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Nacional

12 de Octubre de 2016

El clan Vikingo de Peñaflor

“No estamos disfrazados”, es lo primero que aclaran los líderes del Clan Ulfhednar. Se identifican como odinistas y buscan recrear la guardia varega vikinga de los años 988 a 1066. Bell Janvier, es profesora de arquería y encargada de confeccionar la vestimenta histórica del grupo. El líder del clan es Jarl Balder, encargado de formar a los mercenarios del rey. El gusto por la naturaleza y sus creencias en los dioses nórdicos los animaron a trasladarse a Peñaflor, donde aseguran, encontraron la mejor estirpe de guerreros.

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“Se busca mujer rubia, de ojos claros que le guste el campo”, escribió hace casi cuatro años en su estado de Facebook Sergio Gutiérrez (29), después de abandonar al grupo de motoqueros al que pertenecía y comenzar una tarea que pronto se transformaría en una completa obsesión: aprender la cultura nórdica y convertirse en un auténtico vikingo. Fue esa inquietud la que lo motivó a asumir el estilo de vida, dioses y vestimentas del pueblo guerrero e iniciar un casting por las redes sociales en busca de una mujer con quien establecerse en una casa, ojalá en una zona rural y con quien compartir su devoción por Odín, el dios nórdico más importante de la mitología escandinava. Así fue como conoció a Carla Janvier (26), exmotoquera, nacida en la octava región, rubia y de ojos claros. Facebook le cumplió el sueño.

En Peñaflor nadie conoce a la pareja por sus nombres reales, para los vecinos del sector son Bell y Balder el Jarl (jefe). Es fácil distinguirlos entre la masa de gente común y corriente: ella lleva un vestido de lino rojo y un arco de metro y medio amarrado en la espalda, que a ratos se enreda en su cabellera. Él usa un yelmo de siglo XI y una cota de malla que pesa 30 kilogramos. Apenas se distingue su barba frondosa entre tanto metal tintineante.

Hace tres años ambos decidieron formar el Clan Ulfhednar, que antes solo estuvo conformado por ellos. La agrupación busca recrear a la guardia varega vikinga entre los años 988 y 1066, encontrar los mejores guerreros y entrenarse para ganar cada año las batallas organizadas por los grupos de recreación histórica vikinga. Bell recalca que no se trata de una moda cosplay sino de una auténtica forma de vida. “No somos vikingos para la foto. Nuestras armas y vestimenta deben ser hechas a usanza de la época y los miembros del clan deben entender su función y sentido. De lo contrario solo estaríamos disfrazándonos”, aclara.

Cada implemento, desde los zapatos hasta las amarras del pelo, es confeccionado por artesanos especialistas en accesorios medievales. Los zapatos son hechos a medida, sin costuras a máquina. Las espadas están hechas por herreros expertos en armas y esgrima vikinga, los arcos son encargados a un artesano del sur que trabaja la madera y la recreación histórica del tiro con flecha. Entre el vestuario y los accesorios, cada uno ha invertido más de un millón de pesos en verse como un guerrero vikingo.

Fotógrafa de profesión, Bell aprendió el arte del tiro con arco en la embajada suiza y ahora se desempeña como maestra de arquería en el clan. Además ha descubierto que tiene gran talento para la confección de vestimenta vikinga. Los detalles de sus trajes le han permitido ser la gran “vestuarista” de vestimenta vikinga en Chile. Siempre le hacen pedidos desde regiones y la felicitan diseñadores de otros países. “Trabajo con telas de la época como lana, lanilla, lino y seda. Está prohibido usar material sintético y moldes. Todo se hace a la medida”, afirma Bell.

Balder, salió de un liceo técnico en la comuna de Quinta Normal, con título de mecánico automotriz. Cuando no está perfeccionándose en el arte de la guerra, ni elaborando estrategias para ganar combates, trabaja como chofer de maquinaria pesada. Como en Chile no existen documentos o escuelas que certifiquen a una persona como instructor de guardia varega, Balder se asesora con los manuales de instrucción guerrera de la New Varangian Guard australiana.

-Somos el clan con más guerreros vikingos en Chile y los únicos que cuentan con una rama de arquería profesional. Hace años le pedí a Odín que me ayudara a crear el grupo, él vio mi sacrificio y me retribuyó- cuenta Balder.

