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Nacional

14 de Febrero de 2019

Comida, bebida y romanticismo no siempre van de la mano

Hace rato sabemos que eso de la comida afrodisíaca es puro cuento y que lo único que endereza las cosas de verdad son los medicamentos tipo Viagra o sus similares. Como si esto fuera poco, hay que ser honestos y reconocer que las previas románticas a la luz de las velas, con comida fina y champán francés (o lo que se tenga a mano) tampoco son de gran ayuda. Incluso más, pueden ayudar a que el tiro -o mejor dicho el polvo- salga por la culata.

Por

Tal vez la advertencia más famosa con relación a que una cena romántica no es necesariamente la mejor forma de asegurarse un fin de velada óptimo -es decir, con la correspondiente consumación del acto sexual- lo entrega el siempre genial Roberto Fontanarrosa en su famoso cuento “El Mundo ha vivido equivocado”. En este texto, entre medio de un genial diálogo de café de unos amigos en que se recrea un ideal escenario de seducción, uno de los personajes se lanza una frase seca: “el mundo ha vivido equivocado”. Y pasa a explicar por qué:

-Yo no sé por qué carajo en todas las películas el tipo, para atracarse la mina, primero la invita a cenar. La lleva a morfar, a un lugar muy elegante, de esos con candelabros, con violinistas. Y morfan como leones, pavo, pato, ciervo, le dan groso al champán mientras el tipo se la parla para encamarse con ella. Yo, Pipo, yo, si hago eso… ¡me agarra un apoliyo! Un apoliyo me agarra, que la mina me tiene que llevar después dormido a mi casa y tirarme ahí en el pasillo. O si no me apoliyo me agarra una pesadez, un dolor de balero. Eructo.

Es cierto, lo más probable es que el imaginario construido por el cine hollywoodense nos haya hecho creer que LA forma de terminar bien una cita involucra necesariamente a la comida. Les tengo malas noticias, porque no suele ser así. O al menos está lleno de historias que relacionan, para mal, a los alimentos -y la bebida- con las artes amatorias.

No meta la mano ahí

Dicen que sucedió en los años noventa, cuando ambos personajes aparecían en televisión y eran relativamente famosos. Pasó que él debió viajar -por motivos profesionales- fuera del país por un par de semanas. El día de su regreso, ella lo quiso recibir de la mejor manera y decidió esperarlo en casa con un rico ceviche… y algo más. El tipo llegó justo a la hora de comida, así que pasaron directo a probar el ceviche. Parece que estaba bueno, porque duró poco. Después del postre, pasaron al otro postre, en el dormitorio. Y claro, antes de entrar en materia ejecutaron una buena dosis de caricias previas. Sin embargo, hubo en problema. La mano de ella, la misma con la que había manipulado el siempre potente rocoto del ceviche, terminó pasando demasiadas veces por la zona genital de él. En resumen: la irritación en su entrepierna fue casi inmediata. Y duradera. Cuento corto: la velada terminó con el fauno en una tina con agua fría. De posturas, besos y orgasmos nada. Al menos por esa noche. Y con la lección bien aprendida: con rocoto no, por favor.

La guatita

Ismael (que se llama de otra manera pero ha pedido reserva de su nombre) trabajó en sus años universitarios como recepcionista en un motel del centro de Santiago. Él cuenta que su trabajo era fácil y hasta rutinario. Salvo, claro está, cuando algunos clientes se ponían muy escandalosos dentro de sus habitaciones y había que llamarlos al orden. Sin embargo, hubo una ocasión en que la cosa fue distinta. “Estaba en la recepción y llegó una camarera a pedirme que la acompañara a una habitación porque había un problema. Al principio pensé que se podía tratar de algo extraño que ella había encontrado ahí, porque de vez en cuando los pasajeros olvidaban cosas muy raras, desde armas hasta juguetes sexuales”, explica Ismael pero agrega que “mientras caminaba por el pasillo me di cuenta que se trataba de algo distinto, porque la habitación a la que me llevaban estaba aún ocupada”. Ismael esperó hasta llegar a la puerta de la habitación para pedirle explicaciones a la camarera. “Ella me dijo que mejor era que hablara directo con la pareja, así que golpeé la puerta y me identifiqué. La puerta se abrió apenas e inmediatamente salió un olor asqueroso, a podrido”, dice Ismael. ¿Qué había pasado? El relato del encargado continúa: “el tipo me dejó entrar y lo que me tocó ver y oler fue impresionante. Había excremento por la cama y por todos lados. Se notaban huellas de pisadas con heces hasta el baño, donde -me explicó el tipo- su pareja estaba escondida, y obviamente muy avergonzada”. Según cuenta Ismael, el relato del tipo no especificó bien quién, pero el asunto es que uno de los miembros de la pareja tuvo una “descompostura estomacal” justo en el momento álgido del sexo y “parece que no hubo tiempo de nada, y pasó lo que pasó, quedando todo sucia la habitación, incluida la ropa de ambos”. Finalmente, al personal del motel no le quedó otra que conseguirle ropa limpia a la acontecida pareja -“hasta zapatos”, dice Ismael- y luego hacer una limpieza de la habitación que tomaría varios días. Hasta hoy Ismael no sabe qué tipo de afección estomacal habrá afectado a uno de los miembros de esa pareja en aquella ocasión, pero lo que sí tiene claro es que ninguno de los dos tórtolos volvió a aparecerse por el motel.

