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Opinión

21 de Febrero de 2019

Columna de Mack Luján: Los 60 años de la A a la Z del Festival de Viña

Éstos son los recuerdos que tenemos muchos de la fiesta de la Quinta Vergara. Desde el tétrico ingreso a destiempo de Pinochet hasta el éxito de Dinamita Show. Desde las pifias a “Pelusa” Thieman hasta el papelón de Xuxa.

Mack Luján
Mack Luján
Por

Ana Torroja. El 2007 más de una hora duró la pifia del “monstruo” porque la ex integrante de Mecano había sido sacada del escenario. Ni siquiera se salvó de los abucheos el representante chileno en la competencia internacional, un tal José Luis Moya. Literalmente, pagó Moya.

“¡Biiiiiien!”. El éxito de los Dinamita Show en 1996 nos robó a todos, más que sonrisas, el corazón. La consagración del humor callejero en Viña fue de la mano de la ternura del “flaco”, de Paul Vásquez, con sus “mi mamá me los compró”, “combos iban, combos venían” y “cuaaaaaaaando llegaron los españoles”.

“Contenta estoy cantando”. Ella se llamaba Lorena. El estribillo del tema con que en 1987 defendió a Chile en la competencia folclórica ¿o debería decir “a Rapa Nui”? era extremadamente contagioso. Tanto que hoy hasta lo cantan, con letra adaptada, “Los de abajo”, la barra de Universidad de Chile.

“Chico” Saavedra. “¡Que se pare, que se pare!”, era la talla que le tiraba cada año en los ‘70 el público de la Quinta. Cuando el pequeño maestro Horacio dejó de dirigir la orquesta, el festival que conocíamos empezó a cambiar para siempre.

Daddy Yankee. Fue impresionante el inicio de su show el 2006, casi al nivel del arranque del concierto de Beyoncé en el Estadio Nacional la primera vez que vino. Lo memorable no fue tanto que el boricua bajara de los cielos en un trono de rey, sino la forma en que todo el anfiteatro palpitaba en cada una de sus butacas y botaba fuego por cada uno de sus poros.

Enrique Iglesias. Pastel español. Al hijo más desafinado de Julio no se le ocurrió nada mejor que arrojar a las primeras filas una de las gaviotas que  recibió de Cecilia Bolocco. A la señora que impactó el puntiagudo trofeo le rompió un labio, pero ella estaba feliz. La masoquista lógica de las fans.

“¡Fuego, quita fuego!” La frase es de Gloria Gaynor, la negrita de “I will survive”. La dijo, como una madre aprensiva, cuando vio que la gente encendía fogatas con diarios en señal de aprobación a su presentación.

Gaviota. De un símbolo exclusivo que representaba el cariño y reconocimiento de la gente hacia un artista pasó, en nuestras narices, a ser un mamarracho que se entrega a cualquiera. Los patéticos “¡Que no quede duda de lo que está pidiendo el público de Viña del Mar!” de Rafael Araneda, en medio de un silencio absoluto de indiferencia de los espectadores, marcaron la decadencia definitiva del alado galardón.

Hernaldo. Es uno de los hijos predilectos de la Quinta. Aunque nunca ganó el Festival, sus sentidas piezas “Ventanillas” y “Cancionero” quedaron en los oídos de toda una generación, así como la pinta y la actitud genuinamente artesas del muchacho.

Iva Zanicchi. La triple ganadora de San Remo es sólo un ejemplo de la calidad de intérpretes y compositores que llegaron a enviar temas a la competencia internacional de Viña. Por esas lides desfilaron una casi adolescente Shakira y un tema que hizo suyo Sinatra, “Let me try again”, adaptación de una canción francesa que no tuvo la suerte que merecía en la versión de 1973.

Julio Bernardo Euson. Era un arubano imponente, cuya esposa, la no menos despampanante Stanka Matic, fichó como modelo en Sábados Gigantes. En su momento ganó el Festival con una susurrada “Julie”.

KC & The Sunshine Band. El puñetazo que le habría propinado el líder de esta banda, Harry Casey, al ya fallecido periodista Luis Fuenzalida por haberle preguntado si era bisexual es un mito urbano-festivalero de aquéllos.

“Libre”. La canción del recordado Nino Bravo pasó a asociarse con el humorista “Bigote” Arrocet, que la interpretó en 1974, lo que a su vez hizo que el tema fuera adoptado por los partidarios de Augusto Pinochet (a quien veían como su emancipador del socialismo), que ya por esa fecha había abrazado el genocidio como expediente para pasar a la historia.

Mr. Music man. Fue a mediados de los ‘70. Un inglés peinado y vestido como Rod Stewart y manipulando una marioneta. Nunca visto. Ni antes ni después. Siga participando.

“Numerao, numerao”. Fue un terremoto hormonal. José Luis Rodríguez, un venezolano desconocido que se hacía llamar “El puma” por un personaje de teleserie suyo que gustaba de Sandro, conquistó al Monstruo con las mismas armas de Elvis y el argentino, meneando la frutera.

Ovación a Pinochet. Fue un pasaje sacado de una novela de humor negro. Un entusiasta lamebotas interrumpe el curso del Festival para anunciar el ingreso de Pinochet. Rodeado de ministros y guardaespaldas camuflados de agentes de la CNI entra el aludido personaje, se sienta y la fiesta continúa. Como si nada.

