Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar

LA CARNE

4 de Noviembre de 2016

Relato: Mi chofer de Uber me masturbó mientras nos mandamos feroz carrete

"Tuve una relación amorosa con mi chofer de Uber mientras fumábamos cristal y nos masturbábamos viendo porno. Digo relación amorosa porque estuvimos juntos el tiempo que en promedio duro con un novio". Así comienza el comentado relato de un usuario mexicano de Uber que decidió hacer público su momento hot junto a un conductor prendido de esta aplicación. La frase "sexo, drogas y rock & roll" se puede quedar chica quizás en esta historia.

Por

conductor uber-yt

“Tuve una relación amorosa con mi chofer de Uber mientras fumábamos cristal y nos masturbábamos viendo porno. Digo relación amorosa porque estuvimos juntos el tiempo que en promedio duro con un novio”.

Así comienza el comentado relato de un usuario mexicano de Uber que decidió hacer público su momento hot junto a un conductor prendido de esta aplicación. La frase “sexo, drogas y rock & roll” se puede quedar chica quizás en esta historia.

Según consigna Vice.com, el autor de este escrito detalló que un lunes a las 2 de la mañana -y con varios copetes en el cuerpo- decidió pedir un Uber para ir al típico bar de confianza a pasarla bien un rato. Para no ser juzgado por el conductor, le comentó que allá lo estaban esperando.

“Güicho Calzaslargas, mi chofer de Uber, me dijo antes de llegar a mi destino que esa noche estaba muerta, que antes de recogerme había pasado una hora esperando que pidieran un viaje y que le daban ganas de bajarse y suplicar que lo dejaran meserear. Total, que él no discriminaba y que él tenía que regresar a casa con pañales y leche para su bebé y así evitar que su mujer se lo linchara a mentadas de madre”, añadió el protagonista de esta historia, al mismo tiempo que precisó que quizás el bar al que iba podía estar cerrado. En ese minuto le solicitó al conductor que mejor lo regresara a la casa.

A renglón seguido contó que “en menos de veinte minutos habíamos tocado temas transcendentales como la muerte, el sexo y las drogas. Mis temas favoritos. Los habíamos tocado pero no agotado. Para eso teníamos aún un tiempito que se alargaría más de lo pensado. No niego que dirigí el río para que desembocara derechito al mar cuando yo chasqueara los dedos. Entonces Güicho Calzaslargas reveló que sí, que traía un piquito de cristal, que regresáramos al coche a buscarlo. Por supuesto, todo lo que habíamos conversado hasta ese momento sucedió sentados en mi habitación. No crean que porque quería que el asunto fuera sexual, sino porque que es el único cuarto con menos libros de mi departamento. Y, ya se sabe: a más libros, menos libido”.

Al notar que lo que traía el conductor se iba a hacer poco, ambos decidieron salir en el auto a buscar más para pasar esa noche a toda raja. “En un descanso de carretera como en el que habíamos ido a conectar nuestra metanfetamina. Como traía paranoia, antes de salir le pedí dejar el foco-pipa en la casa. La paranoia que provoca el ice es más aguda que la que da la cocaína o cualquier otra droga. Nos urgía llegar a casa para saber cómo estaba la que habíamos conseguido. Nos urgía preparar el foco, quemar el cristal para que salga el humo malo y se quede la gota pegada en la bombilla, nos urgía darle la primera calada para saber si había que maldecir al díler o construirle una catedral en nuestras cabecitas locas”, confesó el cabro cuate.

En ese entonces, el protagonista de esta historia admitió que “cuando estábamos ahí, caí en cuenta que el Güicho y yo estábamos armando una variación de las fiestas Chemsex (Chemical Sex o Sexo Químico) que se han pupularizado entre la población de las app de ligue en su mayoría homosexual. El Chemsex se trata de sexo non stop con un chingo de drogas sintéticas, y enseguida un chingo de sexo”.

