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Mundo

27 de Febrero de 2017

Un viaje por el Paso de Drake, la temible vía marítima para llegar a la Antártica

La leyenda dice que el corsario inglés Francis Drake fue el primero que cruzó estas aguas en 1578 con el objetivo de saquear galeones en la costa oeste de América.

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El buque Aquiles zarpa de Punta Arenas a las doce del mediodía. En su popa, hombres y mujeres se despiden de la civilización mientras desde el puesto de mando, el capitán fija el rumbo de la expedición: “Allá vamos, Antártida”.

Todos los que alguna vez han querido acercarse al continente helado en una embarcación han tenido que enfrentarse al pasaje de Drake, un tramo marítimo de 808 kilómetros que separa Sudamérica de la Antártica.

Sus aguas son famosas por ser las más tormentosas del planeta, con indomables olas de hasta 10 metros y vientos de más de 150 kilómetros por hora.

Punta Arenas se va haciendo pequeña en el horizonte mientras la mirada de los pasajeros del barco de la Armada chilena se alarga por el estrecho de Magallanes.

Se trata de medio centenar de científicos del Instituto Nacional Antártico Chileno (INACH) que se dirigen hacia el lejano continente en busca de muestras y pruebas que les puedan ayudar a descifrar el avance del cambio climático.

Algunos ya han navegado por estas latitudes en otras ocasiones; sin embargo, para la mayoría, esta inmensidad de agua y cielo es totalmente desconocida. Muchos transitan por la cubierta con la angustia dibujada en el rostro. “Dicen que viene una fuerte tormenta”, murmuran por lo bajo en los oscuros pasillos.

El comandante confirma que se espera un fuerte oleaje a partir de las diez de la noche y advierte que hay que trincar el buque.

Un viento de 65 kilómetros por hora desfleca olas de hasta 5 metros de altura y el buque oscila de un lado al otro sin tregua. El equipaje choca contra las paredes y sólo algunos consiguen dormir.

Cuando amanece, el radar indica que se han sobrepasado los 58 grados latitud sur. El Drake recibe al Aquiles bajo el radiante sol del verano austral y los pálidos pasajeros pasan el día mirando las olas chocar contra el casco.

El pasaje, localizado entre los 56 y los 60 grados latitud sur es el cruce más corto para llegar a la Antártida. Excepto por las islas Diego Ramírez, situadas a 100 kilómetros del Cabo de Hornos, el resto del paso es mar abierto.

La ausencia de tierra en estas latitudes hace que el viento corra a sus anchas, alcanzando hasta los 150 kilómetros por hora, con olas del tamaño de edificios de cuatro plantas. Un refrán marinero se encarga de retratar semejante escenario: “Debajo de los 40 grados, no hay ley. Debajo de los 50 grados, no hay Dios”.

La leyenda dice que el corsario inglés Francis Drake fue el primero que cruzó estas aguas en 1578 con el objetivo de saquear galeones en la costa oeste de América.

Una tempestad empujó su nave hasta el paralelo 56 y esa derivación lo convenció de haber alcanzado el término del continente americano.

Cuando regresó nadie le creyó pero la historia bautizó el pasaje con su nombre.

Los españoles, sin embargo, prefieren denominarlo mar de Hoces en honor a el capitán Francisco de Hoces, quien, después de que una tormenta apartara su carabela de la boca oriental del estrecho de Magallanes en 1526, alcanzó los 55 grados de latitud sur y avistó lo que bautizó como el “fin de la tierra”.

A bordo del Aquiles resulta difícil mantenerse en pie. El agua estalla con furia contra el casco y toneladas de agua penetran por la proa.

Dentro, los camarotes parecen batidoras y son pocos los que se atreven a transitar por los pasillos. Los sillones que no están amarrados resbalan por la superficie del salón como si fuera una pista de patinaje. Sin duda, es mejor permanecer acostado.

En la tarde del tercer día, la tormenta parece apaciguarse y un goteo de aturdidos pasajeros empieza a aglutinarse en la cubierta. En el horizonte emerge una fina línea blanca que al cabo de unas horas se perfila como una tierra nevada.

El Aquiles ha llegado a las Shetland del Sur y transita cerca de unos montículos blancos y desolados. A través de los altavoces el capitán anuncia la llegada al fin del mundo: “Estimados pasajeros, ahora empieza la aventura”

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