciones se desprende que, del otro lado, hay una contraparte coludida. Por ejemplo: para comprarle o venderle acciones a precios inflados o artificialmente bajos, tal como Carlos Eugenio Lavín y “Hugolín” Bravo hicieron en su momento entre AFP Provida y SOVIN.
La gravedad de los hechos quedó plasmada en el monto de la multa: 4.000 UF, la más alta jamás cursada por la SVS hasta esa fecha.
¿La pagó él o Citicorp? Tal como Carlos Eugenio Lavín durante el escándalo Provida-SOVIN, el joven Piñera fue removido de su cargo como gerente general de Citicorp y promovido al cargo de presidente del Directorio.
Crónica secreta de la economía chilena
Carlos Tromben
Ediciones B, 2016, 468 páginas