“Pelusa” Thiemann. Fue la primera –y única– animadora pifiada de la historia del Festival. Las causas eran dos. Una, su origen aparentemente más acomodado que lo que se estilaba para alguien que pretendía hacer carrera en los medios (Chile, país de resentidos). La otra, su insufrible voz de pito. Duró dos noches.

Quinta Vergara. Ha sufrido modificaciones violentas. Recuerdo una vez que vino Perales y cantó con unas casitas de fondo. No se sabía si era “Chilenazo” o “El portal inmobiliario”. La “concha acústica” se prestó por años para bromas de los humoristas de la TV. Hasta un aplausómetro pusieron una vez.

Raphael. “Er niño” ha venido varias veces, pero ninguna es más recordada que la del 2010, cuando perdió un diente en plena función.

Sergio Riesenbeg. El único premio Emmy que ha recibido un director de televisión chilena es suyo. Fue por su labor en la versión de 1990.

“Titanic”. Banda noruega que fue puesta en la parrilla de 1984 por una sobrina de la alcaldesa María Eugenia Garrido, que había escuchado uno de sus cassettes. Impresentable de pe a pa.

Umberto Tozzi. Escandaloso para la época llegó a ser el playback que hizo en 1980. El italiano venía cargado de éxitos en español, pero eso opacó su visita. Era una prensa muy sentimental.

Vodanovic. El abuelo. El dueño de casa. El patrón. El maestro de ceremonias por excelencia. Columpiado por su falta de ritmo y las “mmm” con que terminaba cada frase. Cuando lo reemplazamos por Montaner, que duró un Festival a cargo, nos dimos cuenta de lo necesario que era.

We are spirits in the material world”. The Police pasó por la Quinta Vergara en su mejor momento, 1982. Eso equivale a que Rihanna lo haya hecho el 2010 o que Maroon 5 se presentara la próxima semana en el Festival. Fue algo casi paranormal.

Xuxa. Vino dos veces, en 1990 y diez años después, que fue el año de la debacle para ella. A su “Ilari lari lari e” el público respondía con un imperativo incitándola a practicar en forma masiva la felación. Ella, confundida, le preguntó a un niño, de ésos que no mienten, y el mocoso le dijo al oído que estaban gritando “chúpalo”. Su hija pequeña en la platea, la cantante que se retira entre lágrimas, desolación, desastre, crueldad nivel circo romano.

Yandar & Yostin. Este parcito de colombianos vino con un único hit, “Te pintaron pajaritos en el aire”. Lo cantaron hasta que les dio hipo. Saltaron a escena a las 4 de la madrugada y al rato Rafael Araneda entró en camisa a sacarlos del escenario. Vergüenza ajena.

Zegers. El bueno de Julio es un arquitecto que ganó dos veces el festival, una con “Canción a Magdalena” y otra con “Los pasajeros”. Fue justo antes de que esto pasara de ser un evento de balneario provinciano a un espectáculo de categoría internacional.  

Lado B

“Ausencias”. Juan Carlos Duque, más perón, ruliento y Cocciante que nunca, gritando “mi alma está herida, mi cuerpo cansado. Son tantas las horas sin nadie a mi lado”. Era 1982. Ganó.

Barticciotto, cantando con Keko Yunge.

Carlos Ponce, actor y cantante puertorriqueño que en medio del Festival dejó botada su labor de jurado para ir al matrimonio de su hermano y volver. Un chiste.

Chupalla y poncho para “Lucho” Gatica y Antonio Prieto. El pago de Chile en su máximo esplendor.

Diego Torres. Su cara cuando Eva Gómez lo despidió anunciando “vamos a comerciales para volver con el show más esperado de la noche, ¡Luis Miguel!”.

“El curita de la TV”. Alusión de Jorge González al padre Hasbún, el 2003, durante la canción “Sexo”.

Forel Street número 117. La dirección del chiste de Sandy de los gallegos en Londres. En 1999 toda la Quinta lo coreó.

“Gente de Zona”. Entrañables gozadores en primera fila.

Hombre láser. Cuec.

Illapu. 19 años después.

Juan Guillermo Vivado. Parsimonioso rey de los programas satélite.

Kramer. Un genio.

Luciana Salazar. Reina en topless.

“María San Juan”. Canción argentina ganadora moral en años en que la guerra con ellos era inminente.

Noa noa.

Oro. Al principio este material era una excepción en las gaviotas y antorchas. Ahora casi se entrega por defecto.

Pinche de pelo. Le jugó mala pasada a Carola de Moras.

QEP. Tocaron cuando la música hecha en Chile todavía era apoyada.

Ruperto y su rutina voladora con Sergio Lagos.

Sergio Feito. Meruane la sacó barata a su lado.

Trevi. Gloria pudo haber sido acusada de cuasiviolación con publicidad. El hombre al que desvestía en el escenario no presentó cargos.

Ubiergo. “El tiempo en las bastillas” y no hay más.

“Vieja güena pa’ viviiir”. Sólo Natalia Valdebenito podía conseguir que desearle la muerte a alguien fuera considerada una broma.

Willy Benítez. En 1983 interrumpió a Vodanovic para protestar por la ausencia de cómicos locales.

X. La letra que providencialmente impidió que la segunda parte del nombre del dueto de Zion & Lennox sonora igual que el genio de Liverpool. Habría sido sacrilegio.

Yerko Puchento. Epítome de los comediantes que no se han atrevido a encaramarse a la Quinta.

Zoom a la entrepierna de la Bolocco.

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