Odín, creador de todo

El GPS no funciona para encontrar la casa de Balder y Bell. Viven en una villa nueva en Peñaflor, rodeados de naturaleza y familias jóvenes. En el antejardín flamea la bandera del Clan Ulfhendar, tres triángulos amarillos entrelazados sobre un fondo negro que indican el símbolo de Odín, dios de la guerra, sabiduría y la muerte. La figura más importante de la mitología nórdica. Desde afuera, en tiempos de campaña, se puede ver también las carpas históricas del clan.

En el interior, la casa es como un museo: seis réplicas de yelmos del siglo IX apoyados sobre un cofre de madera. Colgados en un perchero, la cota de malla y una especie de armadura de cuero amarrados por un cinturón con aplicaciones de metal talladas a mano. Del techo cuelgan móviles hechos de piedras de protección, en la cocina la comida se sirve en vasijas de greda y cubiertos de madera. En las paredes lucen las hachas y espadas marcadas con el símbolo de Odín y el nombre de Balder tallado en los mangos.

La mesa de centro es un tronco de árbol partido por la mitad, donde se apoya una cajita de la que sale olor a incienso pagano. Bajo la escalera de madera, hay un altar dedicado a la figura del dios Odín y a los ancestros de la familia. Ahí, Balder lee las runas en idioma escandinavo y Bell deja monedas como ofrenda en señal de agradecimiento por el trabajo y favores concedidos. La cara del dios nórdico está tallada en dos piezas, de cincuenta centímetros, en madera de roble. Desde ahí el rostro serio de Odín, vigila y protege el hogar.

-Nosotros somos odinistas, creemos fielmente en él. Es algo que va más allá del clan, es cómo nosotros nos identificamos con la espiritualidad nórdica y que se nos ha manifestado en cosas concretas. Si Odín ve que nos sacrificamos y somos agradecidos, él nos protege y cumple nuestros deseos, afirma Balder.

La pareja asegura que desde que se relacionan espiritualmente con los dioses, en su casa pasan cosas mágicas. “Un día bajé a las cuatro de la mañana a buscar comida y estaban las luces de las hadas encendidas y eso que no tenían pilas. Otra vez salimos dos días de la casa y cuando volvimos la tele estaba encendida”, cuenta Bell. Por eso, cuando quieren usar el primer piso de la casa durante la noche, en expresión de respeto, piden permiso para pasar.

Como señal de agradecimiento, ambos se encargan de hacer la ceremonia del blót cada 21 de diciembre y año nuevo. El rito consiste en hacer un sacrificio como ofrenda hacia los dioses nórdicos, los espíritus de la naturaleza y sus ancestros. Durante el evento se mata un animal que posteriormente será asado, al dios se le ofrece su sangre y carne para agradecer las bonanzas del año y pedir trabajo y fraternidad.

Balder se fue sumergiendo en la espiritualidad nórdica luego de investigar y leer sobre la cultura. “Me sentía identificado con los dioses y su respeto por la naturaleza, les pedí y me cumplieron, eso me hizo creer con más fuerza en su existencia”, añade. Su fe aumentó después del año nuevo del 2014. Aquel día la pareja se fue a un bosque en una playa del litoral central y Bell pidió que para el año venidero tuvieran una casa propia para realizar el blót. El 29 de diciembre de 2015, aseguran, recibieron las llaves de su nuevo hogar en Peñaflor, tal como lo habían pedido.

Bell y Balder planean casarse bajo las leyes de Odín, en una ceremonia vikinga donde estarán invitados los miembros del clan y la familia, además será obligación que todos asistan vestidos a la usanza de la época. Pronto tienen pensado tener un hijo. “El primero tiene que ser hombre, porque será el heredero natural de mi cargo como jefe en el grupo, apenas mueva los brazos le pasaré la espada”, agrega Balder.

Las batallas del Clan

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A lo lejos suena el corno de batalla que anuncia el comienzo de la guerra. Los vikingos se agrupan en cuñas con los escudos protegiendo sus cuerpos, mientras que en sus manos derechas alzan espadas, hachas y lanzas. Se mueven en bloque, siempre el pie izquierdo antes que el derecho, sus brazos van tensos, listos para recibir el ataque del contrincante.

