Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Cultura

28 de Septiembre de 2018

A 20 años de detectives salvajes: La casa que transformó a Bolaño en escritor

No fue Blanes ni Barcelona. La ciudad donde Roberto Bolaño se convirtió en escritor, tras pasar de la poesía a la narrativa, fue Girona. Lo único que podía hacer el chileno en esta localidad medieval, ubicada en el norte de Cataluña, era escribir.

Por

Imágenes: Joan Comalat, Inspal, Centre de la Imatge, Diputació de Girona

«En aquella época yo tenía veintitantos años y era más pobre que una rata. Vivía en las afueras de Girona, en una casa en ruinas… y acababa de perder un trabajo de vigilante nocturno en un camping de Barcelona (…) Casi no tenía amigos y lo único que hacía era escribir».
Sensini (Llamadas telefónicas).

Aquí, en las colinas del extrarradio de Girona, donde la mayoría de los días el aire huele al polvo seco de las canteras de piedra, aquí está:

Una casa.

La casa donde Roberto Bolaño se transformó en escritor.

Ubicada en la calle dels Caputxins, del barrio de Les Pedreres, el más marginal del extrarradio, alcanza cuatro pisos —con terraza incluida— y está pintada de color rojizo. Bolaño vivió aquí entre 1981 y 1984.
“Ha cambiado, ha cambiado mucho, antes era un cuchitril”, dice Enric Ansesa. “El jardín estaba lleno de suciedad, de barraquitas con gallineros, y había muchos gatos, estaba todo lleno de gatos”.

Enric Ansesa es un pintor catalán de 74 años que vive en esta casa y que compartió con el escritor chileno en su etapa en Girona. “Yo conocí a ese Bolaño primero, al de los tiempos difíciles”, dice Ansesa.

—¿Cómo era ese Bolaño?
—Era un hombre que estaba luchando para subsistir. Y eso se notaba. Nosotros lo veíamos en las calles de Girona. Yo creo que ahora a Bolaño le han salido muchos amigos y muchas historias. Pero la impresión que yo tengo del Bolaño en aquellos años no tiene nada que ver con lo que ahora la gente cuenta de Bolaño.

—¿A qué se refiere?
—Lo digo por el aspecto que tenía y cómo vivían él y su hermana. Se notaba que no iban boyantes. O sea, que no andaban con muchos recursos. Es difícil vivir haciendo cosas que son difíciles de vender.

—¿Qué cosas?
—Nosotros a veces lo veíamos en la rambla [de Girona] vendiendo chuches, colletas, plata mexicana y esas cosas [bisutería]. El resto del año, en verano, trabajaba como guardia en un camping en Castelldefels [al sur de Barcelona]. Pero a nosotros nunca se nos presentó como una persona que buscara ayuda.

—¿Cómo se conocieron?
—En la calle, antes de que llegara a esta casa, tomando un aperitivo, en la rambla. Después él venía con nosotros [un grupo de pintores] para que le invitáramos. Al principio no se había manifestado como escritor, ni como nada, pero discutía mucho de literatura. Recuerdo que llegó traído por su hermana, María Salomé. Ella estaba casada con un sobrino [Narcís Batalle i Puig] de la tía Lola.

La tía Lola —cuenta Ansesa— era Dolors Batalle i Puig, administradora de la casa y tía de la señora de Ansesa. “Ella era miembro de una Acción Católica y tenía un instinto de protección. Cuando Salomé regresó a México con su marido, Roberto se quedó aquí, la tía Lola le dio piso. Y yo creo que no le cobraba nada”, dice.

Bolaño dormía en un cuarto de 45 m2, que fue un oratorio, porque el primer dueño de la casa tenía dos hijas monjas.

—Bolaño dijo en entrevistas, cuentos y poemas que en esta casa vivió su época más dura.
—Seguro. Pero él también era un poco epicuro. Un pobre, en una concepción normal, no toma aperitivos sentado. Un artista sí que lo hace ¿no? Recuerdo que Roberto estaba muy interesado en Pepito Colomer, que era un decorador, un pintor, un intelectual, una persona muy culta. Y Roberto siempre le decía: «Pepito, Pepito, invítame un vermouth». Pero más tarde, Pepito se empezó a cansar y se distanciaron. Pepito tampoco nadaba en una excesiva abundancia, entonces empezó a coger la sensación de que Roberto era un aprovechador.

—¿Por qué?
—Le molestaba tener que pagarle cada día un aperitivo a Roberto.

—Bolaño también escribió que esto era una casa en ruinas.
—Ellos la convirtieron en ruinas.

—¿Quiénes?
—Básicamente gente proveniente de la inmigración, que eran ayudados por la tía Lola, y que vivían en esta casa.