Con el transcurso del tiempo, dijo el autor de este escrito, “habíamos comenzado tomándonos fotos con la cámara de mi computadora pero terminamos viendo porno en todas las pantallas de los dispositivos a la mano. Porno heterosexual, para sorpresa de los amigos a los que les he contado qué había estado haciendo aquella noche. Fotos donde salimos con mis gorras, fotos con mis sombreros texanos, fotos sin playera pero con pantalones. Videos donde nos grabamos fumando pero, ay, se acaba tan rápido, échale más. Videos donde ahora estamos preparando una nueva gota de metanfetamina en el foco. Videos con sombrero texano, sin playera y fumando del foco que improvisa una buena pipa de ice”.

“Sé que nunca hubiéramos estado así el chofer del Uber y yo de haber estado abierta la cantina-bar”, pensaba mientras carreteaba con su conductor.

Fue en medio de esas reflexiones que, según contó el protagonista, “Güicho me agarró la verga y me empezó a masturbar (si es que se puede decir que apenas había empezado, pues es evidente que desde la primera calada de ice empezó masturbatoria esta amistad)”.

Añadió que “recordé entonces para qué habíamos cambiado la música por el porno. Me empujó a la cama y se recostó a mi lado para jalármela con la derecha y con la izquierda hacerse lo propio. Se recostó sobre mi vientre para tener mi verga junto a su cara mientras le aplicaba una tortura cochina pero sabrosa. Aunque pedí me agarrara a chupones nunca abrió la boca para metérsela, tan sólo se quedaba con la cara pegada a mis huevos. La primera vez que traté de jalársela empujó mi mano con amabilidad. Entendí que era él quien se encargaría del trabajo. Era él quien vino a dar servicio. Pero mi mano tiene autonomía y se escurrió hasta donde la meta es también el límite, el punto ciego, su orificio anal, grandiosamente protegido por unas nalgotas. Para este momento él fue quien puso mi mano en su verga. Así que fue mucho más divertido ir de su verga a su culo como y cuando yo quisiera. Después de estar dedeándolo un rato le dije que me lo podía coger. Que para mí no era ningún dilema cogerme a hombres heterosexuales. Ni padres de familia, ni hijos de papi, ni huérfanos solitarios”.

El joven detalló que ese día “la metanfetamina nos tenía bien cachondos pero atrapados en esa antesala al orgasmo. Unas ganas tremendas por eyacular pero sin conseguirlo. Sobre todo cuando me di cuenta que eran las dos de la tarde. Habíamos cumplido doce horas enfiestándonos que se habían sentido apenas como un par. En realidad tampoco podía eyacular porque mi cabeza estaba adelantando fragmentos de esta crónica mientras en la escenografía de la habitación Güicho Calzaslargas ponía un video tras otro de actrices penetradas por negros, actrices dando mamadas insuperables y que en realidad se me antojaban escandalosamente debido a que me habían negado la calidez de una boca, actrices con actrices, actrices en medio de un gangbang interracial, actrices masturbándose”.

En este punto el cliente Uber admitió que se sentía aterrado “de que mi erección sólo fuera eso, una erección sin lágrima de amor y ternura en medio de una amistad acabada de nacer. Al final gracias a la buena mano de Güicho llegué a donde me había obsesionado en llegar. Güicho después terminó sobre una bolsa de plástico que alcancé a poner cuando vi que estaba a punto de echar el chisguete sobre el edredón. No mames, Güicho, no conviertas en calvario esta bonita amistad”.

“Hace un rato me llegó un mensaje al celular. Era Güicho Calzaslargas por supuesto, mi chofer de Uber. Preguntaba neuróticamente que porqué no le había escrito. Que si estaba enojado. Que porqué ayer tan cachondo y hoy tan frío. ¿Enojado yo? Pero si lo único que he hecho desde que te fuiste de casa ha sido pensar en cómo escribir tu idea de fundar el club de la chaqueta más larga del mundo. Un espacio donde los amigos puedan ver pornografía en grupo y tocarse entre sí sin que nadie esté juzgando que este de aquí es una loquita que se deshace por los bugas y que este bugarrón de acá es un mañoso que esconde su lado homosexual porque no le sube el agua al tinaco. Chingadamadre, Güicho. La soledad está bien cabrona. Y la gente poco entiende”, cerró su relato.

Notas relacionadas