Tómese esa copa

Catalina llevaba meses con ganas de concretar algo con un compañero de trabajo que le correspondía miradas y comentarios, pero que nunca le aceptaba el tomar una copa después de terminar la jornada laboral. Hasta que un día, casi por cumplir fue a la carga nuevamente y el susodicho dijo “bueno”. Así las cosas, “nos fuimos a tomar algo a un bar en el Barrio Lastarria”, cuenta Catalina y agrega que “nos tomamos varios schops ahí. Él más que yo, porque tomaba más rápido. Después, comenzamos a caminar hacia Plaza Italia donde separaríamos nuestros caminos”. Sin embargo, siguieron juntos. “Medio en broma y medio en serio le dije si no quería pasar a mi departamento, que estaba bien cerca, a tomar algo más. Para mi sorpresa, me dijo que sí, por lo que compramos hielo y una bebida en una botillería a la pasada y seguimos hasta mi casa donde yo tenía algo de pisco”. Según Catalina, en su departamento conversaron un rato, tomaron varias piscolas y luego se besaron acaloradamente. Cuando ella notó que la cosa pasaría a mayores, le indicó donde estaba su pieza y se fue al baño. Y hasta ahí llega la parte buena de la historia. “Mientras me lavaba la cara y me arreglaba un poco en el baño me di cuenta que estaba bien curada. Yo creo que mi error fue tratar de seguirle el ritmo a él con el copete. El asunto es que me dieron ganas de hacer pipí, así que me senté en la taza… y hasta ahí me acuerdo”. La próxima imagen que tiene Catalina es despertando a la mañana siguiente estando aún en el baño. “Me levanté sin saber bien cuánto tiempo había dormido, pero al salir me di cuenta que ya estaba aclarando y que mi compañero de cita ya se había ido. Según me contó él mismo, días después, también se quedó dormido -en mi cama- y cuando despertó trató de despertarme sin éxito, por lo que prefirió irse a su casa”. El resumen de esta velada en palabras de Catalina: “por tomar tanto lo único que logramos fue dormirnos, más encima por separado. Y con la vergüenza que me dio toda la historia, nunca más insistí algo con él”.

¿Y si comemos algo por ahí?

Junto con el Día de la Madre, el 14 de febrero es una de esas jornadas en que los restaurantes -sobre todo por la noche- salvan la semana, si no el mes, con un lleno total. De hecho, salir sin reserva este día es una soberana estupidez, porque de ser así terminarán -con suerte- comiendo en el chino de la esquina. Es que la oferta de cenas románticas y menús afrodisíacos abundan en esta fecha y no son pocos los que pican y se inscriben en alguna. Sin embargo, hay algo que ustedes no saben, el 14 de febrero es una pésima fecha para comer fuera de casa. Básicamente, porque los locales están llenos y por lo mismo el servicio está lejos de ser el óptimo. Además, seamos sinceros. Los menús que se ofrecen nunca terminan siendo de la calidad ni el volumen anunciado. Más encima, no falta el garzón -o cocinero- que preferiría esa noche estar con su pareja en algún sitio agradable en vez de estar con el boliche lleno de gente haciéndose cariño mientras espera los platos. Por lo mismo, la comida, la bebida y el servicio en general salen como salen: de regular para abajo. ¿No me cree? Si tiene confianza con algún dueño de restaurante o cocinero pregúntele por estas fechas y de seguro les responderán con un rotundo: “mejor quédate en tu casa”.

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