***

El período que Bolaño pasó en esta casa, afirma el escritor español Franklin Rodríguez, en el libro Roberto Bolaño: el investigador desvelado, es probable que haya transformado su vida y su literatura.

Escribe Rodríguez: «Ese entorno le permitió encontrar y encaminar —entre la soledad y una solidaridad extraña entre la indefinida fragilidad y una imprecisable escasez de recursos materiales— la escritura de la prosa que vendrá durante la década de 1993-2003 (…) En Girona experimenta uno de los choques más significativos entre la vida y la literatura, entre el poeta y el narrador, y comienza a favorecer definitivamente a este último sin abandonar al primero».

Fue en esta casa, de hecho, donde Bolaño pasó de la poesía lírica a la poesía narrativa. El factor que asoma como determinante fue el carteo con Enrique Lihn, entre 1980 y 1983. Como lo cuenta el mismo Bolaño, en su relato Encuentro con Enrique Lihn, ambos no se conocían y él se envalentonó a escribirle primero.

El total de la correspondencia —14 cartas de Bolaño y 6 de Lihn— está disponible en el archivo Enrique Lihn Papers 990050, del Getty Research Institute, de California. En esas cartas le contó a Lihn de sus carencias económicas y existenciales, y le pidió que le tendiera una mano, porque estaba a punto de claudicar.

La primera carta la acompañó de un poema de su autoría. Pero el autor de La pieza oscura, en un comienzo, no le entregó la voz de aliento que tanto le urgía.

Escribió Lihn: «No puedo dar curso a ninguna de las peticiones porque no preparo antologías ni otorgo becas (…) El poema me gustó bastante en algunos versos, y en otros lo encontré desmadejado… el surrealismo ortodoxo ya no se soporta. Hay algo que está bien y algo que no anda».

Pero Bolaño no claudicó. En otra carta le envió otros poemas, le pidió libros de poetas chilenos y le consultó por noticias locales.

Lihn, en una carta con fecha de septiembre de 1982, replicó: «Por tu carta infiero que puedo haber escrito, previamente, en un tono antipático, puedo haber estado bajo los efectos de una mala racha, me excuso. Acabo de releer tus poemas. Los textos que tengo son muy buenos, pero no sé por qué, algunos de ellos, guardan la ficción visual del verso».

Bolaño, en una carta con fecha 18 de octubre de 1982, respondió: «Querido Enrique, te envío 11 escenas de Literatura para enamorados, texto (no me atrevería llamarlo novela, pero algún día lo haré) escrito en 1980 y en espera de un desorden definitivo y de una relectura de principio a final (…) También: ¿te llegó un cuento nombrado El contorno del ojo y que trata de la agonía de un vate chino, el discreto Chen Huo Deng? Dentro de tres años retomaré la historia: esta vez el personaje será un viejo muralista de Shangai a quien, por causas misteriosas y burocráticas, le es entregado el diario de Chen, digo, el cuento».

Se refería probablemente a un borrador, a un boceto, del cuento El ojo Silva, que aparecería 19 años más tarde en Putas asesinas, el segundo libro de relatos de Bolaño publicado originalmente por la editorial Anagrama y hoy disponible vía Alfaguara.

Y también le comparte: «Aquí en Girona ha llegado el invierno y la paranoia. Mi situación económica es desesperada. Eso trae neuras y malos rollos. ¡Mi situación económica es pésima y mi situación mental casi un albur! De todas maneras, es triste. Gasto más en veterinario que en médico para atender mi salud-mutante-de-peli-de-terror. De hecho, para mí sólo compro aspirinas. Y las ideas se evaporan. En fin, las cosas irán mejorando. Claro que mejorarán. Tengo proyectos de escritura que me ocuparán hasta 1986, más o menos. ¡Novelas! Un libro de cuentos casi acabado pero que no acabará nunca pues le iré añadiendo historias, titulado Historia natural de la Poesía y que como su nombre lo indica es una especie de historia de poetas que han sido y serán».

Y cierra: «Sigo viviendo solo, sin chimenea ni cualquier tipo de calefacción y los vientos del Pirineo se meten por todos los huecos de mi casa. De vez en cuando suben amigas. Soy escritor, les digo, y no me creen, por supuesto. Hacen bien. De Chile no sé nada de nada. Completamente fuera de la literatura chilena y, horror, dentro de seis meses cumpliré 30 años. ¿Qué será de mí?…. ¡Quiero escribir buena prosa!”.