-¡Ulfednar!, grita Balder. ¡Odín!, le responden los miembros del clan.

Las mujeres se mueven ágiles entre la maleza y lanzan sus flechas a la señal de Bell, las puntas de las lanzas se clavan a los árboles dejando marcas. La fuerza de los golpes ha provocado incluso fracturas en los rostros de sus enemigos.

Todos los domingos, la explanada de la piscina municipal de Peñaflor se transforma en un campo de batalla. Ahí, los vikingos se reúnen a entrenar, perfeccionar sus tácticas y practicar lanzamientos con el arco. Después de un intenso calentamiento lleno de ejercicios cardiovasculares, Balder guía a sus mercenarios hacia un costado del campo para enseñarles a sobrevivir la guerra. Las arqueras elongan y hacen ejercicios abdominales para resistir la tensión del arco en sus omoplatos sin desagarrarse.

El clan tiene una estructura jerárquica rígida. Balder es el líder, encargado del adoctrinamiento histórico del grupo e instructor de lucha. En él recae la responsabilidad de dibujar la batalla al antojo del clan. Bell homologa el rol de su pareja, pero encabezando el grupo de ocho arqueras.

Se reúnen a entrenar todas las semanas y practican durante cinco horas seguidas, luego de la etapa física, los miembros aprovechan de pulir sus yelmos y cuidar la mantención de las armas. Cada vikingo cumple un rol. “Tenemos a una persona responsable para cada necesidad del clan, siempre alguien debe llevar los implementos de seguridad, cuidar las armas y preparar la comida”.

El objetivo de los entrenamientos: defender el título en la batalla de Stamford Bridge, guerra vikinga que busca recrear la muerte del último rey vikingo Harald Haardrade, el despiadado. La lucha se realiza cada año en San Bernardo y dura dos días, ahí 30 grupos disputan la oportunidad de llevar la bandera del rey.

La guerra se pelea sobre un puente y tiene reglas claras. “Estás muerto si te pegan en la cabeza, en los brazos y en el torso”, explica Balder. Las extremidades mortales no son elegidas al azar, según las instrucciones en cada una de las partes existen arterias que al ser cortadas acaban con la vida del guerrero.

Durante los dos días de campaña guerrera, los miembros del grupo celebran con comida típica vikinga e hidromiel, agua de miel fermentada, licor sagrado de los dioses. En el clan las mujeres no participan de la lucha cuerpo a cuerpo, por lo que en la campaña su tarea es velar por que los guerreros no se deshidraten ni pasen hambre. “Llámenme machista, pero en mi clan las mujeres no pelean. No tienen la misma fuerza física de un hombre y los golpes de las hachas en los yelmos podrían fracturarlas”, aclara Balder.

El año pasado fue la primera vez que se presentaron en la batalla de Stamford y la ganaron, aseguran, gracias a sus estrategias de lucha varega vikinga. “Antes de formar el clan nos dedicamos a observar como peleaban todos los otros, por eso ganamos”, cuenta Bell. Por la misma razón, el líder del clan es celoso de sus tácticas, no permite que se lleven cámaras a los entrenamientos, ni que los miembros publiquen fotografías sin la autorización de alguno de los dos. La desobediencia a las instrucciones de los jefes se paga con expulsión. “Todos saben las consecuencias de no cumplir las reglas, porque firman un contrato cuando deciden pertenecer al clan”, indica Bell.

La última batalla de Stamford Bridge, ocurrida hace apenas una semana, acaban de perderla. Por el momento la pareja está concentrada en generar los recursos necesarios para viajar a Australia y validarse como instructores vikingos en una pelea que contará con más de 800 guerreros. Para eso el clan se ha preparado mandando a hacer nuevos accesorios de guerra históricos y reforzando las tiendas de campaña que ya tienen. Quienes deseen viajar junto a ellos, deben haber aprobado el estricto programa de entrenamiento mercenario y también las pruebas de conocimiento nórdico. Los seleccionados, además, tendrán la opción de postular al cargo de segundo al mando dentro del clan.

Hasta el momento se preparan con intensas jornadas de batallas, tiros al arco y estudios sobre religión nórdica. Mientras no se vayan seguirá sonando el corno de guerra todos los domingos. Los vikingos no se extinguieron, aseguran, sino que “viven en Peñaflor”.

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