***

Girona es una ciudad dividida por una muralla carolingia y también por el río Onyar. En general, las temperaturas son estables y hay muchos días de sol durante el año: en febrero, la temperatura baja un par de grados bajo 0 y el promedio es de 10 grados. Pero en el sector de Les Pedreres, debido a las colinas, la brisa hace que el aire se sienta un poco más fresco.

“Cada vez que lo visitaba estaba solo y hacía un frío que no se te iba de los huesos”, recordó Bruno Montané, amigo de Bolaño en una entrevista con La Tercera en octubre de 2011.

—¿Cómo era el entorno de esta casa, Enric?
—Muy apartado, deshabitado, muy dejado todo, bastante sucio: las hierbas crecían y crecían.

—¿Y cómo se llegaba a la ciudad?
—Andando, andando [a pie].

En Encuentro con Enrique Lihn, Bolaño cuenta que desde esta casa —ubicada en un barrio de calles estrechas y empinadas— solo bajaba un día a la semana, acompañado por su perra Laika, a comprar comida y a “hurgar en su apartado de correos”, en donde solía encontrar cartas.

Es aquí donde empieza a trabajar sobre un borrador que hizo su amigo Antoni García Porta, a quien conoció en 1978 en Barcelona, llamado por entonces Flores para Morrison. En diciembre de 1981, en una carta, Bolaño le propone una serie de cambios con la idea de trabajar juntos esa novela mediante correspondencia.

Después, en una carta de octubre de 1982, enviada desde Girona, Bolaño le cuenta a Porta que la novela “está terminando”. Y le sugiere: «Será conveniente que hagas una lectura conmigo, para los últimos detalles antes de mecanografiar».

En 1984, finalmente, luego de postularla a varios premios, se publicó como Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, bajo el sello Anthropos, tras conseguir el premio Ámbito Literario de Narrativa. El premio no tenía dotación económica y de aquella primera edición se vendieron 500 ejemplares.

En 1984, el último año de su estadía en Girona, Bolaño presentó el libro en la ciudad. El diario local El Punt Avui lo entrevistó. «Un verdadero escritor de novela negra», tituló.

***

Ansesa cuenta que en esta casa, además, Bolaño accedió a una biblioteca de ciencia ficción, que incluía libros de autores como Philip K. Dick y Ursula K. Le Guin, publicados por la editorial Luis de Caralt. Su cuñado Narcís Batallé se los dejó a su cuidado cuando con María Salomé decidieron vivir una temporada en México.

En 1984, luego de terminar un borrador de Amberes, y ya de lleno en la prosa narrativa, escribe El espíritu de la ciencia–ficción y Diorama [todavía sin publicar]. En una carta dirigida a Antoni García Porta, le cuenta al respecto: “¿Qué hago? Romperme los sesos escribiendo y hacer equilibrios… Diorama avanza con una navaja a cada mano (…) El espíritu de la ciencia–ficción aún no sabe caminar pero ya dice papá (o patata, uno nunca sabe)”.

***

Carta de Lihn a Bolaño con fecha 8 de febrero de 1983. «Roberto: he recibido y leído, otrora, cada uno de tus envíos —fragmentos en prosa, versos y desalentadas menciones de tu vida literaria, creo—. Tú ya sabes todo lo que te puedo decir al respecto: eres un poeta, un escritor combinados y no te espera nada que te satisfaga plenamente en materia de respuesta a un trabajo que es la soledad misma, para no llamarlo solitario, a menos que tengas una buena suerte o un sinsentido de la oportunidad del carajo. El tiempo y/o factores imprevisibles resuelven por ti en una zona que no ves nunca, situada más allá de tus narices escriturales. Te deseo suerte».

Bolaño, en el cuento Encuentro con Enrique Lihn, rescató esa experiencia epistolar. Rindió homenaje, en una historia fantasmal, a un poeta mayor, a un poeta muerto, que lo escuchó y leyó sus poemas en un recital de poesía chileno—norteamericano. A un poeta que lo salvó. Escribe: «Me había carteado con él y sus cartas en cierta forma me habían ayudado, estoy hablando del año 1981 o 1982, cuando vivía encerrado en una casa de Girona casi sin nada de dinero ni perspectivas de tenerlo, y la literatura era un vasto campo minado en donde todos eran mis enemigos, salvo algunos clásicos».

***

“Yo creo que Roberto siempre esperaba pescar algo”, dice Ansesa. “Y cada día se preparaba para pescar. Era un hombre listo. Pero, como toda la gente que escribe, dramatizaba o idealizaba situaciones para tener la realidad equidistante”.

—¿Por qué estuvo tanto tiempo acá en Girona?
—Porque no tenía otra posibilidad.

—¿Cómo lo recuerda?
—Como un superviviente.

Notas relacionadas